UNA NUBE POR ABRIGO
Los Vaudois en los valles del Piamonte habían de ser todos, pero exterminados. Entre tanque la Reforma se extendía por el norte de Europa, las fuerzas papales visitaban las villas de los Vaudois con espada y fuego. Los sobrevivientes de ellos impelidos afuera, encontraron refugio en Suiza y en el sur de Germania. Después de varios años de exilio, se esforzaron para volver a sus hogares, espías enviados entre los valles reportaban pioneros formaban la “Gloriosa segunda entrada” como siempre fue después llamada.
Contra los ataques de sus enemigos, ellos fueron compelidos del lago de Geneva a través de Savoy, cerca de su propio territorio. Pero en las faldas de una montaña llamada la Balsiglia ellos fueron cercados por las tropas piamonteses y franceses, las cuales fueron enviadas para dar fin de ellos. Su último sitio aparentemente había llegado, y ahora el enemigo con su artillería en posición, descansaron porque había llegado la tarde, y conferenciaron que a la próxima mañana podían deliberar en cuanto a la carnicería que de aquel puñado haría. Wylie dice:
Nunca antes tuvo padecimiento tal inevitables amenaza de destrucción sobre los Valdenses, permanecer en donde estaban era una muerte segura. ¿Por dónde podrían huir? Tras ellos se elevaban los inescalables precipicios de el Col Du Pis, y debajo de ellos sus enemigos en cantidad de hormigas. Si ellos esperaban a que la mañana llegara, venía a ser imposible el poder pasar el enemigo sin ser vistos, así que aquel era el momento, aunque era de noche las numerosas fogatas que resplandecían debajo de ellos daban claridad luminosa como si fuera de día.
Pero la hora de su apuro fue la ocasión de la oportunidad de Dios. Antes frecuentemente se había visto ser así, pero quizá nunca tan sorprendentemente como en esta ocasión. Mientras que ellos veían este camino y el otro camino, pero sin poder descubrir cómo escapar de aquella red en que se encontraban atrapados, la niebla empezó a acumularse sobre las cumbres de las montañas alrededor de ellos.
Ellos sabían del antiguo manto que en ocasiones de peligro habían protegido a sus padres. Esta se deslizaba más abajo y más debajo de las grandes montañas. Ahora ya se podía tocar en el picacho supremo del Balsiglia. ¿Sería acaso esto un escarnio a sus esperanzas?. ¿Solamente se podía tocar, pero no cubría acaso su campo en la montaña? Pero de nuevo la nube se pone en movimiento, descendiendo arrolladora en su blancura, crecía aborregada y ahora pendía guareciendo por su derredor al campamento de su fuerte y al puñado de sus heroicos defensores. No obstante no se arriesgaban al intento de escapar, a causa de las resplandecientes llamas que vigilantes ardían en el valle. Pero esto no fue más que por breves minutos, pues la niebla fue guardando el curso de su descenso y ahora todo queda en oscuridad. Una tártara oscuridad que llenó el desfiladero de San Martino.
En aquel momento, como la guarnición estaba muda, considerando a donde conducirían aquellas cosas; el capitán Poulat, un nativo de aquellas partes, rompió el silencio haciéndoles un llamamiento para que se armasen de valor, pues él conocía bien los senderos, por lo que podía conducirlos y pasar las líneas de los franceses y piamonteses por un extravío conocido sólo por él. Caminando a gatas sobre sus manos y sus rodillas, y pasando estrechamente a los centenales franceses, no obstante, pero ocultos a ellos por la niebla descendieron espantosos precipicios e hicieron la escapada.
Quien no haya visto esos senderos, dice Arnaud, en su “Rentree Glorieuse” (reentrada gloriosa) no puede concebir el peligro de ellos, y no podrá inclinarse a pensar en cuanto a mi relato de esa marcha como una pura ficción, pero esto es estrictamente verdadero; y debo añadir, el lugar es demasiado espantoso, tanto que algunos de los mismos Vaudois se sobrecogieron de espanto cuando después a la luz del día vieron la naturaleza del paraje por el cual habían pasado en la oscuridad.
Cuando el día rompió, cada uno de los ojos que se encontraban en la llanura fueron vueltos hacia el Balsiglia. Aquel día las cuatrocientas cuerdas que Catinat había traído consigo fueron puestas en requisición, y la “Feux-de-Loie” largo tiempo preparada vino a ser iluminado en Pinerolo. Los Vaudois habían escapado, se fueron y podían ver a las montañas distantes cubiertas de nieve, lejos del alcance de quienes pudieron ser sus captores. Bien podían cantar, “Nuestra alma es librada cual un ave fuera de la trampa de sus cazadores, la trampa ha sido rota y hemos escapado”. History of Prote Stantism, Book 16, Chapter 15.
Alcanzaron su propio Valle del Pra del Tor y para su alegría, todo inesperadamente encontraron, agentes del Duque de Savoy, su Príncipe con un mensaje de buena voluntad, autorizándoles a regresar a todos sus familiares, así como a todos sus compañeros, creyendo que de todas partes se encontraban huyendo. De esa manera otra vez el pueblo Valdense encontró hogar entre las montañas que tuvieron ocultos sus padres, alejándose de la cólera de Roma en los días del pasado.
CAPÍTULO 19
DEL SIGLO DÉCIMO QUINTO AL DÉCIMO SEXTO D.C.
LA REFORMA PROTESTANTE
El siglo dieciséis es el período de la reforma de la iglesia romana. Durante este siglo, Martín Lutero vino al frente procedente del sistema romano, y con él, muchos de los líderes de la reforma en varios países. Muchos historiadores equivocados, hacen remontar la historia de la Iglesia de Dios de los días de los apóstoles a la apostasía que llegó después de la muerte de los apóstoles y discípulos, y entonces presumen que la Iglesia se fue juntamente dentro de la caída de Roma, hasta el tiempo de la Reforma, no dándose cuenta que Dios protegió a la verdadera Iglesia, habiéndola guardado separada y totalmente distinta al sistema apóstata durante todo el tiempo que la Iglesia apóstata gobernó.
Que la verdadera Iglesia existió y aparte de los reformadores al principio mismo de la Reforma, podemos asegurarlo por el siguiente testimonio de Jones:
Una lectura atenta a los trabajos de Lutero y sus asociados nos harán percibir fácilmente que los trabajos de sus mentes estuvieron bajo el mismo error como el de su mismo conflicto. Esto no causó sorpresa alguna en ellos, saber que sí había numerosos en su derredor y en cada país, deseos de una Reforma. Los cuales también podían agregarse a estos protestantes en todas las edades subsiguientes y que bebieron implícitamente sus errores. El bendito Señor nunca se dejó a si mismo sin testigos en el mundo y menos durante el reinado del Anti-Cristo, período ese de la más tremenda y general defección en contraste a sus verdaderos adoradores.
El reservó para sí, miles y decenas de millares que guardasen los Mandamientos de Dios y la Fe de Jesús, ni menos tiene por qué causar sorpresa alguna, que los verdaderos seguidores de Cristo están sujetos a un reino el cual no es de este mundo, ni tienen establecimientos nacionales, ni animados por ningún poder mundial. Sus principios y su conducta estuvieron muy lejos de querer ser tenidos por dignos y respetados por el mundo, excepción hecha en lo lejos de su testimonio público por el cual como auténticos hijos de Dios, estuvieron sujetos a las persecuciones que en su contra se levantaron.
La verdadera profanación del Cristianismo condujo a sus enemigos a cultivar la paz y unión dentro de ellos mismos, y agradando a su Divino Autor, apartándose de toda turbulencia y facción estatal. Jone´s Church History, p. 326, Ed. 1837.
Los Valdenses del Piamonte, al hacer una petición de misericordia a sus soberanos, a causa de sus perseguidores alrededor del año 1559 hicieron el siguiente petitorio, en su apelación: Implorar a su alteza que considerara; que la religión que ellos profesaban, no era una cosa del reciente ayer, como sus adversarios falsamente le habían informado, pues era sencillamente la profesión de fe de sus padres, abuelos y no solamente sino aún de sus predecesores de muchos más antiguos tiempos, desde la época de los mártires penitentes, apóstoles y profetas; y que llamaba a sus adversarios a probarles lo contrario, si eran capaces. Persuadidos por lo tanto, como lo estaban, que su religión no era de humana invención, antes bien, fundada sobre la Palabra de Dios, la cual permanece para siempre; estaban seguros que ninguna fuerza humana sería capaz de extinguirlos. Idem. p. 354.
Los Reformadores (Lutero, Calvino, Knox y otros) con todo su fervor y conocimientos, fueron unos bebes en el conocimiento espiritual, si les comparamos con los Valdenses, y particularmente con respecto a la naturaleza del reino de Cristo y sus instituciones, leyes y cultos en general. Idem. p. 326.
Cuatro Biblias se produjeron bajo la influencia de los Valdenses, alude la historia de Calvino, denominándolas: una griega, otra Vernacular Valdense, otra Francesa, y la otra italiana. El mismo Calvino fue guiado a su gran trabajo por Olivestan un Valdense (Olivetan) así fueron estos los que trajeron la Reforma a Calvino, que estudiantes de la Universidad de París brillantes. Wilkinson, Our Authorized Bible Vindicate, p. 37.
Lutero dice de los Valdenses: Que entre ellos, él (Lutero) encontró una cosa digna de admiración, una cosa no oída en la Iglesia del Papa, que ponía a un lado la doctrina de los hombres, y en cambio su meditación era la Ley de Dios de día y de noche, y que eran expertos y sumamente versados en el conocimiento de las Escrituras. Jone´s Church History, p. 263.
En el año 1530 D.C. uno de los pastores de los Valdenses, George Morel, publicó la memoria de su Iglesia, él dice que allí hubo entonces 800,000. Id. Pág. 440.
Que los Valdenses fueron los descendientes del pueblo de la verdadera Iglesia de Dios, quienes aún retenían sus doctrinas distintivas y observan el séptimo día sábado, día de descanso, como una parte de los Diez Mandamientos de Dios, tenemos las siguientes declaraciones autorizadas.
Erasmus (1466-1536) escribió de los Sabbatarianos en Bohemia, en los albores de la Reforma los descendientes de los Valdenses en Bohemia y Holanda formaron el material para las iglesias guardadoras del sábado, las que aparecieron en los albores de la Reforma. History by Lewis. P. 317-320.
La Chamber´s Enciclopedia establece esto: Muchos pensadores concientes e independientes en el Reino de Elizabeth (1558-1603) abogaron por el séptimo día. The Sabbath Recorde del 11 de junio de 1868 dice: en 1552 muchos en Inglaterra fueron conocidos como Sabbatarianos (sabáticos).
El mismo Lutero, aún cuando como se ha dicho creyó y practicó la observancia del séptimo día como día de descanso, tampoco la prescribió en sus artículos de fe para sus seguidores, en las copias que ahora tenemos acceso. Como se quiera, esto ha sido dicho en su tesis original Lutero abogó por la observancia del séptimo día sábado, pero ello objetaron sus colegas como un motivo, que era una doctrina impopular, que más bien podía encontrar la repulsa en los sostenedores de la Reforma quienes, no tan píos como debieron ser, pero que sí fueron de gran ayuda contra la usurpación de papado.
Lutero: en sus obras ha escrito de su credo en el sábado como sigue: el sábado fue antes que la ley de Moisés viniera, y ha existido desde el principio del mundo. Especialmente tiene lo devoto, de haber preservado la verdadera fe, la que encontramos juntas y nos llaman hacia Dios en nuestro días. Luther´s Works XXXV, p. 330.
Como la reforma llegó a ser un suceso, muchos de entre los antiguos Valdenses Iglesias de Dios, fueron atraídos a formar parte del cuerpo de creyentes que provenientes del sistema romano se formaban bajo los reformadores. Y por otro lado la mayor parte de los retenedores de la Fe fueron muy queridos por las Iglesia Valdenses; pero la misma Iglesia de Dios puso muy en alto la fe que conocían y practicaban las verdades sostenidas, y mantenían el precio de las vidas de sus antecesores en pasados siglos, quienes mantuvieron y conservaron el verdadero Evangelio, libre de las corrupciones que se deslizaban entre las doctrinas de las nuevas sectas a través de los Reformadores, que vinieron de entre el sistema clerical romano.
The Baptist Ciclopedia (1881) establece: en 1530 de acuerdo con Du pin, la unidad de los Valdenses con los Reformadores, y fueron persuadidos a renunciar a ciertas peculiaridades, las cuales en otro tiempo ellos retenían, y a recibir doctrina que para ellos les era totalmente extraña a su credo. Este nuevo arreglo venía a armonizar la Reforma del siglo XII con la del siglo XVI.
A mediados del siglo XVI el aliento del protestantismo procedente del Norte principió a moverse sobre estas colonias Italianas. Los Pastores quienes les visitaron les dijeron del Sínodo que tuvo verificativo en Angrogna en 1532 y el cual vino a ser como el principio de los meses a la antigua Iglesia de los Valles.
Más gloriosas noticias fueron llevadas comunicándolas a los Cristianos de Calabria. En Germania, en Francia, en Suiza, y en Dinamarca el antiguo evangelio resplandeció afuera con esplendor desconocido hasta entonces por edades. La lámpara en los Alpes no fue mucho tiempo la única y solitaria luz en el mundo, alrededor de ella hubo un círculo de poderosas antorchas cuyos rayos se mezclaron con aquellos de la antigua luminaria, combinados fueron para dispersar la noche de la cristiandad. Wylie, History of the Valdenses, p. 108.
TRIBULACIONES DE LA IGLESIA DEL PASADO
Jan Everts de Deventer fue conducido a la muerte en Mideelburg en el año de 1535. El fue bautizado en Hague por Meynart, un maestro de la Iglesia. Más adelante él confesó que su esposa había sido bautizada en Delft, por Obbo de Leeuwarden; que hacía cuatro años que él no participaba del sacramento de la confesión, y que tampoco creía que Dios estuviera presente en el sacramento del altar, pues esto únicamente se usaba para recordar los sufrimientos y muerte de nuestro Señor.
No tuvo él en estima las costumbres e instituciones de la Iglesia de Roma; y aquellos que de sus seguidores habían sido puestos a la muerte en Ámsterdam, él sostiene que eran cristianos y que como cristianos murieron cuando se les prometió perdonarles a cambio de retractarse de su fe, él lo rehusó rotundamente. De este modo otros testigos de la verdad fueron añadidos a las huestes de mártires del Cordero.
Ya ha sido observado que una larga emigración, enumerando algunos de los millares de peregrinos en el Tirol, Suiza, Austria, Styria y Baviria, tuvo lugar por el año 1530, bajo la guianza de Jacob Hutter. Los exilados encontraron lugar de refugio en Moravia. Muy pronto después de haberse establecido el rey Federico ordenó su expulsión, pero por la persuasión del Mariscal y por la expresa resolución del pueblo de hacer causa común con los refugiados, el edicto fue retractado.
Lugares de adoración fueron ahora erigidos, granjas también fueron adquiridas, disfrutaron de las mutuas ventajas del comercio, y juntos ciñéronse familias por más cerrados y cariñosos lazos. Numéricamente se multiplicaron. Los oprimidos de muchas tierras vieron un refugio y libertad de conciencia de esa tierra de paz. Nuevamente otro edicto fue signado para su expulsión y ese mandato fue acompañado de la fuerza militar. Fue un tiempo en que se les permitió remover sus pertenencias, las súplicas a favor de ellos para que se les permitiera habitar en las villas por ellos construidas, no prevalecieron o que por lo menos se les permitiera recoger el producto de los frutos que habían sembrado.
Ellos ofrecieron pagar tributo por sus posesiones y por usufructo de libertad para adorar a Dios, pero también esa oferta fue rechazada e inmisericordiamente fueron lanzados. Los densos bosques en los confines de Moravia les depararon un lugar de retiro. En medio de oscuros callejones y densas sombras, las mentes de aquellos errantes fueron animadas a tener paciencia, constancia, piedad, y devoción mediante las exhortaciones de sus directores.
Debemos dar gracias a Dios, -comían las palabras de Hutter- que seamos tenidos dignos de sufrir persecuciones y cruel exilio por su nombre, esta es la recompensa de los elegidos en esta cárcel, que es este mundo, la aprobación de Nuestro Padre Celestial en estas pruebas. De la manera que su pueblo Israel sufrió el Egipto, en el exilio y en persecuciones; y crueles tormentos, en sufrimientos, y en martirio gozaron del favor del Señor.
Que la tristeza se aleje de ustedes, poned a un lado sufrimientos y pesares, reflexionad cuan grande galardón os espera a cambio de las aflicciones que ahora os asedian. Hutter, más adelante dirigió la siguiente epístola al Mariscal en nombre de todos. Martyrology, London.
DIRIGIDA DE HUTTER AL MARISCAL DE MORAVIA POR EL AÑO DE 1530
Tomado de Matyrology un viejo libro y por el hermano George Van de Londres. Nosotros hermanos quienes amamos a Dios y a su palabra, los verdaderos testigos de nuestro Señor Jesucristo, desterrados de muchos países por el nombre de Dios y por causa de la Verdad Divina, y habiendo venido hacia acá a las tierras de Moravia, teniendo asambleas, juntos y morando bajo su jurisdicción mediante el favor y protección del Dios Altísimo, a quien solo alabamos, honramos y loamos por siempre. Os suplicamos sepáis, honrado Gobernador de Moravia que vuestros oficiales han venido a nosotros y hemos deliberado vuestro mensaje y mandato, como en verdad os es bien conocido.
Ya antes os dimos una respuesta verbal, y que ahora os la repetimos por escrito. Que hemos sido separados del mundo, de una vida pecaminosa y de toda iniquidad. Creemos en el Dios Altísimo y en su Hijo Nuestro Señor Jesucristo, quien nos protegerá en adelante y para siempre en cada peligro, y a quien con toda devoción les tenemos entregadas nuestras vidas, así como todo lo que poseemos para guardar sus mandamientos y abandonar toda injusticia y pecado.
De allí porqué somos perseguidos y despreciados por todo el mundo y nos despojan de nuestras propiedades como lo hicieron en otro tiempo a los santos profetas de la misma manera que al Cristo mismo.
Por medio del Rey Fernandino, el príncipe de las tinieblas, aquel cruel tirano y enemigo de la Verdad Divina y de la Justicia, muchos de nuestros hermanos fueron asesinados, puestos a la muerte sin ninguna misericordia, nuestras propiedades confiscadas, nuestros campos y hogares fueron desolados, nosotros mismos caminamos hacia el exilio y más ferozmente perseguidos.
Después de estas cosas, venimos al interior de Moravia, aquí por algún tiempo habitamos quietamente y en tranquilidad, bajo nuestra protección a nadie hemos injuriado, así mismo nos hemos ocupado en pesados trabajos, de lo cual todos los hombres pueden dar testimonio. No obstante y con vuestra autorización somos lanzados a la fuerza de nuestras posesiones, y de nuestros hogares.
Nos encontramos ahora en el desierto, entre selvas bajo el pabellón del cielo. Pero todo esto pacientemente lo soportamos, alabando a Dios de ser contados dignos de sufrir por su nombre. No obstante por vuestra causa nos afligimos que seáis quienes así perversamente traten a los Hijos de Dios. Los justos están llamados para sufrir, pero ¡Ay desdichados! Desdichados todos aquellos que sin causa nos persiguen, sólo por la razón de la Verdad Divina e infringen sobre nosotros muchas, muchas grandes injurias y nos arrojan de ellos como si fuesemos perros o bestias brutas. Su destrucción, pena y condenación están cerca y vendrá sobre los tales en terror y espanto, en la vida presente y en la venidera, en ambas.
Pues Dios requerirá de vuestras manos la sangre inocente que han derramado y terriblemente vindicará a sus santos, de conformidad a las palabras de los profetas.
Ahora que usted ha ordenado que se nos lance con violencia e inmediatamente al exilio, permítasenos entregarles nuestra respuesta. No conocemos lugar alguno en el que acaso pudiéramos vivir seguramente, ni tampoco nos arriesgamos a permanecer aquí por temor al hambre y si volvemos al territorio de este o aquel soberano, dondequiera encontraremos a un enemigo, si vamos más lejos caeremos en las garras de tiranos y salteadores, como a ovejas ante la voracidad del lobo o ante la ferocidad del león, entre nosotros hay muchas vidas y bebecitos en sus cunas, cuyos padres por la crueldad del tirano Fernandino, enemigo de la verdad y la justicia, les entregó a una terrible carnicería, confiscando además sus propiedades.
Estas viudas, huérfanos y niños enfermos confiados a nuestro cuidado por Dios, y a quienes el Altísimo nos ha ordenado alimentarles, vestirlos, abrigarlos y suplir a todas sus necesidades, quienes no podrán emprender ese viaje con nosotros ni podremos de ninguna manera proveerlos, lo cual al no hacerlo no podrán vivir por mucho tiempo.
Por esto no podemos abandonarlos. No podemos echar abajo la ley de Dios, por observar la ley de los hombres, aún cuando esto nos cueste oro, cuerpos y vidas. No podemos separarnos de su cuenta, pero antes de que ellos lleguen a sufrir tal injuria, nosotros la sufriremos extremadamente, hasta el derramamiento de nuestra sangre. Además tenemos casas y siembras, la propiedad que hemos ganado con el sudor de nuestras frentes lo cual consta a Dios y a los hombres, estamos pues, justamente en nuestra posesión. Y para venderlas necesitamos tiempo y demorarnos.
De lo que posee no tenemos urgente necesidad en orden a sostener a nuestras esposas, niños, viudas y huérfanos, de los que tenemos gran número y que ellos no mueran de hambre. Ahora ubicamos en el ancho bosque y si Dios permite sin ningún perjuicio, pero permítasenos restaurarnos, y nosotros viviremos como hasta aquí lo hemos hecho, en paz y tranquilidad. No deseamos molestar a nadie ni perjudicar en lo mínimo a nuestros enemigos, ni siquiera al rey Fernandino. Nuestra manera de vivir, nuestras costumbres y conversación son conocidas por dondequiera, de todos.
Más bien cuando alguien se equivoca de peso, somos nosotros quienes sufrimos la pérdida en un cien por ciento, y antes que golpear a nuestros enemigos con la mano, mucho menos con venablo y alabarda, como el mundo lo hace, nosotros preferimos morir y entregar la vida. No llevamos armas carnales ni lanzas, tampoco armas de fuego, eso es tan claro como el día abierto. Y quienes digan que de nosotros se han ido por millares para presenciar la batalla, estos mienten, así mismo calumnian a nuestros gobernantes.
Demandamos de esta injuria delante de Dios y el hombre, así lamentamos que el número de los virtuosos sea tan reducido. Desearíamos que todo el mundo fuera como nosotros somos y que pudiésemos traer y convertir a todos los hombres al mismo credo, entonces todas las guerras y la iniquidad tendrían su final. The Martyrology, London.
CAPÍTULO 20
DEL SIGLO DECIMOSEXTO AL DECIMOSÉPTIMO D.C.
OBSCURIDAD ANTES DE LA CAÍDA
El siglo diecisiete marca la crisis de la persecución contra el verdadero Pueblo de Dios. En las antiguas naciones de Europa los Santos de Dios fueron esparcidos, conservando la Verdadera Fe, guardando los mandamientos de Dios y viviendo una vida ejemplar en los Valles y colinas del continente. Vino el tiempo, como sea, que la tierra llegó a ser poblada, y los enemigos de la verdad llegaron a afligir a las colinas que formaban los verdaderos hijos de Dios, y naturalmente las persecuciones fueron más intensas.
El resultado fue que esos santos tuvieron que viajar de nación en nación, descubriendo asilo aunque no duradero, hasta que llegaban las hordas romanas que los perseguían. Los siguientes extractos servirán para manifestar el espíritu de persecución y el estado de desesperación que confrontaron los Santos en este siglo.
En una carta de Oliver Cronwell, el Lord protector de Inglaterra en 1665 a los Lords de las Provincias Unidas, en defensa de los Valdenses, entonces perseguidos, en Provincia de el Duque de Savoy, anotamos lo siguiente:
Pero, si sobre la otra mano, él continuara firmemente resuelto a destruir totalmente y conducir a un estado de perturbación a aquellos hombres, entre quienes nuestra religión fue así plantado por los primeros predicadores del Evangelio, y así mantenida en su pureza de edad, en edad, o también reformada o restaurada a su primitiva pureza mucho antes que entre otras naciones. Nosotros, por este medio declaramos nuestra espontaneidad listos para notificar en común con ustedes y el resto de nuestros hermanos y aliados de la religión reformada, de qué manera debemos proveer para la preservación y ayuda de ese destrozado pueblo. Jone´s Church History, p. 380, Ed. 1837.
Otra vez a los Cantores Evangélicos de Suiza, Cronwell dice: Después del auxilio de Dios, parece recaer sobre ustedes, el proveer a esta la más antigua descendencia de pura religión que no pudo ser destruida en este remanente de sus antiguos profesores. Ed. P. 390.
Algunos de los refugiados procedentes del valle de Tyrol, dieron cuenta de sí mismos a los ciudadanos de Coire en Suiza en 1685: Ellos fueron un remanente de los Valdenses, quienes no adoraron ni a imágenes ni a santos, así creyeron en el Sacramento (La Cena del Señor) solamente en una conmemoración de la muerte de Cristo; y en muchos otros puntos ellos tuvieron sus opiniones diferentes a aquellas de la Iglesia de Roma. Tampoco conocieron a los luteranos, ni a los Calvinistas; y los Grisons, aunque vecinos suyos, nunca oyeron de estos cercanos a ellos de la religión protestante. Idem. p. 413.
En 1603 una explicativa declaración fue hecha por los Valdenses en refutación de la falsa acusación de los romanistas en contra de ellos. Esto principia a establecer que, desde tiempo inmemorial y de generación en generación, la misma doctrina y profesión religiosa fue mantenida por sus predecesores en el Marquesado de Saluces. Idem. p. 364.
Los Valdenses hicieron petición al Duque de Savoy para ser protegidos ante sus enemigos, pidiendo permiso para seguir su fe aprendida de sus ancestros. Esta petición fue secundada por la Duquesa de Savoy quien fue una princesa misericordiosa y quien tuvo gran influencia sobre las afecciones del Duque, siendo el discernimiento de ella siempre el porqué aquel pueblo no fuese severamente tratado, y quienes no cambiaron su religión, la que no era de unos pocos días, pero que tenían posesión de sus antecesores por muchas edades. Idem. p. 356.
Durante todas estas persecuciones, como se quiera, Dios estuvo muy cerca de sus verdaderos hijos y su mano interventora pronto en sus aparentes desastres, tan pronto como ellos le llamaron a Él. La explicación siguiente nos mostrará ejemplos del cuidado de Dios sobre los suyos.
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