II. 6. ACTITUD DE LA HEROÍNA ANTE LA SITUACIÓN SOCIOCULTURAL DE LA MUJER
Tras habernos referido al contexto socioeconómico de la heroínas y por lo tanto a la exclusión profesional y a la dependencia económica de la mayoría de ellas, analizaremos a continuación su actitud ante el matrimonio, la maternidad y la educación femenina, los otros tres aspectos más directamente relacionados con la situación de la mujer en la época.
II. 6. 1. Actitud de la heroína ante el matrimonio.
El matrimonio constituye una cuestión verdaderamente crucial para la heroína y para la mujer en general, el modo más obvio en el que cambia su destino para bien o para mal. En palabras de Pamela, la importancia del matrimonio sólo es comparable a la muerte: “an occasion the most solemn and important in one´s life, next to the last scene, which shuts up all” (363). Su importancia resulta todavía más determinante si se tiene en cuenta que es definitivo, que no existe en esta época la posibilidad del divorcio propiamente dicho (véase el apartado “Peculiaridades del modelo matrimonial inglés”, pág. 63). Como le dice Sidney Bidulph a su amiga Cecilia una semana antes de casarse: “A week, but a short week, to come, before my fate is irrevocably fixed; or revocable only by the hand of death!” (96). Sidney le comunica posteriormente a su amiga que ya ha contraído matrimonio con la significativa frase de: “The die is thrown, my Cecilia, and thy Sidney is the wife of Mr Arnold!” (97).
Si bien el matrimonio constituye la única salida económica y socialmente aceptable para la heroína, en las novelas analizadas no se nos ocultan las renuncias que conlleva una institución en la que es el marido quien detenta el poder conyugal sobre una mujer sometida a él de manera “natural”. Como le confiesa Betsy Thoughtless a su amiga Lady Trusty tras la primera crisis en su matrimonio con Mr Munden: “since I am a wife, will do my best to make the yoke, I have submitted to, fit as lightly upon me as possible” (469). Por su parte, Sidney Bidulph, a pesar de reconciliarse con su marido, Mr Arnold, no puede evitar sentir una profunda melancolía al recordar los tiempos en los que ella y su amiga Cecilia eran jóvenes y solteras, “those days when we were inseparable. But you are no longer Rivers, nor I Bidulph. Then I think what I have suffered since I lost that name, and at how remote a distance you are from me; and I weep like a child” (266).
La elección de marido es la única decisión importante en que la heroína parece tener algún tipo de control sobre su propio destino, aunque siempre condicionada por múltiples consideraciones externas a ella. Según W.A. Speck, la clave del argumento de las primeras novelas es el conflicto entre las convenciones matrimoniales y la libertad de elección (1983: 104). En la mayor parte de las novelas se alcanza un compromiso: no se puede obligar a la joven a casarse con quien no ama, pero ella tampoco debe hacerlo sin el permiso de sus padres. Melliora define en Love in Excess este amor de “consenso”:
that which fancy inclines, and reason guides us to, in a partner for life; but here every circumstance must agree, parity of age, of quality, of fortune, and of humour, consent of friends, and equal affection in each other, for if any one of these particulars fail, it renders all the rest of no effect. (114)
Por lo que respecta a Alovisa, otra de las protagonistas de Love in Excess, disfruta de una situación excepcional en lo que se refiere a su capacidad de decisión debido a que su alto rango social, su fortuna y el hecho de ser huérfana le permiten una total libertad a la hora de elegir marido: “I have no body to whom I need to be accountable for my actions, and I am above the censures of the world” (67).
En cuanto a Pamela, la razón que aduce ante el clérigo Mr Williams para no aceptar su propuesta matrimonial es la de no haber podido consultarlo con sus padres, asegurando que no se casará “but at the pleasure of my parents, who, low as they are in circumstances, in such a weighty point, are as much intitled to my duty, as if they were ever so rich” (183). Esta afirmación es en realidad una excusa dado que la joven acepta casarse con Mr B. sin supeditarlo a la opinión de sus padres. Con posterioridad, Pamela reflexiona en abstracto sobre aquellos padres que resultan demasiado tiránicos a este respecto: “what must be the case of those poor young creatures, who are compelled, by their tyrannical parents, to marry the man they almost hate, and, perhaps, to the losing of the man they most love?”(377). Richardson explorará esta cuestión en Clarissa, en donde la heroína es presionada por toda su familia para que acepte como marido al repulsivo Mr Solmes. En el prefacio de la obra Richardson advierte que uno de los propósitos de la misma es evitar la tiranía paterna pero también advertir a la mujer de la necesidad de hacer una buena elección:
to caution parents against the undue exertion of their natural authority over their children in the great article of marriage: and children against preferring a man of pleasure to a man of probity, upon that dangerous but too commonly received notion, that a reformed rake makes the best husband. (36, cursivas en el original)
A Clarissa le gustaría poder obedecer en todo a sus padres, pero las características de Mr Solmes son tales que la joven se ve incapaz de cumplir con su papel de esposa. Así, no sólo teme por su felicidad en este mundo, sino también en el siguiente al no hacer honor a las promesas matrimoniales: “every day, it is likely, rising to witness to some new breach of an altar-vowed duty!” (carta número 57, Miss Clarissa Harlowe a Miss Howe, pág. 241).
Por su parte, Arabella, protagonista de The Female Quixote, es presionada por su padre para que se esfuerce por “apreciar” al hombre que ha elegido para ella, su primo Glanville. Si su padre se ha tomado esa libertad es, obviamente, por su bien,
since you seem to be so little acquainted with what will most conduce to your own Happiness, you must not think it strange, if I insist upon directing your Choice in the most important Business of your Life. (42)
Arabella resulta afortunada en el sentido de que su padre muere poco después y puede elegir. Como finalmente se decide por Glanville, se alcanza una solución de compromiso.
Sidney Bidulph, huérfana de padre, da muestras de prudencia al dejarse aconsejar por su entorno, especialmente por su madre, en una cuestión tan capital. Lady Bidulph, una mujer de férreos principios, demuestra cómo el afecto puede constituir una forma velada de tiranía. Veta a Orlando Faulkland, un buen pretendiente por el que Sidney siente cierta atracción, escandalizada por una supuesta aventura que el joven ha tenido con anterioridad. Una vez descartado Faulkland, se le presenta a Sidney la posibilidad de casarse con Mr Arnold, que le resulta indiferente. En estas circunstancias, Mrs Vere, que se había casado por amor con la oposición de su familia, le recomienda no seguir su ejemplo y aboga por una vía intermedia:
I married for love, yet I was far from being happy. The vexation that I occasioned in my own and my husband´s family, was a counter-balance to the satisfaction of possessing the man I loved (...) and if you marry him [Mr Arnold] with nothing more than indifference, gratitude will soon produce love in such a breast as yours. Were there any thing like aversion in your heart, then indeed it would be criminal in you to accept of him. (82)
Con posterioridad, Sidney se entera de que Mr Arnold le había dado a entender a Lady Bidulph que contaba con su aprobación para iniciar un noviazgo cuando en realidad la joven tan sólo había evitado darle una respuesta. Sidney expresa entonces su indignación por el papel tan pasivo que le asignan unos y otros, una queja que podrían compartir muchas heroínas: “I could cry for very vexation to be made such a puppet of” (84). Lady Bidulph, que había vetado a Faulkland por razones morales pero entiende el matrimonio en términos fundamentalmente económicos, apremia a Sidney para que se case, puesto que puede interpretarse que fue Faulkland quien la rechazó y ello podría ser “very detrimental to you in your future prospects” (85). Finalmente, el matrimonio de Sidney con Mr Arnold le depara a la joven la ruina económica, la calumnia, la expulsión de su propia casa y la separación temporal de sus hijas.
Betsy Thoughtless, huérfana, bien situada económicamente y, como su apellido indica, un tanto alocada, afirma con rotundidad ser libre para contraer matrimonio con quien desee. Ante la presión de su entorno para que deje de dar vagas esperanzas a sus múltiples pretendientes y se decida a casarse, afirma que es, y será siempre, “mistress of her actions and sentiments” (137). Betsy pretende prolongar indefinidamente su soltería con el fin de ejercer la pequeña parcela de poder que tiene a su alcance. Uno de sus pretendientes, Mr Trueworth, reivindica el derecho a elegir de Betsy cuando Mr Staple, otro pretendiente, quiere resolver mediante un duelo la cuestión de quién se casará con ella: “I cannot but think the decision of our fate ought to be left entirely to the lady herself, to whom, whatever be the fortune of the sword, it must at last be referred” (139). En este sentido, sin embargo, parece que la única libertad que se le permite a Betsy es la de elección de amo. Posteriormente, Mr Trueworth, cansado del comportamiento de la joven, decide casarse con la modélica Harriot Loveit. Betsy, consciente de que ya no se podrá casar con el hombre al que ama, se somete sin entusiasmo a un matrimonio con Mr Munden con la excusa de que “my marriage is a thing so much desired by those, to whose will I shall always be ready to submit” (427). Sin embargo, la falta de entendimiento entre ambos cónyuges es tal que, tras sufrir la infidelidad de su marido, Betsy recurre a una separación de hecho. La situación se resuelve, finalmente, con las “oportunas” muertes de Mr Munden y Harriot Loveit, que hacen posible el matrimonio entre Betsy y Mr Trueworth.
Tras habernos referido a la capacidad de decisión de las heroínas en la cuestión matrimonial, analizaremos su profunda desconfianza hacia los cambios que para ellas pueda comportar el matrimonio. Una cuestión clave en este sentido es la de cómo ejercerán sus maridos la autoridad que legal y socialmente les corresponde. Detrás de esa desconfianza se vislumbra una protesta ante la situación de desamparo legal a la que se veía abocada la mujer de la época tras contraer matrimonio (véase el apartado “La mujer casada”, pp. 80-86).
En Love in Excess Haywood, que había sufrido personalmente un matrimonio infeliz, parece hacerle a sus lectoras una advertencia por boca de Alovisa; ésta ha advertido un cambio de actitud en su marido, el conde D´Elmont, e intuye que le es infiel: “Oh Melliora shun the marriage bed, as thou would´st a serpent´s den; more ruinous, more poysonous far, is man” (134).
La protesta más explícita ante este orden de cosas la encontramos en Roxana, en la escena en la que la protagonista rechaza casarse con el comerciante holandés. Roxana afirma categóricamente que el matrimonio implica para la mujer una auténtica capitulación puesto que, por la propia naturaleza del contrato matrimonial, se ve obligada a entregarle al hombre su libertad, autoridad y propiedades:
a Woman gave herself entirely away from herself, in Marriage, and capitulated only to be, at best, but an Upper-Servant, and from the time she took the Man, she was no better or worse than the Servant among the Israelities, who had his Ears bor´d, that is, nail´d to the Door-Post; who by that Act, give himself up to be a Servant during Life.
That the very Nature of the Marriage-Contract was, in short, nothing but giving up Liberty, Estate, Authority, and every-thing, to the Man, and the Woman was indeed, a mere Woman ever after, that is to say, a Slave. (187, cursivas en el original)
Defoe expresa así de modo novelado lo que expresará posteriormente en su tratado Conjugal Lewdness: or, Matrimonial Whoredom (1727), donde llega a afirmar que una mujer que no desee tener hijos hace mal en casarse:
she would be next to Lunatick to marry, to give up her Liberty, take a man to call Master, and promise when she takes him to Honour and Obey him. What! give herself away for nothing (cit. en Mason, 1978: 43)
Sin embargo, respecto a las quejas aparentemente protofeministas de Roxana conviene puntualizar que ella misma le ha explicado previamente al lector que su única objeción a la propuesta de matrimonio del comerciante holandés es, en realidad, la pérdida del control de su dinero, algo que no quiere admitir ante su pretendiente: “tho' I cou’d give up my Virtue, and expose myself, yet I wou’d not give up my Money, which, tho' it was true, yet was really too gross for me to acknowledge”(186). Decide utilizar, pues, otra justificación: “I gave it a new Turn” (187). El comerciante, pese a sus objeciones, insiste en casarse e incluso promete que será ella quien administre los bienes de ambos, pero Roxana argumenta:
you can take the Helm out of my Hand when you please, and bid me go spin: It is not you, says I, that I suspect, but the Laws of Matrimony puts the Power into your Hands; bids you do it, commands you to command; and binds me, forsooth, to obey (190, cursivas en el original)
La legitimidad de las palabras de Roxana, que ha sufrido personalmente las terribles consecuencias de un matrimonio inadecuado, parece, pues, contrarrestada, por una parte, por sus auténticos motivos para rechazar al honrado comerciante y, por otra, por sus acciones futuras, entre las que destacan el hecho de que sigue negándose a contraer matrimonio tras dar a luz a un hijo del comerciante holandés y que prefiere volver a Londres para establecerse como cortesana de altos vuelos (Clery, 2004: 68-9). A esto hay que añadir que, años después, cuando Roxana decide finalmente casarse con el honrado holandés, se refiere con cierta frivolidad a lo que antes parecían fuertes convicciones: “I had left off talking my Platonicks, and of my Independency, and being a Free Woman, as before” (276, cursivas en el original).
Richardson parece aludir en Pamela a la posibilidad de que la autoridad de un marido sea excesiva. A juzgar por sus comentarios, la heroína alberga ciertas dudas cuando intenta resumir las normas de conducta que Mr B. considera apropiadas para la esposa ideal:
30. If he be set upon a wrong thing, she must not dispute with him, but do it, and expostulate afterwards. - I don't know what to say to this! It looks a little hard, methinks! This would bear a smart debate, I fancy, in a parliament of women. But then he says,
-
Supposing they are only small points that are in dispute. - Well, this mends it a little: for small points, I think, should not be stood upon. May I not say, on either side? (469) (cursivas en el original)
El mayor conflicto se le plantea a Pamela a la hora de elegir entre la necesaria obediencia a Mr B. y lo que ella considera su deber natural de amamantar a su hijo, a lo que él se opone con firmeza. La joven les escribe a sus padres lo siguiente:
As great as a wife´s obligation is to obey her husband, which is, I own, one indispensable of the marriage contract, it ought not to interfere with what one takes to be a superior duty: and must not one be one´s own judge of actions, by which we must stand or fall? (Pamela II: 228)
Siguiendo los consejos de sus padres, Pamela acaba cediendo y no se enfrenta a su marido. Quizás haya, sin embargo, algo de amargura en la advertencia que le hace a Polly Darnford sobre las gentiles palabras de la mayoría de los pretendientes: “The English, the plain English, of the politest address, is, – I am now, dear Madam, your humble servant: pray be so good as to let me be your master” (Pamela II: 87).
En la misma línea, Anna Howe, la amiga íntima de Clarissa, expresa el temor de toda mujer en edad de contraer matrimonio: “to be courted as princesses for a few weeks, in order to be treated as slaves for the rest of our lives” (carta número 27, Miss Howe a Miss Clarissa Harlowe, pág. 133). Anna no confía ni en su sumiso pretendiente, Mr Hickman. Cree que si se casan “I shall watch how the imperative husband comes upon him; how the obsequious lover goes off; in short, how he ascends, and how I descend, in the matrimonial wheel” (carta número 68, Miss Howe a Miss Clarissa Harlowe, pág. 277, cursivas en el original). Con posterioridad, Anna Howe se mostrará sorprendentemente conservadora al criticar a Lady Hartley por inmiscuirse en temas que no son propios de su sexo: “I do not think a man-woman a pretty character at all” (carta 132, Miss Howe a Miss Clarissa Harlowe, pág. 476). A quien Anna dice admirar es a aquella mujer que sepa, como Clarissa,
how to confine herself within her own respectable rounds of the needle, the pen, the housekeeper´s bills, the dairy, for her amusement ; to see the poor fed from superfluities that would otherwise be wasted; and exert herself in all the really useful branches of domestic management ; then would she move in her proper sphere; then would she render herself amiably useful and respectably necessary; then would she become the mistress-wheel of the family (whatever you think of your Anna Howe, I would not have her be the master-wheel) (ibidem, cursivas en el original)
Clarissa, por su parte, en la carta que dirige a su tío John para que interceda por ella, describe así lo que el matrimonio supone para la mujer:
To be given up to a strange man; to be engrafted into a strange family; to give up her very name, as a mark of her becoming his absolute and dependent property: to be obliged to prefer this strange man to father, mother – to everybody: and his humours to all her own – Or to contend, perhaps, in breach of a vowed duty for every innocent instance of free will (carta número 32.1, Miss Clarissa Harlowe a John Harlowe, pp 148-9)
Posteriormente, le explicará a su amiga Anna que el matrimonio es una creación masculina, por lo que exige obediencia por parte de la mujer; ésta se ha de someter y no dar a entender en ningún caso que es capaz de incumplir su parte del contrato:
I think, as the men were the framers of the matrimonial office, and made obedience a part of the woman´s vow, she ought not, even in policy, to show him that she can break through her part of the contract, however lightly she may think of the instance (carta número 40, Miss Clarissa Harlowe a Miss Howe, pág. 182, cursivas en el original)
A pesar de este aparente conformismo, la negativa rotunda de Clarissa a casarse con Mr Solmes conlleva un desafío latente. La joven entiende que la sumisión de la esposa sólo resulta natural si las cualidades de su marido son superiores a las suyas. Le ruega, pues, a su tío Antony lo siguiente:
if I am to be compelled, let it be in favour of a man that can read and write – that can teach me something: for what a husband must that man make, who can do nothing but command; and needs himself the instruction he should be qualified to give? (carta número 32.3, Clarissa Harlowe a Antony Harlowe, pág. 151, cursivas en el original)
En Amelia encontramos un episodio en el que la cuestión de hasta dónde ha de llegar la autoridad del marido se trata con detalle. Mrs Ellison, cómplice del “lord” que se propone seducirla, regala a Amelia una entrada para asistir a un baile de máscaras en Ranelagh, lo que motiva la negativa tajante de Booth a que vaya. Mrs Ellison le pide a Amelia su opinión. Ésta responde que espera no desear nunca ir a un lugar que desagrade a su marido: “I shall never desire to go to any place contrary to Mr Booth´s inclinations” (248). Mrs Ellison pone entonces el dedo en la llaga, preguntando cómo ha de actuar una mujer cuando las inclinaciones del marido no son razonables. Amelia le contesta lo siguiente: “I will not suppose Mr Booth´s inclinations ever can be unreasonable” (Ibidem). Sin embargo, la discusión continúa en privado. Como Mr Booth no le quiere dar explicaciones, Amelia se queja de que la trata como a una niña. Insiste en que si sigue sin explicarse tendrá que aceptarlo, pero será muy infeliz48:
If after all this, you should insist on keeping the secret, I will convince you, I am not ignorant of the duty of a wife, by my obedience; but I cannot help telling you at the same time, you will make me one of the most miserable of women. (250-1)
Finalmente, Amelia consigue el permiso de Booth para asistir a Ranelagh; no deja de ser significativo, sin embargo, que Booth está en lo cierto y que Ranelagh entraña graves peligros para su esposa. Posteriormente, en una ocasión en la que Amelia le asegura a Booth que hará siempre lo que le ordene, Booth le propone la siguiente solución de compromiso: “your obedience shall be very easy; for my commands will be, that you shall always follow your own inclinations” (368).
En Betsy Thoughtless, la protagonista se muestra reacia a casarse con alguno de sus múltiples pretendientes. Por ello, cuando Mr Trueworth le propone contraer matrimonio y retirarse al campo con él, Betsy no puede menos que exclamar: “What! to be cooped up like a tame dove, only to coo, – and bill, – and breed?” (190). Al perder el afecto de Mr Trueworth, Betsy se resigna finalmente a casarse con Mr Munden. Las pesadillas premonitorias que la joven sufre antes de la boda se confirman, dado que Mr Munden da pronto muestras de autoritarismo. Exige, por ejemplo, en contra de la costumbre y tras acusar injustamente a Betsy de derrochar el dinero, que sea ella quien pague con su propio “pin-money” “lujos” tales como el café, el té, el chocolate, la librea y el sueldo de su criado. Tan sólo dos meses después de su boda, Betsy se lamenta en estos términos: “to what have I reduced myself? – Is this to be a wife? Is this the state of wedlock? – Call it rather an Egyptian bondage” (442). Una amiga de Betsy, Mrs Trusty, le pide que sea realista y le aconseja no entablar una batalla necesariamente desigual: “rather to endeavour to soften it [your husband´s character], by all the means in your power, than to pretend to combat with unequal force” (444). Sin embargo, Mrs Trusty cree también que si Betsy cede en lo relativo a su “pin-money”, tendrá que ceder al final todos sus derechos. Le aconseja, pues, una posición intermedia, que se mantenga firme dando muestras, a la vez, de una cierta flexibilidad: “maintain your own privileges, without appearing too tenacious of them” (445). Finalmente, cuando Betsy descubre que Mr Munden le es infiel acaba pidiéndole la separación. Su amiga Lady Loveit lo lamenta, pero expresa una opinión progresista que se podría corresponder con la de la autora, Eliza Haywood, (quien también había tomado la iniciativa de separarse de su marido) cuando afirma:
if she [Betsy] had acted otherwise, it would have been an injustice not only to herself, but to all wives in general, by setting them an example of submitting to things required of them neither by law nor nature. (531)
Se establecen, pues, unos límites a lo que ha de soportar una esposa.
Analizaremos, a continuación, cómo se justifica en estas obras la “doble moral” de la sociedad de la época en relación con el comportamiento sexual de hombres y mujeres. En Love in Excess, por ejemplo, el conde D´Elmont, tras haber dado muerte accidentalmente a su esposa, marcha a Italia ante la decisión de Melliora de encerrarse en un convento. Allí, no puede resistirse a los encantos de la poco modesta Ciamara, algo “natural” en un hombre:
tho' no man that ever lived, was less addicted to loose desires, – in fine, tho' he really was, as Frankville had told him, the most excellent of his kind, yet, he was still a man! (231, cursiva en el original)
En Pamela, cuando Lady Davers le pregunta a su hermano cuál habría sido su reacción si hubiera sido ella quien se hubiera casado con un sirviente, Mr B. le contesta:
the difference is, a man ennobles the woman he takes, be she who she will; and adopts her into his own rank, be it what it will: but a woman, though ever so nobly born, debases herself by a mean marriage, and descends from her own rank, to that of him she stoops to marry. (441, cursivas en el original)
Posteriormente, Lady Davers, refiriéndose a su propio hermano, condena ante Pamela el hecho de que aquellos hombres que no han tenido un comportamiento sexual intachable sean los más exigentes a la hora de buscar esposa:
for this is the case of all rakes, that though they indulge in all manner of libertinism themselves, there is no class of men who exact greater delicacy from the persons they marry, though they care not how bad they make the wives, the sisters, and daughters of others. (Pamela II: 28)
En Clarissa encontramos también varios ejemplos de doble moral. Los Harlowe no aceptan que Clarissa se niegue a contraer matrimonio con Mr Solmes porque éste carece de todo atractivo para ella, mientras que sí habían aceptado una razón similar cuando el hermano de Clarissa, James, había descartado a Miss Nelly D´Oily como posible esposa. Como le recuerda Clarissa a James, principal instigador de su boda con Mr Solmes: “you did not like her, were your words: and that was thought sufficient” (carta número 29.1, Clarissa Harlowe a James Harlowe, Jun., pág. 137, cursivas en el original).
El propio Lovelace reconoce que le beneficia este orden de cosas. Sabe que la sociedad en su conjunto e incluso la propia mujer a la que seduzca le perdonarán todo si al final accede a casarse con ella: “MARRIAGE, with these women, thou seest, Jack, is an atonement for all we can do to them. A true dramatic recompense!” (carta número 325, Mr Lovelace a John Belford, pág. 1.039, cursivas en el original).
Fielding describe la doble moral como algo natural en Amelia. La protagonista se nos muestra como la típica heroína sentimental al hacer gala de un comportamiento irreprochable en todo momento mientras disculpa, paralelamente, los “defectos” de su marido, Booth49. Así, por ejemplo, le defiende ante Mrs Ellison cuando es una hora muy tardía y él todavía no ha llegado a casa: “I have no reason to complain, Mr Booth is one of the soberest of men; but now and then to spend a late hour with his friend, is, I think, highly excusable” (186). Su actitud no varía, incluso, cuando descubre la infidelidad de Booth, al que no hace reproche alguno. Sin embargo, sí hay un aspecto de la doble moral imperante que Fielding parece criticar, el hecho de que no esté bien visto que una mujer se case con alguien socialmente inferior, lo que sí es admisible en el caso del hombre. En este sentido la posición económica y social de Booth, claramente inferior a la de Amelia, no es un impedimento para que ambos acaben siendo un modelo de “companionate marriage”. Amelia le comenta también a Mrs Bennet, igualmente casada con alguien socialmente inferior a ella, que le resulta monstruosa “the opinion of those, who consider our matching ourselves the least below us in degree, as a kind of contamination!” (310).
En Betsy Thoughtless encontramos igualmente ejemplos del distinto rasero con el que la sociedad de la época mide el comportamiento de hombres y mujeres. Francis Thoughtless, hermano de Betsy, le reprocha a ésta que haya perdido la oportunidad de casarse con Mr Trueworth por no haber cuidado suficientemente su reputación en público y le advierte: “a woman brings less dishonour upon a family, by twenty private sins, than by one public indiscretion” (336). Otro de los hermanos de Betsy, Thomas, recién llegado a Inglaterra junto a su amante francesa, se escandaliza igualmente ante la falta de discreción de su hermana, ya que “the honour of a family depended greatly on the female part of it” (293). Así mismo, Mr Trueworth, hombre ejemplar como su nombre indica, justifica sin embargo las libertades que se tomó con la frívola Miss Flora, si bien da muestras de sufrir ciertos remordimientos de conciencia: “he had indeed done no more than any man, of his age and constitution, would have done, if tempted in the manner he had been, yet he reproached himself severely for it” (320).
Esta comprensión hacia las “debilidades” del hombre, imperdonables en la mujer, se advierte también en el tema del marido adúltero. En los manuales de conducta de la época se recomienda a la esposa mostrar paciencia, dulzura y diplomacia, únicas armas a su alcance. Como afirma el Marqués de Halifax en su influyente The Lady´s New Year´s Gif (1688)
Be assur´d, that in these Cases your Discretion and Silence will be the most prevailing Reproof. An affected Ignorance, which is seldom a Vertue, is a great one here: and when your Husband seeth how unwilling you are to be uneasie, there is no stronger Argument to perswade him not to be unjust to you (cit. en Jones (ed.), 1990: 20, cursivas en el original)
Tal consejo lo sigue al pie de la letra Alovisa, la esposa del conde D´Elmont en Love in Excess, convencida de lo siguiente:
when people are married, jealousy was not the proper method to revive a decayed passion, and that after possession it must be only tenderness, and constant assiduity to please, that can keep up desire, fresh and gay. (101)
Si la esposa no consigue atraer a su marido de nuevo a su lado, ha de someterse y resignarse a su situación, como Sidney Bidulph. Pamela, sin embargo, se niega a convertirse en testigo silencioso. Dada la autenticidad de sus sentimientos hacia Mr B., está dispuesta a abandonarlo a pesar del escándalo que ello pueda provocar. Betsy Thoughtless, por su parte, toma la iniciativa de separarse, lo que resulta una novedad. Se aprecian, pues, reservas o límites en algunas de estas novelas en cuanto a la comprensión que se espera de la esposa en toda circunstancia. Sidney Bidulph, sin embargo, da muestras de ser una heroína sentimental típica al hacer gala de una sumisión extraordinaria, de una paciencia sin límite, hasta el punto de intentar ocultar la infidelidad de su marido cuando éste la ha acusado a ella de cometer adulterio. Por otra parte, en estas novelas el esposo detestable suele morir de modo sorpresivo, lo que resuelve el conflicto que se le plantea a la heroína de una manera artificial. Así ocurre en Betsy Thoughtless y, hasta cierto punto, en Sidney Bidulph, aunque Mr Arnold se reforma tras arruinarse. En cualquier caso, si el matrimonio se basa en el amor y la estima, es posible solucionar los problemas conyugales como sucede en Amelia, aunque siempre es la mujer la que debe mostrar “comprensión”.
Al enfatizar la estima mutua en la pareja y al condenar determinadas motivaciones económicas a la hora de contraer matrimonio, las novelas analizadas parecen fomentar el “companionate marriage”. Love in Excess es una obra significativa en este sentido, pues su protagonista, el conde D´Elmont contrae un primer matrimonio que podríamos definir como “mercenario” con Alovisa, una mujer cuya posición social y posesiones le permitirán volver a llenar las arcas familiares. D´Elmont está convencido de haber acertado en su elección, puesto que “he ne´er so much as wished to know, a farther happiness in marriage.” (81). Sin embargo, tras un breve periodo de felicidad conyugal, D´Elmont conoce a Melliora y lamenta haber contraido un matrimonio, “where love (the noblest guest) was wanting.” (94). La convivencia con Alovisa, su esposa, se le hace entonces insoportable.
Defoe critica los matrimonios por interés por boca de Moll Flanders, que toma conciencia de que su pobreza es un obstáculo insalvable para encontrar marido en Londres:
This knowledge I soon learned by experience, viz. that the state of things was altered as to matrimony, and that I was not to expect at London what I had found in the country: that marriages were here the consequences of politic schemes for forming interests, and carrying on business, and that love had no share, or very little, in the matter. (72-3)
La joven decide entonces jugar con el sistema y contraer matrimonio irregular en múltiples ocasiones. Moll se adapta a cada hombre con la facilidad de un camaleón, lleva la cuenta del dinero que ha obtenido entre matrimonio y matrimonio, y cuando le conviene se embarca en un nuevo casamiento (Mason, 1978: 51-2).
Richardson, por su parte, critica en Pamela el matrimonio aristocrático, en el que apenas se tiene en cuenta la cuestión afectiva. Pamela no se deja comprar por Mr B., al que asegura: “Money, sir, is not my chief good (…) millions of gold will not purchase one happy reflection on a past mis-spent life!” (228); sin embargo, también es cierto que lamentará, con posterioridad, no poder aportar una dote. En cuanto a Clarissa, son precisamente las motivaciones mercantilistas y las aspiraciones sociales de los Harlowe las que abocan a su hija a la tragedia. La joven se ve obligada a pedirle ayuda a Lovelace porque no está dispuesta a tomar parte en una farsa ante el altar con Mr Solmes. A esto se añade el profundo rechazo que le produce la perspectiva de mantener relaciones sexuales con Mr Solmes, como le explica eufemísticamente a Anna: “the marriage-intimacies (permit me to say to you, my friend, what the purest, although with apprehension, must think of) so very intimate” (carta número 145, Miss Clarissa Harlowe a Anna Howe, pág. 507, cursivas en el original). Clarissa reivindica la importancia de los sentimientos en la elección matrimonial: “since the heart is what we women should judge by in the choice we make, as the best security for the party´s good behaviour in every relation of life” (carta número 40, Miss Clarissa Harlowe a Anna Howe, pág. 181). Considera además el matrimonio como “the highest state of friendship” (carta número 155: Miss Clarissa Harlowe a Miss Howe, pág. 524), una afirmación con la que Richardson parece haberse anticipado a los sermones de su amigo Johnson (Hagstrum, 1980: 201).
En Memoirs of Miss Sidney Bidulph se exponen con claridad las consideraciones económicas que acompañan a un posible matrimonio. Así, cuando Sir George Bidulph les describe a su hermana Sidney y a su madre tanto las cualidades como la fortuna de su amigo Orlando Faulkland, Sidney le reprocha: “pray do not speak in that bargaining way” (15, cursivas en el original). Al enterarse Lady Bidulph de la enorme cuantía de la fortuna de Faulkland, deja de hacerse ilusiones: “Then he is above our reach, Sidney” (Ibidem). En este contexto, cuando a Sidney le presentan a Faulkland no puede evitar sentirse como una mercancía ante los torpes intentos de su hermano de resaltar sus cualidades: “could not help considering myself like a piece of goods that was to be shown to the best advantage to a purchaser” (19-20).
Hemos visto, pues, que en las novelas analizadas se aboga por que exista al menos estima o afecto entre quienes van a contraer matrimonio. Así, por ejemplo, el comerciante holandés de Roxana, tras escuchar las razonables objeciones de la protagonista a contraer de nuevo matrimonio, afirma:
a sincere Affection between a Man and his Wife, answer´d all the Objections that I had made about the being a Slave, a Servant, and the like; and where there was a mutual Love, there cou´d be no Bondage; but that there was but one Interest; one Aim; one Design; and all conspir´d to make both very happy. (189)
Fielding, que había estado felizmente casado con Charlotte Cradock, es quizás quien proporciona en Amelia la imagen más idílica del “companionate marriage”, a pesar de los defectos de Booth y de las muchas dificultades económicas por las que atraviesan él y Amelia. Así, por ejemplo, Booth le describe así a Miss Mathews (con quien había tenido una aventura cuando ambos estaban en la cárcel) su felicidad y la de Amelia mientras vivían en el campo:
who can describe the pleasures which the morning air gives to one in perfect health; the flow of spirits which springs up from exercise; the delights which parents feel from the prattle, and innocent follies of their children; the joy with which the tender smile of a wife inspires a husband; or lastly, the cheerful, solid comfort which a fond couple enjoy in each other´s conversation. (141)
Ni siquiera la pobreza que sufren en Londres es capaz de arrebatarles la felicidad:
The little actions of their children, the former scenes, and future prospects of their life, furnished them with many pleasant ideas, and the contemplation of Amelia´s recovery threw Booth into raptures. At length they retired, happy in each other. (176)
Así, Amelia le confiesa a Mrs James: “I envy no woman´s happiness in marriage” (392).
En cuanto a Sidney Bidulph, al no haberse podido casar con Faulkland hace todo lo posible por acomodarse a Mr Arnold, su marido:
I am convinced it is not necessary to be passionately in love with the man we marry, to make us happy. Constancy, good sense, and a sweet temper, must form a basis for a durable felicity. (106)
A pesar de que Mr Arnold acaba siéndole infiel y llevándola a la ruina, Sidney le perdona y se reafirma en esta opinión en una carta a su amiga Cecilia:
When I married Mr Arnold, I esteemed him; a sufficient foundation, in the person of a husband, whereon to build love. That love, his kindness and my own gratitude in a little time produced in my heart; and I will venture to say few wives loved so well, none better. (268)
Anteriormente nos referimos a la importancia de las capitulaciones matrimoniales y de que se estableciera en ellas una cantidad en forma de “pin-money” y “jointure” con el fin de asegurar el bienestar de la mujer tras contraer matrimonio (véase los apartados “La mujer casada” y “Fisuras en el patriarcado”, pp. 80-86 y 103-107 respectivamente). En las novelas analizadas encontramos múltiples referencias a este tipo de negociaciones. Como cabía esperar, la participación de la heroína en las mismas es mínima, ya que suelen quedar en manos de los hombres de su entorno familiar.
En Roxana, la heroína, tras enterarse por su criada Amy de que su marido, un militar, había muerto en la guerra, decide no contraer de nuevo matrimonio, puesto que entre las múltiples razones que lo desaconsejan destaca la falta de control de la mujer sobre cualquier cantidad de dinero que aporte al mismo:
a Wife must give up all she has; have every Reserve she makes for herself, be thought hard of, and be upbraided with her very Pin-Money; whereas a Mistress makes the Saying true, that what the Man has, is hers”(170, cursivas en el original).
Por lo que respecta a Clarissa, entre las múltiples presiones que recibe la heroína para casarse con Mr Solmes se encuentra el hecho de que su familia ya está negociando las capitulaciones matrimoniales. Su tío Anthony la “tranquiliza” afirmando: “we will tie him [Mr Solmes] to your own terms, and oblige him, by the marriage articles, to allow you a very handsomely quarterly sum, to do what you please with” (carta número 32.4, Mr Anthony Harlowe a Miss Clarissa Harlowe, pág. 156). Tras la huida de Clarissa con Lovelace, su amiga Anna Howe la anima a casarse como único medio de resolver la situación y le aconseja iniciar la negociación de los acuerdos económicos prenupciales:
One thing I would advise you to think of; and that is, of proper settlements. It will be to the credit of your prudence, and of his justice (and the more as matters stand), that something of this should be done before you marry. Bad as he is, nobody accounts him a sordid man. And I wonder he has been hitherto silent on that subject (carta número 164, Miss Howe a Miss Clarissa Harlowe, pág. 549)
Lovelace, que presume de generosidad, le hace llegar a Clarissa su propuesta, que incluye “jointure” y una cantidad anual de 400 libras a su entera disposición. A pesar de que estas condiciones le son ventajosas, Clarissa sigue rechazando un posible matrimonio.
En Amelia, al ser la protagonista huérfana de padre, le corresponde a su madre, Mrs Harris, velar por sus intereses. Ante la inminente boda de Amelia y Booth (muy inferior a ella en posición social), Mrs Harris intenta defender la fortuna de su hija mediante “a deed of settlement”. En palabras de Booth, Mrs Harris condiciona el casamiento a lo siguiente: “that I settled every penny which the mother should lay down; and that she would retain a certain sum in her hands, which she would at any time deposit for my advancement in the army” (70). El comportamiento de Booth hace que Mrs Harris no ponga, finalmente, el acuerdo en práctica.
En Betsy Thoughtless, el maduro Mr Hysom intenta convencer a Betsy para que se case con él ofreciéndole unas condiciones económicas muy favorables: “Whatever your fortune is I will settle accordingly, and moreover will secure something handsome to you at my decease, in case you should chance to be the longest liver” (103). Betsy, sin embargo, acaba aceptando la propuesta de matrimonio de Mr Munden, que acuerda las condiciones económicas con el hermano mayor de la joven, Thomas Thoughtless. Éste informa posteriormente a su hermana sobre los términos del acuerdo:
Mr Munden makes very fair proposals; – he has given me leave to examine the rent-roll of his estate, which accordingly I have ordered a lawyer to do; – he will settle an hundred and fifty pounds per annum on you for pin-money, and jointure you in four hundred, and I think your fortune does not entitle you to a better offer (392).
Tras la aprobación de Sir Ralph, tutor de Betsy, Mr Munden y Thomas Thoughtless acuden juntos al abogado para darle instrucciones sobre las capitulaciones matrimoniales. A pesar de todas estas precauciones, el matrimonio entre Mr Munden y Betsy fracasa en parte por motivos económicos. Poco después de la boda, Mr Munden se queja de haberse visto obligado a asignarle a Betsy una cantidad como “pin-money”:
what fool it was that first introduced the article of pin-money into marriage-writings, – nothing certainly is more idle, since a woman ought to have nothing apart from her husband (442)
Pretende, pues, que Betsy utilice, en contra de la costumbre, dicha asignación para cubrir gastos corrientes de la casa, lo que provocará la primera crisis de la pareja. Posteriormente, tras la infidelidad de Mr Munden, Betsy abandona el hogar, llevándose los bienes que eran suyos antes de contraer matrimonio. Le pide luego a su marido una pensión (“separate maintenance”), a lo que él se niega, amenazándola incluso con obligarla legalmente a volver al domicilio conyugal. Betsy tiene entonces la “fortuna” de enviudar repentinamente. Antes de contraer un nuevo matrimonio con Mr Trueworth éste acuerda con el tutor de la joven, Sir Ralph, establecer “a settlement for Mrs Munden, by way of dowry” (566). Trueworth, por voluntad propia, asigna a Betsy 800 libras al año en el caso de enviudar.
Quizás la obra en la que más abundan las referencias a los acuerdos prenupciales sea Memoirs of Sidney Bidulph. Orlando Faulkland demuestra su generosidad y su genuino interés por Sidney al no querer conocer la cuantía de su dote. Afirma, asimismo, que dejará que el hermano de Sidney, Sir George, y su madre, Lady Bidulph, establezcan los términos del acuerdo prenupcial. Finalmente, Lady Bidulph rechaza el matrimonio de su hija con Faulkland, y acepta el matrimonio de la misma con Mr Arnold. Llevada por su sentido del deber, y en contra de los intereses de su hija, Lady Bidulph entiende que Sidney no debería recibir una “jointure” mayor que la de la viuda del hermano mayor de Mr Arnold, aunque éste está dispuesto a ofrecer una cantidad mayor, y elige una propiedad en Kent que renta 300 libras al año.
Como conclusión, podemos afirmar que en las novelas analizadas el matrimonio constituye una cuestión de importancia capital en la vida de la heroína, lo que resulta lógico si se tiene en cuenta, como ya expusimos en el capítulo anterior, que para la mujer de los sectores medios de la sociedad el matrimonio constituía la apuesta económica más segura. Por otra parte, al enfatizar la estima mutua en la pareja y al condenar determinadas motivaciones mercantilistas, así como el distinto rasero con el que la sociedad juzgaba a hombres y mujeres con respecto a su comportamiento dentro del matrimonio, estas novelas fomentaron la tendencia al “companionate marriage”, basado en el afecto y de carácter más igualitario. Por último, las dificultades por las que atraviesan algunas heroínas en sus matrimonios, como Roxana, Betsy Thoughtless o Sidney Bidulph, evidencian también la desprotección legal de la mujer casada.
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