III. 8. GENEROSIDAD
Esta cualidad refleja la bondad innata de las heroínas, incluso de algunas que resultan poco modélicas. Podemos asociarla, igualmente, con la abnegación y la exigencia de autosacrificio que la cultura de la época requiere de la mujer. Así, en general, las heroínas del presente estudio no guardan rencor a quienes les han hecho daño, son desprendidas con el dinero aún en difíciles circunstancias económicas, y muestran comprensión hacia las mujeres caídas. Por otra parte, en el caso de heroínas tales como Pamela, Clarissa, Amelia o Sidney Bidulph, la generosidad es una cualidad relacionada con la “sensibilidad” (Hagstrum, 1980: 197). Enlazarían así con el concepto de heroínas “sentimentales”, concepto que considera la benevolencia como la virtud por excelencia.
Melliora, tras descubrir que el nuevo paje del conde D´Elmont, Fidelio, es en realidad una joven italiana, da muestras de generosidad en una escena llena de “pathos” en la que dicha joven (Violetta), en su lecho de muerte, declara su amor por el conde:
the generous Melliora (not in the least possest with any of those little jealousies, which women of narrow souls harbour on such occasions) came nearer to the bed, and taking her kindly by the hand, ‘Live and be comforted,’ said she, ‘a love so innocent shall never give me any disquiet. – Live and enjoy the friendship of my lord, and if you please to favour me with yours, I shall esteem it, as it deserves, a blessing.’ (272)
Por su parte, Moll Flanders, a pesar de ser consciente del valor del dinero, es capaz de una extraordinaria generosidad por amor. Así, cuando James y ella descubren que ninguno es rico, como aparentaban, y que por lo tanto su matrimonio no es viable, Moll le ofrece 20 libras y 11 guineas, argumentando:
if it was taken from me, I was left destitute, and he knew what the condition of a woman among strangers must be, if she had no money in her pocket; however, I told him, if he would take it, there it was. (162)
Al conocer la marcha de James, que no acepta el dinero, Moll asegura que le habría seguido a donde fuera aunque no hubieran tenido qué comer, que es precisamente su mayor temor en la vida: “I reproached him a thousand times in my thoughts for leaving me, for I would have gone with him through the world, if I had begged my bread” (167).
Roxana está a punto de donarle a su marido una importante suma de dinero cuando se lo vuelve a encontrar en París, años después de que él la abandonara. Roxana cree que le hace falta ese dinero para conseguir una comisión en el ejército, y sólo decide no dárselo cuando descubre que le ha mentido. De vuelta en Inglaterra, hace regalos a la cuáquera con la que se aloja e, imaginándose a sí misma viuda y con hijos, le asigna una renta. En cuanto a sus obligaciones familiares, a pesar de los problemas que plantea su hija Susan, Roxana no se desentiende de sus otros dos hijos y les suministra dinero.
La generosidad de Pamela se aprecia especialmente en su relación con las personas que la han maltratado, de las que no sólo no se venga al casarse con Mr B. sino con las que procura reconciliarse. Está dispuesta incluso a perdonar a la temible Mrs Jewkes porque entiende que se comportó con crueldad por fidelidad a su señor. Intercede igualmente por los criados despedidos por su causa y en repetidas ocasiones por su cuñada, Lady Davers, evitando mencionarle a Mr B. la violencia que había empleado con ella. Su generosidad llega a su punto álgido cuando Mr B., incapaz de seducirla, le confiesa que no sabe qué hacer con el amor que le profesa. Ella admite entonces que debería olvidarla y no contraer un matrimonio “disgraceful to your birth and fortune” (252). Posteriormente, se muestra dispuesta a acoger a la hija natural de Mr B. y Sally Godfrey, Miss Goodwin.
Al igual que Pamela, Clarissa perdona a quienes la han maltratado, incluyendo al seductor que la secuestró y violó, Lovelace, por cuya salvación espiritual se preocupa hasta el último momento:
tell the poor man that I not only forgive him, but have such earnest wishes for the good of his soul, and that from considerations of its immortality, that could my penitence avail for more sins than my own, my last tear should fall for him by whom I die!” (carta número 467, Mr Belford a Robert Lovelace, pág. 1.342, cursivas en el original).
Clarissa bendice igualmente a su cruel familia antes de morir y les dirige cartas en las que intenta reconfortarlos. En su testamento le deja a su padre las propiedades que le había cedido su abuelo y que tanto malestar habían causado entre sus familiares, y asigna pequeñas cantidades a quienes habían estado a su servicio, como Mrs Norton, Hannah y hasta la traicionera Betty Barnes.
Amelia es igualmente incapaz de sentir rencor. Así, por ejemplo, no se ensaña con Miss Mathews al intuir el tipo de relación que ésta ha tenido con su marido, Booth:
Her virtue could support itself with its own intrinsic worth, without borrowing any assistance from the vices of other women; and she considered their natural infirmities as the objects of pity, not of contempt or abhorrence (154).
Así mismo, cuando Mrs Bennet (luego Mrs Atkinson) le confiesa su historia, incluyendo cómo la había seducido el “lord”, Amelia reacciona de una manera generosa y muestra “sufficient marks of sympathizing in the tender affliction of her friend”(285). Posteriormente, tras una fuerte discusión entre ambas, Amelia recibe a Mrs Atkinson “with all the tenderness imaginable” (487). Por otra parte, perdona a Booth su infidelidad con Miss Mathews, diciéndole las siguientes palabras: “I cannot now forgive you the fault you have confessed – and my reason is – because I have forgiven it long ago” (507-8). Finalmente, a pesar de que se descubre que su propia hermana había tomado parte activa en arrebatarle su herencia, la avisa para que no la detengan.
En una línea similar, Arabella cuida solícitamente de su padre cuando éste cae enfermo, a pesar de que le quiere imponer un matrimonio con su primo Glanville y de que ha estado a punto de quemar sus libros:
Arabella´s extreme Tenderness upon this Occasion, her anxious Solicitude, her pious Cares, and never-ceasing Attendance at the Bedside of her sick Father, were so many new Charms, that engaged the Affection of Glanville more strongly (58, cursivas en el original)
La joven se compadece asimismo de Miss Groves al oír la triste historia de cómo fue seducida e intenta igualmente auxiliar a la amante de un oficial en los jardines de Vauxhall, creyéndola una dama en peligro. Ante la explicación de Glanville de que tan sólo se trata de una prostituta, Arabella le recrimina por no defenderla. La generosidad de Arabella se advierte también en el hecho de que no le importa reconocer la belleza de otras mujeres, a pesar de la competitividad que en este sentido les impone la sociedad. Alaba así la belleza de su prima, Charlotte Glanville: “did not fail to commend her Beauty: A sort of Complaisance mightily in Use among the Heroines, who knew not what Envy or Emulation meant” (80). Llega incluso a reconocerse menos bella: “since you have more Beauty than I” (87). Finalmente, Arabella vuelve a dar muestras de generosidad cuando, tras haber rechazado a su pretendiente Sir George y tras recibir una carta paródica en la que éste amenaza falsamente con quitarse la vida, decide visitarlo para ordenarle que viva.
La generosidad de Betsy Thoughtless prueba, como en el caso de las demás heroínas, su bondad innata. Así, la joven no tiene realmente intención de causar daño alguno a los múltiples pretendientes con los que coquetea, ya que “she had a certain softness in her disposition, which rendered her incapable of knowing the distress of any one, without affording all the relief was in her power to give” (115). Se compadece, pues, de su antigua amiga Miss Forward cuando le cuenta que ha sido seducida y abandonada. No sólo la escucha y llora con ella, sino que hasta paga sus deudas. Posteriormente, a pesar de que su amistad con Miss Forward la aleja de Mr Trueworth, la ayuda a salir de la cárcel y a cambiar de vida. Es también generosa con su planchadora, otra mujer abandonada a cuya hija amadrina. Cuando la madre muere, Betsy contribuye a mantener a la niña, lo que la convertirá en blanco de rumores maliciosos que aseguran que se trata de su propia hija. En otro orden de cosas, Betsy es siempre generosa con Flora a pesar del daño que ésta le intenta causar, y lamenta sinceramente que Mr Goodman decida expulsarla de su casa junto a su madre, Lady Mellasin: “her gentle, generous heart was touched with the strongest emotions of pity and forgiveness” (230). Más tarde, Betsy cae en la trampa que le tienden Mrs Modely y Sir Frederick por generosidad, por no querer que él, supuestamente moribundo, se condene por toda la eternidad. Aloja también a la amante de su hermano, Mademoiselle de Roquelair, en su propia casa cuando le pide ayuda. Finalmente, es generosa hasta con su cruel e infiel marido, Mr Munden, del que se había visto obligada a separarse, al saber que éste se encuentra en su lecho de muerte. Va a verlo inmediatamente, le consuela y le cuida.
Sidney Bidulph es quizás la heroína que más generosidad muestra hacia la mujer caída, en su caso Miss Burchell. A pesar de que ésta es la causa directa de que no se pueda casar con Faulkland, y a pesar de que sospecha que no está siendo del todo sincera, afirma: “I do from my heart wish Mr Faulkland would make her his wife” (103). De hecho, aboga tan repetidamente por ella ante Faulkland que éste decide cumplir con su supuesto deber sólo por contentar a Sidney. Por otra parte, la joven, al igual que tantas heroínas, es generosa con quienes la han perjudicado o humillado, empezando por Mr Arnold, su marido. En cuanto se entera de que éste busca una reconciliación, no duda ni un instante en volver con él a pesar de que su vida disoluta les ha llevado a la ruina. Sidney le pide incluso a su amiga, Lady V., que le comunique a su marido que en el momento del reencuentro no ha de mencionar nada de lo sucedido. La heroína tan sólo guarda rencor hacia su altiva cuñada, Lady Sarah, quien, tras haberla despreciado, intenta congraciarse con ella cuando Mr Warner le dona una fortuna. Sidney le hace ver que su preocupación por ella no ha sido real, pero no insiste: “I was not ill natured enough, my Cecilia, to persist in embarrasing this mean woman any farther” (376).
La generosidad de algunas heroínas se traduce también en preocupación por los pobres en una época en la que la benevolencia es considerada la virtud por excelencia y en la que abundan los experimentos filantrópicos. Pamela realiza múltiples obras de caridad en cuanto Mr B., impresionado por su habilidad en el manejo del dinero, le asigna una cantidad para ese fin. Pamela decide distribuir entonces carbón y telas entre los necesitados, y hasta establece un fondo para préstamos sin interés. Es Miss Darnford quien cuenta lo que a Pamela le hubiera gustado mantener en secreto:
And she has moreover mortified, as the Scots call it, one hundred and fifty pounds as a fund for loans, without interest, of five, ten or fifteen, but not exceeding twenty pounds, to answer some present exigence in some honest families, who find the best security they can, to repay it in a given time (Pamela II: 249, cursivas en el original)
Clarissa se ocupa igualmente de socorrer a los pobres mientras vive en Harlowe Place. Premonitoriamente, le hace prometer a su madre que, si ella muere antes, se ocupará económicamente de su nodriza, Mrs Norton, en su vejez. Además, es generosa con su criada Hannah, a la que despiden por su culpa; de hecho, tan sólo acepta dinero de Anna Howe y de Lovelace con el fin de poder socorrerla. Finalmente, establece en su testamento fondos destinados a los pobres, aunque limitados a los “honest, industrious, labouring poor only” (carta número 507, Mr Belford a James Harlowe, Jun., pág 1419).
Por último, la generosidad de Sidney Bidulph es tal que intenta socorrer a un pariente aparentemente pobre, Mr Warner, a pesar de encontrarse ella misma en una desesperada situación económica. Sin embargo, Mr Warner sólo buscaba un heredero que realmente mereciera su fortuna, con lo que le “devuelve” a Sidney 2.000 libras. Ella se alegra porque así podrá garantizar el futuro de sus hijas, pero también porque podrá ayudar a otros. Es, pues, generosa con la joven Miss Price, que intenta venderle flores artificiales en la calle. La socorre porque cree que lo merece: “As an appearance of industry I think doubles the claim which the poor have to our compassion” (392).
III 9. HABILIDAD EN EL MANEJO DEL DINERO
La mayoría de las heroínas analizadas posee un acusado sentido del valor del dinero. Hay que tener en cuenta que, de acuerdo con las limitaciones que se le imponen a la mujer de la época, las heroínas apenas pueden tener iniciativa económica alguna (véase el apartado “La exclusión económica de la mujer”, pp. 71-79), por lo que su aportación se ha de centrar en el ahorro y en la buena administración. La nueva mujer doméstica ha de ser capaz de transformar determinados ingresos en una deseable calidad de vida (Armstrong, 1987: 84). La insistencia en esta habilidad y la cantidad de datos económicos que se nos ofrecen reflejan la mentalidad de los sectores medios de la sociedad, que tenían como uno de sus objetivos la acumulación de bienes. Se refleja, asimismo, el mayor grado de objetualización de los individuos, de cuantificación del valor humano que implicaba el creciente desarrollo de una economía de mercado (Flanders, 1984: 244 y 275). Las heroínas son, pues, prudentes y ahorrativas, e incluso llegan a administrar el dinero mejor que los hombres, como sucede en Moll Flanders, Roxana, Pamela, The Memoirs of a Woman of Pleasure, Amelia, The History of Betsy Thoughtless y Memoirs of Miss Sidney Bidulph. De dichas novelas se deduce que el dinero de una mujer no está nunca tan seguro como en sus propias manos, una idea de índole antipaternalista (Scheuermann, 1993: 21).
Antes de referirnos al dinero del que disponen las heroínas, conviene recordar que según Peter Earle en The Making of the English Middle Class : Business, Society and Family Life in London 1660-1730, en esta época se consideraba que una persona que dispusiera de una cantidad cifrada entre las 300 y las 600 libras tenía una posición económica holgada, y que la mayor parte de los sectores medios de la sociedad (“the middling sort of people”) contaban con un capital de entre 500 y 5.000 libras (1989: 14-5). Así mismo, basándose en los cálculos que realizó Joseph Massie en 1761 en cuanto a lo que gastaban las distintas clases sociales anualmente, Earle calcula que podrían cifrarse entre las 100 y las 400 libras los gastos anuales de la clase media londinense. Por otra parte, el capital típico que necesitaba un pequeño tendero rondaba las 1.000 libras (Ibid.: 270).
Las heroínas más conscientes del valor del dinero y las que demuestran mayor habilidad en el manejo del mismo son las heroínas de Defoe, Moll Flanders y Roxana. Ambas comienzan su andadura vital como víctimas de la sociedad, pero, tras reinventarse a sí mismas, consiguen sobreponerse a “lo inevitable” de sus circunstancias (Richetti, 1999: 59). De hecho, no sólo sobreviven sino que prosperan hasta el punto de amasar auténticas fortunas, especialmente en el caso de Roxana.
Moll relata los distintos acontecimientos y relaciones que marcan su vida en términos marcadamente económicos, hasta el punto de que se puede considerar que es precisamente dicho análisis económico lo que constituye el centro estabilizador de la obra (Ibíd.). Desde su más tierna edad, Moll se ve obligada a trabajar para sobrevivir. La mujer a cuyo cuidado la ponen las autoridades de Colchester le enseña a coser, pero le advierte que dicha actividad no le garantizará su sustento. Moll consigue mantenerse a sí misma durante un tiempo, pero se integra luego en el servicio doméstico de una familia de Colchester. Allí es seducida por el hermano mayor a base de bellas palabras pero también de dinero. Tras recibir de él cinco guineas por primera vez, la joven admite lo siguiente: “I was more confounded with the money than I was before with the love, and began to be so elevated that I scarce knew the ground I stood on” (25). Confluyen y cooperan, pues, los deseos sexuales de Moll con sus necesidades socioeconómicas. Sin embargo, la joven es prudente y va ahorrando las cantidades que el hermano mayor le ofrece. Además, al consentir finalmente en casarse con el hermano menor, la joven obtiene 500 libras adicionales. Como Moll ahorra también el dinero que le asigna su marido, a la muerte de éste cuenta con la ya respetable cifra de 1.200 libras. Si bien de este matrimonio sale enriquecida, del siguiente le ocurre todo lo contrario, precisamente por lo mal que su marido administra el dinero. Cuando él huye, Moll apenas es capaz de reunir 500 libras, cantidad que no le permite acceder al “mercado matrimonial”. Sin embargo, está decidida a sobrevivir, para lo cual recurre a aparentar que es rica. Consigue atraer así, efectivamente, a varios pretendientes, uno de los cuales afirma no estar interesado en su dinero y le escribe: “Virtue alone is an estate” (85). Ella no se deja engañar y le contesta: “But money´s virtue, gold is fate” (Ibíd.). Y añade al asegurarle él lo contrario: “I´m poor: let´s see how kind you´ll prove” (86). Tras casarse por tercera y cuarta vez, Moll acaba comprendiendo que el matrimonio no es tan buena salvaguarda como el dinero. Así, cuando va a tener un hijo del caballero de Bath y prevé que la relación no durará, va haciendo acopio de un dinero que finge haber gastado en preparar todo lo necesario para dar a luz:
knowing my own circumstances, and knowing the world as I had done, and that such kind of things do not often last long, I took care to lay up as much money as I could for a wet day, as I called it; making him believe it was all spent upon the extraordinary appearance of things in my lying in. (128)
Cuando el caballero, efectivamente, la abandona, ella le escribe una carta y le asegura que necesita dinero para volver a Virginia. Obtiene así otras 50 libras adicionales, “knowing well enough it would be the last penny I was ever to expect” (137). Posteriormente, cuando su quinto marido sufre un revés económico y muere, Moll consigue mantenerse dos años, llevando ella y sus hijos una vida frugal. Al quedarse definitivamente sin recursos y haberse marchitado ya su belleza, Moll inicia una carrera delictiva como ladrona. Se da cuenta de que otros ladrones malvenden lo robado, y busca a alguien que le pague mejor, su antigua “governess”, Mrs B-, que ahora dirige una casa de empeño. Tras haber conseguido una considerable cantidad de dinero, Moll se plantea volver a llevar una vida honrada. Sin embargo, reconoce: “as poverty brought me into the mire, so avarice kept me in, till there was no going back” (222). Tras ser arrestada y encerrada en Newgate, coincide allí con su cuarto marido, Jemmy, que deja la administración del dinero que ambos consiguen reunir (354 libras) en sus manos. Antes de ser deportados a América, Moll tiene la precaución de dejarle una reserva de 300 libras a Mrs B-, hecho que le oculta a él. Tras establecer una plantación en Maryland, contacta de nuevo con su hijo de Virginia. En las semanas que pasa con él, parece que su felicidad doméstica se basa en las escenas de contabilidad mutua (Scheuermann, 1993: 32). Moll recibe de su hijo el dinero que le corresponde de la herencia de su madre, y consigue también hacer prosperar su plantación, hasta el punto de que James asegura que ha resultado ser en verdad la mujer rica que fingió ser cuando la conoció: “I think I have married a fortune, and a very good fortune too” (375).
Roxana demuestra también gran habilidad en el manejo del dinero. Hija de un rico comerciante, observa lo mal que administra su marido el negocio de su padre y le intenta advertir sobre los aspectos que ha de cuidar:
I put him in Mind how his Customers complain´d of the Neglect of his Servants on one hand, and how abundance Broke in his Debt, on the other hand, for want of the Clerk´s Care to secure him, and the like (42, cursivas en el original)
Sus advertencias no sirven de nada y su marido se ve obligado a vender el negocio, pero todavía les quedan entre 2.000 y 3.000 libras. Roxana le intenta convencer en vano para comprar una casa. Cuando finalmente él huye y la deja en la miseria a ella y a sus hijos, Roxana se ve obligada a desentenderse de éstos y a convertirse en la amante de su casero para sobrevivir. Éste le firma un contrato e incluso estipula una herencia de 500 libras a favor de ella. Cuando al casero, que también se dedica a la venta de joyas, le asesinan en Francia, Roxana se encuentra con una fortuna de unas 10.000 libras y toma medidas para que la familia de su amante no le pueda reclamar nada. Ordena a su criada sacar de la casa la plata, la ropa de lino y demás objetos de valor, y le ordena vender los muebles. Consulta así mismo a un buen abogado con el fin de salvaguardar su fortuna. Posteriormente, inicia una relación con un príncipe de la que obtiene múltiples beneficios económicos. Cuando decide acompañarlo a Italia, se encuentra con el problema de qué hacer con su fortuna. No le quiere comentar la cuestión al príncipe, “lest he should see that I was richer than he thought I was” (137). Cuando acaba esta relación y Roxana decide volver a Inglaterra, se plantea cómo trasladar allí sus muchos bienes. Recurre entonces al comerciante holandés, al que deja en depósito un equivalente a 6.700 libras, más “a copy of an assignment on the town-house of Paris, for 4000 pistoles, at 3 per cent” (158). En Holanda es la propia Roxana quien negocia sus letras de cambio y la venta de sus joyas, convertida, como ella misma afirma orgullosa, en una mujer de negocios: “Now I was become, from a Lady of Pleasure, a Woman of Business, and of great Business too, I assure you” (169). Y añade:
All this Work took me up near half a Year, and by managing my Business thus myself, and having large Sums to do with, I became an expert in it, as any She-Merchant of them all; I had Credit in the Bank for a large Sum of Money, and Bills and Notes for much more. (170)
De hecho, la razón principal por la que rechaza casarse con el comerciante holandés, un hombre de grandes cualidades, es que no quiere perder el control de su fortuna, que asciende ni más ni menos que a 18.060 libras. Cuando Roxana decide trasladarla a Inglaterra, recurre a varios comerciantes para no arriesgarlo todo con uno y para que ninguno sepa de cuánto dispone en realidad. Deja también una cantidad en Holanda como precaución. Una vez en Inglaterra, Roxana se hace asesorar por Sir Robert Clayton (1629-1707), un personaje real, que alaba cómo administra su fortuna y le propone un plan de ahorro con el que conseguirá un interés del 6 % 62. Además, Sir Robert le sugiere un ventajoso matrimonio con un rico comerciante, pero ella lo rechaza por mantener la independencia de su fortuna. Roxana, que ahora vive en Pall Mall con Amy y tres doncellas, y que tiene a su disposición un carruaje, un cochero y un lacayo, decide reducir sus gastos gracias a los consejos de Sir Robert y ahorrar así 700 libras al año. Paralelamente, su carrera como cortesana es tan exitosa que, tras las “reuniones” que organiza y sus tres años de relación con el mismísimo rey, consigue reunir la asombrosa cantidad de 35.000 libras, obteniendo una renta anual de 2.800 libras. Por otra parte, no tiene que descontar gastos, ya que la mantiene un “lord”. Sin embargo, cuando finalmente Roxana decide casarse con el comerciante holandés, se muestra dispuesta a cederle el control de su fortuna: “since I had taken him, I wou´d e´en do as other honest Wives did, where I thought fit to give myself, I shou´d give what I had too” (295). Le dice entonces a su marido orgullosa: “I hope you will find, that you have not got a Wife without a Fortune” (301). Sin embargo, tras el asesinato de su hija Susan, Roxana nos informa brevemente de que su prosperidad ha llegado a su fin, pero no especifica cómo.
A un nivel mucho más modesto, también Pamela da muestras de habilidad en el manejo del dinero. Mientras se gana la vida sirviendo, manda dinero a sus padres y ahorra asimismo una pequeña cantidad. Comenta a sus padres orgullosa: “You´ll say, I was not bad housewife to have saved so much money; but my dear good lady was always giving me something” (77). Tras la muerte de su señora, la madre de Mr B., Pamela se encuentra con el problema de que ha de volver con sus padres y de que en esa zona tiene pocas posibilidades de encontrar trabajo. Además, su señora le había dado una formación que ahora resulta inútil: “To be sure, I had better, as things stand, have learned to wash and scour, and brew and bake, and such like” (109). Al secuestrarla Mr B., Pamela no olvida en ningún momento que la persona encargada de vigilarla, Mrs Jewkes, le ha quitado seis guineas con el fin de dejarla sin recurso alguno y limitar sus movimientos. Pamela insiste en que se las devuelva y confirma luego por carta a sus padres lo que Mrs Jewkes temía: “But had I had my money, I should have had more courage, as that would have probably made me a protecting friend, till I had got to you” (193). Cuando la joven se decide a escapar, sólo dispone de 5 o 6 chelines. Sin embargo, tras conquistar el corazón de Mr B., éste le concede 200 guineas al año para su uso personal y le da otras 200 guineas para regalar a los criados de Lincolnshire con motivo de su boda. Pamela consigue liquidar luego las deudas de sus padres y, dado el buen uso que hace del dinero, se acaba encargando de los donativos de Mr B. para los necesitados. Con el fin de controlar sus gastos, Pamela los apunta en un libro, que organiza trimestral y anualmente. Por otra parte, proyecta aumentar el fondo de préstamos sin interés que ha establecido para los necesitados a medida que aumente la fortuna de Mr B.
A pesar de su desinterés por lo material, Clarissa es una buena administradora. Gestiona con eficacia la propiedad que en contra de la costumbre le legó su abuelo aunque, para evitar suspicacias, la pone en manos de su padre. Su habilidad en el manejo del dinero es conocida, como le dice su tío Antony: “For who so good an economist as you?” (carta número 32.4, Mr Antony Harlowe a Miss Clarissa Harlowe, pág. 155). Posteriormente, sorprenderá gratamente a Lovelace hablando de gobierno doméstico. Sin embargo, Clarissa dejará pronto de tener ocasión de poner en práctica dicha habilidad, porque, tras huir de Harlowe Place, su sentido del deber filial le impide reclamar la propiedad de su abuelo. Además, al abandonar la casa de manera precipitada, no puede coger su dinero, sus joyas y su ropa. Intentará luego recuperar esos bienes recurriendo a su hermana y a su tía. En cualquier caso, al huir se va con lo que lleva puesto, 7 guineas y algo de plata. Su cambio de situación se advierte, pues, a primera vista: “destitute of clothes fit to be seen by anybody: my very indigence, as I might call it, proclaiming my folly to everyone who saw me63” (carta 98, Miss Clarissa Harlowe a Miss Howe, pág. 390). Como en estas circunstancias la joven se niega a aceptar el dinero que le ofrecen diversas personas, incluido Lovelace, ha de recurrir a desprenderse de algunos objetos de valor. Así, intentará sobornar a Dorcas con su anillo de diamantes. Cuando Mrs Sinclair la acusa de impago, sólo dispone de media guinea y un poco de plata, aunque le cabe la posibilidad de hacer uso de un bono. Si no resultara suficiente, sólo se muestra dispuesta a que le preste dinero su amiga Anna Howe o Mrs Lovick, siempre que esta última acepte el anillo de diamantes como garantía. Cuando ya se encuentra gravemente enferma, les pide a Mrs Lovick y a Mrs Smith que hagan inventario de lo que tiene e intenten vender dos de sus trajes. Mrs Lovick consigue vender algunos encajes para pagar al doctor, que no quiere cobrar. Clarissa sigue poniendo a la venta su ropa para poder comprarse una “casa”, que es como denomina al ataúd. Se encarga ella misma de la compra, procurando que sea digno para no desacreditar a sus antepasados. En esas circunstancias los Harlowe deciden enviarle, por fin, parte de su dinero, con lo que tan sólo en el momento de redactar su testamento puede Clarissa disponer libremente de lo que es suyo.
A su llegada a Londres, Fanny Hill sólo dispone de un poco de ropa, 8 guineas y 17 chelines de plata, una cantidad que, en su ignorancia, le parece considerable. Al caer en la trampa que le tiende la alcahueta Mrs Brown, es la pobreza la que le impide escapar:
I sought to deceive myself with the continuation of my good opinion of her, and chose to wait the worst at her hands, sooner than being turn´d out to starve in the streets, without a penny of money, or a friend to apply to: these fears were my folly. (19-20)
Sin embargo, antes de llegar a trabajar como prostituta conoce a Charles y huye con él. Cuando el padre de Charles lo secuestra, la casera le presenta a Fanny una factura de 23 libras y 76 peniques, cantidad a la que ella no puede hacer frente. Después de pasar una noche con Mr H., éste le da 22 guineas y le promete más. Le compra luego joyas, trajes y telas, y hasta pone una criada a su disposición. Fanny está incluso a punto de conseguir una renta, “a modest provision for life” (67). Sin embargo, ambos acaban manteniendo relaciones con otras personas y Mr H. la expulsa finalmente de su casa, aunque le da 50 guineas y ropa y objetos por un valor de unas 200 libras. Fanny decide entonces trabajar en el prostíbulo de Mrs Cole, de la que aprende lecciones de economía. Gracias a sus indicaciones Fanny consigue de Mr Norbert 300 guineas por ofrecerle su supuesta virginidad. Al finalizar sus servicios con Mrs Cole, Fanny ha ahorrado 800 libras, además de ropa, joyas y plata, lo que le permite tener una mujer a su servicio. Además, hereda de un caballero mayor una gran fortuna, cuyo importe no se nos especifica. Cuando por fin se reencuentra con Charles, le ofrece su fortuna sin condiciones, aunque él insiste en que siga siendo de ella, “flatly refusing the unreserv´d, unconditional donation that I long persecuted him in vain to accept” (186).
Al igual que Clarissa, Amelia no muestra gran apego al dinero pero lo sabe administrar, lo que parece constituir la actitud apropiada para una heroína modélica. La fortuna de Amelia está condicionada a que su madre acepte su elección matrimonial por lo que, al casarse con Booth, un pobre alférez, la pierde. A pesar de ello, le asegura, mientras huyen juntos, “that she perceived there might be happiness in a cottage” (79, cursivas en el original). Pronto tiene que poner esta afirmación en práctica, puesto que sus dificultades económicas van en aumento, en gran parte debido a los errores que comete Booth. Así, por ejemplo, consiguen una cierta prosperidad en el campo, pero Booth se endeuda para adquirir una granja mal elegida y compra también un carruaje que despierta la envidia de sus vecinos. Acaban debiendo 300 libras, por lo que se ven obligados a huir a Londres. A pesar de todo, Amelia no le hace nunca reproches a su marido y le anima con frases como la siguiente: “Fear nothing, Billy, industry will always provide us a wholesome meal; and I will take care, that neatness and cheerfulness shall make it a pleasant one” (157). En Londres, ante el apoyo supuestamente desinteresado que les promete el “lord”, Booth y Amelia se proponen ahorrar un mínimo de 50 libras para ir pagando sus deudas. Sin embargo, cuando arrestan a Booth por impago debe casi 500 libras. Al contrario que Clarissa, Amelia sí acepta el dinero que entonces le ofrece el capitán James. Posteriormente, la heroína llega a la conclusión de que su situación económica es tan desesperada que aún vendiendo todo lo que tienen apenas reunirían 60 libras. Demuestra entonces cierta iniciativa, pues le propone a Booth invertirlas: “we should think of employing it some way or other to procure some small subsistence for ourselves and our family” (441). Amelia piensa igualmente en ponerse a trabajar, y sugiere ir a vivir a un lugar más económico fuera de Londres. Posteriormente, al ser testigo de la desesperación de su marido, ella le asegura que le conseguirá dinero de alguna manera: “I will endeavour by some means or other to get you the money” (480). Empeña entonces algunas pertenencias suyas y de sus hijos, sus pobres ropas y el retrato que le había devuelto Atkinson. Con el dinero que consigue redime parte de sus ropas para poder salir de Londres con decencia. Y vuelve a insistirle a Booth que le deje trabajar. La situación se resuelve providencialmente gracias a que Amelia hereda de forma inesperada la fortuna de su madre.
Betsy Thoughtless, por su parte, es irreflexiva en muchos aspectos, pero no en el monetario. Cuando muere su padre hereda, a partes iguales con su hermano menor, una considerable cantidad de dinero, aunque lo administran sus fideicomisarios. En un momento determinado Betsy, que conoce sus derechos, le exige a Mr Goodman poder disponer de parte del dinero que tanto él como Mr Trusty le habían asignado, especialmente las 20 libras anuales destinadas a sus gastos personales y las 50 destinadas a comprar ropa:
I think I ought to have the two latter entirely at my own disposal, and to lay it out as I think fit, and not be obliged, like a charity-child, to wear whatever livery my benefactor shall be pleased to order. (40-1)
La mujer de Mr Goodman, Lady Mellasin, había intentado impedir que Betsy pudiera eclipsar a su hija pero ahora se le concede a la heroína lo que pide. Por otra parte, gracias a la buena administración de Mr Goodman, la dote de Betsy aumenta considerablemente, aunque no se nos especifica la cantidad. Así, al independizarse puede contratar a una doncella y a un paje. Tras aceptar casarse con Mr Munden, a Betsy se le ocurre comentar que supone que él querrá tener un carruaje. Ante su negativa, ella responde enojada: “And can you imagine I will ever marry to trudge on foot?” (433). De hecho, como finalmente no se puede casar con el esplendor que desea, prefiere una ceremonia íntima. Tras la boda, Mr Munden da muestras de administrar mal su dinero. Así, por ejemplo, insiste en que asistan a todo tipo de espectáculos, lo que hacen a costa del dinero que deberían destinar al normal funcionamiento de la casa. Betsy se ve, pues, obligada a emplear su propio “pin-money” para hacer frente a gastos corrientes. Ante sus quejas, Mr Munden la acusa de ser mala administradora, y le recuerda el deber de una esposa de ser “frugal”. Betsy se queja ante Lady Trusty de que su “pin-money” supone una cantidad de por sí muy escasa: “would your ladyship have me give up, to the expense of house-keeping, that slender pittance allowed for cloaths and pocket-money in my marriage-articles?” (445). Por consejo de Lady Trusty, Betsy le enseña a su marido las facturas de todas las compras. Pero él insiste entonces en reducir el servicio o en que pague ella. Tras una reconciliación propiciada por los Trusty, Mr Munden le acaba asignando a Betsy una guinea más a la semana. Ella demuestra entonces su habilidad como administradora y ama de casa con la comida que le ofrecen al “lord”, logrando que su marido reconozca
that nothing could be more elegant that the dinner she had prepared, and that he could not have expected such a variety of covers; and so fine a desert for the money he gave her for that purpose. (477)
Sin embargo, cuando Betsy le comenta orgullosa que incluso le han sobrado tres guineas, Mr Munden se las reclama. La situación llega a ser tan insostenible que Betsy, que se ha de enfrentar además al hecho de que su marido le es infiel, se plantea una separación. Mr Munden le advierte, sin embargo, que si insiste en ello no le pasará ninguna pensión. Al final, Betsy se separa por iniciativa propia y su situación se acaba resolviendo gracias a la repentina y providencial muerte de Mr Munden.
En un principio, Sidney Bidulph parece compartir con su madre y con su hermano una visión un tanto mercantilista del matrimonio. Así, cuando oye a Sir George hablar con entusiasmo de su amigo Orlando Faulkland, puntualiza : “you have drawn a good picture; but to make it complete, you must throw in generosity, valour, sweetness of temper, and a great deal of money” (14). Tras conocerse, Sidney y Faulkland se prometen, pero Lady Bidulph rompe dicho compromiso porque ha llegado a sus oídos la existencia de una relación anterior entre Faulkland y Miss Burchell. A Sidney se le apremia entonces para que contraiga matrimonio, por lo que acepta a Mr Arnold como marido. Mientras su familia negocia las capitulaciones matrimoniales, Sidney se muestra indiferente: “I do not care how they settle it” (94). Tras la boda, Sidney se va a vivir a Londres con Mr Arnold y se da cuenta de que éste no administra bien su dinero, dado que gasta demasiado en acudir a espectáculos. Se propone entonces hacer lo posible para compensar su tendencia a derrochar, convirtiéndose en “a gentle check upon his bounteous spirit; I mean only so far as it regards myself” (108). Por otra parte, aunque no se lo comenta a Mr Arnold, a Sidney le parece innecesario que éste invierta dinero en Arnold-Abbey, dado que se trata de una propiedad que está en litigio, y tampoco cree conveniente que gaste dinero en amueblar su casa de South-Park: “methinks two country houses are an unnecessary charge, and more than suits our fortune” (120). Mr Arnold contrae entonces múltiples deudas debido al tren de vida que lleva su amante, Mrs Gerrarde, a la que paga una lujosa casa, un carruaje y diversas joyas. En esas circunstancias, Mr Arnold pierde el litigio que mantenía con la viuda de su hermano mayor y se arruina. Sidney, a quien su marido había expulsado injustamente de su casa, no muestra entonces apego alguno a las riquezas: “Would to heaven, I had nothing left me to lament, but the waste of his fortune!” (241). Tras la reconciliación de ambos, Mr Arnold quiere administrar los pocos bienes que le quedan tan bien como su mujer, “an admirable aeconomist” (251). Sin embargo, tan sólo cuentan con la “jointure” de Sidney y con la pequeña asignación que a ésta le pasa su madre, por lo que se ven obligados a vivir apartados en Sidney Castle. Mientras, un amigo de confianza, Lord V., realiza la liquidación de sus bienes y asume todas las deudas, que ascienden a 5.000 libras. Sin embargo, Lord V. muere repentinamente y su hijo les reclama el dinero. Sidney le propone entonces a su marido vender su “jointure”, de modo que “We shall then have but fifty pounds a year in the world which we can call our own” (280). Al enviudar, Sidney se plantea irse a vivir con sus hijas a un “cottage” en el campo, pero ni siquiera tiene dinero suficiente para realizar el viaje. Se mudan entonces a un humildísimo apartamento en Londres; su situación llega a ser tan desesperada que es la única “lady of quality” de las novelas analizadas que tiene que ponerse efectivamente a trabajar. Junto con su fiel criada Patty, Sidney realiza trabajos de costura para la sombrerera en cuya casa se aloja. A pesar de ello, no acepta las 300 libras que le manda Lady V., por sospechar, acertadamente, que provienen de Faulkland, aunque sí las 50 libras que Lady V. le manda a título personal. Sin embargo, la Providencia la salva de esa situación cuando se convierte, gracias a su gran talla moral, en heredera de su pariente, Mr Warner, que le asigna además 3.000 libras al año. Acaba viviendo, así, en una suntuosa casa en Pall Mall. A pesar de ello, advierte a sus hijas que no pongan su confianza en el dinero.
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