Tesis doctoral



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IV. 2. 2. El marido
El comportamiento del marido de la heroína determina en gran medida su destino, puesto que el sistema legal de la época implica la inexistencia jurídica de la mujer casada y, por tanto, su desprotección más absoluta (véase el apartado “La mujer casada”, pág.s 80-86). El marido puede sumir a la heroína en la miseria, como les ocurre a Moll Flanders, Roxana y Amelia. Por otra parte, puede serle infiel, como Booth en Amelia, Mr Munden en Betsy Thoughtless, y Mr Arnold en Sidney Bidulph. Ante estas y otras situaciones parecidas, la heroína, que suele ser en muchos aspectos superior a su marido, apenas puede contrarrestar su influencia dadas las múltiples limitaciones que le impone la sociedad. De hecho, poco más puede hacer que armarse de paciencia, facilitar una posible reconciliación y, en el caso de verse abandonada, procurar sobrevivir. Tan sólo Betsy Thoughtless toma la iniciativa y decide separarse de un marido indigno.

El conde D´Elmont, protagonista de Love in Excess, contrae matrimonio con Alovisa por ambición. En un principio son felices, pero todo cambia cuando el conde conoce a Melliora, a la que intenta seducir a pesar de ser un hombre casado y a pesar de haberle prometido a su padre, en su lecho de muerte, que velaría por ella. D´Elmont consigue convencer a Melliora para marchar a su residencia de Anjerville, donde sólo las inoportunas interrupciones de Melantha, hermana del barón D´Espernay, impiden que se conviertan en amantes. El barón, amigo de D´Elmont, organiza entonces una fiesta en su residencia con el fin de que el conde se pueda introducir en la habitación de su amada. Sin embargo, Melantha la suplanta, con lo que el conde acaba teniendo un hijo bastardo. Mientras, las maquinaciones de Alovisa por conocer el nombre de su rival en el corazón de su esposo se vuelven contra ella misma, pues muere accidentalmente a manos del conde, que acudía en su auxilio. Melliora, sintiéndose culpable de lo sucedido, se retira a un convento, y el conde se marcha a Italia. Allí vuelve a despertar el interés de diversas mujeres, y si bien rechaza en un principio a la poco modesta Ciamara, está a punto de tener relaciones íntimas con ella, lo que demuestra su inconstancia. Sin embargo, todo cambia tras reencontrarse con Melliora. Ambos se muestran generosos con Violetta, una joven italiana que ha seguido al conde disfrazada de paje, a la que tratan con ternura en su lecho de muerte. A pesar de estar ansiosa por casarse con Melliora, el conde posterga la boda hasta haber enterrado a Violetta.

Robin, el hermano menor de la familia en la que sirve Moll Flanders, la pone en una situación muy comprometida al mostrar con claridad sus sentimientos y su deseo de contraer matrimonio con ella. Su madre está a punto de despedir a Moll, pero acaba aceptando que se casen en secreto. Tras enviudar, Moll contrae un segundo matrimonio con un comerciante que era “rake, gentleman, shopkeeper, and beggar, all together” (66). Son felices unos meses, haciendo ostentación y fingiendo ser condes. Él la acaba arrastrando a la ruina, se despide de ella antes de abandonarla a su suerte y huye a Francia. Moll resume así la experiencia: “he used me very handsomely and with good manners upon all occasions, even to the last, only spent all I had, and left me to rob the creditors for something to subsist on” (67-8). El tercer marido de Moll, un hombre honrado y bondadoso, resulta ser su hermano, con lo que se ve obligada a abandonarlo. Su cuarto marido, Jemmy, aparentemente rico, resulta ser, al igual que ella, pobre. Por ello, a pesar de la atracción que sienten el uno por el otro, se han de separar. Moll consigue entonces casarse y llevar una vida honrada con un comerciante. Sin embargo, su marido pone su dinero en manos de la persona equivocada y se arruina. Además, no consigue sobreponerse al disgusto y muere. Moll se ve abocada entonces a iniciar una carrera delictiva. En la prisión de Newgate vuelve a coincidir con Jemmy, con el que por fin, tras una conversión religiosa, encuentra la estabilidad.

Roxana es arrastrada a la ruina por el marido que le había elegido su padre, que no se preocupa de aprender los secretos del negocio de su suegro y dilapida el dinero, haciendo caso omiso de las advertencias de su mujer. Cuando, arruinado, abandona a Roxana y a sus hijos a su suerte, ella no siente haber sufrido una gran pérdida: “This being his Temper, and the Extent of his Capacity, I confess I did not see so much Loss in his parting with me, as at first I thought I did” (47). Cuando Roxana consigue prosperar, aunque de modo ilícito, se sigue sintiendo amenazada por la posibilidad de reencontrarse con su marido, que está en París, y que legalmente puede apropiarse de su fortuna. Hace averiguaciones y llega a la conclusión de que “he was a meer motionless Animal, of no Consequence in the World” (132). De hecho, está siempre bebido. Le pide a Amy, sirvienta de Roxana, 8.000 “livres” para obtener una comisión, pero tiene tan poca dignidad que acaba aceptando una única “pistol”. A pesar de su poca valía, Roxana se ve obligada a contratar un espía para que le informe periódicamente sobre todos sus movimientos dadas las prerrogativas que le corresponden como marido:

Yet this Nothing-doing Wretch was I oblig´d to watch and guard against, as against the only thing that was capable of doing me Hurt in the World, I was to shun him, as we wou´d shun a Spectre, or even the Devil (pág. 132, cursivas en el original)

Años después el marido de Roxana muere en la batalla de Mons, lo que le permite a ella contraer de nuevo matrimonio con el comerciante holandés.

Aunque en Pamela II Mr B. recupera, temporalmente, sus modos de seductor con una condesa, renuncia a tiempo a la tentación. Reconoce después haber participado en dicho juego amoroso por vanidad: “at first it was nothing in me but vanity, pride, and love of intrigue, to try my strength, where I had met with some encouragement” (330). Sin embargo, se justifica también culpabilizando a Pamela por haberse volcado en la maternidad y no haberle prestado la suficiente atención: “and you, as I said, had made home less delightful to me than it used to be” (331).

En Amelia, Booth aprovecha una estancia en la cárcel, a la que ha llegado a causa de las deudas, para dejarse seducir por Miss Mathews, una antigua conocida. Fielding excusa, en cierto modo, su infidelidad por las circunstancias, por la capacidad de seducción de Miss Mathews, y, finalmente, por la juventud de Booth, “a young fellow, in the highest vigour of life” (148). Nos encontramos de nuevo con el doble rasero con el que la sociedad de la época juzga la existencia de deseo sexual en hombres y mujeres, siendo la conducta de Booth excusable y no así la de Miss Mathews (véase el apartado “El ‘double standard’ en la relación entre los sexos”, pág.s 63-65). En cualquier caso, la voz narrativa nos informa de que Booth está realmente enamorado de su mujer, Amelia. De hecho, cuando se vuelve a encontrar con Miss Mathews en un baile de máscaras no quiere reanudar su relación puesto que, aunque no ha sido un marido modélico, no puede serle infiel a Amelia de un modo premeditado: “though not absolutely a Joseph, as we have already seen; yet could he not be guilty of premeditated inconstancy” (421). Por otra parte, la situación económica de Booth sigue empeorando. Dado que en el ejército sólo gana 40 libras al año, el Dr. Harrison consigue convencerle para que se establezca como granjero. Los Booth prosperan, pero al tener que ausentarse el Dr. Harrison, Booth hace malas inversiones y derrocha parte de su dinero en un carruaje que despierta la envidia de sus vecinos. Los Booth acaban debiendo 300 libras y tienen que huir a Londres. Booth, que siente la superioridad de Amelia en muchos sentidos, le confiesa: “Upon my soul, I am not worthy of you” (389). En varias ocasiones pierde jugando a las cartas el poco dinero del que disponen. De la ruina económica sólo le salva la repentina y providencial herencia que recibe Amelia.

En Betsy Thoughtless el comportamiento frívolo y poco discreto de Betsy hace que pierda la posibilidad de casarse con Mr Trueworth. La joven acaba aceptando a Mr Munden por esposo debido a la presión de su entorno. Una vez casados, Mr Munden se comporta de manera indigna con su mujer. En contra de la costumbre, pretende que ésta utilice su propio “pin-money” para hacer frente a los gastos corrientes de la casa. Por otra parte, su crueldad llega hasta el punto de matar a la mascota de Betsy, una ardilla que le había regalado Trueworth. Mr Munden llega incluso a acusar a Betsy de no haberse comportado con la debida “amabilidad” con un aristócrata que podía haber hecho avanzar su carrera profesional, a pesar del hecho de que intentó violarla. Finalmente, le es infiel a Betsy con Mademoiselle de Roquelair, amante del hermano de la joven. Es entonces cuando Betsy decide abandonarlo. Sin embargo, su bondad innata la impulsa a acudir al lado de su marido antes de su muerte; ésta resulta providencial puesto que le permite a Betsy, finalmente, casarse con Mr Trueworth, quien a su vez ha enviudado de Harriet.

En Sidney Bidulph Mr Arnold, el marido de Sidney, le es infiel con Mrs Gerrarde. Ésta le lleva a la ruina a causa de los muchos gastos que ocasiona y le convence falsamente de que Sidney le es infiel con su antiguo pretendiente Faulkland. Mr Arnold acaba expulsando a Sidney de su casa, y privándola de sus hijas. Cuando Faulkland aleja a Mrs Gerrarde de él, Mr Arnold entra en razón y se reconcilia con Sidney. A pesar de las duras condiciones económicas a las que se ven sometidos, los Arnold disfrutan de una feliz vida familiar en el campo hasta la muerte accidental de él.




IV.2.3. La alcahueta
Entre los cómplices más efectivos del seductor o libertino se encuentra un tipo de mujer mayor a la que podríamos denominar, en líneas generales, alcahueta. Marcada por un pasado disoluto, pertenece a los estratos más bajos de la escala social, a pesar de que a veces pueda provenir de una familia respetable, como es el caso de Mrs Sinclair en Clarissa. Además de ser de mediana edad, la alcahueta se caracteriza por su baja estatura y una cierta corpulencia, y sus rasgos pueden describirse como andróginos o masculinoides. Entre sus debilidades se encuentra la bebida, que suele ser la causa última de su muerte.

El personaje de la alcahueta puede suponer un peligro mayor para la heroína que el propio libertino. Como le escribe Lovelace a Bedford: “A fallen woman, Jack, is a worse devil than even a profligate man” (carta número 157.1, Mr Lovelace a John Belford, pag. 535). Lovelace volverá a insistir, en repetidas ocasiones, en esta misma idea:

there have been more girls ruined, at least prepared for ruin, by their own sex (taking in servants as well as companions) than directly by the attempts and delusions of men. (Carta número 252, Mr Lovelace a John Belford, pág. 865, cursivas en el original)

En los momentos en que el seductor duda, la alcahueta le espolea y le exige mayor decisión, como hace Mrs Jewkes con Mr B. Sin embargo, no siempre la actuación de la alcahueta resulta perjudicial para la heroína. Mrs B- en Moll Flanders y Mrs Cole en Memoirs of a Woman of Pleasure le demuestran generosidad y lealtad.

En Moll Flanders encontramos dos alcahuetas, la casera de Bath y Mrs B-. Con respecto a la primera, Moll se aloja en su casa tras abandonar a su tercer marido, que resulta ser su hermano. La casera parece cogerle afecto y le reduce incluso la renta. Moll conoce entonces a un caballero que reside a menudo en la misma casa. En primavera éste decide alojarse de nuevo allí, y Moll comenta: “I suspected that my landlady had invited him thither, letting him know that I was still with her” (118). La casera afirma que se trata de un hombre de honor y bien situado. Descrita como “a cunning creature” (120), anima a la joven a aceptar dinero de él y, tras una enfermedad en que Moll le cuida solícitamente, se convierten en amantes. Moll descubre luego que está embarazada, por lo que el caballero y ella recurren a la casera, que se comporta como una mujer experimentada en estas lides:
we found her an experienced old lady at such work; she understood everything, engaged to procure a midwife and a nurse, to satisfy all inquiries, and bring us off with reputation, and she did so very dexterously indeed. (128)

Posteriormente, tras separarse de su cuarto marido, Moll se aloja en una casa en Londres y descubre de nuevo que está embarazada. Su casera se encarga de buscar a la comadrona adecuada. Es así como Moll conoce a Mrs B-, a la que denomina “my Mother Midnight” (177). Además de atenderla en el parto, ésta ayuda a Moll a buscar una persona que cuide del niño, de modo que ella pueda volver a contraer matrimonio. Cuando, tras unos años, Moll enviuda y se ve obligada a recurrir de nuevo a Mrs. B-, encuentra a ésta empobrecida a causa de una denuncia:

for she had been sued by a certain gentleman who had had his daughter stolen from him, and who, it seems, she had helped to convey away; and it was very narrowly that she escaped the gallows. (216)

Al contrario de lo que suele ser la actuación típica de la alcahueta con respecto a la heroína, Mrs B- le demuestra a Moll una gran lealtad en todo momento, hasta el punto de que Moll la llama “mother”. Cuando la protagonista es detenida y encerrada en la prisión de Newgate, Mrs B- no la abandona. Se arrepiente, al igual que Moll, de su pasado y hasta le manda un ministro para que le ofrezca consuelo espiritual. Moll la considera “a dear friend and all the friends I have in the world” (339). Mrs B- custodia el dinero de Moll mientras ésta es transportada a América y se lo envía cuando lo necesita.

En la obra de Richardson la figura de la alcahueta adquiere un protagonismo mayor y, en líneas generales, un carácter más amedrentador. Sin embargo, la primera cómplice de Mr B., Mrs Jervis (su ama de llaves), resulta un personaje más ambiguo y sutil. Pamela la considera una buena mujer que siempre le ha dado buenos consejos, que gobierna la casa con destreza y que disfruta de la lectura de libros de índole moral. Mrs Jervis se encariña, a su vez, con la joven, pero sigue actuando (quizás a causa de su dependecia económica) como cómplice de su señor. En una ocasión, Pamela percibe que “There is some private talk carried on betwixt him [Mr B.] and Mrs Jervis” (72), pero no desconfía de ella. Mrs Jervis, mientras, le comenta que está convencida de que “you are of more consequence to him than you think for” (78, cursivas en el original). En un momento decisivo, sin embargo, en el que Mr B. se esconde en el “closet” de Mrs Jervis y sorprende a Pamela cuando está a punto de acostarse, Mrs Jervis sale en su defensa y está dispuesta a llevarse a la joven y perder su trabajo. Sin embargo, en una escena posterior, Mr B. se esconde en otro “closet” con la complicidad, esta vez, de Mrs Jervis, que manda a Pamela a otra habitación para recibir instrucciones. Pamela se da cuenta del engaño, pero Mrs Jervis afirma que se ha prestado a ello con buena intención. Sin embargo, contribuye a engañar al padre de Pamela cuando éste se presenta preguntando por la joven, a la que Mr B. ha llevado a otro lugar. El ama de llaves afirma entonces: “I dare say your daughter´s safe” (126). A pesar de esta ambigüedad, Mrs Jervis y otros sirvientes siguen abogando por Pamela y buscan el apoyo de la hermana de Mr B., Lady Davers, lo que finalmente provoca el despido de Mrs Jervis.

Mrs Jewkes es la encargada de vigilar estrechamente a Pamela cuando Mr B. la hace prisionera en su residencia de Lincolnshire. La joven es desde el principio consciente del peligro que Mrs Jewkes representa para ella:


So I find I am got into the hands of a wicked procuress, and if I had reason to be apprehensive with good Mrs Jervis, and where everybody loved me, what a dreadful prospect have I now before me, in the hands of such a woman as this! (145)

Mrs Jewkes no tiene escrúpulo alguno Está dispuesta a hacer todo lo que le pida Mr B. sin cuestionarlo: “let him, who has power to command me, look to the lawfulness of it” (148, cursivas en el original). Encuentra incluso justificable su comportamiento: “And is it not natural for a man to love a pretty woman?” (Ibidem). La alcahueta, que había regentado antes una posada, ronda los cuarenta años y es gorda, baja y fea. Pamela describe su físico con un cierto tono burlesco:

Her nose is flat and crooked, and her brows grow down over her eyes; a dead, spiteful, grey, goggling eye: and her face is flat and broad; and, as to colour, looks as if she had been pickled a month in saltpetre. I dare say she drinks. She has a hoarse man-like voice, and is as thick as she´s long; and yet looks so deadly strong (152)

Su masculinidad resulta particularmente amenazante para Pamela por sus posibles connotaciones lésbicas (Hagstrum, 1980: 193). Cuando, tras conocerse, Mrs Jewkes comenta la belleza de la joven y le intenta dar un beso, ésta le contesta: “I don´t like this sort of carriage, Mrs Jewkes; it is not like two persons of one sex to each other” (145).

Mrs Jewkes muestra una actitud tan vigilante que Pamela la compara con Argos y sus cien ojos. En una ocasión en la que logra despistarla, la joven no consigue huir finalmente porque la atemoriza la presencia de un toro, al que identifica de alguna manera con Mrs Jewkes: “Do you think there are such things as witches and spirits? If there be, I believe in my heart, Mrs Jewkes has got this bull on her side” (191). Mrs Jewkes, mientras, considera a Mr B. demasiado indeciso y le asegura que ella actuaría de una manera mucho más expeditiva: “I would not stand shill–I, shall–I, as he does; but put you and himself both out of your pain” (163). Pamela la insulta entonces, llamándola “Jezebel”, lo que provoca que Mrs Jewkes la golpee. Para evitar que escape, Mrs Jewkes le quita a Pamela tanto los zapatos como el dinero que le queda (pidiéndoselo “prestado” para pagar una supuesta factura), y llega a organizar el ataque nocturno a Mr Williams para conseguir las cartas de la joven. Finalmente, se deshace de Nan, la criada que comparte la cama con Pamela, y prepara la violación de esta última. Cuando Mr B. se acerca a la cama, disfrazado y aparentando ser Nan, Mrs Jewkes sujeta fuertemente a Pamela y le dice a su señor que no dude, que no permanezca “dilly-dallying” (242). Se muestra sorprendida, y probablemente decepcionada, cuando él se muestra incapaz de ejercer la fuerza:

‘And will you, sir,’ said the wicked wretch, ‘for a fit or two, give up such an opportunity as this? I thought you had known the sex better. She is now, you see, quite well again!’ (242)


Cuando Pamela consigue que Mr B. se reforme y le proponga matrimonio, Mrs Jewkes no parece satisfecha, aunque la joven la perdona. En Pamela II, sin embargo, se produce en este personaje una transformación improbable, ligada al mito de que la virtud se contagia. Mrs Jewkes experimenta una conversión religiosa y le escribe una carta de sincero arrepentimiento a Pamela.

En Clarissa es constante la asociación de la alcahueta, Mrs Sinclair77, y sus prostitutas con los espíritus malignos que colaboran con el diablo, Lovelace. Anna Howe, la amiga de Clarissa, afirma que son todos “a set of infernals, and he the Beelzebub” (carta número 164, Miss Howe a Miss Clarissa Harlowe, pág. 549).

Tras engañar a Clarissa y lograr que huya con él, Lovelace la convence para trasladarse a Londres. Hace escribir a un amigo, el supuesto Thomas Doleman, una carta señalando la casa de Mrs Sinclair como el alojamiento más conveniente. Según Thomas, Mrs Sinclair, viuda de un oficial, es una mujer buena y honrada, aunque advierte que su aspecto resulta algo masculino; asocia, además, su gordura con un previsible buen carácter, “since we seldom see your sour peevish people plump” (carta número 130.1, Thomas Doleman a Robert Lovelace, pág. 470). Para justificar sus rasgos, “broad and full-blown” (carta número 131, Mr Lovelace a John Belford, pág. 473), Lovelace le dice a Clarissa que Mrs Sinclair proviene de los Highlands. Le describe luego a Belford, sarcásticamente, cómo Mrs Sinclair intenta suavizar su forma de hablar con el fin de engañar a la joven:

Not an oath, not a curse, nor the least free word escapes her lips. She minces in her gait. She prims up her horse-mouth. Her voice, which when she pleases, is the voice of thunder, is sunk into a humble whine. (carta número 158.1, Mr Lovelace a John Belford, pág. 537)

Desde el principio, Mrs Sinclair, y dos de las prostitutas que trabajan para ella, Sally y Polly, presionan a Lovelace para que no se ande con contemplaciones con respecto a Clarissa. Como afirma el propio Lovelace: “the highest joy every infernal nymph of this worse than infernal habitation could have known, would have been to reduce this proud beauty to her own level” (carta número 228, Mr Lovelace a John Belford, pág. 736). A pesar de que tiene dudas en cuanto a qué hacer con Clarissa, el orgullo de Lovelace no le permite defraudar a sus cómplices. Así, por ejemplo, después del supuesto incendio que se declara en la casa, en el que Lovelace se apiada finalmente de Clarissa y no se aprovecha de la situación, teme presentarse ante la alcahueta y las otras mujeres y reflexiona sobre “the ridicule I should meet with below, upon a weakness so much out of my usual character” (carta número 225, Mr Lovelace a John Belford, pág. 727). Bedford, consciente de esa influencia malévola, acusa a Lovelace de ser “their implement in the devil´s hands for a purpose so base, so ungenerous, so inhuman!” (carta número 258, Mr Belford a Robert Lovelace, pág. 884). La propia Clarissa le atribuye un pacto con el diablo “in the person of his horrid agent in this house” (carta número 263, Mr Lovelace a John Belford, pág. 900), refiriéndose a Mrs Sinclair. Ésta ha dejado al fin de fingir y se muestra como “old dragon” (carta número 256, Mr Lovelace a John Belford, pág. 883). Clarissa se asusta tanto al ver su auténtica naturaleza que pide auxilio a Lovelace, hasta entonces la persona más temida por ella. Finalmente, Mrs Sinclair, junto a las supuestas Lady Betty y Miss Montague, hacen beber a Clarissa un té que contiene droga. Cuando la joven se encuentra en un estado de semiinconsciencia, Lovelace la viola. Con posterioridad, ella recuerda “female figures flitting, as I may say, before my sight; the wretched woman´s particularly” (carta número 314, Miss Clarissa Harlowe a Miss Howe, pág. 1.011). Mrs Sinclair le pide a Lovelace que deje a la joven en sus manos unos días para “educarla” convenientemente y le espolea así: “I never knew such work in my life, between a chicken of a gentleman, and a tiger of a lady!” (carta número 276, Mr Lovelace a John Belford, pág. 935). Cuando la joven consigue huir, Mrs Sinclair, por propia iniciativa, la hace detener por impago, hecho que le reprocha Lovelace después. Tras la muerte de Clarissa, Mrs Sinclair sufre una caída a causa de la bebida, lo que complica su estado de salud. En virtud de la “justicia poética” (véase pág.s 369-70) su muerte, que se produce mientras es presa de terribles dolores y peores remordimientos, no se parece en nada a la serena muerte de la joven.

En The Memoirs of a Woman of Pleasure, Mrs Brown consigue que Fanny Hill caiga en sus redes a través de su cómplice en la oficina de empleo (“intelligence-office”). Mrs Brown encaja en el perfil físico típico de la alcahueta: “squob-fat, red faced, and at least fifty” (7). Va vestida de terciopelo en pleno verano, y su casa impresiona a la ingenua Fanny con su pretenciosa riqueza. En un principio, Mrs Brown trata a la joven con delicadeza, “till she had secured a good market for my maidenhead” (10). Utiliza a continuación a una de las prostitutas que trabajan para ella, Phoebe, para que despierte la sensualidad de la joven. Por otra parte, Fanny es testigo del encuentro amoroso entre Mrs Brown y un soldado. La joven, al verla desnuda, la describe como “that clumsy fat figure", de pechos caídos y muslos flácidos, y una cara ancha y enrojecida “that blush´d with nothing but brandy” (24). Fanny se escapa de la casa de Mrs Brown y convive con Charles. Cuando éste desaparece repentinamente, la joven acaba trabajando para otra alcahueta, Mrs Cole, que regenta una casa de citas de mayor categoría. Mrs Cole es una mujer de mediana edad, una “gentlewoman” venida a menos. Ofrece al selecto grupo de mujeres que trabajan para ella, a las que no inició en la prostitución, clientes distinguidos y obtiene, a cambio, un porcentaje razonable. Mrs Cole y Fanny simpatizan tanto que la joven le confía todos sus asuntos. Mrs Cole se convierte, por tanto, en

one to whom I had now thoroughly abandon´d the direction of all my steps. For Mrs. Cole had, I do not know how, unless by one of those unaccountable invincible simpathies, that neverthess form the strongest links, especially of female friendship, won and got intire possession of me. (92, cursivas en el original)

La alcahueta le da a Fanny lecciones de economía, y consigue crear, junto con las otras jóvenes que trabajan para ella, “a little family of love” (93), una auténtica “sisterhood” (94) donde no hay lugar para la envidia o la competitividad. Fanny describe entonces a Mrs Cole como “the White Crow of her profession” (172). Cuando, por distintas circunstancias, sólo queda Fanny a su servicio y su propia salud se deteriora, Mrs Cole decide retirarse del negocio y trasladarse al campo. Se despide entonces de Fanny de manera maternal.

En Amelia, una casera, Mrs Ellison, hace las veces de alcahueta. De familia noble, aunque venida a menos, es de mediana edad, fea, de corta estatura y muy gorda. De un modo aparentemente espontáneo, anima a Amelia a coquetear con el caballero que se queda prendado de ella en el auditorio de música, que en realidad es su primo, el “lord”:

you are too handsome and too good-humour´d for a prude. How can you affect being offended at what I am convinced is the greatest pleasure of woman-kind, and chiefly I believe of us virtuous women? (185-6)

Propensa a beber, sus picardías ofenden el pudor de Amelia. Intenta luego convencer a ésta para que acepte una invitación del “lord” a un baile de máscaras, de un modo similar a cómo había hecho anteriormente con Mrs Bennet. Ésta le advierte a Amelia que Mrs Ellison “had the art, as well as the wickedness, of the devil himself” (301) y le cuenta el modo en el que fue seducida. Sin embargo, reconoce que Mrs Ellison también tiene momentos de generosidad, como cuando le consiguó una pensión del “lord”. En cuanto a Amelia, como Mrs Ellison no consigue que vaya al baile, le pone una denuncia a su esposo, Booth, por impago. Finalmente, muere a causa del alcohol, “a martyr to her liquor” (544).

En Betsy Thoughtless es Mrs Modely, la modista (“mantua-maker”), quien hace las veces de alcahueta78. Cómplice de un farsante, el supuesto Sir Frederick Fineer, Mrs Modely consigue que éste y Betsy coincidan en su casa y busca excusas para ausentarse de la habitación. Le habla luego a Betsy de la gran fortuna de Sir Frederick que, según dice, todavía no resulta evidente porque éste acaba de llegar a Londres. Como Betsy acepta verle de nuevo, “Mrs Modely on this assured her, she might trust to her management, and took her leave, very well pleased with the success of her negociation” (300). En un momento determinado, Mrs Modely aparece llorando en casa de Betsy y le cuenta que Sir Frederick se ha clavado una espada a causa de su indiferencia y, moribundo, reclama su presencia. Cuando la joven acude a su lado y consiente en firmar un contrato de matrimonio creyéndole en su lecho de muerte, Mrs Modely escapa de la habitación y Sir Frederick se levanta y está a punto de violarla. La oportuna intervención de Trueworth salva a Betsy, y Mrs Modely, que tarda en aparecer, niega en todo momento su complicidad, aunque Trueworth la amenaza con una investigación en toda regla.


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