III. 13. SENSIBILIDAD (“SENSIBILITY”)
III. 13. 1. Ambivalencia del término “sensibility”
Pamela, Clarissa, Amelia, Betsy Thoughtless, Arabella o Sidney Bidulph se caracterizan por su gran “sensibilidad”. Es éste un término especialmente ambiguo, puesto que atañe tanto al plano psicológico como al fisiológico. Jean H. Hagstrum, en Sex and Sensibility: Ideal and Erotic Love from Milton to Mozart, y Ann J. Van Sant, en Eighteenth-Century Sensibility and the Novel: The Senses in Social Context, han enfatizado la estrecha relación existente entre los términos “sensibilidad” (“sensibility”) y “sentimiento” (“sentiment”). Hagstrum propugna no delimitar dichos términos de una manera excesivamente rigurosa y mantenerlos como inclusivos y evocadores, asociados a diversos fenómenos sociales y culturales que surgieron en torno a mediados del siglo XVIII.
Por lo que respecta a la etimología del término “sensibility”, Hagstrum afirma que se deriva de la palabra latina “sensus”, originariamente participio pasado del verbo latino “sentire”, que significaba tanto “discernir mentalmente” como “sentir físicamente”; el que el término comprendiera ambas acepciones implicaba una ambigüedad que se mantuvo con el tiempo. Por otra parte, “sensibility” se deriva también del adjetivo “sensible”, en el sentido de capaz de experimentar placer o dolor intenso, y está relacionado con el sustantivo “sense” en el sentido de pasión. Según el Oxford English Dictionary, el uso de “sensibility” no fue común hasta mediados del siglo XVIII, cuando pasó a convertirse en un término de gran importancia que comprendía múltiples significados, entre los que destacaban la rapidez de un órgano para responder a los estímulos sensoriales, la percepción mental, el poder de las emociones, una conciencia emocional acusada y la rapidez de sentimiento. Por lo que respecta al término “sentiment”, Hagstrum cree que se deriva, en última instancia, del verbo latino “sentire” que, como hemos visto, significaba tanto “discernir mentalmente” como “sentir físicamente”. Sin embargo, más que esta dualidad, cabe destacar el cambio de significado que fue experimentando “sentiment”, que al principio designaba sobre todo un juicio mental y luego vino a invocar una amplia gama de sentimientos incontrolados. Así, en torno a la década de 1760 “sentimental” se refería fundamentalmente a emociones refinadas y tiernas, con connotaciones eróticas. Al final, tanto “sentiment” como “sensibility” confluyeron al referirse específicamente a aquellas emociones dulces, tiernas, leales y corteses que mejor se correspondían con las necesidades y deseos domésticos. Hagstrum entiende que el significado de estos términos se fue modificando a causa de la necesidad de una dosis de ternura civilizadora por parte de una cultura cansada de la agresividad que habían provocado la guerra civil y el fanatismo religioso (1980: 5-10).
Van Sant, por su parte, afirma que en principio “sensibility” se asocia a lo corporal, se basa en la capacidad de percepción y en los procesos de la sensación, mientras que el término “sentiment” se asocia a lo mental y se refiere al pensamiento o a un sentimiento particularmente refinado. Sin embargo, reconoce que la utilización de estos términos a lo largo del siglo fue imprecisa, inestable e inconsistente, y que a veces resultaban intercambiables (1993: 4-8).
La observación médica parecía indicar que las mujeres tenían un sistema nervioso más delicado que el del hombre (véase el apartado “La naturaleza femenina”, pp. 45-47), con lo que el perfil sentimental coincidía con las expectativas culturales relativas a la mujer y fue uno de los elementos que más contribuyó a conformar un modelo de feminidad concreto. La sensibilidad presentaba una naturaleza ambigua, puesto que se asociaba tanto con la debilidad física como con el refinamiento. Nos hemos referido anteriormente a cómo la sensibilidad, ligada a la superioridad moral, se fue asociando con la enfermedad de los “vapores”, que se convirtió de hecho en la enfermedad de moda al considerarse una enfermedad del alma. El cuerpo se sometía a los caprichos de un alma sufriente y al mismo tiempo dichosa de ese cansancio de todo. Como le confiesa Sidney Bidulph a su amiga Cecilia:
Oh, Cecilia! how exquisite are the pleasures and the pains that those of too nice feelings are liable to! You, whose sensibility is as strong as mine, know this. From what trifles do minds of such a turn derive both joy and grief! (266)
La sensibilidad se entiende, pues, como una susceptibilidad o capacidad de percepción (“sensitiveness”) innata, que se puede manifestar al exterior a través, por ejemplo, del llanto espontáneo, los desmayos o las palpitaciones (Todd, 1986: 7-8). Estos “signos” de sensibilidad son típicos de la novela sentimental, y muestran el sentimiento mientras es articulado por el cuerpo, que se acaba enfatizando de un modo casi fetichista (Batchelor, 2005: 13). A la dimensión privada de la sensibilidad se le añade una dimensión pública al partir de la premisa de que el sentimiento es observable, lo que permite una sociabilidad basada en la comunicación de las pasiones y los sentimientos70. En Love in Excess, por ejemplo, el baron D´Espernay le dice a D´Elmont para probarle que Melliora le ama:
Have you not confest that she has looked on you with a tenderness, like that of love, that she has blushed at your sight, and trembled at your touch? – What would you more that she should do, or what indeed can she do more, in modesty to prove her heart is yours? (118)
Barker-Benfield afirma que existe una estrecha relación entre lo que podríamos denominar “culto a la sensibilidad” y el metodismo, que entiende como dos ramas de la misma cultura, alimentadas por las mismas raíces. Ambos fenómenos se caracterizan por un código de conducta rígido y a la vez una intensa liberación emocional. Tanto el culto a la sensibilidad como el metodismo enfatizan la capacidad de sentir y de mostrar el sentimiento mediante los mismos signos físicos: lágrimas, gemidos, suspiros y temblores. Las escenas de llanto piadoso colectivo de las novelas se asemejan en cierta medida a las reuniones metodistas. Ambos fenómenos coinciden, igualmente, en su moralismo sexual, en su rechazo del lujo, así como en una obsesión casi mórbida por la muerte. Hay que añadir así mismo el interés, dentro de una cierta condescendencia, por los pobres y los oprimidos. Los metodistas rechazaron la esclavitud y fundaron dispensarios, refugios para las viudas y escuelas para niños pobres que precedieron a las reformas victorianas. Sin embargo, Barker-Benfield cree que la mayor coincidencia entre “el culto a la sensibilidad” y el metodismo consiste en la identificación con los intereses de la mujer. Encontramos ejemplo de ello en la condena al trato que les dispensan los maridos brutales a sus esposas y en el protagonismo de la mujer en el ámbito espiritual (recordemos la existencia de múltiples predicadoras metodistas). En este último sentido, se ha hablado de “feminización de la religión”, un fenómeno paralelo a la “feminización” típica de la época en todos los ámbitos, incluido el literario (1992: 267-73).
III. 13. 2. Signos externos de sensibilidad
Por lo que respecta a los signos externos de la sensibilidad, comenzaremos por referirnos a los múltiples ejemplos de llanto que encontramos en las novelas analizadas. Las lágrimas empiezan a cobrar importancia en la literatura del siglo XVIII, importancia de la que antes carecían como motivo independiente. Se utiliza su poder efectista, que se mueve en las fronteras de lo psíquico y lo sensible (Auerbach, 1950: 374). Melliora, una de las protagonistas de Love in Excess, rompe a llorar de impotencia cuando el conde D´Elmont la acosa en el jardín de la casa en la que se encuentran y a ella no le quedan fuerzas para resistirse. Gigantilla (The Perplexed Dutchess) llora falsamente cuando el duque la acusa de no amarle, “bursting into a Flood of well-counterfeite Tears” (14, cursivas en el original). Roxana rompe también a llorar al verse de pronto arruinada y abandonada. Es, sin embargo, Pamela quien da la pauta de lo que será una reacción típica de futuras heroínas al romper a llorar en múltiples ocasiones, especialmente a causa de las acusaciones inmerecidas que le hace Mr B. o tras sus intentos de asaltarla físicamente. Llora también de impotencia cuando se da cuenta de que está atrapada, así como ante la insolencia de Mrs Jewkes, que le llega a pegar. Mr B. no cree, sin embargo, en la sinceridad de su llanto:
How happy for you it is, that you can, at will, make your speaking eyes overflow in this manner, without losing any of their brilliancy! You have been told, I suppose, that you are most beautiful in your tears! (225, cursivas en el original)
Pamela llora igualmente cuando recuerda a su difunta señora, la madre de Mr B., cuando éste intenta encontrar su diario y amenaza con desnudarla, y cuando finalmente decide dejarla marchar. Posteriormente, los cumplidos y las muestras de generosidad de Mr B. hacen que llore de alegría y gratitud. Por otra parte, los insultos de su cuñada, Lady Davers, también hacen aflorar sus lágrimas, e incluso llora al verla llorar a su vez. Por último, Pamela rompe a llorar tras oír la historia de Miss Sally Godfrey, que tuvo una hija de Mr B., y llora también cuando éste le asigna un dinero por si ella enviudara sin haber tenido antes descendencia. En cuanto a Pamela II, la heroína llora por el cambio de actitud que advierte en su esposo, Mr B., y porque supone que le está siendo infiel con la condesa. A pesar de que ella intenta ocultar sus lágrimas, Mr B. le muestra su desagrado puesto que no consigue entender su reacción. Curiosamente, a Pamela no le salen las lágrimas cuando su hijo está a punto de morir y sí cuando Mr B. le confiesa que se está volviendo un hombre religioso.
Al igual que Pamela, Clarissa rompe a llorar con frecuencia. Hay que tener en cuenta, en este sentido, que ambas se han de enfrentar a circunstancias extremas, lo que facilita el escrutinio psicológico. Clarissa llora a menudo en las entrevistas que mantiene con su madre, quien intenta que se pliegue a la voluntad familiar. La malicia de su hermana Bella y la actitud de su hermano James, que la llega a maltratar físicamente, también provocan sus lágrimas. Rompe a llorar igualmente en otras situaciones extremas, como cuando no puede hablar con su padre, cuando su tía le confiesa que la van a casar con Mr Solmes en su propia habitación, o tras su huida con Lovelace. Éste último es la causa de su llanto en múltiples ocasiones. Sin embargo, hay un periodo de tiempo en el que Clarissa deja de llorar: tras su violación. Clarissa afirma entonces que ya no le quedan lágrimas: “I have wept away all my brain, I believe; for I can weep no more” (carta número 261.1, Clarissa Harlowe a Mr Lovelace, pág. 894). Sin embargo, el papel en el que escribe estas frases está mojado. A Lovelace le sorprende, de hecho, que pueda seguir llorando, pero lo explica así: “But she is a woman. And I believe anatomists allow that women have more watery heads than men” (carta número 276, Mr Lovelace a John Belford, pág. 932, cursivas en el original).
Fanny Hill, por su parte, llora en varias ocasiones antes de asumir su destino y dedicarse a la prostitución. Así, cuando Esther Davis se despide de ella y la deja sola y sin dinero en Londres la joven rompe a llorar en lo que describe como “a flood of tears, which infinitely relieved the oppression of my heart” (5). Reacciona del mismo modo cuando, tras un periodo breve de felicidad con Charles, éste desaparece y Mrs Jones, en una de cuyas habitaciones se alojaba la pareja, le presenta una factura que no puede pagar. Por sugerencia de la casera Fanny acepta entonces entrevistarse con Mr H. Mientras éste le habla, la joven llora al ser consciente de que toma el camino de la prostitución.
Amelia sufre un accidente a resultas del cual se rompe la nariz, pero no se queja y apenas llora al sufrir varias operaciones por esta causa. Sin embargo, no soporta el dolor psicológico de la misma manera y rompe a llorar, por ejemplo, al creer que Booth está enamorado de Miss Osborne. También derrama lágrimas ante ciertas insinuaciones maliciosas de su hermana. Llora asimismo cuando a Booth lo destinan a Gibraltar y, posteriormente, ante la poca confianza que le demuestra cuando el “lord” la invita a asistir a un baile de máscaras. Tras el segundo arresto de Booth a causa de las deudas, la heroína llora de una forma tan intensa que resulta “almost too strong for her delicate constitution” (320). De nuevo rompe a llorar en la discusión que tiene con su amiga Mrs Atkinson al creer que ésta pudo dañar su reputación cuando se hizo pasar por ella en el baile.
Betsy Thoughtless, por su parte, no puede evitar que se le escapen las lágrimas cuando Miss Flora, a la que Betsy acusa de haber tenido relaciones íntimas con Gayland, la acusa a su vez de inmodestia. Llora también a causa de la desesperación cuando se sube al carruaje de Sir Basil Loveit, que al verla en compañía de Miss Flora se había hecho una idea equivocada de ella, y pretende llevarla a un “bagnio”.
Arabella, protagonista de The Female Quixote, rompe también a llorar con frecuencia por motivos tales como que su padre la quiere obligar a casarse con Glanville o cuando pretende quemar sus libros. Derrama asimismo lágrimas de compasión al oír la historia de Miss Groves, una mujer caída. Por otra parte, su primo y pretendiente Glanville provoca su llanto a menudo, ya sea porque le cree cómplice de Edward, porque teme por su vida o porque cree que ha sido amante de Cynecia.
Por lo que respecta a Sidney Bidulph, a dicha heroína se le escapan las lágrimas en situaciones particularmente trágicas. La primera ocasión en la que llora es cuando toma conciencia de que el secuestro de Mrs Gerrarde, la amante de su marido, Mr Arnold, puede facilitar una reconciliación entre ambos. Llora así mismo cuando su amiga Lady V. le relata cómo Mr Arnold, arrepentido y arruinado, busca su perdón. En la escena de la reconciliación, tanto Sidney como su marido derraman abundantes lágrimas: “we neither of us spoke; there was no language but tears, which we both shed plentifully. Mr Arnold sobbed as I pressed him to my bosom” (255). Esta escena anticipa la literatura futura en el sentido de que los héroes acabarán compitiendo con las heroínas en el terreno de la “sensibilidad”71. Con posterioridad, y en unos momentos de especial patetismo, Sidney llora cuando ayuda a su marido a rezar sus últimas oraciones tras haber sufrido un grave accidente. No llora, sin embargo, cuando expira: “Everyone present wept but herself” (287). Poco después, sin embargo, parece deducirse que llora silenciosamente : “She snatched up one of his hands that lay upon the coverlid of the bed, held it for near a minute to her lips, and then, without any audible token of grief, went out of the room” (287). En cualquier caso, no puede contener luego las lágrimas cada vez que ve a sus hijas. Llora asimismo cuando su fiel criada Patty, a pesar de que no le puede pagar, se niega a abandonarla. No puede reprimir las lágrimas tampoco ante el agradecimiento que le muestra su pariente Mr Warner, hasta entonces supuestamente pobre. En otra escena cargada de patetismo, cuando Sidney observa el estado en que se encuentra Faulkland tras haber matado supuestamente a su mujer, no puede evitar el llanto. Presionada por su círculo de familiares y amigos, Sidney consiente en casarse con él. No son, sin embargo, lágrimas de alegría lo que derrama el día de la boda:
My brother seemed shocked, and cast my eyes mournfully at me: mine moistened, and I was obliged to apply my handkerchief to them, turning my head away.
Tears! cried Mr Faulkland, in a tone of surprise, and on our wedding-day! I could not bear this, I sobbed aloud. (434)
Sidney llora cuando Faulkland la llama ingrata. Sin embargo, sorprendentemente, no llora al enterarse de que ha muerto.
Además de su facilidad para llorar, la sensibilidad de las heroínas se refleja en su delicadeza o fragilidad física, que se pone de manifiesto fundamentalmente mediante sus frecuentes desmayos. Éstos suelen producirse en el contexto de circunstancias trágicas o extremas. El hecho de que se trate de una reacción supuestamente incontrolable está reñido con la evidencia de que la heroína rara vez cae al suelo. Suele desmayarse encima de una silla o en los brazos de alguien, especialmente de su antagonista masculino. Se trataría, pues, de la única reacción que ha interiorizado como posible en determinadas circunstancias, a menudo un recurso de autodefensa para mover a sus adversarios a la compasión o mostrar a quienes la apoyan hasta qué punto la ha afectado algún hecho grave.
Por lo que respecta a Alovisa, su desequilibrio psicológico resulta evidente desde que se desmaya a causa de los celos al ver al conde D´Elmont entrar en la corte acompañado de Amena. Tras conseguir contraer matrimonio con el conde, se desmaya igualmente al sorprenderle en la habitación de otra mujer debido a “the violence of so many contrary passions warring in her breast at once” (149). Su rival, Melliora, pierde a su vez el sentido tras la muerte de su padre, que resulta un golpe excesivo para una naturaleza tan delicada:
Melliora, whose soft disposition had never before been shocked, had not courage to support so dreadful a one as this, but fell upon the bed just as her father breathed his last, as motionless as he. (91)
Tras la muerte accidental de Alovisa y su ruptura con el conde, Melliora se desmaya, “unable to sustain the rapidity of such violent emotions” (261), cuando cuatro jinetes la secuestran a ella y a su amiga Charlotte en el convento en el que se ha recluido.
Otras heroínas que se desmayan son Lasselia y Roxana. La primera pierde el sentido tras leer la carta de amor que le envía De L´Amye, de quien está secretamente enamorada: “the strange Disorder of her fluttering Heart, depriving the Blood of its usual Circulation, all her Limbs forgot their Function, and she sunk fainting on the Bank” (25-6). Asimismo, Roxana casi se desmaya a causa de los remordimientos al alabar el comerciante holandés su bondad: “when he said this, it made all the Blood burn in my Veins, and I thought I shou´d have fainted” (176).
Las heroínas de Richardson parecen ser quienes mejor han interiorizado la supuesta delicadeza del sistema nervioso femenino dado el número de ocasiones en que pierden el sentido. Pamela se desmaya numerosas veces ante los ataques de Mr B. a su integridad física, como cuando Mr B. le rasga el vestido, o cuando éste se esconde en el armario y la sorprende en su propia habitación. Sus desmayos no pueden ser más oportunos dado que la supuesta inconsciencia de la joven es un inconveniente para los propósitos de Mr B. Éste llega a comentar, irónicamente, que Pamela “has a lucky knack of falling into fits when she pleases” (98). Tras su intento fallido de huir, mojada y herida, Pamela se vuelve a desmayar. Poco después, cuando se da cuenta de que el carruaje que acaba de llegar es el de Mr B. y no el de las hijas de Lady Darnford, casi pierde de nuevo el sentido. Sin embargo, Mr B. no se deja impresionar y le dice a Mrs Jewkes: “She is mistress of arts, I assure you; and will mimick a fit, ten to one, in a minute” (222). Cuando Mr B., ayudado por Mrs Jewkes, se hace pasar por la sirvienta Nan y se introduce en la cama de Pamela, ésta se desmaya hasta el punto de hacerles temer a ambos por su vida: “they both, from the cold sweats I was in, thought me dying” (242) (véase fig. 11, pág. 542). Al volver la joven en sí, Mrs Jewkes anima a Mr B. a aprovechar la ocasión: “for a fit or two, give up such an opportunity as this?” (Ibidem). Esta frase provoca un nuevo desmayo y hace que Mr B. desista. Con posterioridad, tras conseguir que Mr B. se reforme, Pamela se desmaya al reencontrarse con su padre.
Clarissa, por su parte, se desmaya igualmente en múltiples ocasiones. Pierde el sentido por primera vez cuando, tras el duelo entre Lovelace y su hermano James, el primero se atreve a visitar Harlowe Place y se suceden una serie de escenas violentas. La madre de Clarissa, en su intento de hacerle prometer que se casará con Mr Solmes, utiliza el chantaje emocional y pronuncia tales palabras que la joven se desmaya: “There went the dagger to my heart and down I sunk; and when I recovered, found myself in the arms of my Hannah” (carta número 16, Miss Clarissa Harlowe a Miss Howe, pág. 89). Clarissa está a punto de desmayarse en su entrevista con Mr Solmes, y también ante el enfado de su hermano. De nuevo está a punto de perder el sentido cuando vuelve a ver a Lovelace, dispuesto para la huida: “My heart seemed convulsed; and I trembled so, that I should hardly have kept my feet had he not supported me” (carta número 94, Miss Clarissa Harlowe a Miss Howe, pág. 374). Clarissa se vuelve a desmayar tras la huida, mientras se encuentra en la posada. Con posterioridad, al leer la carta de su hermana Arabella en la que le relata la maldición de su padre, la joven pierde el sentido una y otra vez: “I found her recovering from fits, again to fall into stronger fits; and nobody expecting her life” (carta 152, Mr Lovelace a John Belford, pág. 518). Está también a punto de desmayarse cuando tiene que luchar con Lovelace por la posesión de una carta y cuando se declara un incendio en la casa de Mrs Sinclair. Tras huir, es de nuevo capturada por Lovelace, lo que le provoca un estado de semiinconsciencia: “down prostrate on the floor sunk she, neither in a fit nor out of one” (carta número 256, Mr Lovelace a John Belford, pág. 880). De su violación, a pesar de estar drogada, recuerda múltiples desmayos: “fits upon fits (faintly indeed, and imperfectly remembered) procuring me no compassion” (carta número 314, Miss Clarissa Harlowe a Miss Howe, pág. 1011). Finalmente, se desmaya a menudo durante la enfermedad que le provoca la muerte. Su colapso físico pone de manifiesto su profundo dolor psicológico.
La propia Fanny Hill está a punto de desmayarse tras enfrentarse con el que podría haber sido su primer cliente. Relata “my struggles to disengage from him, his pestilential kisses, which quite overcame me: finding me then next to senseless and unresisting” (18). Con posterioridad, se desmaya de dolor al perder la virginidad con su primer amor, Charles. Cuando éste desaparece y ella se entera de que su familia se lo ha llevado al extranjero, recibe tal impresión que pierde el sentido. Finalmente, se desmaya al reencontrarse con él tras varios años trabajando como prostituta: “without further power of speech swoon´d away, under the oppressing agitations of joy and surprise” (177)
Amelia es otra heroína sensible por antonomasia, lo que se pone de manifiesto con sus casi continuos desmayos. Cuando, creyendo a Booth enamorado de otra, éste le confiesa que a quien realmente quiere es a ella, Amelia se desmaya en sus brazos. Así mismo, está a punto de desmayarse cuando su madre, Mrs Harris, les encuentra a ella y a Booth, tras haber huido juntos, en la cabaña de su antigua nodriza. Tras casarse con Booth, éste se ha de incorporar a su regimiento y es tal el dolor que Amelia siente que se desmaya en sus brazos: “she became a lifeless corps in my arms” (97). Con posterioridad, cuando acude a visitar a Booth en prisión, Amelia parece “a female spectre, all pale and breathless” (153), y se desmaya de nuevo en sus brazos. Está también a punto de perder el sentido al no encontrar a su hijo Billy en el parque y tener Booth que defenderlo de un soldado que lo estaba maltratando. Así mismo, Amelia casi se desmaya cuando Mrs Bennet le cuenta cómo murió su madre. Finalmente, se desmaya una vez más al enterarse de que el hombre del auditorio de música es el “lord” que la había intentado seducir: “At these words, Amelia cried, ‘O gracious Heavens!’ and fell back in her chair” (300).
Arabella se desmaya cuando muere su padre, permaneciendo tanto tiempo en ese estado que casi la creen muerta. Se desmaya también tras huir del castillo en el que reside, por fatiga y por miedo, y tras haberse torcido un tobillo. Asimismo, pierde el sentido cuando cree a su primo Glanville en peligro. La autora, Lennox, parece cuestionarse, sin embargo, este tipo de reacción en la escena en la que Lucy grita porque cree que Mr Tinsel va a raptar a Arabella y ésta se desmaya porque no concibe otra reacción posible: “she gave herself over for lost, and fell back in her Chair in a Swoon, or something she took for a Swoon, for she was persuaded it could happen no otherwise” (300).
Betsy Thoughtless está a punto de perder el sentido cuando Sir Basil Loveit intenta abusar de ella mientras viajan en un carruaje. Asimismo, cuando el supuesto Sir Frederick la intenta violar, Betsy, después de luchar con “unusual strength and courage” (374), está a punto de desmayarse cuando le fallan las fuerzas. Trueworth la salva en el último momento, y la joven parece dudar entre perder el sentido y romper a llorar: “she had still emotions very terrible to sustain, and would have, doubtless, thrown her into a swoon, if not vented in a violent flood of tears” (377). Finalmente, tras separarse de su cruel marido, Mr Munden, Betsy está de nuevo a punto de desmayarse cuando Trueworth la sorprende besando su retrato en el jardín: “and had certainly fainted quite away, but for the immediate assistance of the person, who had caused these extraordinary emotions” (542).
En cuanto a Sidney Bidulph, ésta se desmaya por primera vez cuando se declarara un incendio durante una representación teatral a la que ha acudido. Al haberse torcido un tobillo, Faulkland se la tiene que llevar en brazos de allí. A raíz de ese incidente, el marido de Sidney, Mr Arnold, descubre que Faulkland había pretendido en el pasado a su mujer, y le prohíbe a ésta que le vuelva a ver. Mrs Gerrarde le tiende entonces una trampa a Sidney y hace que se vuelva a encontrar con Faulkland, lo que le provoca la siguiente reacción: “to say I turned pale, trembled, and was ready to faint, would be too feeble a description of the effect this spectre had on me. I was senseless, I almost died away” (142). Este nuevo encuentro provoca, efectivamente, que Mr Arnold la acuse de infidelidad. Tras una dolorosa reconciliación, le comunican a Sidney que su marido ha sufrido un grave accidente a caballo. Se desmaya al ver que lo traen malherido. Finalmente, pierde el sentido cuando, ya viuda y después de múltiples vicisitudes, Faulkland le asegura que ha matado a su esposa.
Otra manifestación de la sensibilidad de las heroínas la tenemos en la frecuencia con la que enferman, a menudo gravemente. En este sentido, parece que la delicadeza de su espíritu ha de manifestarse necesariamente al exterior. En circunstancias extremas el colapso de su cuerpo señala así una virtud in extremis. Sin embargo, paradójicamente, las heroínas son también capaces de demostrar en determinadas ocasiones una fortaleza física que deja admirados a quienes las rodean cuando se trata de defender su virtud.
Moll Flanders, antes de iniciar una senda de corrupción moral, enferma gravemente cuando el hermano mayor de la familia en la que sirve, del que está enamorada, decide dar su relación por finalizada. La joven explica así la causa de una enfermedad por la que tiene que guardar cama durante cinco semanas: “the agonies of my mind, in a word, threw me into a high fever, and long it was, that none in the family expected my life” (45). Los medicos temen que lo que empezó como un estado depresivo acabe en “consumption” y lo atribuyen a que la joven sufre mal de amores. El propio hermano mayor, al verla en ese estado, le comenta lo siguiente: “it is a sad thing to be in love; why, it has reduced you sadly” (51).
Pamela posee una constitución fuerte, hasta el punto de que se llega a quejar de su buena salud. Tras su intento de huir de Mr B. y Mrs Jewkes, mojada y herida, cae enferma hasta el punto de desmayarse y delirar, pero no tarda en recuperarse. Comenta entonces que su buena salud no es en este caso una ventaja, pues “a weak and sickly state might possibly move compassion for me” (218). Cuando Mr B. le permite regresar con sus padres, Pamela se cae al salir del carruaje a causa del agotamiento. Sin embargo, cuando Lady Davers la encierra en una habitación mientras la interroga, la joven consigue salir por la ventana corriendo a gran velocidad. De hecho, no consiguen alcanzarla: “Indeed, Mr Colbrand, with his huge strides, could hardly keep pace with me” (423) (véase fig. 12, pág. 542).
A pesar de sus múltiples desmayos, Clarissa da muestras de tener una fuerza considerable al zafarse de su hermano, James, que la retiene tras intentar en vano poner su mano en la de Mr Solmes:
And I struggled so vehemently to get from him, that he was forced to quit my hand; which he did with these words – Begone, then, Fury! – How strong is will! – There is no holding her. (Carta número 79, Miss Clarissa Harlowe a Miss Howe, pág. 324)
Igualmente, durante su huida con Lovelace Clarissa corre casi más deprisa que él a causa del miedo. Con posterioridad, está a punto de desmayarse cuando lucha con Lovelace por una carta, pero su enfado es tal que consigue apartarlo. Sin embargo, tras huir de casa de Mrs Sinclair y volver a encontrarse con él frente a frente, Clarissa se desmaya y cae enferma. Mrs Moore le explica al supuesto Capitán Tomlinson, que pretende verla, que “She was very ill. Her spirits were too weak to enter into conversation with him; and she must lie down” (carta número 238, Mr Lovelace a John Belford, pág. 806). La joven enferma igualmente tras la violación de Lovelace; tiene mucha fiebre y un gran dolor de estómago, quizás provocado por la droga que le habían suministrado. El dolor psicológico de la violación de Clarissa se hace visible mediante la pérdida de su salud, su deterioro y su muerte. Ella lamenta incluso su fortaleza física, que retrasa el final inevitable de un dolor sin remedio:
I do so earnestly wish for the last closing scene, and with so much comfort find myself in a declining way, that I even sometimes ungratefully regret that naturally healthy constitution which used to double upon me all my enjoyments (carta número 318, Miss Clarissa Harlowe a Miss Howe, pág. 1.018)
Clarissa se va consumiendo hasta tal punto que no puede casi hablar, ni leer las cartas de Anna, ni finalmente escribir, lo que hace Mrs Lovick por ella.
Por su parte, Fanny Hill enferma tras enterarse de que a Charles se lo han llevado a la fuerza al extranjero. Sufre varios desmayos antes de perder el hijo que estaba esperando. Durante seis semanas lucha entre la vida y la muerte, “in the struggles of youth and constitution against the friendly efforts of death” (56). Finalmente, sobrevive.
Amelia da muestras de poseer “the best constitution in the world” (77), lo que le permite, por ejemplo, fugarse con Booth en medio de una gran tormenta. Booth comenta igualmente que ella apenas acusa el cansancio del viaje cuando regresan a Inglaterra, “so excellent is my wife´s constitution” (136).
Por lo que respecta a Betsy Thoughtless, goza de buena salud en general, pese a sus frecuentes crisis depresivas. La joven demuestra su fortaleza durante el intento de violación de Sir Frederick en el que su indignación y su miedo se unen para inspirarle “unusual strength and courage” (374). Ya casada con Mr Munden, se defiende con todas sus fuerzas del hostigamiento del “lord” en su propia casa: “She struggled with all her might, but her efforts that way being in vain, she shrieked and call´d aloud for help” (488). Su reacción alerta entonces a los criados.
Al igual que la mayor parte de las heroínas, Arabella da muestras tanto de debilidad como de fortaleza física. Por una parte, cae enferma tras la muerte de su padre pero, por otra, su fortaleza física le ayuda a superar dicha enfermedad: “her Youth, and the Strength of her Constitution, overcame her Disease” (59). Sin embargo, cuando huye del castillo en el que reside, le cuesta mucho llegar hasta la casa del hermano de Lucy, que se encuentra a menos de dos millas: “unused to such a rude Way of Travelling, began to be greatly fatigued” (95). Además, le afecta tanto el humo de Londres que tiene que abandonar la ciudad. Por último, debido a “her delicate Constitution” (366) cae gravemente enferma tras lanzarse al Támesis.
Sidney Bidulph tiene una naturaleza delicada. Tras dar un largo paseo con Faulkland por el jardín, se acatarra y se le irrita la garganta. Por recomendación de su madre, la sangran, con lo que empeora. Al cuarto día presenta una fiebre muy alta, pierde el sentido, delira, y está a punto de morir, pero se recupera. Con posterioridad, al enterarse de que el hombre con el que finalmente se casa, Mr Arnold, ha resultado gravemente herido, da muestras de fortaleza al correr con tal rapidez que Patty comenta: “I ran after her, and the other servants after me; we could not overtake her” (283). Sin embargo, tras múltiples desgracias, Sidney acaba por perder la salud. El médico lo achaca a su situación anímica. En cualquier caso, está a punto de morir tras sufrir durante casi dos meses “a slow but tormenting fever” (354)
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