2.2.2. La recepción de la ciencia greco-árabe en el mundo cristiano occidental.
La ciencia que empezó a filtrarse en el siglo XII en la Cristiandad occidental estaba basada en las obras de los antiguos griegos, pero su vehículo de transmisión fueron los árabes54.
Los árabes adquirieron el conocimiento de la ciencia griega a partir de dos fuentes: en su mayor parte a través de los griegos del Imperio Bizantino, pero existe un segundo origen, de la mano de los cristianos nestorianos de habla siríaca de Persia oriental. Los cristianos nestorianos tradujeron importantes obras griegas científicas durante los siglos VI y VII al siríaco. Después de la conquista árabe, Jundishapur se mantuvo como importante centro científico y médico, y en el siglo X prácticamente todos los textos de la ciencia griega habían sido traducidos al árabe.
En el siglo IX ciudades como Venecia, Nápoles, Bari, comerciaban con los árabes de Sicilia y del Mediterráneo oriental. Al reavivarse las relaciones comerciales entre el cristianismo y el Islam comenzó a penetrar en Occidente la cultura recopilada por los árabes. En el siglo XI, Constantino el Africano55 escribe una frase de Galeno a Hipócrates aparecida en una enciclopedia médica del persa Ali Abbas. En el siglo XII Abelardo de Bath viajó por Siria y el sur de Italia y Leonardo Fibonacci de Pisa viajó por el norte de África, donde adquirió sus conocimientos de matemática árabe.
Los principales lugares desde donde se extendió el conocimiento de la ciencia árabe, y, por lo tanto, la griega, fueron Sicilia y España. Desde la conquista de Toledo por Alfonso VI en 1085, se fue convirtiendo en el centro español de traducción del árabe al latín, llegando a su punto culminante en el siglo XII, con la confluencia de un ingente número de traductores europeos que sugieren la existencia de una especie de escuela: Gerardo de Cremona56, Abelardo de Bath, Roberto de Chester, Alfredo de Sareshel, Platón de Tívoli, Burgundio de Pisa, Santiago de Venecia, Eugenio de Palermo, Michael Scot57, Hermann de Corintia, Guillermo de Moerbeke.
El primer diccionario árabe-latino conocido pertenece a un manuscrito español que data del siglo XII. La tarea de traducción era muy complicada, dando lugar en algunos casos a transcripciones literales que han llegado a nuestros días. Eso provocó la queja por parte de algunos sabios, pero enriqueció el vocabulario del latín medieval.
En Sicilia aparecieron las primeras traducciones directas del griego. Su situación favorecía el intercambio entre estudiosos de diverso origen. En 1060 un aventurero normando conquista Mesina a los árabes y la isla se convierte en un reino normando en el que convivían en condiciones muy favorables latinos, griegos y musulmanes.
Entre el siglo XII y XIII aumentan las traducciones directas del griego, cesando casi por completo las traducciones del árabe en el siglo XIV cuando Mesopotamia y Persia son conquistadas por los mongoles. Ya en el siglo XIII Roger Bacon escribió una gramática griega y Guillermo de Moerbeke revisó y completó la traducción de casi toda la obra de Aristóteles en griego. A mediados del siglo XIII casi todas las obras científicas importantes griegas estaban traducidas al latín. De todas las obras las más influyentes fueron las de Aristóteles, base para la ciencia de la naturaleza de los griegos, de los árabes, y también lo iba a ser para la Cristiandad occidental.
De todos los conocimientos que del saber griego fueron transmitidos por los árabes, hay que destacar la astronomía ptolemaica y la trigonometría asociada a ella. Llegó a Europa a través de al-Khwarizmi, al-Battani y al-Fargani. Pero estos autores no añadían nada nuevo. Los árabes mejoraron los instrumentos de observación y construyeron tablas astrológicas y náuticas más exactas. Las más famosas se preparaban en España.
El segundo conjunto de datos de las obras griegas transmitidas por los árabes fue la obra médica. En este caso los científicos árabes añadieron alguna observación valiosa. La información procedía de Hipócrates y Galeno, guardada en las obras de Ali Abbas, Avicena y Rhazes.
La contribución árabe original fue más importante en el estudio de la óptica y de la perspectiva. Alkindi y Alhazen realizaron un gran avance, entre otras cosas en el estudio de los espejos, de la cámara oscura, de las lentes o de la visión.
En el campo de las matemáticas los árabes transmitieron un valiosísimo conjunto de conocimientos basado fundamentalmente en los progresos que sobre esta materia habían adquirido los hindúes. Éstos habían desarrollado sobre todo la aritmética y el álgebra. Aryabhata, Brahmagupta y Bhaskara fueron los más importantes. La idea más importante que aprendieron los árabes de los hindúes fue su sistema de numeración, cuya adopción por la cristiandad fue uno de los mayores avances en la ciencia europea. Los numerales hindúes fueron introducidos en el Occidente desde el siglo XII en adelante58. Los numerales arábigos no desplazaron inmediatamente a los romanos y, de hecho, hasta mediados del siglo XVI los numerales romanos seguían siendo ampliamente utilizados fuera de Italia. Pero hacia 1400 los numerales arábigos eran conocidos y comprendidos entre los hombre cultos.
Otro ámbito en donde los árabes hicieron una de las contribuciones más importantes y originales a la historia de la ciencia fue en la alquimia, la magia y la astrología. Los investigadores querían encontrar el Elixir de la Vida, la Piedra Filosofal, el Talismán, la Palabra Mágica y las propiedades mágicas de las plantas y de los minerales. No se hacía ninguna distinción entre ciencia de la naturaleza y ciencia mágica u oculta. Las obras latinas anteriores al siglo XII también incluían magia y astrología, pero entre los árabes y aquellos latinos influidos por ellos, la magia y la astrología se desarrolló de forma extraordinaria. Era muy estrecha la conexión entre magia y experimentación.
Aún así, en el siglo XIII, muchos filósofos como Alberto Magno, Petrus Peregrinus y Rufinus fueron capaces de prescindir en un alto grado de la magia en sus obras. Roger Bacon desarrolló una concepción del experimento científico que fue, quizá, la primera exposición explícita de la concepción práctica de las metas de la ciencia. La ciencia tenía casi ya la perspectiva del siglo XIX.
La contribución más influyente y con más peso de las enseñanzas greco-árabes a la Cristiandad fue la transmisión del conjunto de las obras de Aristóteles, Ptolomeo y Galeno. Estas conforman un sistema completo racional que explicaba el universo como un todo en términos de causas naturales. El sistema aristotélico era una filosofía completa que abarcaba todas las cosas existentes. Ello chocó de frente con el sistema ya existente en la Cristiandad occidental, basado por entero en la religión. Algunas de las teorías aristotélicas eran contrarias a la doctrina cristiana. Sin lugar a dudas fue su alto contenido determinista, acentuado por sus transmisores, los árabes, lo que más rechazo provocó en sus receptores.
Un nuevo encuentro en el siglo XIII entre el racionalismo griego y la revelación cristiana, que tiene un primer capítulo en los análisis de San Agustín nueve siglos antes. El problema era como debía ser entendida la relación entre las escrituras y la ciencia. Durante los siglos XIII y XIV se perfilan tres líneas de conducta: una, defendida por los averroístas latinos que fijaron su posición sobre la verdad irrefutable de la filosofía aristotélica, por lo que la teología cristiana era falsa; otra, moderada, consistía en aceptar la racionalidad de la ciencia y a su vez negar la necesidad en Dios; y una última de carácter extremo que niega la racionalidad del mundo y asume que su orden está sujeto a la voluntad divina.
En 1210, el Concilio eclesiástico provincial de París prohibió la enseñanza de las ideas aristotélicas. Un decreto similar apareció en 1215, pero también se refería a París. Aparecieron otras prohibiciones pero no se pudieron hacerlas cumplir. Se revisaron las obras, se tradujeron directamente del griego y hacia 1255 sus obras metafísicas y naturales eran puestas como tema de examen en la Facultad de Artes de París59.
A lo largo de la Edad Media hubo varias escuelas sobre el sistema aristotélico del universo. Los principales responsables de la aceptación de Aristóteles en la cristianad occidental fueron Roberto Grosetesta, Alberto Magno y Tomás de Aquino. Para solucionar el problema de la relación entre fe y razón Alberto Magno se basó en dos certezas: las realidades de la religión y los hechos de su propia experiencia. San Alberto y Santo Tomás consideraron a Aristóteles como un guía para la razón. Podía estar equivocado y fue corregido en algunos puntos. Establecieron una distinción entre la Filosofía y la Teología que adjudicaba a cada una su propio método.
La interpretación determinista de la doctrina de Aristóteles realizada por Averroes60 fue proscrita en la Cristiandad occidental durante el siglo XIII, lo que se considera como un indicador del principio de la nueva ciencia. Los filósofos de la naturaleza tenían, gracias a Aristóteles, una filosofía racional de la naturaleza61, y, gracias a los teólogos cristianos, la posibilidad de hacer hipótesis sin tener en cuenta la autoridad de Aristóteles.
Nacía la posibilidad de desarrollar una actitud mental empírica trabajando dentro de un armazón racional y la posibilidad de ampliar los hallazgos científicos.
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