Tunguska Notas generales


(NN031: no se le va a poner Mariner a la misión, van a seguir con Explorador. Pero la teoría de la raza que vive bajo el agua se mantiene)



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Mariner



(NN031: no se le va a poner Mariner a la misión, van a seguir con Explorador. Pero la teoría de la raza que vive bajo el agua se mantiene)

El coronel Deering me dio dos días para estar en casa, en Santa Mónica, arreglar mis cosas, cerrar la casa y volver a mi nuevo trabajo para el gobierno: seguir la pista del “explorador”.

Puse en orden mi casa y preparé una maleta con ropas y otros objetos personales, pues esta vez sospechaba que estaría fuera de casa, por lo menos, por unos diez días. Nuestro destino era el Pacífico Sur, Rapa Nui o Isla de Pascua, como era llamada localmente. El agente Bolton consiguió mis permisos en mi empleo en Microsoft y de la escuela de segundo grado en la cual daba clases. Él fue rápido y eficaz. (N116: antes dijo que administraba las salas de computación, no que hacía clases.)

Quedamos de encontrarnos en el aeropuerto de Dallas al día siguiente. Después de llegar a Dallas Fort Worth, embarcaría directo en un avión de la agencia con destino a América del Sur. (N117: ¿agencia igual CIA?)

Las dos noches que pasé en casa fueron bastante provechosas. Descansé y dormí como hacía tiempo no lo hacía. Naturalmente, había llegado muy cansado, después de esos días de tanta agitación y de pocas horas de sueño, pues estuve muchas horas seguidas ante los terminales de computación de la agencia, en Washington, intentando encontrar una pista segura y atrapar al “explorador”.

Esta vez, en el aeropuerto de Los Ángeles, embarqué a las 8:30 hrs. en un avión de la American Airlines con conexión en Dallas. Llegamos a Fort Worth, Dallas, a las 13:15 hrs. Todo fue rápido y sin contratiempos. Tomé mi maleta y seguí hasta la puerta de embarque nacional, donde me encontré con Bolton, que me estaba esperando. Juntos, caminamos hasta una rampa donde una especie de mini bus nos aguardaba. Puse la maleta y un bolso de mano en un pequeño maletero.

El chofer le imprimió una buena velocidad al vehículo en cuanto percibió que estábamos sentados. El local de espera del avión de la agencia estaba lejos y demoramos algunos minutos en llegar. Mientras estábamos de camino, aprecié la vista del aeropuerto que, para mí, era poco atrayente. De cualquier forma, el día estaba bonito y el hecho de sentirme involucrado en una inesperada aventura hacía parecer todo intrigante y excitante. Finalmente, llegamos hasta el avión, cuya escala de acceso estaba preparada. En cuanto nuestro transporte paró, Charles Bradner y Smith descendieron las escalas para darme la bienvenida. Ambos, a pesar del corto tiempo que nos conocíamos, estaban contentos de volverme a ver. (N118: me parece que se detalla mucho el trayecto. No aporta nada y pone lenta la historia).

Smith y un asistente de a bordo subieron mi maleta. El piloto y el copiloto me fueron presentados dentro de las formalidades de la agencia. En ese momento vimos aproximarse un equipo de apoyo del aeropuerto. Bradner pidió que subiésemos al avión porque íbamos a despegar. Minutos después estábamos todos muy bien acomodados, con nuestros cinturones colocados, esperando el despegue.

El avión por dentro estaba muy bien equipado: asientos muy confortables, un sistema operacional de comunicaciones que yo nunca había visto antes y otros equipos que no me es permitido divulgar. Ya en vuelo, fui al baño y quedé sorprendido con su tamaño y comodidad. Volví a mi asiento al lado de Charles Bradner. (N119: me parece que lo del baño es mucho ponerle y muy pedestre).

Éramos siete personas a bordo, incluyendo al piloto, copiloto y el asistente de vuelo. Charles me informó el itinerario. Llegaríamos al aeropuerto internacional de Miami donde recogeríamos a Annie O´Brien, la ingeniera analista de sistemas involucrada en los acontecimientos, que nos acompañaría hasta el campamento Rapa Nui y nos ayudaría a poner todo el sistema computacional en operación. Después que todo estuviese funcionando, ella regresaría al continente en el primer vuelo nacional. Charles me avisó que ella no debía estar todo el tiempo en nuestra misión. Yo realmente estaba disfrutando el viaje y no puse atención al último comentario. (N120: ese comentario no tiene ninguna importancia para después. Se puede omitir, me parece.)

El ánimo de nuestro equipo era muy bueno y se puso mejor todavía después de unos aperitivos servidos por el asistente de vuelo, cuyo nombre no me acuerdo. Smith y Bolton se revelaron como buenos comediantes y nos entretuvimos con sus bromas y parodias por más de una hora. Después, nos quedamos en silencio. Smith dormitaba en su asiento, Charles estaba pensativo mientras Bolton leía perezosamente una revista. Yo miraba el paisaje, sin pensar exactamente en nada, cuando, de repente, mi divagación fue interrumpida por la voz de Charles.

 ¡Mariner! dijo él.

 ¿El qué? pregunté.

 Mariner, podríamos darle el nombre de Mariner.

 ¿De qué? pregunté todavía distraído.

 Llamaremos a esta operación Mariner. Es como en la película Waterworld que vi diez o quince años atrás. ¿O fue más? Bien, ahora no importa, fue un muy buen filme. ¿Tú la viste? (N121: otra vez una alusión a mucho tiempo atrás. Hay que dar la idea de que hubo historia entre 1990 y 2023. Hay que inventar hechos intermedios y hacer referencia a ellos.)

 No que me acuerdo.

 A mí siempre me gustó la ciencia-ficción, tengo buena memoria para recordar películas y me acuerdo muy bien de Waterworld. Kevin Costner trabajó en ella. La trama era sobre un mutante que fue llamado “Mariner”, pero el filme no trata exactamente de lo que estoy imaginando al respecto de un verdadero waterworld.

 ¿No estarás pensando que sea una civilización del fondo del mar la que invadió el ciberespacio, verdad?

 ¿Y por qué no? dijo Charles de una manera muy convincente.

Yo no tenía, en realidad, ninguna idea estructurada al respecto, y la idea inusitada de Charles me sorprendió. Me quedé en silencio por algunos minutos pensando en lo que Charles dijera. Nuevamente, él comentó:

 Yo creo que sería realmente fantástico. Sólo imagínatelo, una civilización en el fondo del mar que se desarrolló paralelamente a la nuestra sin que la hayamos percibido. Imagino que son más evolucionados que nosotros. ¿Tú qué opinas, Raymond?

 No sé, Charles. ¿Y por qué se mostrarían ahora, invadiendo nuestro ciberespacio? Si existen, cometieron un error que puede salirles caro. (N122: sobre todo al haberles enseñado a mejorar su armamento. ¿Ves? Hay que sacar esa parte.)

Charles me interrumpió con una sonrisa en el rostro.

 ¡Raymond! No fue un error. Fue una demostración de fuerza. El hecho de mostrarse, diciendo “señores, nosotros estamos aquí, los habitantes de waterworld, exigiendo nuestra parte de este planeta, que es tanto nuestro como de ustedes”.

 Charles, ¿piensas realmente que la invasión a nuestro ciberespacio es el aviso de superioridad de una supuesta civilización submarina? ¿Por qué no se presentaron como nuestros vecinos de las profundidades queriendo dialogar en paz? Una visita o un mensaje de buena educación habrían sido más adecuados…

Charles me interrumpió:

 Raymond, ellos nos conocen y deben habernos estudiado por siglos, pero sólo ahora decidieron mostrarse de esa forma.

 Es mucha fantasía la tuya, Charles argumenté, sin dar una base a mi afirmación. Pero en el fondo me pareció muy interesante la idea de Charles. Decidí rebatirla: Todavía no me convences de la relación entre tu teoría y los últimos acontecimientos. Si esos seres son tan avanzados, ¿por qué no se mostraron antes o por qué no fuimos conquistados por ellos? (N123: queda contradictorio. ¿Por qué rebate la teoría si le parece interesante?)

Charles se quedó por algunos segundos pensando una respuesta, siempre con un aire alegre y relajado. La conversación estaba mostrando un Charles Bradner totalmente diferente del que yo había conocido días atrás. Él argumentó en tono triunfante:

 Es probable que la evolución por selección natural en nuestro planeta haya hecho las mutaciones genéticas correctas para criar un ser inteligente en las profundidades del mar, y todo debe haber comenzado hace 200 o 300 millones de años. Con esto quiero decir que los ancestros de los “mariners” comenzaron a evolucionar en el reinado de los dinosaurios, y esto implicaría que los seres de ese waterworld fuesen mucho más antiguos en su evolución que nosotros. Esto indica un modo de pensamiento diferente para nuestros conceptos y conocimientos. Probablemente no sean seres colonizadores o, por otro lado, hayan decidido hacer contacto sólo ahora que estamos en un proceso de globalización más adelantado en política, economía y salud.

Quedé sorprendido con el conocimiento y la cultura de Charles. De improviso, fuimos interrumpidos por Bolton que, en un tono simpático, agregó:

 ¿Me disculpan? Si lo quisiera saber, doctor Poe, nuestro jefe es una enciclopedia ambulante miró a Charles, dándole una palmadita en el brazo y dirigiéndose a él: Jefe, el piloto requiere su presencia en la cabina. Llegaremos en 20 minutos.

 ¡Oh, sí! exclamó Charles. Con permiso, Raymond.

Los dos fueron para adelante por el corredor y desaparecieron por la puerta de la cabina. Yo quedé admirado nuevamente por el paisaje, pensando en las ideas de Charles Bradner.
Estuvimos por una hora y diez minutos en el aeropuerto de Miami, en un sector alejado del movimiento de los vuelos internacionales y nacionales. Mientras nuestro avión era abastecido, tanto de combustible como de algunas provisiones, aproveché para ir al baño y beber un poco de agua en algún bebedero. (N124: no creo que sea necesario poner cada vez que va al baño. Suena redundante). Realmente, el lugar no tenía nada de interesante. Después, seguí hasta el punto de encuentro, donde nos reuniríamos antes de volver al avión. Al llegar, había una mujer junto a Bolton que me fue presentada. Era Annie O´Brien, la ingeniera analista de sistemas. Su aspecto era el de una mujer profesional común, vestida informalmente de jeans y blusa verde, nada excepcional, para mi gusto. Pero ella se reveló simpática y comunicativa, satisfaciendo la curiosidad de Smith y Bolton sobre el lugar a donde íbamos. Ella comenzó a describir detalladamente su viaje hasta Rapa Nui, el paisaje, las personas, las comidas, las costumbres, etc. (N125: no se ha dicho por qué volvió a EUA después del accidente de Nelson. Habría que justificar que se fue de un lugar tan importante para saber de qué se trata el ataque del explorador).

Hacía una hora que habíamos despegado y el asistente de vuelo acababa de servirnos la comida que no dejaba nada que desear, si se comparaba con los platos servidos por una buena compañía aérea. Yo tenía hambre, por lo tanto no esperé y devoré la comida hasta las migajas de los tres pancitos que me fueron servidos. Las junté, tomé con los dedos, levantándolas hasta la boca hasta que se acabaron. (N126: me parece inadecuado describir que comió como troglodita, aunque muchos lo hemos hecho más de una vez.) Puse en mi vaso el resto de la cerveza y bebí lentamente, mientras apreciaba el final de la puesta del Sol por la ventana. Poco después, el espectáculo quedó oculto por una formación de nubes en el horizonte, dando una coloración anaranjada y rojiza al paisaje. Lentamente, el rojo comenzó a tornarse oscuridad, mientras en el horizonte el Sol comenzaba a extinguirse, a unos 45 segundos bajo de la línea del horizonte. (N127: muy técnico y no entrega información relevante.)

Los ánimos dentro del avión estaban más bien tranquilos. Bolton, Smith y Annie O´Brien sólo pararon de conversar cuando sirvieron la comida, y cuando retiraron las bandejas el cansancio parece que se apoderó de ellos. Yo estaba cansadísimo, con deseos de dormir en una cama y no en un asiento de avión.

Charles comentó después de la comida que tendríamos un poco más de doce horas de vuelo hasta el aeropuerto Arturo Merino Benítez, en la ciudad de Santiago, en Chile, dueño territorial de la Isla de Pascua. También dijo que el coronel Deering aceptó “Mariner” como el nombre en código de la misión.

Apagaron las luces de la cabina, quedando encendidas sólo las del suelo del corredor. Me quedé mirando dos estrellas por mi ventana que, de tan pequeña, no me permitía ver un área mayor del cielo. Recliné mi asiento todo lo que permitía e intenté relajarme para dormir. Pero el nombre “Mariner” daba vueltas por mi mente.

Algo extraño me envolvió y una especie de escalofrío recorrió mi cuerpo, dándome una sensación, no desagradable, pero difícil de explicar. Estaba de ánimo muy alegre y excitado, a pesar del cansancio que sentía. Algo se remecía dentro de mí y parecía apasionante. Y tener la conciencia de estar involucrado en los acontecimientos me daba una sensación muy placentera.

Pensé en los comentarios de Charles. “¿Existirá Mariner?” Estábamos lidiando con algo o alguien que llevaba mucha ventaja en conocimiento y tecnología. Bostecé varias veces, con los ojos cerrados, y traté nuevamente de relajarme para dormir. Algunos minutos más tarde el sueño se apoderó de mí.
(NN032: no van a pasar por Santiago. Hay que empalmar más adelante dejando la información que sea importante)

El asistente de vuelo me despertó con suaves palmaditas en mi hombro izquierdo. Nos informaron de que hacía una hora habíamos pasado el Trópico de Capricornio y que llegaríamos a nuestro destino la ciudad de Santiago en una hora y diez minutos. La hora local era las 5:50 hrs. y estaba comenzando a amanecer. (N128: me parece forzada esta parada en Santiago. Si viajan en un avión de ellos, podrían hacer un viaje directo a Isla de Pascua, que sería lo más lógico si andan en plan de trabajo. ¿Para qué perder un día haciendo turismo?)

Me cambié de asiento. Por la ventana derecha donde yo estaba hasta entonces se veía el litoral y el horizonte. Sin embargo, tenía deseos de ver la Cordillera de los Andes, que estaba por el lado izquierdo. Había lugar de sobra, por eso me acomodé en el lado izquierdo del avión, un poco más adelante de mi lugar original. El ala quedó más atrás, por lo tanto mi visión del paisaje sería muy buena. Por el momento, no se podía ver mucho, debido a la poca luminosidad. (N129: me parece mucha explicación para el cambio. No aporta nada y pone lenta la historia).

Nos sirvieron un desayuno frugal, con la disculpa de que tendríamos uno mucho más abundante en la embajada, en Santiago, junto al embajador y el cónsul de la ciudad. Ya a las 6:30 hrs. el Sol había aparecido.

El paisaje fue iluminándose poco a poco con la luz del amanecer y las montañas nevadas se mostraron imponentes. Un paisaje tan admirable como las Montañas Rocallosas. (N130: en la próxima versión sacaría esto. Pocos lectores chilenos conocen las Montañas Rocallosas.) Otra característica de la región por donde sobrevolábamos era la del terreno casi totalmente montañoso. Se veían sólo pequeños valles con cultivos agrícolas.

Llegamos finalmente a la ciudad de Santiago a la hora prevista. Lo único que conseguí ver fue una gran nube gris y negra cubriendo el entorno de la ciudad. Charles se sentó a mi lado y comentó que el gran problema de la ciudad era la contaminación atmosférica que, de tan crítica, venía causando, hacía años, algunos problemas graves de salud a los ancianos y a los niños. (N131: de nuevo me parece añejo el comentario. En 20 años tal vez ya se haya solucionado el problema. Cambiaría esta parte.)


Después del desayuno en la embajada, nos llevaron al hotel Sheraton San Cristóbal, donde nos hospedamos como turistas comunes. (N132: habría que aclarar quiénes se fueron al hotel, ya que Bradner se quedó en la embajada.) (N133: a estas alturas, el Sheraton San Cristóbal ya no es el hotel más elegante ni el más famoso. Si esa era la idea, ya no vale. En general, creo que no habría que nombrar lugares de este tipo, a menos que se haga el comentario de que sin ser el mejor o el más moderno, tenía una tradición de más de 60 años, o algo así.) Charles Bradner se quedó un tiempo más en la embajada y supongo que fue para satisfacer algunas dudas del embajador y del cónsul sobre nuestro viaje. (N134: suena raro que alguien enviado por el gobierno tenga que darles explicaciones a un embajador y a un cónsul).

Charles consiguió un auto con chofer de la embajada para que Annie y yo diésemos un paseo por la ciudad. En la primera parte del paseo nos acompañó Smith. Después, a las cuatro de la tarde, hora local, Charles Bolton se reunió con nosotros. Con ellos, por curiosidad, visitamos el museo de Historia Natural, donde aprovechamos para ver algunas curiosidades de la Isla de Pascua. (N135: quienes. ¿Smith ya los dejó? ¿Hasta dónde es la primera parte del paseo?) Lo que más me llamó la atención fueron los moais, sus réplicas en miniatura, las fotografías y también una tabla de madera con petroglifos conocida como rongo rongo que contiene escrituras hasta hoy no descifradas. Después del museo, fuimos a ver la puesta de Sol en el Cerro San Cristóbal. (N136: quienes. ¿Smith ya los dejó? ¿Hasta dónde es la primera parte del paseo?)

La contaminación de la ciudad era realmente impresionante. Me pareció lamentable una ciudad bonita como aquella tan maltratada por los efectos de la contaminación atmosférica. (N137: de nuevo hago notar que en 20 años puede estar mucho mejor. Ahora va a empezar todo un sistema nuevo de locomoción colectiva que se supone va a disminuir mucho la contaminación).

Después, siguiendo el consejo del chofer, fuimos todos a comer a un restaurante típico llamado “Los buenos muchachos”. (N138: le quita futurismo hacer alusión al presente, me parece. Sacaría el nombre del local. Además, ¿por qué no el Bali Hai?) También por sugerencia del chofer, a quien invitamos a acompañarnos, pedimos un plato típico chileno llamado curanto, hecho a base de frutos del mar y carne. Fue allí que conocí el aperitivo típico de los chilenos, el pisco sour y el maravilloso vino chileno en la oportunidad fue un Undurraga blanco, que acompañó muy bien el curanto. Tuvimos mucha suerte; el restaurante presentaba un espectáculo folclórico de música y danza chilenas y un espectáculo polinesio muy agradable. (N139: si ponemos chileno a Ray, vamos a tener que cambiar el conocer por reencontrarse).


A las 8 del día siguiente despegamos del aeropuerto Arturo Merino Benítez para un viaje de aproximadamente seis horas y más o menos 3.920 kilómetros hasta llegar a Isla de Pascua. Nuestra estada de un día en Santiago había sido muy agradable. (N140: pero no se justifica. No hicieron ningún trámite ni nada parecido que los obligara a hacer la escala. Yo lo sacaría, definitivamente).

El piloto nos informó que estábamos dejando el continente y que, por el momento, sobrevolábamos el puerto de Valparaíso. Teníamos aproximadamente 3.800 kilómetros de recorrido por adelante y llegaríamos a la isla en cinco horas y 20 minutos. Las condiciones climáticas eran buenas y tendríamos un viaje tranquilo, sin turbulencias. Miré el paisaje y el cielo estaba azul, con pocas nubes, el mar con un azul oscuro hacía un bonito contraste con el cielo en el horizonte. Traté de mirar hacia atrás por la ventana: podía ver algunas playas con poca arena y muchas rocas, que rápidamente quedaron fuera de mi campo de visión.



(NN033: hasta aquí queda todo fuera. Hay que empalmar con lo que sigue dejando la información importante, como que Bradner es muy culto, por ejemplo)

El viaje fue tranquilo. Dormité bastante, pues la noche anterior habíamos llegado al hotel de vuelta a las 0:30 hrs. y el cansancio acumulado del viaje hasta Santiago de Chile hizo que me sintiese agotado y medio aturdido. Nuevamente me despertó el asistente de a bordo. En una hora y media llegaríamos a la isla.

Sirvieron el almuerzo. Mientras comía, miraba el paisaje. Sólo se veía el océano. Ese almuerzo en el avión de la agencia fue muy diferente, comparado a los otros dos refrigerios hechos a bordo. Fue un almuerzo musical. Mientras comíamos, escuchábamos una selección, hecha por Charles, de la ópera El baile de máscaras. Generalmente, disfruto mucho de la música y aprecio casi todos los tipos, desde clásica, moderna, swing, hard-pop, jazz y hasta rock clásico, pero nunca tuve mucho interés en la ópera. No tengo un motivo definido para eso, y poco o nada conocía en esa música. Para mi sorpresa, la selección de Charles fue muy agradable. (N141: los estilos de música nombrados quedan añejos para ese tiempo).

Estábamos sentados lado a lado, separados por el corredor, y podíamos conversar muy bien. De forma muy breve, él me había contado la trama de la ópera, ya que le gustaba disfrutar de la música sin interrupciones. Yo estaba comiendo el postre cuando, por casualidad, avisté a lo lejos una isla por mi ventana.

 ¡Charles! Veo algo por mi ventana, parece una pequeña isla.

Charles miró su reloj y después tomó un papel de una carpeta abierta que tenía al lado izquierdo de su asiento. Leyendo el papel, dijo:

 Según nuestro itinerario, la isla que estás viendo hacia tu lado derecho se llama Salas y Gómez y es territorio chileno. Ya estamos muy cerca de la Isla de Pascua.

Después de este breve diálogo, quedamos en silencio oyendo la ópera y yo mirando la isla que se movía para atrás, saliendo de mi campo de visión. Minutos después el asistente de a bordo retiró nuestras bandejas y aproveché para ir al baño. (N142: de nuevo el baño. No lo pondría).

Recién había vuelto a mi asiento cuando el piloto anunció que estábamos preparados para aterrizar. No saqué mis ojos de la ventana pues quería apreciar el paisaje. Para mi suerte, el avión dio una vuelta alrededor de la isla antes de aterrizar, lo que me permitió verla por encima.

Pude ver un pequeño pueblo, tres promontorios grandes con sus respectivos cráteres, lo que significaba que eran remanentes de volcanes. Los bordes de la isla parecían muy escarpados, casi sin playa.

Finalmente, el avión se posó en el aeropuerto de Mataveri, el único de la isla. Una van nos esperaba. Con ella estaba el único funcionario, en ese momento, de la estación Rapa Nui. Annie hizo las presentaciones, pues conocía el lugar y al muchacho que nos esperaba. Salvador Paoa, reemplazante del operador oficial Dan Nelson.

(NN034: Poe no se va a alojar donde Paoa, se queda en una cabaña, como todos)

Después de acarrear nuestras cosas, fuimos hasta el campamento. Salvador Paoa tenía dispuestos los alojamientos: Charles, Smith y Bolton quedaron en una de las cabañas, Annie O´Brien en otra y yo en el cuarto de huéspedes de la casa de él, en el pueblo. Rápidamente Annie me explicó que era una actitud de cortesía de Paoa y que yo debería aceptar el ofrecimiento. Quedé sorprendido, pero acepté. (N143: queda raro que a él le hagan ese honor. Si en la otra versión es chileno, podemos justificarlo así.) (N144: ¿es verdad que se usa esa manera de cortesía en Isla de Pascua o es una idea tuya?)


Annie subió todo el sistema computacional de Rapa Nui. Seguí toda la operación, tomando nota de algunos pasos para poder proceder solo cuando fuese necesario. Todo parecía normal. Por dos horas, bajo la atenta mirada de Charles y Bolton, estuvimos con Salvador revisando todos los archivos y programas, consultando los registros de respaldo en disco láser del día anterior a la intrusión que yo había llamado Explorador.

Eran las 21:00 hrs. y estábamos cansados. Decidimos continuar nuestro trabajo al día siguiente, por la mañana. Salvador me llevó a su casa. Era bastante conversador y me contó un poco sobre la historia de la isla durante el trayecto.

Mi habitación en la casa de los Paoa Riroroko era sencilla pero muy cómoda. Jimena Riroroko, esposa de Salvador, era profesora de inglés en el liceo de la isla y Salvador, en las horas libres de la estación, enseñaba matemáticas y ciencias de la computación en la misma escuela. Ambos resultaron ser muy amigables y gentiles. Era como si ya nos conociéramos de antes. También hablaban muy bien el inglés, cosa muy conveniente para mí, que no sabía nada de español.

En la mañana del segundo día en la isla, con Annie y Salvador, y con toda la atención de Charles y Bolton, retomamos la comunicación con la estación Alpha utilizando la red Beta Constellation de satélites. Ese, por mientras, sería el único link autorizado por las medidas de seguridad y sólo conectaría a la estación Rapa Nui dos transceivers de la red Beta y finalmente Alpha. (N145: es muy técnico y no se entiende la última parte.) Según comentarios de Charles, por algunos días más el servicio normal de comunicaciones estaría siendo servido por las antiguas redes de microondas como la Iridium Constellation, la más vieja de todas en ese momento. (N146: aquí pondría desde cuando funciona, para conectar el hoy de ahora con ese momento).

Finalmente todo estuvo listo para que yo hiciera la prueba con mi programa de búsqueda a fin de localizar el patrón dejado por el Explorador. Las órdenes de Charles eran que yo hiciera la investigación solo y en forma autónoma y teníamos la certeza de que todo iba a funcionar bien. Annie, Bolton y Smith tuvieron el resto del día libre y fueron a hacer turismo por la isla, ya que al día siguiente volverían a casa en el avión de la agencia.

Todos se habían ido, incluso Salvador, quedando sólo Charles y yo. Mientras él miraba los CD del equipo de sonido de la sala de operaciones, pregunté: (N147: poner CD parece muy de ahora. Para entonces los DVD van a ser mucho más comunes o algo más moderno aún).

 ¿Tú también te irás en los próximos días?

Él estaba muy distraído con los CD y no respondió inmediatamente a mi pregunta. Después, aproximándose a mí con tres CD en la mano:

 Probablemente me iré en dos o tres días. Todo dependerá de lo que tú encuentres en el sistema operativo de los computadores.

 Bien, ya cargué mi programa y vamos a hacerlo correr.

 ¿Cómo vas a hacer la búsqueda?

 Comenzaremos por Rapa Nui y después revisaremos los dos transceivers que estaban siendo utilizados en el día del ataque.

 ¿Cuánto tiempo vas a demorar, Ray?

 Mira, mandé el programa para todos lados, o sea, tendrá que ir abriendo archivos y probar si existe o no la semilla inicial del patrón deseado. Puede tomar el resto del día.

Él me mostró los tres CD.

 ¿Qué música prefieres? Aquí tienen música típica de Chile, Las cuatro estaciones, de Vivaldi, y una antología de Sarah Vaughan.

Dejé de teclear en el terminal y miré a Charles, pensativo.

 No conozco la música típica de Chile. El ambiente me parece más apropiado para Vivaldi, pero me gusta mucho Sarah Vaughan. ¿Escuchémosla? (N148: de nuevo una alusión añeja. La dejaría, pero con algún comentario sobre su antigüedad. Para el 2023 va a llevar 33 años muerta.)

 Buena elección, yo iba a sugerir lo mismo dijo Charles, cordialmente.

Mientras Charles ponía la música, terminé de activar el programa de búsqueda. Me recliné un poco en la silla mientras escuchaba los primeros sonidos de Black Coffee.

 ¿Qué tal un café, Raymond?

 Parece una buena idea.

Me levanté de la silla y fuimos al cuarto donde estaba la cocina del complejo. Dejamos la puerta abierta para poder escuchar el disco mientras tomábamos café.

El final del día fue muy frustrante. No había encontrado nada en Rapa Nui ni en los dos transceivers. Para probar el programa entré en Alpha y encontré el penúltimo patrón; por lo tanto, estaba funcionando bien.

Estábamos cansados y decidimos reunirnos con nuestros colegas que estaban de acuerdo para comer en un pequeño restaurante en la caleta de pescadores. Se reunieron también con nosotros Salvador y su mujer, Jimena. La velada fue muy agradable. Annie y Bolton hablaron animadamente sobre sus experiencias durante el paseo hecho por la isla y Smith no paraba de hablar, con un entusiasmo poco común en él, de cómo fueron hechas las estatuas, llamadas moais, y sobre los misterios de la isla.
Pasaron dos días más y no conseguí descubrir nada. La red Beta de satélites y el sistema computacional de Rapa Nui fueron explorados minuciosamente por dos programas míos durante esos dos días y no encontraron nada, para frustración de Charles, que soñaba con que el patrón dejado por el Explorador fuese una evidencia de una civilización paralela en el fondo del mar.

Por el momento yo estaba nuevamente solo. Charles había ido al aeropuerto para reservar su retorno a Washington y Salvador, gentilmente, estaba haciendo la mudanza de mis cosas a la cabaña-dormitorio que yo ocuparía a partir de ese día. Jimena y Salvador insistieron en que no me mudase de la casa de ellos, pero como una de las cabañas de la estación quedó libre, lo más correcto era que me mudara.

Me estaba quebrando la cabeza con una nueva estrategia para poder detectar el último patrón del Explorador cuando Charles apareció en la sala de operaciones.

 ¡Hola, Raymond!

 ¡Ah! Hola Charles, ¿cómo te fue en el aeropuerto?

 Bien. Mañana tomo un vuelo a la una de la tarde para el continente. ¿Podemos conversar?

Salimos del recinto y fuimos, minutos después, a sentarnos en unas sillas de playa muy cómodas que la estación Rapa Nui tenía en una terraza para poder disfrutar del paisaje. A mí me gustaba ese lugar, pues era posible ver toda la pista del aeropuerto Mataveri y también el mar.

Una suave brisa acariciaba nuestros rostros, despeinando nuestros cabellos a cada soplo. Aspiré profundamente varias veces, llenando mis pulmones con el aire delicadamente húmedo y salobre de la isla. Mientras bebíamos café en unos jarros que tomamos de la cocina, Charles se reclinó en la silla y me preguntó, cerrando sus ojos:

 ¿Cómo está la situación?

Bebí un sorbo de café y respondí:

 Estoy confundido. No sé por qué no encuentro la última señal del patrón del Explorador.

 ¿Revisaste bien los dos transceivers de la red Beta y todo el sistema operativo de Rapa Nui?

Charles había hecho esa pregunta de forma muy insistente durante los dos últimos días. Yo estaba un poco molesto con eso y respondí, algo ofendido:

 ¿Por qué lo preguntas, Charles? ¡Tú has estado conmigo casi todo el tiempo y ya sabes la respuesta!

 Está bien, Raymond, no te molestes respondió Charles percibiendo mi estado de ánimo. Cambiaré entonces la pregunta. ¿Tú crees que el Explorador es una entidad extraterrestre?

(N149: pero Raymond ya dijo que sí, desde el principio. Aquí sería el momento para hablar del tema y que los dos planteen su postura frente a él.)

Quedé pensativo por no haber detectado nada ni en la red de satélites ni en Rapa Nui. ¿La ruta del Explorador continuaría más allá de la estación Alpha? Pensé algo a fin de ordenar mis ideas.

 No sé. Ya sabemos que la penúltima señal del patrón está en Alpha, de alguna forma debe haber llegado hasta allá. Si no existe la secuencia en otro punto de la Tierra, lo lógico es pensar que la señal vino de fuera de nuestro planeta, ¿no crees, Charles?

Charles, abriendo sus ojos, dejó su posición reclinada y quedó sentado en la silla. Mirándome, dijo con convencimiento:

 Es lo que el Explorador pretende que creamos.

Miré sorprendido a Charles. ¿De dónde había sacado esa idea? Lo rebatí, creyendo que la idea era alocada y, con una media sonrisa, dije:

 Charles, Charles, ¿no crees que es mucha fantasía? Lo más probable es que todo sea parte de uno de los consorcios de piratería organizada y un agente de ellos haya actuado en Alpha y lo que estamos siguiendo sea una pista falsa, dejada intencionalmente. Lo que yo no entiendo es por qué hizo una operación a tan gran escala, mostrando tanta pericia y poder de infiltración.

(N150: aquí me confundí. Raymond se contradice completamente con su teoría de los extraterrestres que ya ha defendido dos veces. No queda coherente.)

Charles continuaba mirándome con cara de triunfo y esto me confundía. Pausadamente, dijo en tono confidencial:

 ¿Tú sabías que, de todas las subestaciones de apoyo en tierra de la estación espacial Alpha, sólo Rapa Nui fue protagonista del accidente? (N151: ¿de qué accidente? ¿De ser desactivada por el Explorador? Habría que especificar.)

 ¡Charles! En los tres informes que leí y en la reunión de cúpula en la cual participé no se hizo referencia a ese detalle.

 Detalle importante, ¿no crees, Raymond?

 ¿Por qué ocultar esa información, Charles?

 Por seguridad. ¿No te parece rara, tal como tú dices, esa invasión a tan gran escala, mostrando tanta pericia y poder de infiltración? ¡No se entiende por qué fue hecha! Sale un poco de la lógica. ¡Ah! Y otra cosa. Según el relato de Dan Nelson y de Annie O´Brien, parece que el flujo de datos pasaba a través de Rapa Nui, de la misma forma como Sumie Noguchi relató sobre lo que sucedió en la estación Alpha.

 ¿Entonces? pregunté.

 Entonces, es por eso que te pregunto si buscaste lo suficiente para encontrar algún indicio en los dos satélites transceivers y aquí en Rapa Nui.

Ahora comprendí por qué Charles había sido tan insistente. Él volvió a reclinarse en la silla. Estuvimos en silencio por un largo tiempo, cada uno sumergido en sus propios pensamientos.

El día en la isla estaba muy bonito y yo sentía un aire de misterio envolviendo el lugar. Y en mi yo íntimo una llama de excitación comenzó a calentar todo mi ser, dándome una sensación muy agradable. Presentía que estábamos siendo protagonistas de una aventura, y sentía que sólo ahora se iniciaba.

Charles rompió el silencio, diciendo en un tono de reflexión:

 Yo no sé por qué, pero creo que aquí en la Isla de Pascua está la respuesta de este enigma. Me agradaría mucho que fuese algo diferente, algo que pudiese proporcionar un nuevo despertar a la humanidad, un cambio radical en nuestros pensamientos. (N152: sale un poco forzado un comentario tan trascendente dicho así de repente).

 ¿Dices eso por haber fracasado cuando intentamos captar señales inteligentes provenientes de cuerpos celestes de nuestra galaxia? Hace un tiempo, leí algunos artículos sobre el impacto sicológico que nos causaría la conciencia de que no estamos solos en este universo. (N153: para entonces va a estar muy avanzada la búsqueda de planetas extrasolares. Habría que hacer referencia a eso.)

 Y esa es la idea, Raymond. Todo el esfuerzo desarrollado por años y probablemente nuestros compañeros de vida en este vasto universo se encuentran justo aquí en las profundidades del Océano Pacífico. ¿Te puedes imaginar las consecuencias de ese descubrimiento?

 No, no puedo. Bien, mejor dicho, me da escalofríos intentar imaginarlas y la confirmación de la existencia de los…

 Mariners se apresuró a completar charles.

 Sí, los mariners asentí.

Charles se levantó y abrió sus brazos, aspirando profundamente. Dirigiéndose a mí, exclamó, mostrando con su mano derecha el centro de su pecho:

 Hacía tiempo que no sentía esa sensación de nerviosismo e impaciencia justo aquí.

Yo exclamé, también sorprendido por tener la misma sensación:

 ¡Mira! Estoy sintiendo lo mismo hablé mostrando en mi torso donde queda el comienzo del estómago.

Nos miramos por unos segundos y después rompimos en carcajadas. Me puse entonces de pié y, como él, comencé también a aspirar el aire salobre de la isla, extendiendo mis brazos. Comenzamos a hacer algunos giros con nuestros cuerpos, siempre dejando los brazos abiertos y bien extendidos. Mientras yo hacía esas suaves evoluciones, en mi mente apareció el preludio de El baile de máscaras, ópera que estaba aprendiendo a disfrutar gracias a Charles. El paisaje era el único mudo testigo de la absurda escena que estábamos representando, como si fuésemos dos adolescentes en el inicio de la universidad. (N154: esta escena me parece fuera de contexto, más que nada por el carácter de los personajes. La sacaría. No va con la idiosincrasia nuestra, además.)
Charles Bradner partió al día siguiente. Habíamos acordado que si yo encontraba la señal, le comunicaría el hecho inmediatamente, diciendo sólo la palabra “Mariner”. Él me aseguró, entonces, que en quince horas estaría nuevamente en la isla.

La brisa del mar acariciaba mi rostro. Aspiré profundamente para sentir el aire de la playa de Ovahe. Monté en el caballo que había arrendado varias veces a Juan Rapu Tepano, amigo del matrimonio Paoa Riroroco. Faltaba una hora para que el Sol se pusiera y era mejor volver a la villa Hanga Roa. También había sido invitado a comer en la casa de los Paoa Riroroco y no quería llegar atrasado. (N155: queda raro ponerle los dos apellidos a Juan. Tal vez si uno fuese chileno, se podría justificar más.)


Habían pasado dos semanas desde que Charles Bradner había dejado la isla y nada nuevo acontecía en mi búsqueda por indicios del Explorador.

Charles dejó instruido a Salvador Paoa para sustituirme en mis horas de descanso. Así él podría quedarse solo más adelante probando otros programas que, eventualmente, yo podría mandarle, después de retornar a casa. Yo proyectaba permanecer cinco días más en la isla. No tenía sentido permanecer por más tiempo buscando lo que no existía. Por lo menos había tenido la suerte de conocer un punto de la Tierra que, en otras circunstancias, no habría tenido la oportunidad ni interés en conocer.

La comida en la casa de Salvador y Jimena me gustó mucho. Una ensalada de lechuga y tomates de la huerta, junto con mejillones, una langosta asada, vino blanco y, de postre, helado de lúcuma con mermelada de fresa hecha en casa.

Ya eran las 0:30 hrs. y, como de costumbre, antes de dormir, fui a ver si la última versión de mi programa de búsqueda había localizado algo. Me senté frente al terminal y comencé a verificar los últimos diez archivos creados. Nada, como de costumbre.

 Y sólo faltan cuatro días para irme hablé en voz alta.

Me recliné un poco en el asiento del terminal. Para mí, el tiempo que permanecía en la estación Rapa Nui estaba volviéndose muy tedioso. Por otro lado, los paseos por la isla y las nuevas amistades adquiridas habían sido una experiencia muy buena. Estaba cansado y me di una buena estirada, con un gran bostezo. Mientras estaba haciendo eso noté que la cámara de imagen del terminal que estaba usando se encendía. ¡Nosotros, digo, Salvador y yo, no habíamos activado el sistema de comunicación desde la partida de Charles!

 ¡Hey! exclamé en voz alta. “¿Salvador habrá activado el sistema y olvidó de comunicármelo?”, pensé. De reclinado pasé a quedar sentado, preparado a teclear los comandos de registro y el de desactivación del sistema de comunicación láser. Di el comando que me permitiría saber a dónde estaba siendo transmitida mi imagen y mi voz por el sistema de comunicación. Para mi sorpresa no aconteció nada en el monitor. El teclado estaba muerto. ¿Cómo podía pasar eso si hacía apenas un minuto estaba funcionando? Intenté teclear nuevamente el comando y nada.

Lo que sucedió después me erizó todo el cuerpo y me hizo sentir absolutamente indefenso. Una voz metálica y fría se escuchó por el alto parlante del monitor frente a mí.

 ¿Raymond Poe, nos puede ayudar?

Mis ojos estaban fijos en la cámara de imagen que me observaba fijamente, como si fuese el ojo de un ser. Quedé pasmado, sin poder responder.

Raymond Poe, estamos solicitando su ayuda.

(N156: en la búsqueda del explorador faltó poner algo que le ayude a aprender el idioma. Bases de datos con libros grabados para ciegos, por ejemplo).



(NN035: vamos a sacar el nombre y el número y reemplazarlo por Cuarta Parte)
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