Concepto de medio ambiente en la obra de vicente de beauvais

Capítulo 6: El fuego es lo que le da vigor y fuerzas a todo para moverse

Hugo, Comentario al Eclesiastés. “El espíritu³³² brota para recorrerlo todo un giro tras otro”. En el Eclesiastés, capítulo 1, las Santas Escrituras identifican al espíritu con el fuego Así pues, podemos considerar que el espíritu es una fuerza ígnea, que procede del propio sol e impregna todas las cosas [col237], y que, al impregnarlas, les confiere vigor y fuerzas para moverse —de ahí que los antiguos dijeran que el fuego era un artesano dispuesto a generar seres corpóreos—. Pues es la fuerza del fuego la causa de este movimiento vital y de la perceptible vitalidad que está en la base del crecimiento de todas las cosas. Este espíritu es el que convierte al final en una substancia visible todos los nutrientes invisibles con los que nos ha alimentado y favorecido, es decir, esta fuerza oculta de la naturaleza es la que todo lo rodea porque, gracias a su invisible difusión por todas partes, atribuye a cada cosa unas cualidades según sus propiedades, surge y sigue girando: a todo cuanto ha nacido antes lo ha hecho crecer y luego, cuando envejece, lo ha devuelto a su origen.

Ambrosio, Hexamerón, lib. 2³³³: Cuando los filósofos hablan de que la bóveda celeste da vueltas junto con las ardientes estrellas ¿acaso no es necesario que la divina providencia procure que abunde el agua dentro de esa misma bóveda y también por encima para apagar los incendios que produzca ese ardiente eje? Por tanto, lo que el fuego inunda y quema en la tierra, también lo inunda el agua, para que el fuego del sol o de las estrellas³³⁴ no lo queme y unos atípicos calores no dañen los tiernos inicios de los seres. ¿Cuántos ríos, fuentes y lagos riegan la tierra, para evitar que el fuego interno las agoste? ¿Pero cómo crecerían los árboles, cómo germinarían los cultivos o madurarían los frutos sin que un fuego interior les dé fuerzas? Es fácil hacer surgir el fuego de dos piedras golpeándolas y muchas veces se produce un fuego cuando se cae un montón de madera. Así pues, para que uno no consuma al otro, ambos se moderan mutuamente: Dios lo analiza todo con mesura y equilibrio.

Séneca, en la obra citada, libro 7: Decimos, pues, que el fuego es lo que está destinado a tomar el mundo y convertirlo todo en sí mismo y que una vez que se apaga el fuego no queda otra cosa en la naturaleza más que el agua, donde yacen las esperanzas de un mundo futuro. Así, el fuego es el final del mundo, el agua el principio.

Capítulo 7: Los diversos tipos de fuegos

Hugo de San Víctor: El fuego posee una naturaleza triple porque nace, crece y consume, es decir, porque brota, se alimenta y quema, y de acuerdo a estos tres rasgos se clasifica en diez tipos.

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  Primero El primer tipo se produce por negación absoluta, como el fuego del infierno: no nace, porque su existencia no tiene inicio; no crece, porque no requiere alimento; no consume, porque no arde en una sustancia material.
  
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  Segundo El segundo tipo es el fuego que tan solo nace, pero ni crece ni consume, como los relámpagos que se ven en las nubes.
  
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  Tercero El tercero es el que tan solo crece, pero ni nace ni consume, como el fuego de los ojos, que es natural.
  
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  Cuarto El cuarto tipo es el que tan solo consume, pero ni nace ni crece, como es el fuego que surge del sol, de ahí que no se le puedan ni acercar las manchas³³⁵, a las que consume reduciéndolas a nada y sin incorporarlas a su cuerpo. Tipos de fuego Esta es la diferencia entre el fuego del sol y el del infierno, porque el fuego que brota del sol consume, pero el fuego del infierno, ni el que brota de él ni el que reside allí, destruye aquello donde arde.
  
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  Quinto El quinto tipo es aquel que, a pesar de nacer y crecer, no consume, como el calor de un huevo, porque nace y surge del cuerpo del que calienta, pero no consume su substancia.
  
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  Sexto El sexto es el que nace y consume, pero no crece, como el rayo que surge de unas nubes.
  
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  Séptimo El séptimo es el que crece y consume, pero nada lo produce, como el calor que surge de un cuerpo, que se alimenta de la comida y consume las humedades del cuerpo, pero no nace de nada, puesto que es connatural.
  
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  Octavo El octavo es el que nace producto de algún movimiento brusco y, al tiempo que nace, consume, como el fuego que surge del pedernal y prende en la leña.
  
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  Noveno El noveno es el que nace arriba pero consume lo que tiene debajo, y al mismo tiempo crece, tal y como un rayo de sol que brilla en un líquido: ha nacido arriba, del sol, pero crece mientras consume el líquido.
  
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  Décimo El décimo es el que, al tiempo que nace de debajo, crece y consume, como es el fuego que surge de una madera y arde en esa madera.
  

Tal variedad de tipos de fuego es la causa de que nos encontremos tantos tipos de fuego descritos [col238], como también pasa con la caridad, el deseo, la lujuria, la virtud, los vicios y Dios.

Capítulo 8: El éter

Yo no entiendo la definición que da Beda del éter, ya que lo coloca justo por encima del aire, a no ser que dé tal nombre a la capa [de fuego] que está por encima del aire, más pura y tranquila, aunque tanto Aristóteles como el resto de autores consideran que esa capa superior está compuesta por un elemento, el fuego, del que ya hemos hablado.

Extracto del libro sobre la naturaleza del mundo: Por encima de la capa de todo el aire está el fuego, el elemento más puro, cuya región abarca hasta el firmamento. El fuego es tan ligero respecto al aire como el aire lo es respecto al agua, y el agua respecto a la tierra: también se le llama éter³³⁶, porque se deleita con un perpetuo brillo y los cuerpos de los ángeles se materializan en este elemento cuando visitan a los hombres. Dentro de esta capa de fuego, hay siete estrellas y siete planetas que orbitan cada uno de forma diferente respecto a la tierra, y por este curso errabundo se les llama los “errantes³³⁷”. Así pues, el fuego se debe analizar por partida triple: en la materia terrestre el fuego se manifiesta como brasa, en la materia aérea se manifiesta como llama pero en su estado natural lo propio de la luz es ser pura luz: El cielo es de naturaleza ígnea por eso no requiere combustible, porque no debe su existencia a la acción de sus contrarios. Los planetas y las estrellas también están compuestos por fuego, por lo que, si la naturaleza sigue su curso, pueden brillar eternamente, siempre cuando la voluntad del Creador no lo ordene de otra forma. La luz del fuego allí está en la región que le es propia y no tiene consideración hacia los otros elementos de donde adquiere su naturaleza.

Isidoro, libro 13³³⁸: El “éter” es el lugar donde están las estrellas y tal vocablo designa al fuego que está en lo alto, separado del resto del mundo. Por supuesto, el éter es un elemento, pero aethera —vocablo griego— designa el brillo del éter.

Opinión del autor: He aquí que Isidoro reconoce abiertamente que la parte del cielo donde las estrellas se mueven, que está compuesto también de fuego, recibe el nombre de “éter”; quizá Beda estaba separando esa misma parte del cielo en tres regiones: todas son el cielo, pero luego le asigna a cada una el nombre correcto. A la primera, y también, evidentemente, la más baja, la llama “éter”, a la del medio, “Olimpo”, y a la más alta, “el ígneo espacio”. Pero dejemos de lado todo esto que no podemos aprehender con claridad y pasemos a aquellos otros temas que nos sean conocidos ya sea porque se traten más a menudo ya sea porque así figure en las Escrituras.