Dolcey Romero Jaramillo
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Recordemos que en las sociedades coloniales, donde la distancia entre lo sa-
grado y lo profano era muy difusa, el ideal de comportamiento era la santidad.
Tener un santo propio se convirtió en la América colonial en una aspiración
de cualquier ciudad o colectivo humano. Estos personajes los convirtieron en
mecanismos culturales, que pretendían modelar idealmente la
conducta y las
prácticas sociales. Los santos más que una devoción, son una representación
del sujeto ideal y en su momento tenían el estatuto de héroes y eran reveren-
ciados como tales
128
. San Benito, además de ser utilizado por los colonizado-
res como mecanismo cultural para modelar y edificar el comportamiento de
los esclavizados y esclavizadas negras, fue erigido en héroe por sus corracia-
les de la época.
La elección de San Benito de Palermo como
modelo ejemplarizante en el
trabajo de la evangelización de los personas negras esclavizadas no ofrece
dudas, ya que su existencia histórica era la mejor prueba de que aun los negros
esclavos podían ascender al Reino de los Cielos
129
.
En la memoria colectiva de los repeloneros, otrora sambenitenses, emerge la
figura histórica de San Benito desde el siglo XVII, y se ha mantenido como
santo patrono, hasta que fue rivalizado y reemplazado a
mediados del siglo
XX por San Antonio. En el imaginario popular existen dos versiones sobre la
presencia inicial del Santo Negro, para algunos esta estuvo asociada a la géne-
sis del pueblo que llevó su nombre y que sirvió de preámbulo para la aparición
de Repelón. Para otros, solo aparece articulado o conectado con la fundación
de este último poblado.
Independientemente de lo anterior, lo cierto es que San Benito cuenta con un
gran número de devotos y seguidores, sobre todo en la población adulta. Es
128. BORJA.
Op. cit.
, pp. 55-56.
129. MARTÍNEZ GARNICA,
Op. cit.
, p. 18.
San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
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tal su inserción en el imaginario y la memoria colectiva que como lo dijimos
anteriormente, cuenta con tres bustos: Uno en la parte
superior del frontis de
la iglesia, donde pareciera que tuviera el control visual de toda la plaza del
pueblo, el segundo al interior de la iglesia que se utiliza para las procesiones y
para clamar agua en tiempos de sequía, y el tercero enclavado en el sector más
popular y deprimido del pueblo, concretamente en el barrio que llaman Chó-
coro, en su mayoría habitado por personas negras dedicadas esencialmente a
la agricultura y la pesca. Es decir, el grueso de sus
actuales devotos lo consti-
tuyen los campesinos y los pescadores pobres de la población. Ellos aseguran
ser como San Benito: negros, pobres, agricultores y cuidadores de ganado
ajeno. Para los africanos, las estatuas, monumentos o toda reproducción de
personajes santos, jugaban con un detonante de la fidelidad imitada en susti
-
tución de los personajes bíblicos. Con la imagen entra en juego la oralidad, la
prolijidad de la música y la palabra, el tan tan, necesarios para darle vida a la
estatua
130
.
Como ya lo señalamos anteriormente, si bien los
santos fueron impuestos y
manipulados para colonizar espiritualmente a los sectores subalternos y aun-
que San Benito no escapó de esta instrumentación, también es cierto que sus
devotos lo convirtieron en héroe y santo 200
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