Universidad Católica Andrés Bello
Facultad de Humanidades y Educación
Escuela de Letras
Diana C. Cruces V.
27 525 766
Fantasmas
Diariamente me siento aquí. El boulevard 5 de Julio de La Asunción es un buen lugar para estar. La brisa es fresca y la puesta de sol ilumina mi rostro en tonos anaranjados mientras siento la calidez de los rayos en mis poros.
Observo el pasar de las personas y veo en ellas los fantasmas que llevan a cuestas, como si estuvieran unidos por una cadena indestructible. Algunas personas llevan muchísimos fantasmas, tantos que no los puedo contar; otros llevan menos, pero siempre los llevan. Aquellos que salen de misa, con sus siete u ocho décadas cumplidas, tienen muchos, tal vez por eso sus hombros y todo su cuerpo está engarruñado. Por otro lado, quienes apenas inician el camino de la vida, tienen muy pocos. Me he dado cuenta de que hay fantasmas buenos y otros malos. ¿Cómo? Posé mi vista por pura casualidad en un muchacho que parecía querer comprar algunas frutas en el mercado que está en la parte alta del boulevard, uno de los fantasmas le susurró —cógelo y vete— y el susurro seco llegó a mí a través de la brisa. Enseguida vi como el receptor del mensaje, tomaba un par de guayabas, las metía en su bolso y se iba sin pagar. Esto me asombró tanto que comencé a prestar atención a lo que otros fantasmas decían a otras personas. Las distintas voces que emitían los mensajes (de los cuales yo no era el destinatario) llegaban a mí como el murmuro de los árboles: —ayuda a la señora a cruzar—, —dile la verdad—, —camina por aquí, por allá no—, —vístete recatada, no seas una puta—, —miéntele, dáñale—. —cómete las uñas—. Y es que estas apariciones que todos llevaban a cuestas, gobernaban absolutamente todas las acciones de la persona a la cual se aferraban, ellas ordenaban y las personas cumplían. Nadie podía verlos, no sé por qué yo sí. En definitiva, el carácter, la esencia, o lo que sea que cada persona era, estaba determinado por los fantasmas que esta cargaba. Creo que la cantidad variaba de acuerdo a las vivencias fuertes, significativas, felices o traumáticas que cada cual vivió.
Mientras estoy sentado, me doy la vuelta e intento ver qué fantasmas cargo: no hay ninguno. Con razón no sé que hacer, a dónde ir o quién soy. Aún así, estoy escribiendo estas líneas para pasar el tiempo. Nunca lo había hecho antes, y mientras me propongo la empresa, con cada palabra que trazo, voy sintiendo poco a poco un peso extraño sobre los hombros. La sensación inexplicable de que nunca olvidaré esta tarde, que ha quedado inmortalizada aquí, en mi cuaderno. ¿Será este mi primer fantasma? Creo oír su susurro: estoy a la espera las órdenes.
Do'stlaringiz bilan baham: |