EL ABUELO Y EL NIETO
Un padre tiene un hijo al que quiere mucho. Cuando es mayor el padre le da sus tierras y su casa. El hijo se casa y dos años después nace un niño. Pasa un año tras otro. El nieto crece y es cada día más fuerte e inteligente. El abuelo se hace cada día más viejo y casi ya no puede andar. La mujer del hijo no quiere al abuelo y desea echarle de casa. Y así, el hijo va a buscar a su padre1 y le dice:
— Padre, márchate de casa. Mi mujer y yo te cuidamos desde hace muchos años y María está muy cansada y no quiere tenerte más en casa.
— Hijo, ¿pero no te da vergüenza echarme de casa? Ya ves que estoy viejo y enfermo y no sé dónde podré trabajar, ya nadie me quiere. Poco tiempo me queda de vida y poco puedo molestaros. Dame sólo un poco de paja y un rincón para descansar.
— No, María no quiere verte más en casa.
— Bueno, hijo, si así lo quieres me iré. Pero dame una manta para abrigarme, pues estoy enfermo y tengo mucho frío.
El hijo llama al nieto y dice;
— Andrés, dale al abuelo una manta.
Andrés coge las tijeras y las guarda en el bolsillo. Después va con su abuelo, busca la mejor manta y empieza a cortarla por la mitad sin escuchar al abuelo que grita:
— ¿Qué haces, Andrés? Debes darme la manta entera. Me quejaré a tu padre.
El abuelo va a buscar a su hijo y le dice:
— Andrés no cumple tu orden. Sólo me da la mitad de la manta.
— ¿Por qué no le das toda la manta al abuelo?
— Porque la otra media manta la guardo para dártela cuando sea mayor y te eche de casa — contesta Andrés. El padre oye estas palabras de Andrés y dice al abuelo:
— No, padre, quédate en casa. Desde hoy no comeré yo un trozo de pan o de carne si tú no comes al mismo tiempo. Te daré una buena habitación en mi casa y te compraré un traje como el que yo llevo.
— Bueno, hijo, si así lo quieres me iré. Pero dame una manta para abrigarme, pues estoy enfermo y tengo mucho frío.
El hijo llama al nieto y dice;
— Andrés, dale al abuelo una manta.
Andrés coge las tijeras y las guarda en el bolsillo. Después va con su abuelo, busca la mejor manta y empieza a cortarla por la mitad sin escuchar al abuelo que grita:
— ¿Qué haces, Andrés? Debes darme la manta entera. Me quejaré a tu padre.
El abuelo va a buscar a su hijo y le dice:
— Andrés no cumple tu orden. Sólo me da la mitad de la manta.
— ¿Por qué no le das toda la manta al abuelo?
— Porque la otra media manta la guardo para dártela cuando sea mayor y te eche de casa — contesta Andrés. El padre oye estas palabras de Andrés y dice al abuelo:
No, padre, quédate en casa. Desde hoy no comeré yo un trozo de pan o de carne si tú no comes al mismo tiempo. Te daré una buena habitación en mi casa y te compraré un traje como el que yo llevo.
EN LA CLASE DE MATEMÁTICAS
El señor López es profesor de matemáticas. Es el profesor de Juan. Juan es un muchacho inteligente, pero no estudia mucho.
Un día Juan va a la clase de matemáticas, pero no tiene hechos sus ejercicios.
— Juan, ven a la pizarra y escribe los ejercicios — dice el profesor.
— María, por favor, darme tu cuaderno — dice Juan.
— Con mucho gusto — responde María.
María es una muchacha bonita, pero no es muy inteligente.
Juan va a la pizarra y copia los ejercicios de María.
— Lee los ejercicios — dice el profesor.Juan lee el ejercicio: — Once menos cuatro son siete; seis y ocho son doce. '
— ¿Hay faltas? — pregunta el profesor.
— Sí, señor, hay una falta — dice un muchacho. Seis y ocho son catorce.
— Sí, seis y ocho son catorce — dice el profesor. — Juan, ?no comprendes los ejercicios? Son muy fáciles.
Sí, señor, yo comprendo los ejercicios pero María no.
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