Borrador de la comisión de despoblación del díA 27 de abril de 2015



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Sinceramente les digo que tenemos depositadas muchas esperanzas en diseñar un plan y en extrapolarlo en un plazo de 4 o 5 años. No sé si me he dejado alguna cosa sin responder, quizás la cuestión de los empleos. Fundamental es que nos beneficiemos de los empleos. La clave es que retornen a las zonas donde están los recursos, que no vengan las procesadoras y los autocargadores de las grandes empresas que están localizadas a cientos de kilómetros y que nuestros habitantes se conviertan exclusivamente en proveedores de mano de obra. Tenemos que buscar que esa transformación se genere desde dentro, desde el corazón del bosque.

El señor PRESIDENTE: Muchísimas gracias, señor Medrano, gerente de la Asociación Forestal de Soria.

Nosotros llevamos muchísimas comparecencias, esta es la 49, y no ha habido dos iguales; y, en este caso, usted nos ha demostrado que más vale una imagen que 1000 palabras. He entendido que gestionar los montes de socios era muy complejo justamente cuando usted ha abierto esta sábana de 7 metros. Debe ser tremendamente complejo.

De todo lo que ha dicho usted, yo me quedaría con una frase que me ha preocupado, la de que quizás seamos la última generación con conciencia rural. Uno de los objetivos de esta comisión, precisamente es ese, que haya más generaciones, que no se terminen, y que durante mucho tiempo haya mucha población, muchas personas que quieran vivir en la montaña y tengan conciencia rural.

Muchísimas gracias.

Suspendemos la comisión durante un minuto, hasta las siete en punto. (Pausa).


COMPARECENCIA DEL EMPRENDEDOR, D. JUAN CARLOS BARRABÉS CÓNSUL, ANTE LA COMISIÓN ESPECIAL DE ESTUDIO SOBRE LAS MEDIDAS A DESARROLLAR PARA EVITAR LA DESPOBLACIÓN DE LAS ZONAS DE MONTAÑA, PARA INFORMAR EN RELACIÓN CON LA MATERIA OBJETO DE LA COMISIÓN.

(Núm. exp. 715/000442)

AUTOR: COMISIÓN ESPECIAL DE ESTUDIO SOBRE LAS MEDIDAS A DESARROLLAR PARA EVITAR LA DESPOBLACIÓN DE LAS ZONAS DE MONTAÑA.
El señor PRESIDENTE: Se reanuda la comisión. Como ustedes saben hoy tenemos al último compareciente de esta comisión, comisión que se puso en marcha hace ya cinco meses, el 14 de octubre del año pasado. Durante estos cinco meses ha habido doce comisiones, cincuenta comparecientes, de los cuales catorce alcaldes, trece asociaciones y entidades, nueve catedráticos y profesores, cuatro consejeros de comunidades autónomas, cuatro directores generales, un diputado provincial y cinco expertos de diferentes temas, dos de ellos no-españoles, que venían de la Unión Europea.

Geográficamente ha habido representación de once comunidades autónomas. Concretamente de La Rioja, Madrid, País Vasco, Andalucía, Aragón, Asturias, Cantabria, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Cataluña y Galicia.

Creo que el objetivo de esta comisión, a nivel de comparecientes, se ha cumplido. El esfuerzo que se ha hecho durante mucho tiempo ha sido intenso, prácticamente todos los lunes desde octubre. Por lo tanto, agradezco a los miembros de la comisión su paciencia y su interés.

Volvemos al punto del orden del día, a la última comparecencia, que es la de don Juan Carlos Barrabés Cónsul, para informar en relación con la materia objeto de estudio de la Comisión.

Creo que no es necesario que en estos temas de montaña presentemos a Juan Carlos Barrabés, porque es un experto en montaña y en su ambiente general.

Yo, esta mañana, viendo lo ocurrido en Nepal, a los montañeros que estaban en la base del Everest, y el riesgo que se corría, me acordaba mucho de él. He hecho una asociación de ideas.

No voy a emplear más tiempo y vamos a lo que nos interesa, que es la información y la opinión que tiene don Juan Carlos Barrabés, para que nos responda la pregunta: ¿qué hay que hacer para que las zonas de montaña tengan desarrollo, tengan progreso?

Les recuerdo que es el último compareciente, por lo tanto, de alguna forma, esto pasa a la historia. (Risas).

Tiene usted la palabra.
El señor BARRABÉS CÓNSUL: Muchas gracias. Primero quería incidir en el recuerdo al pueblo de Nepal, que realmente son montañeses, montañeses como muchos de nosotros y con problemas increíblemente parecidos. Ahora tienen unos problemas muchísimo mayores y me gustaría, desde aquí, hacer un llamamiento a la solidaridad con el pueblo de Nepal, porque realmente lo necesitan y lo van a necesitar durante mucho tiempo.

Por otro lado, quería agradecer ser el último, porque sé que esto es una oportunidad para saber qué han dicho todos los demás.

Yo quería explicarles qué es lo que para mí está ocurriendo en la montaña. Hay cosas que ustedes saben cómo, por ejemplo, que la montaña se está despoblando. Es cierto que las zonas de montaña de todo el planeta se están despoblando porque básicamente hay un cambio de estándar en el mundo, y el nuevo estándar es la ciudad.

La ciudad es el nuevo bloque de Lego sobre el que se va a construir. Han estado ustedes oyendo hablar durante mucho tiempo de las smart cities, las ciudades inteligentes. Los pueblos, parece que seamos tontos. Si ellas son smart, los demás no lo son.

Este es uno de los grandes retos que tenemos en los próximos años, luchar realmente por un lugar, porque el lugar principal ya está dado. En estos momentos, el 52% de la población mundial vive en ciudades y va a ir a más. Nos enfrentamos a grandes urbes, nos enfrentamos a unos centros humanos muchísimo más eficientes, con unas capacidades enormes de escala, que sin duda, harán para muchos humanos la vida mejor.

Pero no es menos cierto que el resto del planeta existe, y tendrá un cambio en su distribución, un cambio que estamos sufriendo directamente, pero un cambio que puede, sin duda, ser a mejor. No tiene por qué ser a peor.

De hecho, están comenzando a suceder diferentes acontecimientos que pueden llevar a que la despoblación de los lugares de montaña pase a ser una oportunidad. Luego lo vemos.

El segundo gran problema es la desigualdad. Los modelos que hemos creado en las zonas de montaña implican una de las mayores desigualdades del mundo respecto al PIB de cada país, es decir, las personas que viven en la montaña en Nepal –podríamos decir que cada cien metros, más alto viven–, son más desiguales que las que viven más abajo.

Es cierto que hay algunos barrios de algunas megaurbes, donde la desigualdad es muy elevada, pero no es menos cierto que la desigualdad no se mide por cuánta gente vive mal, sino por qué diferencia hay entre el que vive mejor y el que vive peor. En eso, el turismo, que en definitiva es el factor económico dominante en las montañas, establece una desigualdad enorme. Genera ricos y pobres. Genera un montón de gente que trabaja para algunos que les va bien. Y esto es un problema, un problema importante, y un problema que va a ser realmente relevante en los próximos años.

Necesitamos un nuevo modelo industrial en las zonas de montaña, que vaya más allá del turismo. Esto no quiere decir que el turismo por sí sea malo y haya que demonizarlo. El turismo es una industria, pero no es suficiente para configurar comunidades con una igualdad razonable.

En tercer lugar tenemos un problema importante, que es el envejecimiento. El envejecimiento tiene varias cosas importantes. La primera es que se nos van a olvidar muchas cosas, y este es un problema grave. Yo recuerdo siempre una vez que me llamaron del sistema de lenguas de Google, de California, y me pidieron datos sobre el patués. Yo soy bilingüe, por lo menos, y hablo patués. Quedamos muy poca gente que hable patués. Mi sorpresa fue al ver la home del sistema de lenguas de Google, mundial, donde había un indio del Amazonas que hablaba un idioma que se iba a extinguir; había un indio de Nueva Guinea; había una señora del centro de la India y había un señor con boina de Sahún - Sahún es un pueblo del valle de Benasque- de ochenta y tantos años. El envejecimiento lo que se lleva por delante es básicamente nuestra idiosincrasia. Este es un gran problema, porque la repoblación de los lugares viene dada por el turismo y por personas que no se quedan demasiado tiempo. Es muy difícil el arraigo. Esto ha roto nuestra idiosincrasia humana de una manera bestial.

Tenemos un problema socioeconómico, no es específicamente un problema económico, y quien vea esto como un problema económico, yo creo que lo ve sólo con una faceta, y muy corta.

Al final, como pueden ver, el turismo es el 10 % del PIB mundial, pero el turismo de montaña es el 15 o 20% de ese turismo. Es cierto que es una gran industria, pero cuando uno va a Senegal, a países más pobres que España, lo que encuentra es turismo. Y ¿por qué siempre que vas a un país muy pobre encuentras turismo? Porque arraiga. Es lo más fácil que arraigue. El turismo es una buena industria, una industria muy necesaria, sobre todo cuando no tienes ninguna más, pero tiene muchos problemas. Por ejemplo, genera un fracaso escolar bestial. Y esto es lo que tenemos en las zonas de montaña.

Cuando alguien se pregunta por qué en las zonas de montaña sólo hay hombres, –muchas mujeres se van–, es porque básicamente el trabajo que les queda a las mujeres en las zonas de montaña es malo, es fregar suelos, lavar platos, trabajos terriblemente duros. Esto hace que cuando se van, y se van con razón a buscar una vida mejor, porque no tienen estudios, son sustituidas por personas emigrantes que vienen a cobrar sueldos bajos, que son todavía más difíciles de integrar. Y, en definitiva, creamos una bola para la que no tenemos medios. No somos capaces de integrar a los emigrantes de Bolivia, de Colombia, porque realmente no tenemos una idiosincrasia que sea capaz de adaptarlos, ni una estructura empresarial, industrial, que permita de una manera económicamente viable, fijar esa población. Y no tenemos, por otro lado, la capacidad de crear empleos de clase media, como pudieran ser los empleos públicos, porque simplemente no hay una decisión clara de inversión, no hay un modelo de inversión. Y esto es un problema.

A lo que nos estamos enfrentando es a la destrucción total de nuestras regiones. Y este es un problema que se debe afrontar en su totalidad.

Creo que urgentemente necesitamos tener una ley de las zonas de montaña. ¿Por qué una ley? Porque necesitamos reestructurar completamente nuestros territorios y, para eso, debemos tener definido cuál es el marco de actuación, cuáles son las capacidades que se necesitan, quiénes son los actores y exactamente, qué es lo que uno puede esperar cuando toma la decisión de vivir en las montañas.

Esta ley de las montañas implicaría un marco obligatorio para invertir en cualquier lugar. Cuando uno va a la costa, hay la Ley de Costas, cuando uno va a exportar, hay las leyes de exportación, cuando uno va a la montaña, tiene las mismas leyes que tiene en el llano, y en cambio la realidad ni se parece. Así que yo creo que esta es la Cámara y el lugar, la Cámara territorial.

Las montañas somos, ante todo personas, y después territorio específico. Somos el lugar para tener una ley. Necesitamos claramente ese marco que permita el desarrollo y la especificidad que evidentemente tenemos.

¿Qué pasa en estos momentos? El plan-reto que tenemos es el valor frente a la urbanización. Cada vez el mundo va a estar más urbanizado y la productividad de esas ciudades va a ser enorme. Así que nosotros podemos, o vivir de la urbanización, o realmente generar un valor que nos permita una transferencia justa, un equilibrio, una cooperación.

Aquí hay dos maneras. Cuando uno se enchufa a una red, y el mundo se establece en redes, uno puede pensar que es la red eléctrica, enchufar y esperar que se encienda la luz. Pero las redes te dan tanto como tú das, es decir, tú tienes que dar para que te dé la red. El mundo va a ser un mundo en redes, en capas superpuestas en redes y conectadas. Así que las zonas de montaña deben constituirse en red, y para ello deben constituirse en plataforma, y para constituirse en plataforma deben tener las capacidades over the top.



Over the top significa en la nube, significa por arriba. Nosotros no podemos pensar, como una ciudad, en tener las capacidades concentradas. ¿Quién se puede imaginar un hospital de cuatrocientas habitaciones para todo el Pirineo? Cuando llegas, han pasado dos horas.

Nosotros tenemos que pensar en capacidades distribuidas. Tecnológicamente hoy es posible. Debemos pensar en otra manera de actuar, otra manera de hacer, otro modo de productividad. Esto no significa una inversión mayor, no tiene por qué significarlo. Significa una manera de pensar diferente. Significa pensar que nuestra unidad no son mil, nuestra unidad son uno, dos o tres. Nuestra unidad, para tener camas, para personas enfermas, pueden ser cinco No nos hace falta un hospital, a lo mejor nos hace falta la planta de un edificio público de cualquier pueblo. Pero lo que sí que nos hace falta es que los servicios sean comunes, estén integrados y sean inmediatos. Y este over the top, esta construcción por arriba, con tecnología y estableciéndonos en plataforma y en modo red, no es que sea posible, es que es lo que hay que hacer, y es el camino. Y si no sabemos hacerlo, tendremos que construirlo.

A lo mejor deberíamos ser capaces en estos momentos de crear los modelos para hacer esto. Y, ¿por qué? Básicamente porque estamos en un modelo global, en un mundo global. El mundo global, a las montañas, nos afecta de una manera definitiva; probablemente más que a nadie. ¿Por qué? Porque no somos productores, somos básicamente importadores. Nuestra balanza comercial es increíblemente deficitaria, y esto, cualquiera que sepa un poco de economía, sabe que es el fin.

Así que, en este desequilibrio tan bestial en el que estamos, la globalización va en nuestra contra, a no ser que seamos capaces de ser un elemento globalizable. Ser un elemento globalizable es posible. Por supuesto en una industria como el turismo, donde claramente debemos abrirnos a los nuevos mercados, algo que no hemos logrado, a Asia, etcétera.

Cuando uno va por una calle de un pueblo y ve un turismo excesivamente cercano, lo que tiene que pensar es que realmente tiene pocos ingresos por turista; no es un turismo que realmente vaya a generar una igualdad mayor, va a ser complicado.

Cuando uno va por un pueblo y ve que están vendiendo unos tomates producidos en cualquier parte del mundo, por ejemplo en Perú, lo que está viendo es un desequilibrio si no ve salir camiones de tomates para fuera.

Nosotros debemos equilibrar la balanza, este es el gran reto que tenemos. Nuestra balanza está terriblemente desequilibrada.

En tercer lugar, necesitamos aumentar nuestra eficiencia y nuestra calidad. La palabra calidad puede parecer una palabra de los noventa en España, pero no lo es así en la montaña, y no lo es así en muchos lugares que creen que es así.

Nuestra eficiencia es fundamental. La eficiencia en zonas de montaña es muy inferior. En temas básicos, como por ejemplo el clima, la misma meteorología, las distancias, la falta de infraestructuras, la misma configuración y calidad del entorno, de las tierras, la eficiencia es mucho menor en las zonas de montaña, y esto es un problema. Y hoy en general la eficiencia es menor por una razón increíble, y es por la falta de formación.

Si ustedes analizan la cantidad de empresarios y emprendedores que tiene formación en las montañas, se darán cuenta de que es mínima. Podemos estar hablando, en muchísimas zonas, del 1 o del 2%. Eso quiere decir que el 98-99% de los empresarios en muchas zonas de montaña no tienen formación. Esto es tanto como decir que no les va a ir muy bien. Así que, realmente, el reto de la eficiencia es el reto de la formación, que es diferente a la educación.

La educación, lo que nos da es una capacidad de inclusión, una capacidad de tener una vida más plena, una capacidad, en definitiva, de desarrollar una comunidad mejor. Pero lo que nos da la formación es una capacidad de desarrollar un negocio, de desarrollar un trabajo de una manera más eficiente. Así que la formación está por encima de la educación. Desde este punto de vista, nuestro problema de formación es enorme. También lo es nuestro problema de educación, pero de eso hablaremos luego.

El mundo tiene tres problemas básicos. El primero es la desigualdad, de la que ya hemos hablado y es mundial, pero en nuestro caso es mayor, con lo cual es mayor el problema. Sobre todo es mayor porque nuestro modelo nativamente genera desigualdad, así que no va a cambiar si no cambiamos el modelo.

La segunda parte es la inestabilidad. La mayoría de las zonas de montaña del mundo están medio en guerra, o pasa una guerra cerca, o pasa algo cerca. Una de las ventajas que tienen nuestras zonas de montaña, y esto es algo importante, en España, es que en general son muy estables, desde el punto de vista de fronteras, de aduanas, pero nuestra inestabilidad está en que nuestras zonas de montaña pasan por encima de las provincias y de las regiones. Así que, en realidad, las decisiones no son por cordilleras, y este es un tema importante. En las zonas de montaña debe haber acuerdos suprarregionales. Este es un tema bastante relevante y se puede ver en prácticamente todas las cordilleras de España y en todos los macizos. Tenemos la tendencia a pensar que en las zonas de montaña somos diferentes cinco quilómetros más para aquí, cinco quilómetros más para allá, y no. Somos los mismos, somos el mismo bicho. Somos tanto los mismos, que pensamos igual y tenemos los mismos problemas. La ley de las zonas de montaña debe poner el foco real en nuestra existencia como montañeses, como pueblo dentro de los pueblos. Hay que tener en cuenta necesariamente esta especificidad para el desarrollo. Sin ella lo que estamos haciendo es romper nuestro máximo valor, que es entender las cordilleras horizontalmente, no verticalmente. Nosotros no pensamos de norte a sur casi nunca, casi siempre pensamos de este a oeste, y de oeste a este. Y esto es un problema enorme de interacción con el resto del país. Nosotros pensamos de una manera integral, y esto es un tema a solucionar.

El tercer gran problema del mundo es la sostenibilidad. La sostenibilidad es un problema, pero es la mayor oportunidad de la historia. Si realmente ustedes me preguntan por qué, con toda la crisis que hay en el mundo, y todos los líos que hay, no hay una guerra mundial, básicamente es porque el negocio que viene es mayor que el toll que hay, varias veces mayor. Es un negocio enorme: es hacer que 9000 millones de personas vivan con calefacción, con frigorífico y comiendo todos los días, sin que reviente el planeta. Este es un negocio tan increíblemente grande que, sin duda, va a afectar de una manera definitiva a la construcción de ciudades más grandes, para que sean más eficientes y más sostenibles.

El reto que tenemos en la montaña es mantener lo que en general han hecho nuestros abuelos y tatarabuelos: una montaña sin contaminar, estable, con capacidad, en definitiva, de ser un referente.

La sostenibilidad en las montañas está en el ADN de los montañeses. Si lo que queremos es que haya sostenibilidad en las montañas, lo que tenemos que dejar es que los montañeses opinen, porque nosotros, de una manera nativa, somos sostenibles. De hecho, hemos llegado hasta aquí. En las montañas puede pasar algo que es insostenible, como un pantano. No lo hemos hecho nosotros, porque no lo queríamos, pero está hecho y no nos revierte nada; no es que nos dé igual que esté, es que preferiríamos que no estuviera.

Realmente, la comunidad debe tener mucha más fuerza, debemos ser capaces de dar a las comunidades la posibilidad de integrarse en las montañas y por eso debemos dejarles opinar sobre lo que pasa. La ley de las montañas tiene que dar a los ayuntamientos, a las asociaciones, a la sociedad civil emergente de todos los lugares de montaña, la posibilidad de opinar sobre temas tan potentes como si hay que hacer un parque nacional o no, o sobre si hay que hacer un pantano o no, porque realmente ese territorio, y se ha demostrado durante miles de años, se ha conservado de una manera maravillosamente estable y sostenible gracias a nuestros antepasados y, en cierta medida, a nosotros mismos. Somos gente de fiar, y muchas veces, la visión externa es una visión bárbara, es una visión realmente equivocada. Otras veces no, pero muchas veces sí.

Debemos engancharnos al mundo global. Los flujos globales son enormes y cada vez mayores. Nosotros no podemos vivir fuera del mundo. A mí siempre me gusta hablar de algo que llamo el efecto masái. Cuando vas a cualquier sitio de África – algo que a mí me gusta–, siempre ves cómo todo el mundo hace fotos a los masáis y dicen: mira qué tíos más majos, mira qué mujeres más interesantes. Ya, pero es que no saben leer. No, pero espera, que le voy a hacer una foto. Ya, pero es que se mueren de cáncer porque respiran humo por la noche dentro de su chabola. Ya, pero mira qué bonita la aldea. Ya, pero es que hay un metro de mierda y se van a morir de alguna infección. Y todo el mundo se va con un montón de fotos. Y yo siempre recuerdo a un viejo encantador que había en Benasque, que paseaba a las ovejas a las doce del mediodía invariablemente. Cuando había turismo en verano, cuando le hacían una foto, les tiraba el palo. Era un señor bastante terrible. Yo nunca entendí por qué les tiraba el palo, y era porque él no quería ser un masái; él era pastor porque no había tenido otra opción. No era pastor para que le hicieran fotos. Yo no quiero ser un masái; y como yo, estoy convencido de que la mayoría de las gentes que vivimos en las montañas no queremos ser unos masáis.

Nosotros queremos ser gente que tengamos la capacidad de tener vida plena y ser incluidos de manera nativa. Queremos ser gentes que gestionemos nuestras comunidades. Nosotros, la gente de la montaña, existimos, y nuestra sociedad civil es muy activa. Pueden ver en cualquier valle nuestras escuelas de música, nuestras asociaciones culturales, nuestras asociaciones sociales. Cada vez hay más empresas sociales, algo que claramente marca un activismo potente y, sin duda, ejemplar para las ciudades, y más modelos de sostenibilidad.

Nuestra sociedad civil es extraordinariamente activa para el tamaño de población que tenemos, increíblemente activa. Así que nuestras comunidades, sin duda, son nuestra unidad de medida y deben tener reflejo en esa ley de las zonas de montaña.

Todo esto nos permite engancharnos a un mundo global, un mundo al que hoy se entra, sin duda, a través de internet. Un mundo al que de ninguna manera podemos, ni debemos, renunciar, porque significaría ser un masái. Nosotros nativamente somos globales y nativamente somos personas capaces, así que no tenemos ninguna razón para no estar en el mundo total.

Lo que está pasando en el mundo hoy es básicamente la tercera revolución industrial. En algunos lugares oirán la cuarta, pero es la tercera. Lo que está ocurriendo es que en el mundo hay tres disciplinas que lo van a cambiar: la nanotecnología, la genética y la robótica. Todo esto mezclado con el nuevo internet, podríamos llamar el internet de las cosas, con el big data y la inteligencia artificial, forman el nuevo mundo. Esto es de un calado impresionante, de un calado mucho mayor que la primera y la segunda revolución Industrial.

Lo que está pasando en el mundo rural es que, afortunadamente, el primer lugar por donde ha entrado la tercera revolución industrial es por el mundo agro. El segundo es el vehículo conectado. En estos momentos, si usted quiere ver un dron donde tiene que ir es a un campo; si usted quiere ver sensores, tiene que ir a un campo; si usted quiere ver cualquier tipo de genética aplicada, tiene ir a un corral de un campo.

Lo que está ocurriendo en estos momentos es que la tercera revolución industrial se está desatando en el mundo rural y las primeras batas blancas las estamos viendo en el mundo rural.

En las zonas de montaña esto tiene una relevancia especial. Y la tiene porque, primero, el reto es muy grande, pero sobre todo porque emerge una nueva industria, y ahora veremos algún caso.

Realmente, la próxima industria en el mundo rural es el agro, entendido como ganadería y agricultura. Muy nueva, muy tecnológica, extremadamente tecnológica, pero extremadamente competitiva y esto puede permitir la creación de una industria nueva.


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