Ibíd.
, p. 230.
38.
Ibíd
.
39.
Ibíd
.
40. MORABITO. Notas al margen sobre el Atlántico Negro,
Op. cit.
, p. 44.
Dolcey Romero Jaramillo
30
religiosas para acceder a sus propios santos, que utilizarían como señuelos
para expandir el catolicismo entre los esclavizados negros. En este propósito,
jesuitas, dominicos y franciscanos jugaron un papel importante. Durante el
período colonial no solo las ciudades rivalizaron por contar con un santo pro-
pio sino también las órdenes religiosas. En este sentido, cada una de ellas que-
ría tener un santo negro que le permitiera aumentar y consolidar su prestigio y
evangelización entre las personas negras. San Martín de Porres era dominico
y San Benito de Palermo, franciscano. Los jesuitas habían preparado a varios
negros para que merecieran la santidad oficial pero solo tenían en mente ase
-
gurar la universalidad de la Iglesia
41
.
Con la aparición y santificación de San Martín de Porres, popularmente co
-
nocido como ‘fray escoba’, los dominicos logran aparejar a los franciscanos.
En consecuencia en torno a la disputa de la evangelización en América, San
Martín de Porres frente a San Benito tenía a su favor no solo haber nacido
en el Nuevo Mundo, en Perú, sino ser mulato: hijo de mujer negra con padre
español. Después de profesar tanto tiempo la devoción en América hacia San
Benito comenzó a desvanecerse y por el contrario la de San Martín, a forta-
lecerse. Es decir en América “un medio negro” ha tenido más valor que un
“negro integral”; en el nuevo contexto, San Martín de Porres, el primer santo
negro del continente americano, era proclamado como protector de los negros
en el Nuevo Mundo
42
. Morabito es del criterio que en África, la Iglesia Ca-
tólica ha sustituido a San Martín de Porres o lo ha unido con el proyecto de
relance de San Benito, ‘el Moro’, agenciado por los franciscanos para ganar
adeptos en el año de 1965, fecha a partir de la cual se ha buscado reactivar
la memoria del santo “íntegramente negro” para difundirla en el momento
en donde la independencia política de los países africanos había nutrido las
esperanzas panafricanistas. Por todo lo anterior, la Iglesia Católica africana
41.
Ibíd
., p. 46.
42. MORABITO. San Benito el moro de Palermo,
Op. cit.
, p. 268.
San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
31
con el fin de fortalecer y expandir su presencia en este continente, transforma
a San Benito el Moro en San Benito el Africano
43
. No hay duda entonces de la
manipulación que se ha hecho a través del tiempo de los santos negros no solo
para la evangelización de los sectores afro de América y África sino también
para su dominio cultural e ideológico.
En el caso concreto de San Benito de las Palomas, en el contexto geográfico
específico del palenque que llevó su nombre y posteriormente en Repelón,
lugar donde reposa hoy su devoción, a este santo no se le pudo haber mani-
pulado directamente ni utilizarlo como agente de control social, porque en
últimas los que lo introdujeron a los espacios geográficos señalados fueron
las personas negras, cimarrones y arrochelados que huían de Cartagena y de
otras localidadees de la provincia cartagenera; especialmente del partido de
Tierradentro. Por ello su devoción fue más abierta y sin los rígidos parámetros
impuestos por la Iglesia y los esclavizadores.
Otra de las razones que nos lleva a pensar que en el caso que nos ocupa no se
pudo utilizar al santo como herramienta de control social es que sus devotos
eran libres. Lo que sí pudo haber, y en eso estamos de acuerdo, fue control
ideológico. Aquí de lo que se trata es de usar la figura del santo para mostrar
cómo desde lo afro se podía acceder a espacios que solo se habían diseñado
para los blancos: la santidad. Además de la posibilidad real de tener un pro-
tector o santo patrono con las características raciales y existenciales de las
personas negras, cimarrones, esclavizados y arrochelados de la provincia de
Cartagena.
Aunque hasta ahora el origen de la devoción de San Benito de las Palomas era
un asunto sin resolver, la persistencia de sus creyentes, sus fiestas y milagros,
muestran no solo la importancia de su figura histórica ligada a la construc
-
43.
Ibíd.
, p. 260.
Dolcey Romero Jaramillo
32
ción simbólica y material del sur del departamento del Atlántico, sino también
como elemento de construcción y fortalecimiento de la identidad afrocolom-
biana.
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