III. 13. 3. La emotividad de la heroína
Nos referiremos a continuación a la emotividad de la heroína. Ya expusimos anteriormente la confusión existente entre el término “sensibilidad”, por una parte, y los términos “sentimiento” o “sentimental”, por otra. La “sensibilidad”, al asociarse a la capacidad de respuesta moral y estética de un individuo, se fue acercando en su acepción tanto a “pensamiento elevado” como a “sentimiento” (Van Sant, 1993: 7). La especial sensibilidad que le reconocían los tratadistas de la época a la mujer se manifestaba, pues, en su rapidez de percepción de sentimientos tales como el amor y la benevolencia. Hemos mencionado anteriormente la comprensión que muestra en general la heroína hacia las mujeres caídas, así como su preocupación y solidaridad con los pobres (véase el apartado “Generosidad”, pag.s 231-237). Nos referiremos a continuación a sus sentimientos amorosos, que suele ocultar hasta de sí misma porque entiende, de acuerdo con la imagen idealizada de la mujer imperante en la época, que están reñidos con el “decoro” o “pudor”. Como exclama el padre de Amena en Love in Excess, tras haberle hecho creer Alovisa que su hija le ha expresado sus sentimientos amorosos al conde D´ Elmont:
‘But is it possible,’ cried he (quite confounded at these words) ‘that she should stoop so low to offer love. Oh heavens! Is this the effect of all my prayers, my care, and my indulgence.’ (69)
Es ésta una construcción social que la heroína interioriza y que se traduce en contención sentimental y en la supresión de la pasión física. Marlene Springer afirma que, paralelamente, se produce en la literatura “una conspiración de silencio en torno a la sexualidad femenina” que dura hasta bien entrado el siglo XX (1977: xiv). En las novelas analizadas, pues, lo máximo que una mujer soltera puede sentir por un hombre es “estima” o que no le sea del todo “indiferente”. Esta ausencia de referencias explícitas a los impulsos y necesidades sexuales marcó el comienzo de lo que se podría denominar espiritualización de la escena doméstica o “angelismo” (Green, 1991: 16), fenómeno que condiciona a la mayoría de las novelas analizadas, en el que resultan excepcionales las heroínas de Eliza Haywood, Moll Flanders y Fanny Hill. Dentro, pues, de un progresivo proceso de “eterealización”, la mujer no sólo trasciende sino que incluso niega su cuerpo.
A pesar de hacer uso de múltiples perífrasis y circunloquios, las heroínas suelen acabar confesando unos sentimientos que no logran controlar del todo. En este sentido, el sentimentalismo parece haber humanizado y enriquecido el tema de la relación entre los sexos, como se observa, por ejemplo, en Pamela y en Amelia. No obstante, en las novelas analizadas se suele incidir en la diferencia existente entre el verdadero amor y la mera pasión física, impropia de las heroínas modélicas. El único modo en el que una mujer virtuosa puede reaccionar emocionalmente es como víctima. Así, la relación amorosa entre el astuto seductor y la delicada heroína se vuelve, a la fuerza, sadomasoquista (Flynn, 1982: 78). Por otra parte, aunque el sentimentalismo glorifica el sufrimiento femenino o exagera la indefensión de la mujer, también enfatiza la importancia de sus sentimientos. Esto facilita la articulación de ciertas opiniones protofeministas, favorecida por la naturaleza subjetiva de la novela sentimental, que da cabida a la expresión de los sentimientos y esperanzas de la mujer. El hecho de que la heroína suela enamorarse “en contra de su voluntad” evita tener que dilucidar si el amor supone ceder o no al deseo de pura autogratificación.
El sentimentalismo parece aceptar las definiciones convencionales de lo masculino y lo femenino, si bien puede introducir un mensaje desestabilizador del status quo apelando a las emociones (Rogers, 1982: 143). En este contexto, el “amor romántico” le promete a la mujer participar del poder masculino al tiempo que lo doma o civiliza, pero también facilita la cesión voluntaria de la independencia femenina a la estructura patriarcal. Por otra parte, la ideología del “amor romántico” propone que la autogratificación “involuntaria” puede no ser egoísta y tener un efecto incluso reformador. El resultado es una narrativa del cortejo, la transformación de la relación entre seductor y seducida en una historia distinta, la historia de un matrimonio (Weisser, 1997: 42).
En Love in Excess, la llegada del conde D´Elmont a la corte de París provoca la queja de muchas mujeres ante la costumbre que les impide expresar sus sentimientos amorosos: “the other [sex] vented fruitless wishes, and in secret, cursed that custom which forbids women to make a declaration of their thoughts” (41). Es éste un aspecto fundamental de la “amatory fiction” de Eliza Haywood, y más concretamente de la primera época de su obra. Las protestas femeninas se insertan en historias de amor en las que se critica que el patriarcado intente controlar y refrenar, entre otros aspectos, la sexualidad femenina. El argumento amatorio oculta, pues, otro interés, la elaboración de una determinada ideología política protofeminista. Haywood desarrolló con este fin una estrategia según la cual sus heroínas suelen encontrarse en un estado de sueño o trance durante las escenas de seducción, lo que las exime de responsabilidad. Por otra parte, se expía la culpa de las lectoras, a las que Haywood ofrecía los conocimientos del mundo que necesitaban mientras les advertía de los peligros de ponerlos en práctica mediante un final punitivo (Ballaster, 1992: 58-61).
Entre quienes se enamoran del conde D´Elmont se encuentra Alovisa, intrigada porque él parece no haber advertido su belleza. La voz narrativa describe la naturaleza de sus sentimientos del siguiente modo:
agitated almost to madness between the two extreams of love and indignation; a thousand chimeras came into her head, and sometimes prompted her to discover the sentiments she had in his favour. (43) (cursivas en el original)
Tras librarse de su rival Amena, Alovisa no puede ya disimular sus sentimientos ante el conde puesto que éste ha descubierto que era ella quien le había enviado dos cartas anónimas en las que le declaraba su amor: “indeed it would have been rediculous for her to have affected coiness, after the testimonies she had long given him of one of the most violent passions that ever was” (82-3). Tras la boda de Alovisa y D´Elmont entra en escena Melliora. Al ver al conde por primera vez ésta no puede evitar sentir “a kind of painful pleasure, a mixture of surprize, and joy, and doubt” (90). Sin embargo, al enterarse de que está casado, “Every word, every look of his, was a fresh dagger to her heart” (93). La joven intenta entonces evitar las ocasiones de coincidir con él. Sin embargo, cuando éste logra introducirse en su dormitorio, Melliora, que soñaba en esos momentos con él, no puede disimular ni sus sentimientos ni su deseo sexual, aunque le pide al conde que desista. Él ha advertido “equal wishes, thy love confest, and every thought, desire!” (122). Sólo la interrupción de Melantha impide una mayor intimidad. Sin embargo, vuelve a surgir la ocasión en el jardín de la casa en la que se hospedan y Melliora implora al conde que no abuse de su debilidad:
Will you then take advantage of my weakness? I confess I feel for you, a passion far beyond all, that yet, ever bore the name of love, that I no longer can withstand the too powerful magick of your eyes, nor deny anything that charming tongue can ask (129)
Al llamarla él insensible, Melliora le declara su amor de un modo todavía más explícito:
Or have not I a heart? – A most susceptible, and tender heart? – Yes, you may feel it throb, it beats against my breast, like an imprisoned bird, and fain would burst it´s cage! To fly to you, the aim of all it´s wishes! (130)
Una nueva interrupción de Melantha evita que tengan relaciones íntimas, dado que el conde estaba a punto de obtener “the last, and only remaining proof that she was all his own” (Ibidem). Mientras, Alovisa, segura de que su marido le es infiel, no puede evitar llorar ante el recuerdo de los primeros tiempos de su matrimonio: “His heart”, said she, “his heart is lost, for ever ravished from me, that bosom, where I had treasured all my joys, my hopes, my wishes” (134). Incluso tras permitir que el barón D´Espernay la abrace y la bese con el fin de conocer el nombre de su rival, declara su amor por su marido:
I love my husband still, with an unbated fondness doat upon him! Faithless and cruel as he is, he still is lovely! His eyes loose nothing of their brightness, nor his tongue its softness! His very frowns have more attraction in them, than any others smiles! (154)
Otra heroína de Haywood, Lasselia, se sorprende por los sentimientos que le inspira De L’Amye, un hombre casado: “the Flutter which still continued on her Spirits, confirm´d her, that the sight of him had wrought an Effect on her she had never felt before” (19). Comete entonces el error de creer que puede dejar volar la imaginación siempre y cuando se comporte con decoro en la vida real, con lo que “her whole Soul was overwhelmed with passion – Hence follow´d wild Desires! Tumultuous Emotions!” (23). De L´Amye se disfraza de mensajero para entregarle una carta de amor y observar su reacción de primera mano. Finalmente Lasselia no puede ofrecer resistencia ante “that Excess of Passion they were mutually transported with” (44).
Tampoco Moll Flanders puede disimular sus sentimientos. Cuando el hermano mayor de la casa en la que sirve le confiesa su amor, ella describe así su reacción:
His words I must confess, fired my blood; all my spirits flew about my heart and put me into disorder enough, which he might easily have seen in my face. He repeated it afterwards several times, that he was in love with me, and my heart spoke as plain as a voice, that I liked it (23)
Moll va cediendo a sus demandas debido a una mezcla de vanidad, ingenuidad, codicia por las monedas que él le ofrece y atracción sexual: “then being both well warmed, he went farther with me than decency permits me to mention” (26). Se convierte, pues, en su amante, aunque ingenuamente se considera casada con él: “he had all along told me I was his wife, and I looked upon myself as effectually so as if the ceremony had passed” (37). Tras despertar el interés del hermano menor, Robin, Moll afirma rotunda: “if the best lord in the land offered me marriage now, I could very cheerfully say No to him” (39). Cuando el hermano mayor le recomienda que se case con Robin, la joven está a punto de desmayarse:
‘Will you allow no affection, no love on my side, where there has been so much on your side? Have I made you no returns? Have I given no testimony of my sincerity and of my passion? Are the sacrifices I have made of honour and modesty to you no proof of my being tied to you in bonds too strong to be broken?’(41)
El hermano mayor se niega a proseguir con su relación, con lo que Moll cae gravemente enferma. Sin embargo, si bien no siente el menor afecto por Robin, la joven accede finalmente a casarse con él. Enviuda tras cinco años de matrimonio y confiesa que fue siempre infiel con el pensamiento: “I never was in bed with my husband but I wished myself in the arms of his brother” (63). Toma entonces la decisión de no volver a dejarse engañar por “that cheat called love” (65). A pesar de ello, pronto se enamorará de un comerciante con el que contrae matrimonio y que acaba huyendo a Francia a causa de las deudas. Moll ya sólo se guiará por el interés en sus relaciones con el sexo opuesto. Se casa así con un irlandés supuestamente rico, James. Tras descubrir que carece de fortuna, lo lamenta profundamente puesto que sus cualidades han despertado su interés. James le deja una carta de despedida tan caballerosa que conmueve a Moll hasta el punto de anteponer, por primera vez en muchos años, sus sentimientos al dinero: “for I would have gone with him through the world, if I had begged my bread” (167). Cuando James se despide de ella en persona, Moll no le quiere dejar ir: “I really loved him most tenderly, and could not bear the thoughts of parting with him” (170). Tras un mes de deliberaciones, deciden separarse, si bien el destino les volverá a unir en la prisión de Newgate.
Roxana, tras ser abandonada por su marido, sólo siente en un principio agradecimiento hacia su casero, que le permite permanecer en la casa. Ese agradecimiento y sus continuas atenciones despiertan los sentimientos de Roxana: “I began at that time not only to be much oblig´d to him, but to love him too, and that in a Manner that I had not been acquainted with myself” (69). Toma entonces ella la iniciativa, algo excepcional en las heroínas analizadas, y le pide que se quede esa noche en la casa: “in short, I courted him so, that he said, he cou´d not deny me” (Ibidem). Como le confiesa posteriormente a su criada Amy, “it turn´d the very Heart within me, when I heard him say he lov´d me” (71). Tras la repentina muerte del casero en Francia Roxana insiste en expresar unos sentimientos que en el fondo nunca había podido desligar del todo del agradecimiento: “and indeed, I lov´d him to a Degree inexpressible” (89). Acepta luego convertirse en la amante de un príncipe. Cuando éste decide dar por finalizada esa relación, Roxana se deja “seducir” por un comerciante holandés que ha defendido fielmente sus intereses económicos: “I made a seeming Resistance, but it was no more indeed” (182). Ante la insistencia de él por casarse, Roxana admite “that I lov´d him to an extraordinary Degree” (185), pero que siente aversión hacia el matrimonio por haberla sumido en la miseria su primer marido. El comerciante, un hombre honrado que quiere vivir de una manera respetable, vuelve a París ante la inflexibilidad de Roxana. En cuanto él se va, Roxana afirma que hubiera dado la mitad de su fortuna por recuperarlo: “as soon as he was out of Call, and irrecoverable, I woul´d have given half I had in the World, for him back again” (202). Es el único episodio de su vida que lamenta y, como de vez en cuando se le ocurre que podría atraerlo de nuevo a su lado, le pide a su criada Amy que averigüe qué ha sido de él. Casualmente, está viviendo en Londres, con lo que Roxana y él se vuelven a encontrar tras once años. Hablan, entre otros temas, del hijo ilegítimo que habían tenido y vuelven a plantearse el matrimonio, pero una carta de Amy informa a Roxana de que ha enviudado de su primer marido y de que el príncipe la busca y quiere casarse con ella. Roxana decide entonces romper su compromiso con el comerciante, pero es incapaz de decírselo. Mientras, llegan noticias de que el príncipe ha resultado malherido en una partida de caza y que la gravedad de sus heridas le ha hecho reconsiderar su vida. Finalmente, Roxana contrae matrimonio con el comerciante holandés, que le ofrece una fortuna y títulos y es para ella “the best Husband in the World” (306). Temerosa siempre de que su historia como cortesana salga a la luz, le convence para establecerse en Holanda.
Por lo que respecta a las heroínas de Richardson, Susan Ostrov Weisser afirma que fue dicho autor quien convirtió el tema del amor sexual en un aspecto capital de la novela inglesa, haciéndose eco de la cada vez mayor tensión existente en la cultura moderna entre el autosacrificio cristiano y las libertades del mercado capitalista, entre la autoridad política y la más reciente autoridad del individuo, entre los valores de la antigua comunidad y los intereses de una clase ambiciosa y acaparadora (1997: 51). Esta tensión se reflejaría, por ejemplo, en el hecho de que Pamela es una heroína modélica que no resulta, sin embargo, completamente inmune a la atracción sexual. Weisser cree que el ideal femenino que representa, el de la “feminidad moral”, pudo facilitar de hecho el reconocimiento del deseo sexual femenino, en el sentido de que la existencia del mismo implica un mérito mayor para aquellas heroínas capaces de darle forma o contenerlo (ibid: 22).
Mr B. cree adivinar los sentimientos de Pamela hacia él “by your eyes, your blushes, and that sweet confusion which I behold struggling in your bosom” (251). Ante su insistencia por conocer sus sentimientos, ella le ruega que no se aproveche de “my free and open heart” y añade lo que viene a ser una declaración amorosa: “were I the first lady in the land, instead of the poor abject Pamela Andrews, I would, I could tell you” (252, cursivas en el original). Al relatarles esta conversación a sus padres, Pamela confiesa que ahora entiende por qué, a pesar del acoso al que la somete Mr B., no le odia. Finalmente él la deja marchar desencantado cuando, después de haberse sincerado con ella y prometido que la compensará por todo, Pamela, temiendo una ceremonia falsa de matrimonio (“sham-marriage”), insiste en volver con sus padres. La joven abandona el lugar dentro de una gran confusión al no haber podido agradecerle en persona a Mr B. su generosidad: “I think I was loth to leave the house. Can you believe it? What could be the matter with me, I wonder! I felt something so strange, and my heart was so heavy! (280, cursivas en el original). Durante el viaje, Pamela recibe dos cartas de Mr B. En la primera éste se muestra dispuesto a confesar lo que haga falta para defender la reputación de la joven, lo que la lleva a admitir el amor que siente por él:
love, I imagine, is not a voluntary thing – Love, did I say! But come, I hope not: at least it is not, I hope, gone so far, as to make me very uneasy: for I know not how it came, nor when it began; but it has crept, crept, like a thief, upon me; and before I knew what was the matter, it looked like love (283, cursivas en el original)
En la segunda carta, Mr B. confiesa que se ha sentido conmovido tras leer el resto del diario de Pamela y que se arrepiente de haberla dejado marchar. Al conocer los sentimientos de Mr B. y al enterarse de que se encuentra enfermo, Pamela obedece a los dictados del “corazón” y vuelve con él: “How my exulting heart throbbed, and even upbraided me for so lately reproaching it for giving way to the love of so dear a man!” (287). La joven les describe a sus padres la escena del rencuentro y comenta: “I retired with a look and behaviour, from which, I doubt (...) he might read a good deal of my heart. Forgive me, my dear parents. But if it was so, I could not help it” (292). Más tarde, le confesará a Mr B.: “I had the less merit in my return (...) because I was driven by an irresistible impulse to it, and could not help it if I would” (306). Ante los intentos de Mr B. de que declare sus sentimientos de una manera todavía más explícita, Pamela duda: “Men complain, I have heard, of women´s reserves; yet slight them, if they are not reserved” (307). Ante la insistencia de Mr B., Pamela confiesa con una expresión eufemística típica: “you, sir, are the only man living, my father excepted, who ever was more than indifferent to me” (Ibidem).
Una vez casados, son frecuentes las manifestaciones de cariño entre Mr B. y Pamela, incluso en público, siendo un modelo de “companionate marriage”. Cuando Pamela está a punto de dar a luz a su primer hijo, le dirige a su marido una carta llena de sentimiento. Le llama “my dearest, my first, my last, and my only love!” (Pamela II, 266, cursivas en el original). Más tarde, se cruza la condesa en sus vidas, y Pamela imagina que Mr B. acabará contrayendo un nuevo matrimonio con ella. No puede, sin embargo, dejar de quererlo. Por lo que respecta a sus planes de futuro, le confiesa a su cuñada, Lady Davers:
I will now-and-then, in some disguised habit, steal the pleasure of seeing him and his happier Countess; and give him, with a silent tear, my blessing for the good I and mine have reaped at his hands. (Pamela II, 288)
En cuanto a Clarissa, la joven intenta explicarle a su familia que no puede casarse con el pretendiente que le quieren imponer, Mr Solmes, por sentir auténtica aversión hacia él: “my heart has recoiled” (carta número 32.3, Clarissa Harlowe a Antony Harlowe, pág. 153). Su tío Antony se queja de que exista “a most horrid romantic perverseness in your sex. To do and to love what you should not, is meat, drink, and vesture to you all” (carta número 32.4, Mr Antony Harlowe a Miss Clarissa Harlowe, pág. 155, cursivas en el original). Y le recomienda con respecto a lo que siente en su corazón: “drive it on as fast as it recoils” (pág. 158, cursivas en el original). Sin embargo, Clarissa reivindica el derecho a guiarse por sus propios sentimientos: “since the heart is what we women should judge by in the choice we make, as the best security for the party´s good behaviour in every relation of life” (carta número 40, Miss Clarissa Harlowe a Miss Howe, pág. 181, cursivas en el original). Paradójicamente, a pesar de querer guiarse por su corazón sospecha con respecto a Lovelace lo siguiente: “he wants a heart” (pág. 184, cursivas en el original). Posteriormente, el amigo de éste, Belford cree ver en las miradas que Clarissa le dirige al seductor una mezcla de amor y temor: “every glance I thought mingled with love and fear of you” (carta número 169, Mr Belford a Robert Lovelace, pág. 555). Pero Lovelace no lo cree así, sólo ha advertido “civil disgust to me and to the company I had brought her into” (carta número 171, Mr Lovelace a John Belford, pág. 558). Es indudable, sin embargo, que Clarissa siente atracción física por Lovelace, como se desprende de estas palabras: “But he is so graceful in his person and dress, that he generally takes every eye”(carta número 178, Miss Clarissa Harlowe a Miss Howe, pág. 581). El propio Lovelace llega a la conclusión de que no le es indiferente al advertir la gran preocupación que muestra ante su supuesta enfermedad. Ella misma se sorprende de su reacción, “which has taught me more than I knew of myself” (carta número 212, Miss Clarissa Harlowe a Miss Howe, pág. 679). Por su parte, Anna ya había intuido antes los sentimientos de su amiga: “It was plain to me, indeed, to whom you communicated all that you knew of your own heart, though not all of it that I found out, that love had pretty early gained footing in it” (carta número 229.1, Anna Howe a Miss Laetitia Beaumont, pág. 748, cursivas en el original)72. Cuando ya es demasiado tarde, Clarissa reconoce ante el capitán Tomlison dichos sentimientos: “I had even a bias, sir, in his favour, I scruple not to own it” (carta número 243, Mr Lovelace a John Belford, pág. 828, cursivas en el original). Confiesa también ante Mrs Norton: “I will own to you that once I could have loved him – ungrateful man! had he permitted me, I once could have loved him” (carta número 309, Miss Clarissa Harlowe a Miss Judith Norton, pág. 992, cursivas en el original). Finalmente, en la carta que le manda a Lovelace con carácter póstumo admite que en su momento albergó unos sentimientos hacia él de los que ahora se arrepiente: “To say I once respected you with a preference is what I ought to blush to own, since at the very time I was far from thinking you even a moral man” (carta número 510.4, Miss Clarissa Harlowe a Mr Lovelace, pág. 1426).
Fanny Hill se enamora de Charles al verlo dormido en el prostíbulo de Mrs Brown, a donde le habían llevado unos amigos tras una noche de borrachera. Años después, Fanny aún recuerda con toda claridad ese momento: “dearest object of my earlier passion, I command for ever the remembrance of thy first appearance to my ravish´d eyes” (34). Desde entonces, Fanny no puede ni quiere poner límites a sus sentimientos por Charles:
The seeing, the touching, the being, if but for a night, with this idol of my fond virgin-heart, appeared to me a happiness above the purchase of my liberty or life. He might use me ill! Let him! he was the master! happy, too happy even to receive death at so dear a hand. (37)
Huye entonces con él, impulsada por una pasión “too impetuous for me to resist, and I did what I did, because I could not help it” (38). Fanny resume así la primera noche que pasan juntos: “I swam, I bath´d in bliss, till both fell fast asleep” (50). La joven distingue la relación amorosa que mantiene con Charles de las relaciones de naturaleza puramente sexual que entabla luego, por ejemplo, con Mr H. y William, que sólo satisfacen “my taste for pleasure, a taste strongly constitutional to me” (80). Sin embargo, William, al que ella instruye sexualmente, le inspira también otros sentimientos: “to say the truth, my liking for him was so extreme, that it was distinguishing very nicely to deny that I lov´d him” (84). Tras reencontrarse con Charles, Fanny se desdice y afirma que sólo él le ha inspirado amor: “my heart, which, eternally constant to Charles, had never taken any part in my occasional sacrifices to the calls of constitution, complaisance, or interest” (182, cursivas en el original). Tras otro encuentro sexual, Fanny afirma haber sentido que su unión con Charles era total: “I imagin´d such a transfusion of heart and spirit, as that coaliting, and making one body and soul with him, I was him, and he, me” (184). Habría que incluir, pues, a Cleland entre autores tales como Fielding, Steele, Addison y Thomson, que recogen la herencia de Milton al considerar que la unión matrimonial ha de satisfacer las necesidades tanto del cuerpo como de la mente y el espíritu. También Richardson, como hemos visto, pugnó por reconciliar la sexualidad y la moralidad en el matrimonio (Hagstrum, 1980: 160-161).
Amelia no resulta tan reservada con respecto a sus sentimientos como cabría esperar en una heroína modélica. Booth comenta que, durante su noviazgo, se dio cuenta de que le correspondía: “I found all that return of my affection which the tenderest lover can require” (65). Cuando la madre de Amelia les prohibió verse, pese a existir ya un compromiso vinculante entre ellos, la joven se fugó con Booth. Tras casarse con él, Amelia da múltiples muestras de hasta qué punto depende de Booth para ser feliz, sin exigirle reciprocidad alguna. En una ocasión, cuando la joven tiene que dejarle partir con su regimiento, da muestras de un pesar tal que el doctor Harrison apenas consigue consolarla. Cuando cree haberlo logrado, “love brought up a re-inforcement, if I may use that term, of tender ideas, and bore down all before him” (98). Posteriormente, Amelia no puede ocultar sus sentimientos al reencontrarse con Booth en la cárcel, en donde él está retenido a causa de las deudas:
Some tender caresses, and a soft whisper or two past privately between Booth and his lady; nor was it without great difficulty, that poor Amelia put some restraint on her fondness, in a place so improper for a tender interview. (154)
Cuando a Booth no le queda más salida que volver al ejército, ella se resigna; mientras le dice que nunca le abandonará “she flung her snowy arms about his neck and gave him a caress so tender, that it seemed almost to balance all the malice of his fate” (170). Cuando a su marido le permiten pasar dos días en casa, ella se muestra feliz: “really knew no happiness out of his company, nor scarce any misery in it” (188). Al salir Booth de la cárcel por segunda vez él y Amelia “were feasting their souls with the most delicious mutual endearments” (365). Su amor resulta evidente para quienes les rodean. Mrs James, por ejemplo, le advierte a su esposo que no conseguirá a Amelia, puesto que su virtud tiene el mejor guardián del mundo, “a most violent love for her husband” (463). Cuando vuelven a detener a Booth y ella acude de nuevo a visitarlo, se abrazan de tal manera que la mujer del alcaide sospecha erróneamente que le han mentido y que no están casados.
A pesar de dejarse ver con múltiples pretendientes, a Betsy Thoughtless sólo le interesa uno, Mr Trueworth. En este sentido, le confiesa por carta a Mrs Trusty:
Be assured of this, that I never yet have seen any man, whom my heart has been more inclined to favour, and that, at present, I neither receive, nor desire, the addresses of any other. (179)
Sin embargo, añade que por el momento no tiene intención de contraer matrimonio. Mientras, su inadecuado comportamiento en público va alejando a Trueworth de ella irremediablemente. Cuando Betsy ve a éste y a la modélica Miss Harriot salir de la iglesia recién casados, rompe a llorar al llegar a su casa, pero no quiere reconocer la naturaleza de sus sentimientos: “yet amidst all these testimonies of a violent affection for Mr Trueworth, she would not allow herself to imagine, that she was possessed of any for him” (421). La presión de su entorno le hace aceptar entonces a Mr Munden por marido. Pese a los esfuerzos de Betsy por comportarse como una esposa modélica, su matrimonio fracasa y es ella quien toma la iniciativa de separarse. Con posterioridad, Trueworth, que ha enviudado al igual que ella, la descubre besando su retrato, con lo que ambos no pueden ocultar ya sus sentimientos:
their mutual agitations were in fine too great not to be visible to each other and left neither of them any room to doubt of the extreme force of the passion from which they sprang. (556-7)
Si bien Betsy consigue sobreponerse y comportarse de manera decorosa, el encuentro, que tiene lugar en un jardín, rezuma una sensualidad que recuerda a las escenas sexualmente explícitas de obras anteriores de Eliza Haywood, como Love in Excess o Lasselia. Deborah J. Nestor cree que precisamente este reconocimiento de la sexualidad de Betsy puede haber sido la razón por la cual la novela que protagoniza dejara de editarse a finales de siglo, a pesar de su éxito comercial y de las alabanzas de la crítica (1994: 589).
Por lo que respecta a Arabella, su tío, Sir Charles, la acusa de crueldad por desear que su hijo Glanville se bata en duelo por ella. Ella rechaza que la vida de Glanville le sea indiferente y asegura no odiarlo, un eufemismo que en el lenguaje propio de los romances caballerescos alude a que siente una cierta preferencia por él:
That her Cousin´s Safety was not so indifferent to her as he imagined: And that she did not hate him so much, but that his Death would affect her very sensibly.
Arabella, in speaking these Words, blushed with Shame, as thinking they were rather too tender (160)
La ironía está en que Arabella cree haber sido demasiado explícita, mientras que su tío la cree absolutamente insensible. Cuando la joven le ruega que no le haga decir más, él comenta que ya ha dicho demasiado. Arabella cree entonces, erróneamente, que la acusa de inmodestia y asegura que será mucho más reservada en el futuro:
I think it fit to let you know, that I have not, in my Opinion, transgressed the Laws of Decency and Decorum, in what I have said in my Cousin´s Favour: And I can produce many Examples of greater Freedom of Speech, in Princesses, and Ladies of the highest Quality: However, I shall learn such a Lesson of Moderation in this respect, from your Reproof (161)
Sin embargo, Arabella no puede ocultar lo que siente por su primo Glanville cuando es testigo de la escenificación de la historia de la Princesa de Gaul. Se trata de una trampa de Sir George, que utiliza a una prostituta, la supuesta princesa, con el fin de convencer a Arabella de la infidelidad de Glanville. Como bien sabe Sir George, las leyes del romance heroico exigen que Arabella renuncie a Glanville en beneficio de la princesa, quien supuestamente había sido seducida por él. Arabella siente entonces un conjunto de emociones inesperadas:
Our charming Heroine, ignorant till now of the true State of her Heart, was surpriz´d to find it assaulted at once by all the Passions which attend disappointed Love. Grief, Rage, Jealousy, and Despair, made so cruel a War in her gentle Bosom, that, unable either to express or to conceal the strong Emotions with which she was agitated, she gave Way to a violent Burst of Tears. (349)
Al recuperar luego la razón, Arabella se excusa ante Sir Charles y Glanville por las dificultades que les ha causado y, mirando a éste último “with a Look of mingled Tenderness and Modesty” (383) le ofrece su mano en respuesta al “afecto” que siempre le ha mostrado.
El acusado sentido del decoro de Sidney Bidulph le lleva a practicar a menudo la contención sentimental. Cuando su hermano Sir George habla en términos elogiosos de su amigo Faulkland, Sidney afirma no tener la inclinación amorosa de otras jóvenes: “I have a heart not very susceptible of what we young women call love; and in all likelihood I shall be as indifferent towards him, as he may be towards me” (17). Sin embargo, tras conocer a Faulkland, la joven no le oculta a su amiga Cecilia la profunda impresión que le ha causado:
I do think Mr Faulkland the most amiable of men; and if my heart were (happily for me it is not) very susceptible of tender impressions, I really believe I should in time be absolutely in love with him. (23, cursivas en el original)
Sidney no se cree todavía enamorada de él, al contrario de lo que piensa Cecilia, y añade:
I cannot rank myself among the first-rate lovers, who have neither eyes, nor ears, nor sensations, but for one object. This, Mr Faulkland says, is his case, in regard to me. But I think we women should not love at such a rate, till duty makes the passion a virtue; and till that becomes my case, I am so much a philosopher in love, that I am determined not to let it absorb any of the other cordial affections, which I owe to my relations and my friends. (27, cursivas en el original)
Cuando la madre de Sidney, Lady Bidulph, le expone a su hija la necesidad de romper su compromiso con Faulkland porque éste había seducido con anterioridad a Miss Burchell, Sidney lo acepta, aunque confiesa: “a heavy sigh burst from my heart” (48). Tras declararle su amor Mr Arnold, Sidney le explica a Cecilia que no le puede poner ninguna objeción razonable, pero le recuerda también: “I knew a man once that I liked better” (83). A pesar de ello, considera que no llegó a sentir amor por Faulkland:
I have been searching my heart, my dear Cecilia, to try if there remained a lurking particle of my former flame unextinguished; a flame I call it, as we are allowed the metaphor; but it never rose to that; it was but a single ray, a gentle glow that just warmed my breast without scorching: what it might have arisen to I will not say (86, cursivas en el original)
Cuando está próxima su boda con Mr Arnold, Sidney parece resignada: “I am not merry, my Cecilia, but I am determined not to appear sad; neither am I so; I hope I have no reason” (95). Sin embargo, una vez casada, la amabilidad de Mr Arnold hacia ella es tal que confiesa: “I am more and more reconciled to my lot” (106). Dos años después del enlace, le comenta a Cecilia, tras haber vuelto a coincidir con Faulkland, que ahora éste le resulta tan indiferente como cualquier otro de sus conocidos. Sin embargo, Faulkland es la causa de que Mr Arnold expulse a Sidney de su hogar, convencido de que le ha sido infiel con él. Tras reconciliarse con su marido, Sidney insiste en la intensidad de su amor por él:
When I married Mr Arnold, I esteemed him; a sufficient foundation, in the person of a husband, whereon to build love. That love, his kindness and my own gratitude in a little time produced in my heart; and I will venture to say few wives loved so well, none better. (268)
A pesar de que Mr Arnold se ha arruinado, el tiempo que Sidney pasa con él y sus dos hijas en Sidney Castle se nos describe como una etapa de felicidad. Es entonces cuando Mr Arnold sufre un grave accidente que le cuesta la vida. Sidney queda sumida en la tristeza y rechaza de nuevo a Faulkland cuando éste le manifiesta que sigue interesado en casarse con ella. La heroína le explica a Miss Burchell que no puede olvidar a su marido: “My affections have long since changed their object, and now lie buried with him [Mr Arnold] in his grave” (308)73. Por otra parte, no puede evitar criticar la intensidad de los sentimientos que Miss Burchell parece sentir por Faulkland: “the warmest and most romantic love I ever saw or heard of. Well may the men say, that forsaken women are always the most passionate lovers” (299). De hecho, Sidney asemeja la pasión de Miss Burchell a una enfermedad y confiesa: “Oh, my Cecilia, I would not have my heart devoured by such a flame as her´s, for the whole world” (318). Posteriormente, tras negarle a Faulkland toda esperanza, le recomienda que se case con Miss Burchell sólo por estima, asegurándole, por experiencia, que luego surgirá el amor. Cuando finalmente Faulkland se aviene a ello, Sidney se muestra orgullosa de él: “My Orlando let me this once call him” (Ibidem, cursivas en el original). Sin embargo, al lamentar Cecilia dicha boda, ella reconoce que también le ha afectado a ella:
I see notwithstanding, that you think my heart has again done itself some violence: You know that heart too well for me to attempt to hide from you its secret workings. I own to you honestly I now feel my own unhappiness in its full extent. (334, cursivas en el original)
El que Faulkland haya accedido a casarse con otra mujer sólo por satisfacerle a ella acrecienta la admiración que siente por él. Como le confiesa a su amiga, “He has left me, my dear, to gaze after him with grateful admiration! and sometimes perhaps to sigh that our fates rendered it impossible for us to meet” (335). Y añade incluso: “I think our souls have something congenial in them, and that we were originally designed for each other” (ibidem). Tras enterarse de la verdadera historia de Miss Burchell, Sidney no puede ya contener sus sentimientos por Faulkland: “my heart was torn with anguish, and in that instant my tenderness for him revived” (386). Se produce entonces el intento de asesinato de Miss Burchell a manos de Faulkland, que la descubre con otro hombre. Convencido de que la ha matado, amenaza a Sidney con suicidarse si no se casa con él y no le acompaña en su huida. Presionada por su entorno, Sidney accede, si bien teme por su reputación. Su pariente Mr Warner prácticamente le exige que se case con Faulkland por gratitud y porque le quiere:
if I did not know that at the bottom of your heart you love Faulkland, I would not make this a point with you; but notwithstanding all your pretended demurs I am sure that is the case. (433, cursivas en el original)
Sidney admite entonces: “I will own at the same time that my heart strongly impels me to consent.” (446). Poco después, se referirá a Faulkland como “the chosen of my heart, my first love!” (447), aunque apenas puede disipar los temores que le inspira la boda. En el momento de casarse con él, al verlo lleno de remordimientos, sin fortuna, obligado a exiliarse y habiendo dado tantas pruebas de amarla, los sentimientos de Sidney se intensifican:
Shall I own it to you, my Cecilia, I think I never loved him as I did in that moment.
My heart was at once assailed by a variety of passions; amongst which, gratitude, and the softest compassion, were predominant. (451)
El matrimonio no se llega a consumar porque llega la noticia de que Miss Burchell ha sobrevivido. Faulkland se suicida y Sidney lo acepta todo con resignación y aparente frialdad.
A pesar de las manifestaciones de emotividad a las que nos hemos referido, a la heroína se le acusa a veces de frialdad o insensibilidad. De hecho, el que la heroína modélica tenga que tener un acusado sentido del decoro presenta la dificultad de conjugar su falta de inclinación a la pasión amorosa con su predisposición al matrimonio. En el romance heroico no se presentaba esta dificultad porque la mujer era meramente un objeto simbólico. Pero al convertirse en sujeto se plantea el problema de cómo combinar la sensibilidad y la insensibilidad de la heroína. Una de las formas de resolver este conflicto es hacer, como en el caso de Betsy Thoughtless, que la “insensibilidad” inicial de la heroína se convierta en renuncia heroica al final de la obra (Ross, 1991: 73-7).
En Love in Excess, el conde D´Elmont, casado con Alovisa, acusa a Melliora de insensibilidad: “Cruel Melliora, too well, alas, you know what I have endured from the first fatal moment I beheld you and only feign an ignorance to distract me more.”(116). Melliora apenas consigue disimular que el conde la ha enternecido:
She heard his sighs, she felt his tremblings as he held her, and could not refrain shedding some tears, both for him and for her self, who indeed suffered little less; but the Count was not so happy as to be witness of this testimony of her compassion. (117)
La insensibilidad o frialdad de Gigantilla, sin embargo, es real. Siendo “of a Disposition very far from amorous” (3), decide no precipitarse y esperar una buena oferta matrimonial. Su actitud llama la atención en Malfy: “A young Woman who remains for a long time insensible of Love amidst a Crowd of Adorers, is look´d on as a Prodigy, especially in a Court like this of Malfy” (4, cursivas en el original). Atrae por ello la atención del duque, que acaba casándose con ella. Sin embargo, Nearchus despierta en Gigantilla la pasión sexual: “The Dutchess, tho´ a Stranger to that Passion which truly merits the Name of Love, was not insensible of Inclinations which turn´d to much the same effect.” (50). Nearchus y Gigantilla se convierten, pues, en amantes.
Lovelace, por su parte, se desespera porque no consigue que Clarissa le muestre afecto alguno a pesar de haberse visto obligada a huir con él:
But yet she has no love, no sensibility! – There is no addressing her with those meaning yet innocent freedoms (innocent at first setting out they may be called) which soften others of her sex. (Carta número 153: Mr Lovelace a John Belford, pág. 521, cursivas en el original)
Posteriormente, le describe a Belford la belleza de la joven como “features that glow” pero añade: “the heart is frozen and never yet was thawed” (carta número 159, Mr Lovelace a John Belford, pág. 541). Tras múltiples estratagemas con las que no consigue seducir a Clarissa, Lovelace acaba violándola. Sin embargo, la culpa a ella de haber llegado a esos extremos a causa de su insensibilidad: “But have not I the worst of it; since her insensibility has made me but a thief to my own joys?” (carta número 260, Mr Lovelace a John Belford, pág. 887). La describe, finalmente, como “Marble. A heart incapable either of love or gentleness” (carta número 281, Mr Lovelace a John Belford, pág. 945).
En Amelia, Miss Mathews, que ha mantenido relaciones sexuales con Booth mientras ambos se encontraban encarcelados, se da cuenta de la atracción que éste siente, sin embargo, por su decorosa esposa y comenta cómo atrae a los hombres esa “frialdad”:
for love, in the minds of men, hath one quality at least of a fever, which is to prefer coldness in the object. Confess, dear Will, is there not something vastly refreshing in the cool air of a prude. (149)
Alude así a la paradoja de que el “decoro” o “pudor” protege a la heroína modélica de los peligros a los que le puede abocar la sensualidad pero a la vez la hace más deseable.
Betsy Thoughtless, por su parte, se nos muestra en un principio como una joven frívola incapaz de albergar sentimientos profundos. Incluso a la muerte de su padre, Betsy “felt as much grief as it was possible for a heart so young and gay as hers to be capable of” (15). Además, demuestra frialdad hacia los sentimientos de sus múltiples pretendientes:
was far from having any commiseration for the anxieties of those who loved her; – on the contrary, she triumphed in the pains she gave, if it can be supposed that she, who was altogether ignorant of them in herself, could look upon them as sincere in others (115)
Betsy resulta, pues, insensible por desconocimiento y también por vanidad, puesto que el número y la calidad de sus pretendientes le proporcionan, como mujer, el único protagonismo social al que puede aspirar durante su soltería: “they [ladies of this cast] value themselves on the number and quality of their lovers, as they do upon the number and richness of their clothes, because it makes them of consideration in the world” (Ibidem).
El hermano de Sidney Bidulph, Sir George, la acusa de insensibilidad al observar su reacción tras oír la conmovedora historia de cómo Faulkland ha auxiliado a su cochero y a los desvalidos hijos de éste. Ella parece practicar una cierta contención sentimental y replica: “I am very sensible of Mr Faulkland´s worth, brother (…) and I can feel without being transported” (30). Sir George la vuelve a acusar de insensibilidad cuando parece dispuesta a contraer matrimonio con Mr Arnold poco después de haber roto su compromiso con Faulkland. Sidney se defiende afirmando que sólo hace lo que le pide su madre:
I am determined to pursue, through life, that rule of conduct which I have hitherto invariably adhered to; I mean, that of preferring to my own the happiness of those who are most dear to me. (93)
El propio Faulkland la acusa igualmente de insensibilidad cuando, siendo ella viuda y él soltero, Sidney aboga por que se case con Miss Burchell. Ella se defiende así: “You call me insensible – oh! it is from my too great sensibility that all my sorrows have sprung” (311). Faulkland se casa finalmente con Miss Burchell, pero intenta matarla al encontrarla con otro hombre. Tras descubrirse que el precipitado matrimonio que contraen luego Faulkland y Sidney no es válido porque Miss Burchell ha sobrevivido, Faulkland recibe una carta de la heroína en la que le comunica que no pueden volverse a ver. Faulkland considera ésta una muestra más de su insensibilidad: “Her heroic soul is still unmoved, and above the reach of adversity. Happy Mrs Arnold – What a vain fool was I to think that such a mind as hers could be subdued” (462, cursivas en el original). De hecho, cuando Cecilia le comunica a Sidney que Faulkland ha muerto, algo que ella ya ha presentido, no expresa pesar alguno. Al decirle su amiga que la muerte parece haber sido natural, ella se limita a comentar: “If so, I am satisfied that he is at peace” (465, cursivas en el original). Cabe subrayar, pues, que en el caso de Sidney y Faulkland los roles parecen haberse invertido, pues Sidney hace gala de un gran “estoicismo”, una cualidad tradicionalmente considerada masculina, mientras que es Faulkland quien se nos muestra como un ser particularmente sensible, además de apasionado e inestable. Tenemos aquí un anticipo de la literatura futura, en la que los hombres acabarán compitiendo con las mujeres en el terreno de la sensibilidad74.
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