Concepto de medio ambiente en la obra de vicente de beauvais

1.- INTRODUCCIÓN

El 25 de Agosto de 1270 muere el rey Luis IX de Francia. La última Cruzada, la octava, conduce al rey capeto al sitio de Túnez, y precisamente allí es atacado por la disentería, que provoca su muerte. Casi treinta años antes, el mismo rey entraba descalzo a París con una serie de reliquias del martirio de Jesús que había comprado a Balduino II, último emperador latino de Constantinopla. El rey ideaba un lugar digno y adecuado para dichas piezas, y su idea cristalizó en la Sainte-Chapelle, Capilla Real de la Ìle de la Citè. El templo se consagró en 1248. Pero esa capilla era algo más. El rey santo proyectaba un lugar que compitiera con aquella cultura que lo dejó maravillado. Un lugar que recibiera legados y fondos que constituyeran la base cultural y religiosa de su época.

Un rey, una época, y una religión.

Su muerte marca el final de las Cruzadas, y con él se pierde el último gran representante del ideal de monarca cristiano. Cuando sube al trono, en 1226, aporta un nuevo concepto a la autoridad real, la idea de santidad ministerial en las funciones de Estado. Volcado en su labor, y preocupado por la educación de sus hijos realiza un encargo al entonces lector de la abadía de Royaumont, Vicente de Beauvais, quien ya destacaba como gran pedagogo en sus obras escritas y que le unía al rey una gran amistad. Este encargo es su tratado sobre la educación moral del príncipe donde el autor pone de relieve dos finalidades: reunir una información dispersa, en muchos casos difícil de conseguir, y, por otro lado, ofrecer a la familia real y a los oficiales de la corte una guía moral y un manual para la salvación del alma¹.

Y este es nuestro protagonista, nuestro autor. El autor del Speculum maius, su gran obra, su obra definitiva. Remontarnos a la época del despertar del conocimiento, aquella en la que todos los saberes quedan, por fin, al alcance de todos². Y adentrarnos en uno de sus vehículos, en una de sus formas más significativas. El libro que reunió, de forma ardua y trabajosa, el conocimiento alcanzado hasta el momento. El libro en el que se alzaron los protagonistas de una historia posterior, más conocida y con mayor proyección. La enciclopedia medieval. La cultura bajomedieval puede ser definida por su carácter didáctico, y fruto de esa inquietud surgen multitud de enciclopedias que albergan la vieja y recurrente aspiración de almacenar la totalidad del saber en los márgenes de un libro. Ejemplos destacados son: la Summa de vitiis et virtutibus, de Raoul Ardent (1192-1193); De naturis rerum, de Alejandro Neckhan (1203-1213); De proprietaburus rerum, de Bartolomé Inglés (1230-1240); De naturis rerum, de Tomás de Cantimpré (1244), etc.

Ese interés didáctico se fijó en tres ejes de especial contenido pedagógico: la selección de la información, las formas de almacenar y retener esa información y la eficacia de la transmisión y adquisición del conocimiento.

Cientos y miles de horas dedicadas a transcribir obras ajenas, extrañas, a dar forma y cuerpo a tan ingente sabiduría. ¡Tantas fuentes y tantos nombres! Y tan distintos orígenes y procedencias. Era el momento. Y fueron silenciosos frailes que entre tantas horas tediosas admiraban las obras que caían en sus manos. Los protagonistas de una historia no suelen ser conscientes de esta, incluso en la actualidad seguimos dando la espalda a este momento crucial. La empresa era difícil y suponía un reto a los planteamientos de la época. Sólo una apuesta firme por la selección y presentación óptima de la información podían hacer viable la posibilidad de un conocimiento total. El Speculum maius (1245-1259) se constituye como uno de los trabajos más emblemáticos de la Baja Edad Media por las exigencias instrumentales que supuso a su autor y cómo lo manejó este: introducción, índice, tabulación, temática por libros y por capítulos, concordancias, resúmenes analíticos, toponímicos, etc³.

La selección del conocimiento siguió la jerarquía de los siete grados de fiabilidad o verdad descendente: Sagradas Escrituras, decretos papales, cánones, legislación conciliar, escritos de los Padres de la Iglesia, escritores cristianos no canonizados y autores paganos. La progresiva reivindicación de la razón como complemento de la fe en la explicación de las Sagradas Escrituras iba a encontrar en los siglos XII y XIII uno de los periodos más emblemáticos. En esto contribuyó de forma contundente la respuesta de Abelardo al problema de los universales⁴, el conocimiento progresivo de los escritos aristotélicos y el conocimiento de los múltiples escritos de la ciencia greco-árabe.

La idea de los escolásticos medievales de proporcionar a sus coetáneos y a la historia de la cultura una síntesis extensa y profunda del saber estaba muy lejos de una finalidad intelectualista o dialéctica. Su propósito encerraba un sentido más profundo, práctico y vital. Se trataba de alcanzar con la información la meta anhelada de todo hombre, la felicidad. El conocimiento se presentaba en el escolástico como vía y camino insoslayable de acceso a la felicidad; es el ornato más bello del alma. El planteamiento pedagógico de Vicente⁵ tiene como punto de arranque la pérdida de los bienes preternaturales causada por el pecado original. Aquí radica la necesidad y el fin de la pedagogía humana: restaurar la naturaleza herida por el primer pecado. En este proceso hacia el ser, hacia el reencuentro con el Creador, y hacia la posesión de lo eterno, el hombre cuenta con la pertinencia de una vía específicamente humana: el conocimiento. Esto es lo más parecido a la eternidad, lo que permite captar las esencias de las cosas, transcender la materialidad de lo creado y acceder a la felicidad.

El término Speculum simbolizó el modo de pensar de gran parte de la cultura medieval⁶. Los escolásticos se basaron en la primera carta de San Pablo a los Corintios en la que incide en la pertinencia didáctica de la refracción al afirmar: “vemos ahora mediante un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara” (1. Cor. 13,12). Para los medievales el proceso del conocimiento se produce a través de una visión catóptrica, es decir, un conocimiento indirecto de realidades superiores mediante procesos de refracción.

La refracción adquiere carta de navegación didáctica a partir del siglo XII en el que comienzan a aparecer numerosos libros-espejos entre los que nombramos: Speculum fidei, de Guillaume de Saint Thierry, 1140-1144; Speculum caritatis, de Aelred de Rievaulx, 1142-1143; Speculum stultorum, de Nigel de Longchamps, 1180, Speculum regum, de Godofredo de Viterbo, 1183; Speculum poenitentiae, de Reiner de Saint-Laurent, c. 1180; Speculum universale, de Raoul Ardent, c. 1199; Speculum monachorum, de Arnaldo de Boheríes, c. 1200; Speculum spiritalis amicitiae, de Thomas de Frakaham, inic. s. XIII; Speculum humilitatis, de Thomas de Frakaham, inic. S. XIII; Speculum futurorum temporum, de Génébon de Eberbach, c. 1220; Speculum novitii, de Etienne de Sally, 1234; Speculum eclesiae, de San Edmundo de Abigton, 1240; Speculum ecclesiae sive expositio misase, de Hugo Saint-Cher, 1248.

Aunque en todas estas obras aparece como constante la referencia a San Agustín, estos autores saben reinterpretar al sabio de Hipona de una manera lo suficientemente creativa y fecunda como para hacer de la dimensión secular de la naturaleza una de las vías insoslayables de acceso a la sabiduría. Ahora, la naturaleza, en su múltiple diversidad, empieza a cobrar sentido propio, entidad por sí misma y una notable finalidad didáctica: se presenta como iter necesario para captar y entender el reflejo de la divinidad. Vicente de Beauvais defiende que la naturaleza diversa, el mundo creado, es un efecto de la voluntad divina, un reflejo sin igual de la manifestación de Dios.

Si para los antiguos la naturaleza era un concepto difuso y de difícil comprensión, para los escolásticos se tornará claro y preciso. Una categoría que se transforma en una creación divina, cuya radicalidad más genuina será reflejar de forma indirecta, en su multiplicidad y singularidad formal, la voluntad, el sentimiento y el ser de Dios. Por eso, conociendo la naturaleza, el mundo, el universo, se conocía a su creador y su voluntad.

Y es en ese estudio reparador de la naturaleza en el que nos vamos a detener. Toda esa nueva concepción de la naturaleza queda recogida en una de las tres partes en las que quedó dividida el Speculum maius: Speculum doctrinale, Speculum naturale y Speculum historiale. El Speculum naturale recoge los conocimientos y saberes referidos a la naturaleza. Intenta la descripción del mundo según el orden de los seis días de la creación. Para ello Vicente de Beauvais lo divide en 32 libros que podemos agrupar en cinco grandes bloques.

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  Un primer bloque, el primer libro, dedicado a lo sobrenatural.
  
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  Un segundo bloque, del libro dos al ocho, en donde se analizan lo que llamaremos componentes abióticos del Sistema Tierra: la atmósfera, la hidrosfera y la geosfera.
  
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  Un tercer bloque, de los libros nueve al decimoquinto, dedicado al Reino Vegetal.
  
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  Un cuarto bloque, del libro decimosexto al vigesimosegundo, dedicado al Reino Animal.
  
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  Un quinto bloque, los libros vigesimotercero al vigésimo octavo, dedicado a la razón.
  

Mi labor docente en los últimos años, en los que con fuerza han aparecido áreas de conocimiento relacionadas con el medio ambiente, abrió la posibilidad de trabajar en ese segundo bloque del Speculum naturale. Otro hecho que nos hizo inclinar la balanza hacia estos libros fue la ausencia de trabajos publicados al respecto.

La enciclopedia medieval se transformó en una maravillosa oportunidad de acceder a lo que podemos resumir en tres grandes puntos:

1. 
   Conocer de primera mano el grado de conocimientos y saberes que alcanzados en el siglo XIII, gracias al trabajo de recopilación y unificación que realizaron autores como nuestro dominico.
   
2. 
   Comprobar la ingente cantidad de fuentes utilizadas, y realizar un trabajo de verificación de todas las mencionadas en la Enciclopedia. Una labor que sorprende por su actualidad. La multiculturalidad llevada a sus extremos, y el respeto a las otras culturas llevada a su máxima expresión. La integración de conocimientos de tan diversa procedencia es ejemplo en nuestros días.
   
3. 
   El conocimiento y su transmisión, para nuestro dominico, nos acerca a Dios, y él no hace más que presentarnos las herramientas de un pedagogo, cuyo fin último es esa santidad a la que todos debemos aspirar. La enseñanza de, entre otras muchas cosas, los componentes del medio ambiente. Enseñanza que no ha variado en sus ejes básicos hasta nuestros días.
   

Según la acepción del término de la Real Academia Española, medioambiente es el conjunto de circunstancias y condiciones exteriores a un ser vivo que influyen en su desarrollo y en sus actividades. Referido al ser humano comprendería al conjunto de valores naturales, sociales y culturales existentes en un lugar y un momento determinados, que influyen en el ser humano y las generaciones venideras. Su estudio siempre ha constituido un problema, siendo en muchos casos fragmentado en múltiples disciplinas que impedían una visión de conjunto.

Durante el siglo XX se desarrolló en el campo de la Ciencia una nueva herramienta que fuera útil para distintas ramas del conocimiento en su investigación práctica. Era la Teoría General de Sistemas (TGS) o Teoría de sistemas dinámicos⁷. Y a la luz de ésta, nació un nuevo concepto de medioambiente que ha calado hondo en nuestros días, pero que, curiosamente, no ha cambiado de forma sustancial el concepto y análisis de los componentes. El medioambiente se configuró como un sistema, una entidad formada por múltiples componentes de naturaleza distinta, que al interaccionar, proporcionan nuevas propiedades inexistentes cuando los elementos están por separado.

Apareció un concepto que cada vez cobra mayor relevancia, la interacción entre componentes. Y esa interacción modifica, condiciona, altera al conjunto de los elementos.

Pero en un estudio medioambiental, incluso a nivel global, es fundamental, en las primeras etapas, el estudio de los componentes, elementos o factores del sistema. Y ese es el estudio que encontramos en el Speculum naturale. A nivel pedagógico, su análisis y transmisión no ha sufrido más que los cambios propios de los avances tecnológicos y culturales que se han producido a lo largo de los siglos.

Los factores ambientales, esos componentes que conforman el medio ambiente, abarcan tanto a los seres vivos, como a todos aquellos elementos que forman parte del mundo inerte. Los factores propios de los seres vivos son denominados factores bióticos. Los factores propios del mundo inerte se denominan factores abióticos. Dentro de los factores abióticos nos detenemos en los que, quizá, nos suponen un mayor interrogante de la época medieval, las capas fluidas de la Tierra: la atmósfera y la hidrosfera. Nos detenemos en su concepción en esa época y en una obra concreta.

La elaboración es a partir de todo documento que nuestro autor considera importante. Una selección personal que vendrá marcada por anotaciones propias donde dejará de forma explícita cuáles son las dudas que van surgiendo y las posibles respuestas que apunta como autor. Lo que empieza siendo una recopilación, ya de por sí exhaustiva, se transforma poco a poco, en un complicado ejercicio de validación y contraste. Es esa aportación personal lo que hace más rica la enciclopedia y nos permite acceder de forma clara a los conocimientos que va alcanzado y transmitiendo el dominico. Y los temas elegidos nos hacen vislumbrar el acceso a conocimientos hasta el momento absolutamente ignorados por él, lo que aumenta el grado de complicación. Vicente busca aquellos textos que hagan comprensible el tema tratado. En todo momento surge el pedagogo, el interés por explicar, por hacer entender.