3. SOPORTE CRÍTICO ADICIONAL
Como ya especificamos en el apartado anterior, en el planteamiento del presente estudio hemos adoptado perspectivas pluralistas con el fin de enriquecer los procesos de interpretación y valoración. Tendremos en cuenta, pues, los hallazgos y aportaciones de diversas corrientes contemporáneas de teoría y crítica, tanto histórica como literaria. Nuestro estudio es, en primer lugar, historicista y sociológico en el sentido de que entendemos que toda novela existe en un contexto más amplio y se encuentra indisolublemente ligada a determinadas circunstancias sociales e ideológicas. Una obra capital dentro de esta perspectiva es The Rise of the Novel: Studies in Defoe, Richardson and Fielding (1957) de Ian Watt. Dicho autor intenta explicar los cambios formales que se aprecian en la literatura de la primera mitad del siglo XVIII como reflejo del cambio social que caracteriza a dicho periodo, destacando la influencia del puritanismo y del capitalismo y estableciendo un paralelismo entre el desarrollo del género novelístico y el de la clase media. Por otra parte, Watt considera, al igual que Eric Auerbach, autor de la extraordinaria Mímesis: la representación de la realidad en la literatura occidental (1942), que el realismo formal, característico de la tradición artística occidental frente a otras tradiciones, tiene un valor inherente.
J. J. Richetti, en Popular Fiction before Richardson: Narrative Patterns 1700-1739 (1969), emplea, al igual que Watt, los textos literarios como datos sociológicos, centrando su atención en el conflicto existente durante las primeras décadas del siglo XVIII entre la creciente secularización y las creencias religiosas. Richetti intenta desentrañar el “aparato” de un arte de masas en el que incluye novelas menos estudiadas y valoradas pero “ideológicamente transparentes” de autoras tales como Mary Delarivière Manley y Eliza Haywood. Posteriormente, en su artículo “The Portrayal of Women in Restoration and Eighteenth-century English Literature” (en Marlene Springer (ed.) 1977 : 65-97) Richetti considera que el hecho de que en el siglo XVIII la tradición literaria pasara a considerar la experiencia femenina como una versión particularmente intensa de la experiencia humana en general se explica, por una parte, por la influencia de las fuerzas combinadas del “empirismo” inglés, el protestantismo y la teoría política inglesa, caracterizados todos por su acusado sentido del valor del individuo, y, por otra, por el desarrollo en Inglaterra de una clase media sustancial que incluía un número considerable de lectoras ociosas.
Por su parte, Lennard Davis, en Factual Fictions: The Origins of the English Novel (1983), combina el análisis sociohistórico con el formal de un modo más dialéctico. Basándose en la obra de Michael Foucault, contempla la novela como “discurso” y la relaciona con fuentes no literarias tales como cartas, anuncios, publicaciones periódicas, estatutos parlamentarios, etc. Por otra parte, considera que la legislación, la cultura y la tecnología, por ejemplo, influyen tanto en el “discurso” como las características de un autor determinado y su público. En última instancia, Davis asocia los cambios en el “discurso” con la existencia de relaciones de poder complejas y cambiantes.
Wallace A. Flanders, en Structures of Experience: History, Society and Personal Life in the Eighteenth-Century British Novel (1984), relaciona la “aparición” de la novela y algunas de sus características con la crisis de identidad que sufre el individuo de la época. A éste la Ilustración le ofrece unas posibilidades de expansión psicológica que contrastan con la “objetualización” y el valor monetario que le impone la nueva organización económica. La gradual toma de conciencia de la brecha existente entre la realidad personal y la social se traduce en un estado de alienación que la lectura de novelas ayuda de algún modo a superar. Por otra parte, el protagonismo de mujeres y criminales (ambos sectores “marginales” de la sociedad) en la novela puede interpretarse como una forma de poner al sistema en evidencia.
En Before Novels: The Cultural Contexts of Eighteenth Century English Fiction (1990) J. Paul Hunter se muestra partidario de la perspectiva historicista y sostiene que no es necesario negar la temporalidad para poder apreciar la continuidad y la recurrencia. En este sentido, considera que la novela es una forma literaria que surge y se desarrolla en un contexto más amplio de la historia de la cultura de lo que se suele creer. Dicho contexto incluye materiales “populares” tales como ciertos textos periodísticos, diversos materiales de carácter didáctico y documentos e historias pertenecientes al ámbito privado. Hunter investiga asimismo las características del público lector de novelas, sus necesidades y deseos en una época marcada por la migración a los grandes núcleos urbanos y el rápido cambio social.
Por lo que respecta a la imagen de la mujer en la novela inglesa del siglo XVIII, éste ha sido un tema ampliamente analizado a partir de los estudios de Margaret Anne Doody y Janet Todd en la década de los setenta. La mayor parte de las investigaciones en este campo se refieren o bien a la obra de autores consagrados como Defoe o Richardson o bien a la obra del conjunto de las mujeres novelistas. Hay que destacar con respecto a estas últimas la contribución de la crítica feminista, que ha conseguido identificar obras “perdidas” o “menores” y restablecer su valor, poniendo en tela de juicio los criterios por los que se las eliminó del canon literario y demostrando que su aportación resulta insoslayable. En la recuperación y revalorización de dichas novelistas destacan A Dictionary of British and American Women Writers 1600-1800 (1984), editado por Janet Todd, y Mothers of the Novel: One Hundred Good Women Writers before Jane Austen (1986), de Dale Spender. Esta última autora, que hace referencia a cien escritoras y más de seiscientas novelas, critica el proceso de jerarquización y canonización que excluyó sistemáticamente la producción de las escritoras de los siglos XVII y XVIII a pesar de haber contribuido, por ejemplo, a la creación del género novelístico, una forma literaria particularmente apropiada para ellas por no requerir una educación formal. La exclusión del canon de escritoras de calidad se inscribe, según Spender, en un proceso deliberado que se ha prolongado hasta hoy en día. Por otra parte, en Living by the Pen: Women Writers in the Eighteenth Century (1992) Cheryl Turner intenta identificar a las novelistas propiamente profesionales que desarrollaron su carrera entre 1696 y 1796 y las examina en el contexto del desarrollo y diversificación del mercado editorial.
Entre las obras que analizan la producción de las mujeres novelistas y su contribución al desarrollo del género novelístico destaca igualmente Women, Letters and the Novel (1980) de Ruth Perry, que relaciona la novela con los cambios sociales experimentados en Inglaterra a finales del siglo XVII y principios del XVIII. Perry considera, por ejemplo, que la recurrencia del tema del amor matrimonial en la novela constituye una manera de compensar y reducir la frustración de la mujer por la pérdida de su importancia económica. Con respecto a la novela epistolar, la autora afirma que se prestaba especialmente a ser desarrollada por escritoras y que se caracterizó por un ángulo psicológico basado en la subjetividad y la autorreflexión de gran influencia posterior.
Jane Spencer, en The Rise of the Woman Novelist: From Aphra Behn to Jane Austen (1986), subraya igualmente la interconexión existente entre los orígenes de la novela y el establecimiento de la figura de la escritora profesional. Spencer evita referirse a una única tradición femenina y distingue tres formas de expresión: protesta, conformidad y escapismo. Por otra parte, si bien considera que la obra de las escritoras de la época no es en esencia distinta de la de los escritores, subraya el hecho de que ellas se vieran obligadas a escribir en el seno de una sociedad patriarcal que las definía y juzgaba de acuerdo con sus nociones de feminidad. Según Spencer, el proceso por el que las escritoras pasaron a encarnar valores de la sociedad burguesa tales como la delicadeza y el decoro permitió su mayor aceptación en la sociedad, pero supuso también un mayor constreñimiento. Por el contrario, Janet Todd subraya en The Sign of Angellica: Women, Writing and Fiction 1660-1800 (1989) que la novela de la época constituye un vehículo privilegiado de expresión feminista.
En Desire and Domestic Fiction: A Political History of the Novel (1987) Nancy Armstrong explora la interconexión existente entre los orígenes de la novela inglesa, el creciente protagonismo de nuevos sectores sociales en Inglaterra y el establecimiento de un nuevo ideal femenino. Esta autora intenta aplicar las tesis de Michel Foucault, a quien atribuye la idea de que las relaciones sexuales podrían haber cambiado las relaciones de poder no sólo entre géneros y generaciones sino entre distintas clases y culturas, al tema de la mujer y la literatura. Afirma así que el paradigma de la feminidad como domesticidad es una construcción cultural, desarrollada a través de la figura femenina en la novela, y crucial en la implantación de la hegemonía burguesa. Armstrong enfatiza, pues, el protagonismo histórico y social de la literatura, capaz de crear realidades que se materializarán en el futuro.
Por su parte, Ros Ballaster subraya en Seductive Forms: Women´s Amatory Fiction from 1684 to 1740 (1992) el protagonismo de escritoras tales como Aphra Behn, Delarivière Manley y Eliza Haywood en el desarrollo de la novela inglesa mediante la búsqueda de una forma de “ficción amatoria” dedicada a un público femenino. En dicha búsqueda, estas autoras popularizaron las formas casi exclusivamente aristocráticas de la ficción amorosa francesa, una herencia que se ha venido ignorando a favor de la influencia de la cultura popular y el teatro. Por otra parte, Ballaster se refiere a cómo la decisiva influencia de Richardson en la difusión de una idealización de la feminidad basada en la domesticidad y sensibilidad (conceptos ambos representativos de la ideología burguesa) supuso la práctica desaparición de Behn, Manley y Haywood de la historia de la literatura.
En Masking and Unmasking the Female Mind: Disguising Romances in Feminine Fiction, 1713-1799 (1990) Mary Anne Schofield se refiere también a la línea divisoria que establece la publicación de Pamela en la literatura del siglo XVIII. Por otra parte, Schofield analiza la obra de una docena de escritoras de la época (entre quienes se encuentran Eliza Haywood o Charlotte Lennox) y describe cómo aparentan seguir determinadas convenciones mientras se esfuerzan por socavarlas (“double writing”). Sin embargo, su intento de distinguir entre argumentos “masculinos” y “femeninos” parece asumir la existencia de identidades sexuales universales, transhistóricas, una postura que no está exenta de polémica.
Elizabeth Bergen Brophy compara en Women´s Lives and the 18th-Century English Novel (1991) múltiples escritos personales (diarios, cartas, etc.) de más de 250 mujeres de la época con la obra de escritoras y escritores tales como Charlotte Lennox, Clara Reeve, Fanny Burney, Samuel Richardson o Henry Fielding. Brophy concluye, por una parte, que es Richardson el escritor más abiertamente reivindicativo con respecto a la situación de la mujer, mientras que las escritoras se caracterizan por su ambivalencia. Por otra parte, cree que podemos describir el conjunto de la obra de estos escritores y escritoras como “realista” en el sentido de que se advierte una considerable correspondencia entre la personalidad, los miedos y las aspiraciones de las heroínas y los de las mujeres de su época.
Nos referiremos a continuación a una serie de críticos que en nuestra opinión han aportado una perspectiva diferente a estas cuestiones, entre quienes incluimos a Katharine M. Rogers, Anne Messenger, Margaret Ezell, Peter Earle, Mona Scheuermann, Amanda Vickery e Eve Tavor Bannet. En Feminism in Eighteenth-Century England (1982) Katharine Rogers no sólo recoge diversas expresiones de feminismo entre autoras de la época sino que expone los efectos “liberalizadores” del “racionalismo” y del “sentimentalismo”. Con respecto al primero, afirma que Locke, Swift, Defoe y Mary Astell, si bien no desafiaron el status quo de la mujer, sentaron las bases para cambiar su situación al cuestionar la sacralidad de las instituciones patriarcales tradicionales o al referirse a su naturaleza opresiva. Por otra parte, el “sentimentalismo” que caracteriza la obra de autores tales como Samuel Richardson y Frances Brooke supuso una mejora en la situación de la mujer al enfatizar el valor de sus sentimientos y al humanizar las relaciones entre ambos sexos. El “sentimentalismo” fue, de hecho, más efectivo que el “racionalismo” porque persuadía apelando a las emociones y parecía aceptar las definiciones tradicionales de lo masculino y lo femenino.
En His and Hers: Essays in Restoration and Eighteenth-Century Literature (1986) Anne Messenger compara la obra de escritores y escritoras relevantes tales como Aphra Behn y Thomas Southerne o Richard Steele, Joseph Addison y Eliza Haywood con el fin de definir aquello que pudiera considerarse “distintivamente femenino”. Messenger cuestiona estereotipos tales como que las escritoras de la época codificaran siempre un significado autobiográfico en su obra o que sufrieran una doble discriminación en virtud de su sexo y de la profesión que habían elegido. Aboga, pues, por no aislar las obras de las mujeres novelistas en un “ghetto literario” regido por sus propios estándares.
Margaret J.M. Ezell, en The Patriarch´s Wife: Literary Evidence and the History of the Family (1987), expone que la dicotomía que se suele establecer entre opresión y resistencia al referirse a la situación de la mujer de la época puede resultar un marco insuficiente y dejar ocultos, inexplicados o malinterpretados, algunos logros. Si bien Ezell se refiere en su mayor parte al siglo XVII, creemos que contiene algunas puntualizaciones que pueden enriquecer nuestro estudio. Ezell revisa, por ejemplo, el modelo de patriarcado doméstico que suelen presentar las novelas, descrito como rígidamente autoritario, y lo compara con el modelo patriarcal descrito en formas alternativas de intercambio intelectual entre mujeres (entre otras, manuscritos que se hacían circular en grupos reducidos o correspondencia). La autora llega a la conclusión de que el modelo novelesco de patriarcado es en cierta medida un “fenómeno literario” en tanto y cuanto se nos presenta como “un sistema cerrado, completamente ineludible” (1987: 4).
Como lectura alternativa sobre la situación económica de la mujer a finales del siglo XVII y principios del XVIII destaca The Making of the English Middle Class: Business, Society and Family Life in London, 1660-1730 (1989) de Peter Earle, que sostiene que el abanico de posibles ocupaciones rentables para la mujer era mayor de lo que se suele suponer. En su análisis, Earle advierte un proceso de concentración y especialización en las actividades económicas de Londres que beneficiaba cada vez más a quienes ya contaban desde el principio con un cierto capital, entre quienes se encontraban, por ejemplo, un número considerable de viudas. En una línea similar, Mona Scheuermann, en Her Bread to Earn: Women, Money and Society from Defoe to Austen (1993), expone que la crítica literaria ha enfatizado en exceso la imagen victimista de la heroína, especialmente al haber elegido como pauta a las heroínas de Richardson. Scheuermann reivindica, pues, el papel activo y participativo que juegan numerosas heroínas y la habilidad con la que se desenvuelven, por ejemplo, en asuntos monetarios.
Amanda Vickery desafía en The Gentleman´s Daughter: Women´s Lives in Georgian England (1998) la visión comúnmente aceptada de la separación durante esta época de las esferas pública y privada y el progresivo abocamiento de la mujer a esta última. Tras estudiar las cartas, diarios y libros de contabilidad de más de cien mujeres pertenecientes a familias acomodadas del ámbito comercial, profesional y de la “gentry”, Vickery llega a la conclusión de que no se puede afirmar que se produjese una pérdida de las libertades femeninas sino que, por el contrario, parecen haberse ampliado los horizontes sociales y culturales de las mujeres debido, por ejemplo, a la creación de nuevos espacios de ocio comercializado (“assembly rooms”,“circulating libraries”,“pleasure gardens”, etc.).
Eve Tavor Bannet expone en The Domestic Revolution: Enlightenment Feminisms and the Novel (2000) que las escritoras tuvieron un papel fundamental en lo que denomina “revolución doméstica”, animando a las demás mujeres a asumir el gobierno doméstico de un modo más “profesional” y a demostrar, a través del mismo y de las labores filantrópicas, sus aptitudes. Tavor Bannet afirma que entonces no se consideraba la esfera familiar o doméstica inferior a la pública; antes bien, la familia era percibida como un microcosmos del estado, una unidad que garantizaba la paz, el orden y la prosperidad. Según esta autora fueron numerosas las escritoras que animaron a otras mujeres a suplantar subrepticiamente al hombre en labores a las que se asociaba un cierto prestigio social.
Por último, señalaremos que escasean las obras que se refieren a las heroínas de la novela inglesa del siglo XVIII de un modo panorámico, una carencia que el presente estudio, en la medida de sus modestas posibilidades, pretende contribuir a paliar. Entre dichos estudios generales podemos citar La destinée féminine dans le roman européen du dix-huitième siècle (1972), de Pierre Fauchery, una obra tan ambiciosa que abarca múltiples aspectos de los personajes femeninos en general no sólo en la novela inglesa sino también en la francesa y la alemana. En el conjunto de las múltiples novelas a las que se refiere, Fauchery aprecia una misma identidad femenina, a pesar de que ésta se pueda traducir en distintas formas. Por su parte, Madelaine Blondel describe en Images de la femme dans le roman anglais de 1740 à 1771 (1976) el contexto social, económico y editorial de la época y analiza a continuación la figura de la heroína exclusivamente en función del hombre: la joven casadera, la joven esposa, la viuda y, por último, la mujer que vive al margen del matrimonio. Otras obras generales que versan sobre la figura de la heroína son The Heroine´s Text: Readings in the French and English Novel, 1722-1782 (1980), de Nancy K. Miller, y Becoming a Heroine: Reading about Women in Novels (1982), de Rachel M. Brownstein. En la primera, Miller analiza ocho novelas clave del siglo XVIII en Inglaterra y Francia, ninguna de ellas por cierto escrita por una mujer, y las divide en dos grupos según el destino que aguarda a la heroína: los textos “eufóricos”, caracterizados por la trayectoria ascendente de la heroína, como Moll Flanders y La vie de Marianne, y los textos “disfóricos”, caracterizados por la trayectoria descendiente de la heroína y un movimiento del “todo” a “nada”, como Clarissa y La nouvelle Héloise. Mediante su análisis, Miller intenta desentrañar la ideología subyacente en dichos textos. Por último, Becoming a Heroine: Reading about Women in Novels es una obra de tintes muy personales e incluso autobiográficos en la que Brownstein expone que la imagen de la heroína inspira múltiples sugerencias contradictorias sobre la ilusión de un ser femenino ideal.
4. PLAN DE TRABAJO
Como expusimos anteriormente, uno de los objetivos principales del presente estudio consiste en llevar a cabo un análisis cualitativo de la figura de la heroína y su destino en doce novelas de la literatura inglesa publicadas entre 1719 y 1761. En cuanto a las razones por las que hemos elegido dichas fechas, 1719 nos parece una fecha inicial apropiada por ser el año de publicación de una obra de Eliza Haywood, Love in Excess, que a pesar de haber desaparecido posteriormente del canon tradicional introdujo varios estereotipos femeninos de gran pervivencia. Por otra parte, como expusimos anteriormente, el presente estudio toma la corriente historiográfica de la “historia de las mentalidades” como punto de partida y, dado que dicha corriente suele inclinarse por el análisis de “larga duración” (“longue durée”), resulta necesario abarcar al menos varias décadas de la historia de la literatura inglesa. En este sentido, 1761 nos parece una fecha final apropiada por diversos motivos. Por una parte, historiadores como Michel Vovelle afirman que, en las llamadas “décadas prerrevolucionarias” (a grandes rasgos, en torno a una treintena de años antes de 1789) se advierte un “giro de la sensibilidad colectiva” que en las mentalidades occidentales se traduce en actitudes distintas ante la vida, el matrimonio, la familia y lo sagrado (1985: 117 y 263-8). Spacks, coincidiendo con Vovelle, llega a la conclusión de que es en la década de los años sesenta cuando se va abandonando una visión “providencialista” de la existencia, o por lo menos ésta experimenta cambios en el sentido de ser lentamente desplazada del centro de la vida a su periferia. (1990: 116-8). Consideramos también fechas significativas 1757, año de publicación de Philosophical Enquiry into the Origin of The Sublime and the Beautiful de Edmund Burke, una obra que señala una ruptura con el control racional del pensamiento ilustrado y preconiza la importancia del sentimiento, y 1764, cuando se publica The Castle of Otranto de Horace Walpole, obra que inicia la llamada “novela gótica”. A dichas fechas habría que añadir la publicación de dos obras de Rousseau, La nouvelle Héloise en 1761 y Émile en 1762, que contribuyen a perfilar este “giro de la sensibilidad colectiva” al que nos hemos referido. 1761 es también el año de publicación de Memoirs of Miss Sidney Bidulph, novela en la que se expresa ya con plenitud el fenómeno de la “sensibilidad”, que desarrollarán hasta límites insospechados la literatura gótica y las novelas de los 90.
En la configuración del corpus del presente estudio han influido distintos factores. En primer lugar, como uno de nuestros objetivos es llevar a cabo un análisis exhaustivo de la figura de la heroína, necesitábamos encontrar un criterio que garantizase el protagonismo de la misma. Consideramos, pues, que su importancia debía resultar evidente en el propio título de cada novela seleccionada, ya fuera mediante la inclusión directa de su nombre (Moll Flanders, Pamela, Clarissa, Betsy Thoughtless, etc.) o mediante la referencia a un personaje femenino (The Perplexed Dutchess, Memoirs of a Woman of Pleasure y The Female Quixote). El papel fundamental de la protagonista femenina se anuncia, pues, desde el título, y esta comprobación elemental no carece de interés, pues proclama que el nudo de la intriga reside en el personaje de una heroína y en los conflictos a los que ésta se enfrenta. La única excepción es Love in Excess, de Eliza Haywood, que hemos creído conveniente analizar porque, a pesar de haber desaparecido posteriormente del canon literario, fue una de las tres obras más populares de la primera mitad del siglo XVIII hasta la aparición de Pamela, junto con Robinson Crusoe (cuya publicación data del mismo año, 1719) y Gulliver´s Travels, lo que indica hasta qué punto respondía a los intereses de los lectores en general. Por otra parte, en Love in Excess encontramos elementos que marcarían la novelística posterior, como una considerable variedad de figuras femeninas a las que aguardan diversos destinos finales.
Otro factor que ha influido en la configuración del corpus del presente estudio ha sido nuestro propósito de ofrecer un panorama representativo de la novela inglesa a lo largo de más de cuatro décadas, comprendiendo desde la “amatory fiction” a la novela sentimental (1719-1761). La selección de obras había de ser, pues, lo suficientemente amplia y variada, pero también abordable; por ello, hemos decidido analizar en detalle doce novelas teniendo en cuenta el hecho de que una de ellas, Clarissa, es la más extensa de la literatura inglesa. Por otra parte, como ya expusimos anteriormente, no hemos condicionado la selección de obras a ninguna conclusión preconcebida, por lo que incluimos algunas novelas como Moll Flanders, Roxana, o Memoirs of a Woman of Pleasure (más conocida como Fanny Hill) que previsiblemente dificultarán las generalizaciones sobre la figura de la heroína. Así mismo, nos hemos referido anteriormente a nuestro propósito de analizar, además de obras de autores tan conocidos como Defoe o Richardson, otras consideradas “menores” y por ello ausentes de los cánones literarios tradicionales. Nos referimos, en especial, a la literatura escrita por mujeres, tan importante desde el punto de vista cuantitativo y tan “sospechosa” para algunos desde el punto de vista estilístico y formal12. En cualquier caso, las obras incluidas en nuestro corpus gozaron en su momento de gran popularidad, otro criterio de selección que hemos tenido en cuenta dado que indica que son obras representativas de una época, un aspecto fundamental para el tipo de estudio que proponemos.
Tras tener en cuenta los criterios de selección a los que nos hemos referido, el corpus de nuestro estudio consta de las siguientes novelas:
- Love in Excess (Eliza Haywood, 1719)
- The Fortunes and Misfortunes of the Famous Moll Flanders (Daniel Defoe, 1722)
- Lasselia, or the Self-Abandoned (Eliza Haywood, 1723)
- Roxana, the Fortunate Mistress (Daniel Defoe, 1724)
- The Perplexed Dutchess, or Treachery Rewarded (Eliza Haywood, 1728)
- Pamela, or Virtue Rewarded (Samuel Richardson, 1740, partes I y II)
- Clarissa, or the History of a Young Lady (Samuel Richardson, 1747-8)
- Memoirs of a Woman of Pleasure (John Cleland, 1748)
- Amelia (Henry Fielding, 1751)
- The History of Miss Betsy Thoughtless (Eliza Haywood, 1751)
- The Female Quixote (Charlotte Lennox, 1752)
- Memoirs of Miss Sidney Bidulph (Frances Sheridan, 1761, parte I)
En las citas de dichas obras respetaremos las convenciones tipográficas de las ediciones elegidas, algunas de las cuales recogen aspectos tales como las mayúsculas con que se inician los sustantivos, los nombres propios en cursiva, o participios pasados tales como “sigh´d” o “beg´d”, mientras que en otras la tipografía ha sido modernizada.
A continuación, nos referiremos brevemente a las partes de las que consta nuestro estudio. Tras la presente introducción, se estructura en cuatro capítulos, que tratan los siguientes temas: “Contexto ideológico, socioeconómico y educativo”, “Sociedad, novela y mujer. Actitudes de la heroína”, “Características de la heroína” y “El destino de la heroína”. Por lo que respecta al capítulo I, “Contexto ideológico, socioeconómico y educativo”, en él nos proponemos establecer lo que eran las condiciones reales de existencia de la mujer del siglo XVIII con el fin de poder contrastarlas con la imagen que de ella nos han dejado las novelas de la época. En este sentido, nos hemos esforzado por no presentar una visión monolítica del denominado “sistema patriarcal”, y por investigar las posibles vías por las que la mujer podía sortear, en mayor o menor medida, las numerosas limitaciones que se le imponían.
En el capítulo II, “Sociedad, novela y mujer. Actitudes de la heroína”, nos referiremos, en primer lugar, al llamado “feminocentrismo” de la novela, es decir, a la instalación de la mujer en el centro del mundo novelesco. Reflexionaremos sobre las razones por las que disfrutó de un protagonismo del que, en principio, carecía en la vida real. A continuación, analizaremos si las novelas de la época contribuyeron a crear un nuevo paradigma de feminidad y la posible incidencia del sexo del autor sobre el modelo de heroína propuesto. Finalmente, tras un análisis del nombre y del contexto socioeconómico de la heroína estudiaremos su actitud ante determinadas realidades que en principio pudieran condicionarla o constreñirla, como el matrimonio, la maternidad o la educación femenina.
El capítulo III, “Características de la heroína”, constituye quizás la parte más original del presente estudio. Basándonos en un estudio exhaustivo de los textos seleccionados, desglosaremos la figura de la heroína en una serie de características que hemos identificado como significativamente recurrentes: excepcionalidad, belleza, juventud, orfandad y soledad, curiosidad e ingenuidad, dignidad u orgullo, sinceridad, generosidad, habilidad en el manejo del dinero, inteligencia, tendencia al desequilibrio psicológico, decoro o pudor (“modesty”), sensibilidad y, por último, fortaleza. Si bien, por motivos prácticos, separaremos los distintos componentes de la figura de la heroína, procuraremos establecer que se trata de una imagen simultánea e interactiva. Por otra parte, destacar que no pretendemos ofrecer un estudio meramente descriptivo de las características seleccionadas, sino buscar posibles relaciones de causalidad o posibles intencionalidades subyacentes por parte de los autores en cuestión.
Por último, en el capítulo IV, “El destino de la heroína”, reflexionaremos sobre el carácter emblemático de dicho destino. Estudiaremos, por una parte, el papel que juegan factores externos tales como la Fortuna, la Providencia o la intervención diabólica y, por otra, el de ciertos “agentes del destino” tales como el seductor o libertino, el marido, la alcahueta, la familia o la amiga. A continuación, describiremos y valoraremos los destinos finales que se le reservan a la heroína y analizaremos en qué medida dependen de la propia actitud y personalidad de la misma. Por último, intentaremos establecer si la recompensa que aguarda a la heroína virtuosa o arrepentida supone la asimilación o anulación de una personalidad potencialmente subversiva.
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