Tesis doctoral


II. 6. 2. Actitud ante la maternidad



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II. 6. 2. Actitud ante la maternidad.
En las novelas analizadas son escasas, en general, las referencias a los hijos de las heroínas, en caso de tenerlos, o a la relación existente entre dichos hijos y sus madres. Los hijos son, en su mayor parte, personajes secundarios apenas provistos de identidad. Normalmente no llegamos a conocer sus nombres, a veces ni siquiera su sexo, y en obras tales como Moll Flanders o Roxana tan sólo sabemos de la existencia de algunos de ellos cuando se nos comunica que han muerto.

El tema de la maternidad en las novelas de Defoe es particularmente interesante por su ambivalencia. Sorprende, por ejemplo, el contraste entre la extraordinaria fertilidad de Moll, que llega a tener trece hijos, y su desconexión emocional con respecto a los mismos. Tanto Moll como Roxana generan vida de una manera aparentemente “casual” y luego reniegan de sus hijos en favor de su propia supervivencia. En este sentido, ambas heroínas muestran rasgos de la mujer “amazona”, una mujer decidida a regir su propio destino que sacrifica ciertas características consideradas típicamente “femeninas”, como la devoción maternal50. Moll, por ejemplo, reconoce la alegría con la que, tras quedar viuda, deja a sus dos primeros hijos en manos de sus abuelos paternos: “My two children were indeed, taken happily off my hands by my husband´s father and mother” (63). Posteriormente, su tercer marido, que resulta ser su hermano, la acusa de ser “an unnatural mother” (99) por estar dispuesta a abandonarle y a alejarse de los hijos que han tenido en común.

El caso de Roxana, madre de once hijos, es distinto del de Moll en su actitud inicial ante la maternidad. Tras ser abandonada por su marido, se enfrenta a una situación económica desesperada. Si bien en un principio se angustia ante la perspectiva de no poder mantener a sus hijos, acaba desentendiéndose de ellos por puro instinto de supervivencia:

But the Misery of my own Circumstances hardned my Heart against my own Flesh and Blood; and when I consider´d they must inevitably be Starv´d, and I too, if I continued to keep them about me, I began to be reconcil´d to parting with them all, any how, and any where, that I might be freed from the dreadful Necessity of seeing them all perish, and perishing with them myself (52)


Moll y Roxana no sólo difieren en su actitud inicial ante la maternidad, sino también en la evolución de sus sentimientos maternos y en el papel que éstos juegan en el desenlace de las obras que protagonizan. Moll se vuelve más maternal, hasta el punto de que le cuesta dejar en manos de una campesina al hijo que tiene con su cuarto marido, Jemmy: “and with a heavy heart and many a tear, I let her have my child”(193). Es ésta una medida necesaria para que Moll pueda contraer un nuevo matrimonio. Posteriormente, Moll se reencuentra en Virginia con el hijo varón que había tenido con su hermano, su único hijo finalmente significativo (Watt, 1995: 105). Sus sentimientos maternos alcanzan entonces una intensidad imprevista:

Let any mother of children that reads this consider it, and but think with what anguish of mind I restrained myself ; what yearnings of soul I had in me to embrace him, and weep over him (...) lying on my face, wept, and kissed the ground that he had set his foot on. (354)

Uno de los momentos álgidos de la obra tiene lugar, de hecho, cuando Moll y su hijo se funden en un abrazo. Moll nos confiesa entonces que es el día más feliz de su vida: “the pleasantest day that ever passed over my head in my life, and which gave me the truest satisfaction” (371).

Como hemos expuesto anteriormente, en el inicio de Roxana se manifiesta la imposibilidad de reconciliar maternidad y supervivencia económica. A medida que avanza la obra se manifiesta igualmente la imposibilidad de reconciliar maternidad y libertad sexual. Para Roxana cada hijo supone una nueva complicación; por otra parte, en ocasiones no puede evitar sentir una cierta culpabilidad, como manifiesta tras traer al mundo a un hijo bastardo del príncipe: “the Disaster of his Birth will be always, not a Blot only to his Honour, but a Bar to his Fortunes in the World” (117). Por lo que respecta al hijo que tiene con el comerciante holandés, sin embargo, Roxana reconoce que, además de haberlo visitado tan sólo en dos ocasiones en cuatro años, alberga menos afecto hacia él que su padre la primera vez que lo ve. Posteriormente confiesa incluso haber deseado su muerte: “often wish´d it wou´d go quietly out of the World” (309). Ese desapego contrasta con su preocupación por su primer hijo ilegítimo, al que manda 2.000 libras en varias ocasiones. Al volver a Inglaterra enriquecida, Roxana se preocupa igualmente por conocer la suerte de los cinco hijos que había tenido con su primer marido y mejora, con la ayuda de su criada, Amy, a quien había transferido con anterioridad sus responsabilidades maternas, la situación de los tres que no han fallecido. Sin embargo, no puede desvelarles su identidad:

I cou´d by no means think of ever letting the Children know what a kind of Creature they ow´d their Being to, or given them an Occasion to upbraid their Mother with her scandalous Life, much less to justifie the like Practice from my Example. (248)


Es con su hija Susan con quien Roxana siente en mayor medida el conflicto entre su instinto materno, todavía presente, y la necesidad de no asumir su maternidad. Así, por ejemplo, apenas puede contener sus sentimientos cuando, asumiendo otra identidad, se ve obligada a saludarla con un beso:

No Pen can describe, no Words can express, I say, the strange Impression which this thing made upon my Spirits; I felt something shoot thro´ my Blood; my Heart flutter´d; my Head flash´d, and was dizzy, and all within me, as I thought, turn´d about (…) I thought I must have taken her in my Arms, and kiss´d her again a thousand times, whether I wou´d or no. (323, cursivas en el original)

Susan supone, sin embargo, una creciente amenaza para Roxana porque insiste en conocer la auténtica identidad de su madre. Cuando Amy sugiere acabar con su vida, Roxana la llama asesina y le prohíbe hacerle daño. Sin embargo, no puede evitar desear su muerte, aunque no se decide a tomar parte activa en ello: “had she dropp´d into the Grave by any fair Way, as I may call it; I mean had she died by any ordinary Distemper, I shou´d have shed but very few Tears for her” (350, cursivas en el original). Finalmente, la muerte de Susan a manos de Amy marcará el principio de un destino desgraciado, con lo que la maternidad acaba teniendo un resultado “fatal”.

En torno a mediados de siglo surgen dos heroínas cuya actitud hacia la maternidad refleja una nueva sensibilidad: Pamela (especialmente en Pamela II) y Amelia. Ambas son madres dedicadas y ejemplares. La primera muestra un marcado instinto materno antes incluso de tener sus propios hijos, como demuestra su preocupación por la suerte de Miss Goodwin, la hija ilegítima de Mr B. Por otra parte, como ya mencionamos anteriormente, una de las pocas desavenencias entre Pamela y Mr B. una vez casados se produce cuando ella insiste en dar el pecho a su futuro hijo, William. Mr B. argumenta que no quiere que estropee ni descuide su apariencia física ni que los cuidados del bebé la absorban demasiado; en este sentido, manifiesta su deseo de seguir instruyéndola, por ejemplo, en la lectura del francés y del latín. Por otra parte, aunque Mr B. no lo dice de una manera explícita, hay que tener en cuenta que en esta época se creía que las relaciones sexuales entre los esposos estropeaban la leche de la madre y reducían así las posibilidades de supervivencia del niño (Perry, 1992: 201). Mr B. considera, pues, que la primera obligación de su esposa es hacia él y acaba imponiendo su opinión con ayuda de los padres de la joven. Sin embargo, a lo que Pamela no está dispuesta en ningún caso es a que la separen de su hijo cuando cree que su marido se está planteando contraer un nuevo matrimonio con la condesa: “But this I am sure of, that my child and my life must go together!” (Pamela II, 288). Posteriormente, arriesga su belleza y su propia vida cuando su hijo enferma de viruela. Por primera vez en contra de los consejos de sus padres y del propio Mr B., acaba cuidando personalmente del niño. Se gana con ello la admiración de su marido, que asegura quererla más allá de su belleza física: “were that sweet to be covered with seams and scars, I will value you the more for the misfortune” (Pamela II, 335). Pamela y Mr B. tienen seis hijos más, aunque sólo se nos mencionan brevemente, y la obra finaliza con escenas de paz familiar en las que Pamela les cuenta a sus hijos historias instructivas.

La relación de Amelia con sus hijos está teñida de un nuevo componente, el sentimentalismo, del que también encontramos múltiples ejemplos en Memoirs of Sidney Bidulph. Amelia es una madre afectuosa, a la que Fielding se refiere a menudo como “the tender mother” o “the fond mother”, que besa a menudo a sus hijos y que aguarda impaciente el momento de volver a verlos cuando se tiene que ausentar. Fielding nos describe, por ejemplo, su profunda preocupación cuando pierde a un hijo en el parque. Sin embargo, lo que más le preocupa a Amelia es cómo les va a afectar a sus hijos su desesperada situación económica: “what will, what can become of these poor little wretches! Why have I produced these little creatures only to give them a share of poverty and misery!” (320).

Por otra parte, uno de los aspectos que Fielding enfatiza especialmente es la excelente formación moral que Amelia proporciona a sus hijos:
This admirable woman never let a day pass, without instructing her children in some lesson of religion and morality (…) Tho' she was the tenderest of mothers, she never suffered any symptom of malevolence to shew itself in their most trifling actions without discouragement, without rebuke (162)

Su vocación eminentemente doméstica y familiar queda patente en múltiples ocasiones. Así, le pregunta a su marido: “indeed do you believe that I am capable of any sensation worthy the name of pleasure, when neither you nor my children are present, or bear any part of it?” (183).

Otra madre admirable es Sidney Bidulph. Al referirse a sus dos hijas, Sidney no oculta su orgullo ante su amiga Cecilia: “Am I not rich, think you? Two daughters, and both perfect beauties, and great wits you may be sure!” (119). Sin embargo, tiene que afrontar una dura prueba cuando su marido, convencido falsamente de su infidelidad, le exige que abandone su hogar y le comunica que sus hijas se quedarán con él. Esta situación extrema permite que aflore de un modo más evidente el sentimentalismo que tiñe las relaciones de Sidney con sus hijas. Así, antes de irse, la heroína las contempla llorando mientras duermen: “I have been weeping over them this hour as they lie asleep in their nurse´s arms. But I will look at them no more” (150). Las deja entonces en manos de su fiel criada Patty. Posteriormente, se muestra dispuesta a reconciliarse con Mr Arnold por el bien de sus hijas:
my two poor little girls, who would be material sufferers, from the want of my care and attention, as they grew up; not to mention the disadvantages they would enter into life with, by my continuing under an aspersion which might in time become very public (161)

Tras arruinarse Mr Arnold, Sidney se aviene, efectivamente, a reconciliarse con él y se marchan a vivir a Sidney Castle. A pesar de las dificultades económicas, la heroína se deleita pensando en cómo va a educar a sus hijas: “How delightful will be the task of expanding and forming the minds of these two cherubs!” (268). Tras la muerte repentina de su marido, Sidney no puede evitar el llanto al pensar en el futuro de sus hijas. Éstas contraen entonces la viruela y su madre las cuida con tanta dedicación que enferma ella misma gravemente. Cuando su pariente Mr Warner le ofrece ayuda económica, Sidney tan sólo piensa que dicha ayuda le permitirá ofrecerles a sus hijas “an education suitable to their birth” (365). Tras su trágico matrimonio con Faulkland, acaba prohijando al hijo de éste, hacia el que pronto demuestra un gran cariño: “She folded him tenderly in her arms” (465). Al final de la novela, Sidney se esfuerza por educar a sus hijas, ya adolescentes, de modo que sepan hacer frente a las dificultades de la vida y no pongan su confianza en el dinero: “By such lessons as these, did this tender parent endeavour to fortify their young minds against the vicissitudes of fortune, and to teach them not to place their confidence in riches” (467).



II. 6. 3. La heroína y la educación femenina

En las novelas analizadas las referencias a un tema tan candente en la época como la educación femenina son muy escasas, sobre todo si las comparamos, por ejemplo, con los múltiples comentarios y alusiones que encontramos con respecto al tema del matrimonio. Rara vez se refieren, pues, las heroínas al tema de la educación femenina de forma explícita. Por ello, habremos de deducir la actitud de la mayoría de ellas a partir de la importancia que den, por ejemplo, a actividades tales como la lectura a pesar de la incomprensión que dicha actividad pueda causar cuando quien la realiza es una mujer.



Pamela II es la obra en la que la educación femenina se trata de una manera más explícita. La protagonista tiene en cierto modo el atrevimiento, a petición de Mr B., de hacer algunas puntualizaciones al Tratado sobre la Educación de Locke. Ella reconoce, sin embargo, que al ser mujer carece de una formación lo suficientemente sólida como para hacer una crítica coherente:

Yet surely, Sir, you don´t expect method or connection from your girl. The education of our sex will not permit that, where it is best. We are forced to struggle for knowledge, like the poor feeble infant in the month (...). So, when a poor girl, in spite of her narrow education, breaks out into notice, her genius is immediately tamed by trifling employments, lest, perhaps, she should become the envy of one sex, and the equal of the other. (Pamela II: 386)


Pamela alaba a su marido por tener otra actitud y ocuparse personalmente de su instrucción. Por otra parte, tras analizar a su círculo de conocidos, la joven llega a la conclusión de que las mujeres (Nancy Darnford, Lady Davers, Mrs Arthur, etc.), a pesar de no haber recibido una educación formal, no desmerecen con respecto a los hombres. Posteriormente, cuando Pamela alecciona a las jóvenes Miss Stapylton, Miss Cope y Miss Sutton, les advierte que “the difference of education must give men advantages, even where the genius is naturally equal” (Pamela II: 449). Siguiendo una línea utilitarista, Pamela afirma que si quienes muestran desprecio hacia las mujeres (incluyendo al autor de Letter of Advice to a New Married Lady, es decir, Jonathan Swift), se tomaran la molestia de instruirlas, serían ellos mismos los primeros beneficiados:

I would only beg of those who are so free in their contempts of us, that they would, for their own sakes (and that, with such generally goes a great way), rather try to improve than depreciate us: we should then make better daughters, better wives, better mothers, and better mistresses (Pamela II: 416-7, cursivas en el original)

De acuerdo con las teorías de Locke, Pamela espera poder enseñar a sus hijos los primeros rudimentos de latín, francés, geografía y aritmética con el fin de ofrecerles a quienes luego se encarguen de su educación “minds half cultivated” (Pamela II: 412). Mr B., por su parte, la instruye para que pueda realizar esa misión. Así, le enseña francés, italiano y latín, así como poesía y pintura, la lleva de “gran tour” por Europa y, por último, pone en sus manos el tratado de Locke. Con todo ello, Pamela espera convertirse en mejor compañera de su marido, capaz de ayudarle en todo propósito útil en la vida.



Tras la Revolución Francesa, algunas de las afirmaciones de la heroína de Pamela II resultaban demasiado subversivas. En 1811, Charles Cooke publicó una versión abreviada de la obra eliminando los contenidos más críticos. Dicha versión se convirtió en la más accesible a lo largo del siglo XIX y quedó recogida en la primera edición Everyman de 1914. Sigue siendo, por tanto, la única versión accesible al gran público y la que analizamos en el presente trabajo. Se han omitido, pues, frases como la siguiente, en la que Pamela rebate a aquellos que cuestionan las capacidades e inclinaciones del sexo femenino en general, manifestando de un modo más explícito la siguiente sospecha:
it is Policy more than Justice, in those who would keep our Sex unaquainted with that more eligible Turn of Education, which gives the Gentlemen so many Advantages over us in that; and which will shew, they have none at all in Nature or Genius51(cursivas en el original)
En Amelia parece abogarse por la “discreción” y la “mesura” en la cuestión de la educación femenina. Así, la protagonista lee escritos históricos y devocionales con interés y habla fluidamente el francés, pero sabe dónde debe detenerse. En este sentido, su mérito reside no tanto en su capacidad de aprender como en su disponibilidad para relegar a un segundo plano dicha capacidad. Se ahorra así mucho esfuerzo y frustración, dadas las limitaciones educativas que se le imponen a la mujer de la época. Aún así, el tratamiento que Fielding da al personaje que contrapone a Amelia, la intelectual Mrs Atkinson (antes Mrs Bennet), es más favorable de lo que podría parecer a primera vista, dado que no la caricaturiza e incluso la define como “a good scholar” (256). Mrs Atkinson, a la que su padre enseñó las lenguas clásicas y que es capaz de citar a Virgilio y a Homero, tiene una discusión muy significativa a este respecto con el Dr. Harrison, la autoridad moral de la obra. Éste cuestiona la utilidad de ese tipo de conocimientos en la educación de una joven. Mrs Atkinson le responde “you will allow, doctor, that learning may afford a woman at least a reasonable and an innocent entertainment” (412). Sin embargo, el Dr Harrison pone el dedo en la llaga al preguntarse si una mujer culta se sometería a su marido incluso en las ocasiones en las que éste se mostrara poco razonable. Es ésta una dificultad que también prevé Clarissa, para quien una de las mayores objeciones a su matrimonio con Mr Solmes es precisamente la ignorancia de éste: “What a degree of patience, what a greatness of soul, is required in the wife, not to despise a husband who is more ignorant, more illiterate, more low-minded, than herself?” (carta número 57, Miss Clarissa Harlowe a Miss Howe, pág. 241). Volviendo a la conversación entre Mrs Atkinson y Dr Harrison, ella insiste en que no ve el posible daño que el instruirse le puede hacer a una mujer y se pregunta: “but what is there masculine in learning?” (432). El Dr Harrison se limita a contestar: “Nothing so masculine, take my word for it” (Ibidem). La discusión llega entonces a su conclusión, a Mrs Atkinson no parece quedarle más opción que callar. En cualquier caso, sus aptitudes intelectuales no la salvan de ser seducida por el “lord”, de contraer una enfermedad venérea y de matar indirectamente a su primer marido, Mr Bennet. Sin embargo, el mero hecho de que esta cuestión se haya planteado de una manera tan explícita resulta significativo.

Otra heroína “discreta” en sus conocimientos, a la manera de Amelia, es Sidney Bidulph. Al conocer a Orlando Faulkland apenas puede articular palabra. Su madre alaba posteriormente su silencio, que entiende como modélico:

a man of Mr Faulkland´s understanding will not like a young lady the worse for her silence. She spoke enough to shew that it was not for want of knowing what to say that she held her tongue. The man who does not reckon a modest reserve amongst the chief recommendations of a woman, should be no husband for Sidney. I am sure, when I married Sir Robert, he had never heard me speak twenty sentences. (20)
Sin embargo, Sir George, hermano de Sidney, afirma que la sociedad ha cambiado, “that a young lady might speak with as much modesty as she could hold her tongue” (Ibidem, cursivas en el original). Por otra parte, si bien Sidney no hace alarde de sus conocimientos, no deja de sentirse ofendida cuando Mr Arnold parece hacerle un pequeño reproche al encontrarla leyendo a Horacio en vez de cosiendo:

My charming Miss Bidulph, said he, do you prefer this to the agreeable entertainment of finishing this beautiful rose here, that seems to blush at your neglect of it? He spoke this, pointing to a little piece of embroidery that lay in a frame before me. (80)

Sidney, molesta, le contesta: “Sir, I hope I was as innocently, and as usefully employed; and I assure you I give a greater portion of my time to my needle, than to my book” (Ibidem). Este pasaje recuerda a otro en Pamela en el que Mr B. acusa a Pamela de pereza por dedicar más tiempo a escribir que a coser, “calling me idle girl, that I minded my pen more than my needle” (79, cursivas en el original). Volviendo al pasaje de Memoirs of Miss Sidney Bidulph, Sidney le comenta a su amiga Cecilia que casi ha tenido que pedir perdón por saber latín, una materia que le enseñó su hermano y a la que resta importancia: “For this accidental, and I think (to a woman) trivial accomplishment, I am indebted, you know, to Sir George” (ibidem).
Dada la suspicacia que provoca la mujer intelectual y la ausencia de instituciones adecuadas para la instrucción femenina (tan sólo Betsy Thoughtless asiste a un “boarding school”), la formación de estas heroínas es, en general, escasa. Sin embargo, tenemos que distinguir grados. Fanny Hill, de muy humilde extracción, apenas sabe leer y escribir, mientras que las heroínas de Richardson, por ejemplo, escriben admirablemente. Esto resulta especialmente notable en Pamela debido a su baja extracción social, aunque también hay que tener en cuenta que su padre había conocido tiempos mejores y había llegado a dirigir un colegio. Clarissa, por su parte, cree, según nos relata Anna Howe, que la escritura es una actividad especialmente apropiada para las mujeres:

since the pen, next to the needle, of all employments is the most proper and best adapted to their geniuses; and this as well for improvement as amusement: Who sees not, would she say, that those women who take delight in writing excel the men in all the graces of the familiar style? The gentleness of their minds, the delicacy of their sentiments (improved by the manner of their education) and the liveliness of their imagination, qualify them to a high degree of preference for this employment (carta número 529, Miss Howe a John Belford, pp.1.467-8)

Con respecto a la lectura, una vía imprescindible de maduración intelectual y adquisición de conocimientos, son muchas las heroínas aficionadas a ella. En primer lugar, encontramos a Melliora, una de las heroínas de Love in Excess, a la que el conde D´Elmont sorprende leyendo las obras de Monsieur L´Fontenelle, autor de una conocida obra sobre astrología. El conde muestra su sorpresa: “Phylosophy madam at your age” (105); sin embargo, no se burla de ella ni intenta disuadirla, sino que incluye su gusto por la lectura entre sus otras “excellencies” y le dice que se alegre de haber nacido en una época en que abundan los tratados de ese tipo, eso sí, “for your entertainment” (ibidem).

Pamela, por su parte, sorprende a Mr B. al saber quién fue Lucrecia, de modo que él exclama: “you are well read, I see” (63). De Clarissa comenta Lovelace: “The lady is well read in Shakespeare” (carta número 371, Mr Lovelace a John Belford, pág. 1.148). Por lo que respecta a Amelia, sus lecturas se limitan a teatro y poesía inglesa así como obras de índole moral; Arabella (The Female Quixote), por su parte, goza de acceso ilimitado a la biblioteca de su padre el marqués, donde se aficiona a aquellos romances históricos que habían aliviado la soledad de su madre. Sidney Bidulph es capaz de leer a Horacio y a Virgilio en latín.

Por lo que respecta a los idiomas, saben francés Moll (que lo aprende en el hogar en el que sirve) Roxana (nacida en Francia), Pamela (a quien se lo enseña Mr B.), Clarissa, Amelia y Arabella. Saben italiano Pamela (que lo aprende también de Mr B.), Roxana (que vive con un príncipe en Italia), Clarissa, y Arabella. Roxana es un caso extraordinario, puesto que también sabe turco gracias a una esclava a la que conoció en Italia. Sin embargo, hay muy pocas heroínas que tengan conocimientos de idiomas clásicos. Clarissa sabe algo de latín y a Pamela Mr B. le enseña, significativamente, a leer en este idioma, pero no a entenderlo. Sidney Bidulph es la excepción, puesto que, como hemos visto, es capaz de leer a autores clásicos como Virgilio y Horacio en latín gracias a las enseñanzas de su hermano, Sir George.
Además de los idiomas y ciertos conocimientos prácticos relativos al mundo doméstico, las heroínas apenas conocen otras materias del saber. La excepción es Arabella, de alta extracción social, que ha podido dedicar muchas horas al estudio de la historia antigua. Sin embargo, significativamente, sus conocimientos sobre esta materia resultan inexactos, puesto que los ha adquirido a través de los romances heroicos. Aún así, es capaz de hablar largo y tendido, por ejemplo, sobre los Juegos Olímpicos. Tiene, además, conocimientos de astrología, derivados de sus lecturas y de su observación personal.

La única materia, además de los idiomas, de la que la mayoría de las heroínas tienen al menos nociones es la contabilidad, necesaria para el gobierno doméstico. Moll y Roxana demuestran que nadie administra su dinero mejor que ellas mismas. Pamela, por su parte, lleva las cuentas de su señora, la madre de Mr B., y, tras casarse con éste, controla el dinero que le asigna con detalle, apuntando en un libro todos los gastos. A Clarissa la alaba su tío Antony por su habilidad contable: “For who so good an economist as you? – and you may keep all his [Mr Solmes´s] accounts and save yourselves a steward” (carta número 32.4, Mr Anthony Harlowe a Clarissa Harlowe, pág. 155). Amelia, por su parte, calcula el dinero que podrían reunir ella y Booth (unas 60 libras) y le propone a éste invertirlo con el fin de obtener un medio de subsistencia, aunque finalmente no resulta posible. Hasta Betsy Thoughtless, irreflexiva en otros muchos aspectos, es una buena administradora; le enseña, por ejemplo, a su marido, Mr Munden, las facturas que demuestran que el dinero que él le asigna para la casa es insuficiente.


Otra materia en la que algunas heroínas destacan es la formación religiosa. Pamela conoce bien la Biblia y, según Lady Davers, acaba convirtiendo a Mr B en un puritano. Clarissa se distingue también por su profunda religiosidad, de acuerdo con la cual interpreta todos los acontecimientos de su vida. Hasta el último momento intenta que Lovelace se arrepienta y se convierta. Fielding, por su parte, alaba a su heroína, Amelia, porque todos los días instruye moralmente a sus hijos (véase también el apartado “La Providencia”, pág.s 377-92).
El resto de la formación de nuestras heroínas se centra en una serie de “accomplishments” que conllevan destreza manual y una cierta creatividad artística. Destaca ante todo la habilidad con la aguja, una actividad que se entiende como particularmente femenina. Poseen dicha habilidad Moll Flanders, Roxana, Pamela, Clarissa, Fanny Hill y Sidney Bidulph. Ésta última, llevada por una desesperada situación económica, llega incluso a obtener un rendimiento económico de esta actividad, al igual que Moll Flanders antes de dedicarse al servicio doméstico.

Otros “accomplishments” en los que destacan algunas heroínas son el dibujo (Pamela y Clarissa), el canto y el baile (Moll, Pamela, Roxana y Arabella) y el dominio de instrumentos como el clavecín y la espineta (Moll, Pamela, Clarissa y Betsy Thoughtless). De Amelia sabemos que es una amante de la música, especialmente de la de Handel. Como habilidad manual que hoy nos resulta curiosa, se alaba enfáticamente lo bien que Pamela trincha la carne.


Pese a la escasa formación que reciben, las heroínas se distinguen, en general, por sus ansias de aprender. Gigantilla entra a servir en la corte de Malfy y, “observing the Behaviour of those above her”(2), pronto aprende los modales y el tipo de conversación que le permitirán ascender en la escala social. De un modo similar, Moll aprende francés y a cantar y bailar en la casa en la que sirve, aprovechando las lecciones que reciben las hijas de la familia: “though the masters were not appointed to teach me, yet I learned by imitation and inquiry all that they learned by instruction and direction” (19). La madre de Mr B., por su parte, instruye a Pamela más allá de lo conveniente porque se deja llevar por el entusiasmo de la joven, “such a thirst after knowledge” (103). Fanny Hill también aprende rápidamente de Charles, mejorando su acento y sus modales: “so quick was my observation, and so efficacious my desire of growing every day worthier of his heart” (53). Posteriormente, al convertirse en amante de Mr H., descubre el abismo de formación que les separa y que prácticamente le impide mantener conversación alguna con él. Finalmente, un caballero mayor con el que también se relaciona la anima a cultivarse.
Si bien, como hemos visto, las heroínas no gozan, en general, de una educación satisfactoria, puede resultar incluso excesiva. Así le ocurre a Moll Flanders, que ya antes de entrar a servir en la casa en la que aprende, como hemos visto, a bailar y cantar y francés, recibe una educación demasiado gentil que le hace albergar excesivas ambiciones. Tras ser recogida por las autoridades, queda bajo la custodia de una mujer mayor que se esfuerza por dar una buena formación a los niños de su pequeño colegio: “So that in a word, excepting a plain diet, coarse lodging, and mean clothes, we were brought up as mannerly and as genteelly as if we had been at the dancing-school” (10). Algo similar le sucede a Pamela, a quien la madre de Mr B. educa de un modo tan esmerado que dificulta que la joven pueda encontrar otro empleo.


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