Concepto de medio ambiente en la obra de vicente de beauvais



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3.2. Bibliografía


Aunque, como todo lo que rodea a nuestro dominico, estamos ante una cuestión no cerrada, se puede clasificar esquemáticamente su producción literaria en cuatro unidades temáticas: escritos enciclopédicos, teológicos, cortesanos y apócrifos.

3.2.1. Escritos teológicos


Abordan cuestiones mariológicas, eclesiológicas, trinitarias y penitenciales. Están orientadas a ensalzar la historia de la Iglesia, la figura de la Virgen María como Reina y Madre de todo lo creado, el sentido teológico de la Trinidad y la virtualidad regeneradora de la penitencia.

A la devoción de la Virgen dedica seis libros, siendo los más característicos de su obra teológica.


3.2.2. Escritos cortesanos


Está reservado a la llamada educación de príncipes, tema que, junto con el enciclopedismo, definirá el pensamiento y la personalidad literaria de Vicente de Beauvais.

Se dedicó a planificar un opus universale sobre la figura del príncipe. Concibió un esquema distribuido en cuatro libros. El primero dedicado a la condición de príncipe, el segundo versaría sobre las costumbres regias, el tercero sobre la dimensión corredentora y salvífica de los reyes y el último sobre la educación de los niños nobles.

La obra quedó inconclusa, sólo el primero, De morali institutione principis, y el cuarto, De eruditione filiorum nobilium, habían sido terminados.

En De erudirione102 reflexiona sobre el concepto de educación, sobre sus fines y su didáctica, sobre las distintas etapas de formación, sobre el currículo, los agentes personales, la educación social y la educación femenina.

La estructura de la segunda de sus obras, De morali103, se estructura siguiendo los cánones típicos de los regimina principis bajomedievales. Veintiocho capítulos en los que se abordan tres temas: la naturaleza del gobierno, los deberes del gobernante ideal y lo nocivo de las malas compañías.

La serie regia se cierra con la Epístola consolatoria a Luis IX de Francia, escrita en 1260, con motivo del fallecimiento del primogénito del rey, su hijo Luis, heredero al trono. Un claro ejemplo de la literatura consolatoria medieval, en la que el hombre debe considerar la muerte como una liberación y un acabamiento de su misión.


3.2.3. Obras apócrifas


La dispersión y fragmentación del Speculum maius llevará a la aparición de un Pseudo-Vicente que se resumen en tres títulos: De fructibus poenitentiae, Sanctorum legendarium y los Sermones.

En cualquiera de los casos son obras que, aunque en un principio se atribuyeron a nuestro dominico, estudios posteriores más intensos parecen confirmar otras autorías.


3.2.4. Escritos enciclopédicos


Sin lugar a dudas, la obra por la que Vicente ha pasado a la posteridad, el Speculum maius (1244-1256/59). Punto de referencia obligado del espíritu enciclopedista y universal del siglo XIII. Un intento de proporcionar a sus coetáneos un reflejo auténtico y total de la Ciencia.

En el prólogo, conocido como Libellus apologeticus, subraya esta idea al afirmar que su propósito es mostrar, en un sólo libro y como en un espejo, casi todo lo que en el mundo visible e invisible había digno de investigación, imitación y admiración, desde el principio hasta el final dicho o hecho104.

Al ser la obra elegida como estudio y ejemplo de todo lo conocido y expuesto por nuestro dominico, será estudiada de forma extensa en el siguiente capítulo.

3.3. El Speculum maius


La idea de la recopilación o síntesis del saber no era nueva. Todas las culturas han tenido sus referentes enciclopédicos, variando su configuración y forma de entenderlos.

En el mundo clásico son, sin duda, El tratado de las nueve disciplinas de Varrón (50 a. C.) y, muy especialmente los 37 libros de la Historia Natural de Plinnio (77 d.C.), los que representan de manera más completa el ideal enciclopédico del mundo clásico.105

Con los escritos de San Agustín, la dimensión secular del enciclopedismo adquirirá un nuevo carácter propedéutico, siempre a la luz de las Sagradas Escrituras y los saberes teológicos. En su De doctrina christiana afirma el deseo de: “reunir en un sólo volumen los conocimientos que posee el hombre sobre la naturaleza de las cosas (...) para utilizarlos en beneficio de la Sagrada Escritura” (II, 39, 59).

La progresiva consolidación de la Iglesia afianzó la preeminencia de una cultura sacra y teológica. En la Alta Edad Media se confirma una primera etapa dentro de este marco, teniendo como claros referentes las obras de Marciano Capella, Casiodoro, San Isidoro, Rabano Mauro y Juan Escoto Erígena.

En la Baja Edad Media se completa una segunda fase de este enciclopedismo teocéntrico, pero de una manera mucho más creativa y fecunda. Abelardo, el conocimiento del Nuevo Aristóteles, la llegada de los múltiples escritos árabes, impulsan la razón como un complemento indispensable de la fe.

Fe y Razón, Teología y Ciencia se presentan como elementos complementarios, como potencialidades distintas de un mismo entendimiento, cuyo fin último sigue siendo la sabiduría o contemplación divina.

Aparecen múltiples obras que, sin romper de forma definitiva con lo anterior, demandan una consideración nueva de la naturaleza, abiertas a la nueva ciencia y a los nuevos métodos. De todas ellas podemos citar: Liber floridus, de Lamberto de San Omerio, (1120); De diversis artibus, del monje Theofilus, (1130); Imago mundi, de Honorius Augustodinensis, (1130); Hortus deliciarum, de la abadesa Herrad, (1180); Summa de vtiis et virtutibus, de Raoul Ardent, (1192-1193); De naturis rerum, de Alejandro Neckham, (1202-1213); De propietatibus rerum, de Bartholomeus Anglicus, (1230-1240); De naturis rerum, de Tomás de Cantimpré, (1244).

Todas estas obras influyeron en mayor o menor medida en ese ideal de síntesis y universalidad de la Edad Media que escribió nuestro dominico: el Speculum maius (1244-1259)106.


3.3.1. El origen, redacción y estructura


Parece ser que hay tres momentos clave que jalonan la historia de su redacción107.

En primer lugar hay que hacer referencia a lo que se conoce como edición bifaria. Lo que se puede considerar primera etapa viene marcado por la referencia a dos hechos significativos: por un lado la referencia a la Imago mundi, considerada el precedente remoto del Speculum maius, y, por otro, lo que se considera su proyecto y primera redacción, realizada con anterioridad a 1247. Esta primera redacción, en palabras del propio Vicente, consiste en un tratado donde ha intentado sintetizar todo el saber de los autores de la Antigüedad y de las Sagradas Escrituras aunque debido a su magnitud lo ha tenido que dividir en dos partes: Speculum naturale y Speculum historiale.

La parte más adelantada era el Speculum historiale, que recogía la historia de la humanidad desde Adán y Eva hasta 1244.

El Speculum naturale se reducía a seis libros, cuando en su redacción definitiva se estructuró en treinta y dos.

En 1246 faltaba más de la tercera parte del Speculum maius, pero causó tanta impresión, que no tardó en encontrar apoyos tanto por parte del monarca como de los círculos reales para que la concluyera y actualizara. El proyecto se vio favorecido fundamentalmente por dos aspectos que marcaron el paso a lo que se puede considerar una segunda etapa en la elaboración del Speculum: el nombramiento como lector y maestro de la abadía de Royaumont y el mecenazgo proteccionista y económico de Luis IX de Francia.

La primera circunstancia permitió poner a disposición de Vicente inestimables fondos bibliográficos de la orden del Císter, y todo su bagaje intelectual, teológico y mariológico. Su nombramiento se encuadra en el movimiento aperturista del Císter al mundo secular que se produjo durante el siglo XIII108.

La segunda le posibilitó conocer diferentes bibliotecas y allegar fondos para profundizar y ampliar el contenido de su obra. Todos estos hechos se vieron reforzados a la vuelta del rey de la séptima cruzada. Impresionado con el esplendor de las bibliotecas árabes decidió dar un mayor impulso y apoyo a la compra y copia de libros.

Las ampliaciones fueron de tal calibre que Vicente decidió presentar la obra en tres grandes partes, la llamada redacción trifaria: Speculum naturale, Speculum doctrinale y Speculum historiale.

En este caso la segunda parte nacía de la primera.

La tercera y última etapa hace referencia a la época más o menos cierta de la terminación de la obra. En las últimas revisiones Vicente cita numerosos capítulos del De veritate y de las Quaestiones disputatae de Santo Tomás de Aquino, así como de la Summa de homine de San Alberto Magno, títulos que aparecieron en torno al 1256-1259.

El tamaño final de la obra excedía, con mucho, todas las previsiones. El propio Vicente confiesa su preocupación en el Libellus apologeticus, indicando que algunos temas resultan prolijos, excesivos y superfluos, temas que se separan de la intención inicial de comprensión y vivencia de las Sagradas Escrituras109.

La organización y estructuración de la obra no era fácil. Había que buscar un hilo conductor que diera unidad a la obra. La idea de utilizar la Biblia como ese hilo conductor dio lugar a tres grandes temas: la creación, el pecado original/restauración humana, y la historia de la humanidad. Y los tres temas los hace corresponder con las tres partes del Espejo: el Speculum naturale, descripción del mundo según el orden de los seis días de creación; el Speculum doctrinale, sobre las ciencias reparadoras del pecado; y el Speculum historiale, con una historia de la humanidad, desde el pecado original hasta la época de Vicente. Termina con un epílogo escatológico sobre el fin de los tiempos.

Debido a su magnitud se presentó como un libro por entregas en el que los tres espejos, a la vez que se concebían como unidades independientes y concatenadas, se contenían mutuamente.

Además de pequeños prefacios de cada espejo, lo completó con un prefacio general, el Libellus totius operis apologeticus, conocido como Libellus apologeticus, en el que Vicente explica en 20 capítulos el sentido y principios de su obra110.


3.3.2. Speculum naturale


Primer espejo. Formado por 32 libros y 3736 capítulos, a lo largo de 1240 páginas de folio, siempre en la edición duacense. En él se citan más de 350 autores y ya aparecen los Libri naturales del Estagirita, el De rerum natura (s. VIII) de Beda el Venerable, el De rerum naturis (s. IX) de Rabano Mauro, el de Mundi universitate sive Megacosmus et Microcosmus (s. XII) de Bernardo Silvestre, la Philosopia mundi (s.XII) de Guillermo de Conches, aparte de la recién descubierta filosofía árabe mezclada con una gran cantidad de autores patrísticos y bajomedievales.

Se puede estructurar en cinco partes temáticas y un apéndice. La primera estudia el orden de lo sobrenatural; la segunda se centra en la creación del universo y sus diversas formas espacio-temporales; la tercera hace referencia al reino vegetal; la cuarta al reino animal y la quinta, al mundo racional. En el apéndice recuerda cuestiones sobre el mundo conocido, sus habitantes y sus costumbres, además de resumir lo que expondrá en el Speculum historiale.

La primera parte ocupa todo el primer libro. Se centra en lo sobrenatural, lo acontecido antes de la creación del mundo. Atributos de Dios y la Trinidad, los ángeles, su jerarquía. Con una técnica que seguirá el resto del libro, al señalar errores paganos y superarlos con escritos bíblicos o patrísticos.

La segunda parte aborda el trabajo de Dios en los tres primeros días de la creación. Abarca los libros dos al ocho. En el libro dos se describe la creación del Universo, cómo sus elementos fueron creados en el caos. Posteriormente se narra la creación de la luz, los colores, la sucesión de los días, las estaciones, etc. El libro tercero se centra en la forma esférica del Universo, la Tierra como su centro y los demás cuerpos celestes que giran en torno a ella. El cuarto libro narra lo concerniente a la atmósfera, sus elementos y los fenómenos que se dan en ella: aire, lluvia, nieve, hielo, tornados, etc. El quinto libro se ocupa de los océanos, mares y ríos. El sexto se dedica a la orografía, formación de cordilleras. Los libros siete y ocho tratan de los metales, minerales y sus usos químicos, tema que vuelve a aparecer en el Speculum doctrinale.

La tercera parte se ocupa del Reino vegetal. Ocupa del libro noveno al decimocuarto, cerrando los trabajos del tercer día de creación. Los libros nueve y diez son un estudio y descripción de hierbas, césped, germinación, trasplante y regeneración vegetal. El libro once es una descripción detallada de semillas y granos, con capítulos enteros sobre los cereales, verduras, su cultivo, sus enfermedades y remedios, forma de elaborar pan. Los libros doce a catorce abordan el mundo de los árboles, con capítulos referidos a injertos, técnicas de crecimiento, cuidado, enfermedades arbóreas y su uso estético. Añade un estudio significativo de su uso farmacológico, y las diversas formas de elaborar aceites y vinos111.

El libro decimoquinto está dedicado, casi por completo, a la Astronomía. Correspondería al cuarto día de la creación. Con una gran precisión describe las posiciones y tamaño del sol, luna y estrellas. Dedica varios capítulos a los planetas, la distancia entre ellos, y su influencia sobre los seres humanos. Los últimos capítulos los dedica a las estaciones, la longitud variable de los días y el calendario eclesiástico.

La cuarta parte la dedica a describir con detalle todo lo correspondiente al mundo animal y sus especies. Ocupa del libro decimosexto al vigésimo segundo. Correspondería al quinto día de creación y parte del sexto. En el libro dieciséis estudia las aves del cielo, sus tipos, naturaleza, colores, costumbres y lugares que habita. El diecisiete aborda alfabéticamente los peces y monstruos del mar, sus características, tipos y formas. Ya en el sexto día y en el libro dieciocho describe los animales de la tierra, en especial los domésticos. Burros, bueyes, vacas, caballos, etc. Aparecen instrucciones muy detalladas de cómo esquilar ovejas, seleccionar lana, tratar la piel. En el libro diecinueve se ocupa del perro, variedades y características. El veinte se centra en los reptiles, serpientes y gusanos. El veintiuno trata sobre anatomía animal comparada. Esta cuarta parte termina con el libro veintidós, referido a la alimentación, generación y utilidad animal.

La quinta y última parte se centra en el mundo de la razón. Ocupa los libros veintitrés al veintiocho. Corresponde al final del sexto día. Se recrea en las facultades superiores del alma, mezclando ideas de Platón, Aristóteles y San Agustín. El libro veintitrés es un tratado de De anima. Pasando por la dimensión vegetativa, sensitiva, racional, termina con un estudio fisiológico basado en las obras de Galeno, Hipócrates, Aristóteles, Constantino el Africano, y las obras árabes de Hali, Razes y Avicena. Vicente concluye afirmando que el cerebro es el principio del movimiento humano; que los nervios, a través de la médula, dan sensación y movimiento a los miembros. Concluirá afirmando que el cerebro es como una fuente, la espina dorsal un gran río que fluye de él y los nervios pequeñas corriente que fluyen de ese río112.

El libro veintinueve corresponde al séptimo día, el día de descanso. Es el comienzo de la historia de la cultura y presenta una reflexión sobre temas como las pruebas sobre la existencia de Dios, el misterio del mal, la libertad y el número de los elegidos en el cielo. Los libros treinta y treinta y uno constituyen una vuelta a la antropología y la medicina, especialmente la ginecología. El Speculum naturale termina con el libro treinta y dos, un breve tratado de geografía e historia y un resumen del Speculum historiale, la tercera parte del Speculum maius.

3.3.3. Speculum doctrinale


Uno de los trabajos más característicos de Vicente de Beauvais, al reflejar su pensamiento pedagógico. Se pude considerar un complemento del De eruditione filiorum nobilium (1246/47) y del De morali institutione principis (1258/63). Fue concebido como parte del Speculum naturale y, a partir de 1247 empezó a configurarse como entidad propia. Consta de 17 libros y 2374 capítulos.

Se concibió con un triple propósito: demostrar que la restauración espiritual del hombre se operaba por la ciencia o doctrina; exponer cada una de las ciencias de manera abreviada para facilitar su memorización; y, como vía de canalización pedagógica, estructurar un plan curricular dividido en cuatro partes.

En esta división sitúa en primer lugar las ciencias sermonciales, que encerraban el arte de la comunicación y del razonamiento. En segundo lugar las ciencias prácticas y su relación con la ética. En tercer lugar los saberes mecánicos, al hacer más llevadera la existencia cotidiana; por último las ciencias teóricas, especialmente la teología113. Refleja la corriente cultural de la época y rompe con la tradicional división de la ciencia que hasta el siglo XII había dividido el saber en física, lógica y ética.

La extensión y el resultado de la obra quedan reflejados en el siguiente cuadro114:



CIENCIA

MATERIA

LIBRO

COLUMNAS

sermoncial

Uocabularium

(lib.I)

80




grammatica

(lib.II)

430




logica

(lib.III)

90

practica

monastica

(lib.IV-V)

150




oeconomia

(lib.VI)

74




politica

(lib.VII-X)

438

mechanica

lanificium

(lib.XI)

8




armatura

(lib.XI)

42




ars theatrica

(lib.XI)

5




nauigatio

(lib.XI)

3




uenatio

(lib.XI)

1




agricultura

(lib.XI)

3




alchemia

(lib.XI)

18




medecina practica

(lib.XII)

95

theorica

medecina theorica

(lib.XIII-XIV)

296




physica

(lib.XV)

134




mathematica

(lib.XVI)

31




metaphisica

(lib.XVI)

14




theologia

(lib.XVII)

43

Tabla : Clasificación de Lousignan según edición fotomecánica del Speculum maius de 1624 (Akademische Druk-u. Verlagsanstalt, Graz-Austria 1964) En VERGARA Y ADEVA 2011, P.135

El primer libro, de seis capítulos, resume buena parte de la concepción pedagógica de Vicente. Lo estructura en tres partes. En la primera, copiando el Liber excerptionum de Ricardo de San Víctor, defiende la teoría antropológico-pedagógica de los tres momentos que marcan la historia del devenir humano: creación, caída y restauración. Es la tercera etapa la que más interesa a Vicente. Como hombre de saber, pensaba que con el poder de la ciencia se vencería a tres grandes enemigos del hombre: la ignorancia, la concupiscencia y la falta de fortaleza o debilidad.

La segunda parte es un intento por asentar los principios filosóficos y didácticos que debían guiar su concepción pedagógica. Abarca los capítulos 10 al 43. Se divide, a su vez, en tres apartados: historia de la filosofía, historia de la ciencia y ética del sabio. Reivindicará la educación de la voluntad como cimiento de toda formación y se explayará en un decálogo de virtudes que conforman su imagen del maestro ideal115: la humildad, la magnanimidad de esfuerzo, la certidumbre del lenguaje, la ecuanimidad en los juicios, la prudencia en los consejos, la franqueza de sus actos, la decisión en su expresión, el respeto a sus interlocutores, una perfecta ambición por la virtud y una bondad digna de alabanza.

Los capítulos 44 al 68 los tituló De incipientibus. Son un vocabulario de unas tres mil doscientas palabras, sacadas fundamentalmente del diccionario de Papías. Su pretensión era posibilitar una ayuda para mejorar la comprensión del Speculum doctrinale.

El segundo libro se refiere al arte de la comunicación. Comprende ciento noventa y tres capítulos divididos en tres partes. En la primera parte aborda los orígenes griegos de la gramática y su perfeccionamiento por los romanos. La segunda parte trata su dimensión morfológica. La tercera se centra en la sintaxis y composición.

El tercer libro cierra la parte sermoncial. Son ciento treinta y un capítulos. Está referido a la lógica o arte del razonamiento. Vicente la definió como el arte de las artes y la ciencia de las ciencias. Fundamenta los distintos modos de conocer, pensar y argumentar116. Dichos modos, copiados literalmente del Didascalicon (II, 30) de Hugo de San Víctor, los estructuró en cinco partes: demostración, tópicos, sofística, retórica y poética117. Vicente consideraba la demostración como la ciencia de los argumentos de certeza, y el modo de pensar propio de los filósofos.

El segundo bloque del Speculum doctrinale está dedicado al saber práctico, la ciencia de lo moral. Vicente los dividió en tres partes: monástica o ética privada, económica o ética familiar y política o ética social.

La ética monástica es un compendio de moral privada referida a dos ámbitos: moral privada de orden interior, en el que se ocupó de las virtudes cardinales, especialmente de la prudencia; y moral privada de orden exterior, en el que se ocupó de todo lo referido a las pasiones del alma suscitadas por la dimensión social del hombre, las costumbre y vicios públicos, los géneros de vida y sus obligaciones y la utilidad pública, la estética y la fortuna. Un referente constante en este estudio es la Ethica aristotélica, los libros II y III de la Ethica vetus118.

El libro sexto se dedica a la ética familiar. Son 139 capítulos dedicados a temas tan diversos como encontrar esposa o mantener económicamente una familia. Constituyen un tratado de economía doméstica en donde aparecen citas copiadas del Speculum naturale.

La moral política se aborda en los libros siete a diez. Se ocupa de la condición del hombre como miembro activo de una sociedad jurídicamente reglada. Vicente defiende que el deber último de una sociedad política es colaborar a la corredención de todos y cada uno de los hombres119. El libro octavo es un compendio de derecho civil y penal. El noveno trata de las faltas contra Dios y la religión. El décimo contiene un estudio de diferentes delitos como el asesinato, la violación, el adulterio, la deshonra, etc.

La pedagogía de Vicente queda también representada por las artes mecánicas, tratadas en su libro undécimo. En contra de la tradición que imperó hasta el momento, Vicente empieza a considerar los saberes técnicos como una parte del acerbo cultural. Su libro consiste en una recopilación histórica de los saberes técnicos120. Siguiendo el Liber excerptionum de Ricardo dividió las artes mecánicas en dos partes, estableciendo cierta semejanza con el trívium y el quadrivium. En primer lugar trató de las tres artes que nos protegen del entorno natural y se relacionan con las necesidades exteriores del hombre: el arte textil o lanificium, las técnicas relacionadas con el armamento o armatura y el comercio o arte de la economía fluvial medieval, la navigatio. En segundo lugar abordó la virtualidad de las cuatro artes que nos protegen de las necesidades interiores121. Son el arte de la caza o venatio, la construcción de instrumentos rústicos o agricultura, el arte del ocio o theatrica y el tratamiento de minerales o alchimia.

La medicina queda entre las ciencias prácticas y las teóricas. El libro XII se encuadró en los saberes prácticos, mientras que los libros XIII y XIV se ubican en las ciencias teóricas. La secularidad científica que comienza en la Baja Edad Media posibilita un cambio respecto a unos saberes que apenas formaban parte del currículum de las gentes del saber. La asimilación progresiva del nuevo Aristóteles demanda una metodología de carácter más inductista y experimental. A esto hay que añadir las traducciones médicas toledanas y salernitas que elevan a la medicina al rango de ciencia teórica-práctica. Sólo las dudas acerca de si estos saberes contribuían a una mejor comprensión de las Escrituras pusieron freno a futuras investigaciones122. Era, en definitiva, el fin primario y último del Speculum maius.

El libro XII se abre con capítulos referidos a qué es la medicina y cómo se elaboró esta ciencia. Posteriormente aborda diversas maneras de conservar la salud y prevenirla en las distintas edades del hombre. Añade una serie de capítulos sobre la terapéutica de diferentes enfermedades. Los libros XIII y XIV conforman un compendio teórico de medicina de la Baja Edad Media.

Por último, las ciencias teóricas o quadrivium: física, matemáticas y teología. Ciencias llamadas a entender el mundo natural y las causas invisibles de la realidad.

El libro XV consiste en un estudio de filosofía natural123. El libro se divide en dos partes, la primera resumen la filosofía natural de Aristóteles, y la segunda reflejan los escritos de Tomás de Cantimpré y de Juan de Vitry. Esa primera parte es un reflejo de la aceptación del “nuevo Aristóteles” en la Baja Edad Media. Parece que las reservas iniciales han sido superadas. Vicente cita con literalidad párrafos enteros de la Física, De coelo et mundo, De animalibus, De generatione et corruptione, De anima, De vegatalibus y De meteorum.

La segunda parte es un estudio de la voluntad divina y de las causas naturales124. Recoge largos párrafos para describir los conocimientos del siglo XIII acerca de la tierra y sus partes, de los cuatro elementos, de los fenómenos atmosféricos, de los planetas, de las piedras, metales preciosos, plantas y animales.

El libro XVI se divide en dos grandes partes: cincuenta y cinco capítulos sobre las matemáticas y los veinte restantes sobre metafísica. Vicente, siguiendo a Ricardo de San Víctor, divide las matemáticas en cuatro clases: aritmética o ciencia de los números, música o ciencia de la proporción, geometría o ciencia del espacio y astronomía o ciencia del movimiento. San Isidoro, Alfarabi, Ricardo de San Víctor, Boecio, Euclides, Ptolomeo, Pitágoras y Pedro Comestor conforman sus referentes de autoridad.

Dedica a la música 25 capítulos del libro XVI, de esa forma reivindica su dimensión ética y formativa. Elabora un compendio científico sobre el sentido del ritmo, la proporción, tipos de sonido, música, voces, armonías, etc.

En los últimos veinte capítulos realiza un tratado de metafísica, haciendo de ella la primera de las ciencias, y teorizando sobre la noción de ser, de accidente, potencia, acto, sustancia, etc.

El Speculum doctrinale termina con el libro XVII, referido a las teología o ciencia sobre Dios. Se trata de una historia cultural de las religiones que culmina ensalzando las virtualidades del cristianismo y del estado sacerdotal. Por su brevedad y ausencias parece inacabado.


3.3.4. Speculum historiale


Se trata de un estudio cronológico que narra la historia de la humanidad desde Adán y Eva hasta 1254. Contiene 31 libros y 3794 capítulos. Se puede dividir en ocho partes.

Su preocupación fundamental fue recrearse en aquellos acontecimientos que habían informado la fe cristiana, los que demostraban la verdad histórica de dogmas negados por los paganos y herejes, y, sobre todo, extraer del pasado histórico instrucciones morales y edificantes. Es una concepción lineal, didáctica e instrumental de la historia. Todo sucede para preparar la venida de Jesucristo, y que los imperios y monarquías sean sus principales valedores. El mundo se entiende como un reflejo de la esencia de Dios y el pasado como un depósito de los registros de la salvación humana.

La obra no es el resultado de un historiador profesional. La historia como profesión no existía en la Edad Media. Era una categoría utilizada con fines morales, religiosos o políticos. Vicente, siguiendo el modo habitual de la época, en algunos casos carece de fuentes, con frecuencia altera el orden de las frases, une citas discontinuas, comete anacronismos y su sistema de datación presenta bastantes errores. Pero Vicente tenía, aún en su época, un alto sentido de historicidad. En sus relatos denota la liberalidad y nobleza de quien busca la verdad histórica. Puso énfasis en mostrar el contexto social y político en muchos pasajes y, cuando algo no le gustaba, en vez de recrearse prefiere omitirlo.

3.3.5. Speculum morale


A finales del siglo XIII, se añadió una cuarta parte, el Speculum morale125. Los dominicos Quetif y Echard aclaran definitivamente el error en 1719. Demostrando con claridad mediante un estudio filológico y comparativo que el Speculum morale no es una obra de Vicente de Beauvais, sino un trabajo posterior publicado a finales del siglo XIII126.

3.3.6. Fuentes de Vicente de Beauvais.


Desde el prólogo de la obra, Vicente afirma que él no es el autor, sino el ordenador y compilador de numerosísimos fragmentos y textos de diferentes maestros, a los que consideraba los verdaderos autores127. Incluso llegó a utilizar el calificativo autor cuando vertía sus propias opiniones. La auténtica aportación de Vicente radica en entrelazar con brillantez citas e ideas de los maestros para lograr una obra que reflejara todo el saber pasado y presente de la humanidad.

Pero, ¿cuáles son los maestros? ¿Cuáles son las fuentes de las que bebió nuestro dominico? De todos los trabajos realizados se desprende una idea común: Vicente de Beauvais tenía noticias y conocía, de forma directa o a través de traducciones, las obras de la antigüedad greco-latina. Igualmente, era un profundo conocedor de las Sagradas Escrituras, de los escritos patrísticos y altomedievales, de las traducciones greco-árabes realizadas en Salerno y Toledo, de sus predecesores más inmediatos y de los escritores contemporáneos más importantes de su época.

Esto confirma el extenso conocimiento de la cultura clásica y altomedieval que se tenía en la Baja Edad Media. Y genera nuevos interrogantes, ¿Cómo accede nuestro dominico a este inmenso bagaje cultural?

Existen tres respuestas a dicha cuestión.

Las órdenes mendicantes, y especialmente los dominicos, consideraron una obligación prioritaria la conservación y el aumento de las bibliotecas, en ellas se depositaba la materia prima del conocimiento y una vía de acceso a la sabiduría. En segundo lugar la estancia de Vicente en la abadía de Royaumont puso a su disposición una parte muy importante del acervo cultural de la orden del Císter. En tercer lugar, la fascinación de Luis IX de Francia por las bibliotecas árabes le llevó a poner a su disposición las obras más importantes conocidas por la humanidad hasta el siglo XIII.

Gracias a estas vías, conoció directamente la mayor parte del saber de su época y una gran parte del saber griego, latino y árabe. Sin lugar a dudas, una de las fuentes enciclopédicas que más aportaron a la obra bellovaca fueron las Etimologías de San Isidoro, el Didascalicon de studio legendi de Hugo de San Víctor y el Liber excerptionum de Ricardo de San Víctor128. El propio Vicente confirma este hecho en el capítulo VII del Libellus apologeticus129.

Además, el Speculum se nutre del conocimiento que Vicente tiene de las Sagradas Escrituras y de los padres de la Iglesia, en especial, San Jerónimo, San Ambrosio y San Agustín. A ello hay que añadir numerosas sumas históricas, teológicas, filosóficas y pedagógicas que se suceden a lo largo del siglo XII. Esas obras se completan con excerpta de áreas particulares del conocimiento. Entre otras, cabe destacar: respecto a filosofía natural, los Libri naturales de Aristóteles, el De natura rerum de Tomás de Cantimpré, la filosofía natural de Juan de Vitry, la Historia natural de Plinio, el Liber de finibus rerum naturalium de Arnaldo de Saxo; respecto a la filosofía política, la Summa iuris y la Summa de casibus de Raimundo de Peñafort, el Decretum Gratiani, las Decretales de Gregorio IX, las Instituciones de Justiniano y el Digesta; respecto a las artes mecánicas, el De agricultura de Palladio, el De re militari de Vegecio, el De architectura de Vitrubio, el De aluminubus et saliabus de Rhaces, el Libro de la convalecencia del alma de Avicena; respecto a Medicina, el Libro de la ciencia de Alfarabi, el Canon medicinae de Avicena y el Liber ad Almansoren de Rhazes (siglo IX).

A todas estas se pueden añadir un amplísimo elenco de obras clásicas que revitalizarán la cultura griega y romana, lo que asentará las bases para el renacimiento y humanismo de los siglos XIV y XV.

La utilización de tan innumerables fuentes sólo es posible gracias a una mente lúcida, ordenada, con un profundo discernimiento crítico. El resultado es una obra que supera sus fuentes, una obra que puede significar una de las primeras historias del saber, del conocimiento y de la cultura con pretensiones de universalidad.

4. COMENTARIO TRADUCCIÓN


4.1. Libro IV 171

4.1.1. capítulos 1 al 7: El fuego.

4.1.2. capítulo 8: El éter.

4.1.3. capítulos 9 al 13: El aire.

4.1.4. capítulos 14 al 21: El sonido.

4.1.5. capítulos 22 al 25: De las regiones y fenómenos en el aire.

4.1.6. capítulos 26 al 39: Los vientos.

4.1.7. capítulos 40 y 41: Las tormentas.

4.1.8. capítulos 42 al 44: Las nubes.

4.1.9. capítulos 45 al 47: La lluvia.

4.1.10. capítulos 48 y 49: El granizo.

4.1.11. capítulos 50 al 53: La nieve.

4.1.12. capítulos 54 al 70: Los relámpagos, los truenos y el rayo.

4.1.13. capítulos 71 al 73: Los fenómenos ígneos.

4.1.14. capítulos 74 al 80: El arco iris.

4.1.14. capítulo 81: Los halos.

4.1.15. capítulo 82: Los bastones.

4.1.16. capítulo 83: El parhelio.

4.1.17. capítulos 84 al 87: El rocío y sus efectos.

4.1.18. capítulos 88 al 90: La escarcha, el hielo y la niebla.

4.1.19. capítulos 91 al 97: Las emanaciones.

4.1.20. capítulos 98 y 99: El humo.

4.1.20. capítulos 100 al 108: El olor.

4.1.21. capítulos 109 al 113: El aire.

4.1.22. capítulo 114: La presencia de demonios en el aire.

4.2. Libro V 252

4.2.1. capítulos 1 al 4: El origen y la distribución de las aguas.

4.2.2. capítulo 5: El nombre.

4.2.3. capítulos 6 y 7: Las propiedades.

4.2.4. capítulos 8 al 10: La mar.

4.2.5. capítulos 10 al 12: Las propiedades del agua de mar.

4.2.6. capítulos 13 y 14: El océano.

4.2.7. capítulo 15: El mar mediterráneo.

4.2.8. capítulo 16: Los golfos.

4.2.9. capítulo 17: Las fuentes de calor y agua.

4.2.10. capítulos 18 al 20: Las mareas.

4.2.11. capítulos 21 al 23: Las corrientes, los vientos y los peligros.

4.2.12. capítulos 24 al 30: Las fuentes.

4.2.13. capítulos 31 al 33: Los ríos.

4.2.14. capítulos 34 y 35: El río Nilo.

4.2.15. capítulo 36: El río Ganges.

4.2.16. capítulo 37: El río Tigris.

4.2.17. capítulo 38: El río Éufrates.

4.2.18. capítulos 39 y 40: El río Jordán y otros ríos de renombre.

4.2.19. capítulo 41: Los portentos de algunos ríos.

4.2.20. capítulos 42 a 44: Los lagos.

4.2.21. capítulos 45 al 47: Los pozos.

4.2.22. capítulo 48: La conducción de las aguas.

4.2.23. capítulo 49: Los aljibes.

4.2.24. capítulos 50 al 52: Los baños.

4.2.25. capítulos 53 al 56: Las propiedades organolépticas del agua.

4.2.26. capítulos 57 al 67: El sabor.

4.2.27. capítulos 68 al 78: Los tipos de aguas.

4.2.28. capítulo 79: Las esponjas.

4.2.29. capítulos 80 y 81: Las piedras que el agua produce.

4.2.30. capítulos 82 al 89: La sal.

4.2.31. capítulos 90 y 91: El salitre.

4.2.32. capítulos 92 y 93: El betún.

4.2.33. capítulos 94 y 95: El alumbre.



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