Burgense de san juan de la cruz carmelitas descalzos



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V. -CONSEJO PLENARIO

1.- CARTA CONVOCATORIA DEL XXXVIII CONSEJO PLENARIO PROVINCIAL

Queridos hermanos: Paz y esperanza en el Señor.

De acuerdo con el nº 230 de nuestras Normas Aplicativas, con esta comuni¬cación convoco el Consejo Plenario Provincial para los días 6 y 7 de noviembre de 2012 en nuestro convento de Burgos.

En su apartado k) las Determinaciones Capitulares indican quiénes han de participar: “El Provincial, los Consejeros Provinciales, y los Superiores de las casas de España o, en caso de que alguno de ellos no pueda asistir, un delegado nombrado por la comunidad. El Consejo Provincial invitará a participar en el mismo a los religiosos que considere oportuno”.



Objetivo, tema y contenido:

La temática del día 6 partirá de las Impresiones del P. Provincial en sus visitas a las comunidades. Posteriormente se abrirá un diálogo en el que participarán todos los asistentes al Consejo Plenario.

Contaremos por la tarde el día 6 con alguien que nos hable de la Reestructuración. Habrá posibilidad de preguntas e intercambios. El Consejo continuará el día 7 para seguir tratando el tema de la Reestruc¬turación.

Trabajo previo:

Cada superior, reunido previamente con su comunidad, traerá un aporte en el que se presenten las inquietudes, preocupaciones y dificul¬tades que cada uno tiene sobre este tema de la reestructuración, tan importante para nuestro futuro.

Al final se redactarán unas conclusiones que serán enviadas a todas las comunidades.

Horario de referencia:

Comenzaremos el día 6 a las 10 de la mañana. Se terminará el día 7 después de la comida.

Hasta vernos en Burgos, os saludo con afecto fraterno y encomiendo ya a vuestras oraciones los frutos del Consejo Plenario que allí nos reunirá.

Burgos, 25 de abril de 2012.



Fr. Pedro Tomás Navajas

Sup. provincial

2.-Palabras del p. Provincial tras la visita pastoral a las comunidades al comenzar el Consejo plenario

Del mes de febrero al mes de noviembre de 2012 he realizado las visitas pastorales a las comunidades. Comunidad de San José de la enfermería de Burgos: del 10 al 15 de febrero; comunidad de Reinosa: del 19 al 23 de febrero; comunidad de Soria: del 4 al 12 de abril; comunidad de Santa Cruz de Tenerife: del 26 al 31 de mayo; comunidad Virgen del Carmen de Burgos: del 14 al 19 de junio; comunidad de Burgo de Osma: del 24 al 28 de junio; comunidad de León: del 16 al 23 de septiembre; comunidad de Oviedo: del 30 de septiembre al 6 de octubre; comunidad de Gijón: del 7 al 13 de octubre; comunidad de A Coruña: del 27 de octubre al 2 de noviembre.

He pasado unos días muy buenos en las comunidades. Me daba pereza marchar. Doy gracias a Dios por cada uno de los hermanos. Uno por uno todos me han enseñado el Evangelio con la acogida, la entrega, la vida de cada día. Es mucho lo que se aprende en el diálogo interpersonal, que suele ser más rico que el comunitario.

En todo este tiempo me he sentido como un niño con los ojos abiertos. He observado atentamente todo lo que he podido, aunque soy consciente de que la vida que late en cada uno de los corazones de lo hermanos y en cada una de las comunidades es mucho más de lo que he visto y oído; apenas es la punta del iceberg. Por eso me parece muy necesario compartir mi visión con los superiores, para acercarnos a la realidad, pensar juntos la Provincia para “caminar mejor el camino”.

La pregunta que recorre la Orden en estos años de preparación para el Vº Centenario del Nacimiento de Santa Teresa de Jesús, nuestra Madre, “¿Qué tales habremos de ser para que a los ojos de Dios y del mundo no nos tengan por muy atrevidos?” (CV 4,1), ha sido la pregunta desafiante que me ha acompañado por los caminos en estos meses. He tratado de leer la vida de las comunidades desde la rica experiencia encontrada en los libros de la Santa Madre Teresa, leídos año tras año. Con esta luz teresiana he intentado motivar (re-ilusionar) a los hermanos, muy consciente de que es muy difícil hacer el bien y entrar en la mentalidad que cada uno se ha forjado. He tratado de mirar la vida de los hermanos desde la fidelidad amorosa de Dios, que sigue confiándonos el tesoro del carisma del Carmelo Teresiano y enviándonos a una misión importante: sanar las heridas de un mundo que, por la consagración, forma parte del nuestro.

En este Consejo Plenario os invito a los superiores a una reflexión plural acerca de nuestra vida, yendo “a las cosas mismas”, para avanzar en el propio conocimiento, que es la base para vivir una experiencia renovada del carisma teresiano. Todos somos convocados a una lectura creativa, agradecida, autocrítica de nuestra realidad para vivir y no sobrevivir. No podemos eludir este desafío; forma parte de nuestra responsabilidad de gobierno.

Vivimos tiempos de decrecimiento (en nuestra provincia es evidente) y de crisis de valores, a los cincuenta años del concilio estamos en un cambio de época. Nos duele esta situación que estamos viviendo y por eso gritamos, buscamos, estamos en proyecto. Esto es percibido por una mayoría de hermanos. No sabemos muy bien qué es lo que nos pasa, pero sí percibimos que algo nos está pasando, algo que tiene que ver con situaciones límite que exigen respuesta. Amamos el Carmelo, por eso no queremos quedarnos instalados. Sabemos que sin reconocer la situación no hay camino. Pienso si no nos estará influyendo un estilo de vida muy mundanizado, que nos lleva a relativizar lo importante. Y relativizar es perder la raíz.

Lo mejor que he encontrado en los hermanos en estos meses ha sido una llama que no se ha apagado, un desafío que nos lleva a mirar nuestra vida con realismo y audacia y a entender este momento como tiempo de oportunidades únicas y nuevas. A pesar de todo, todavía creemos en la fecundidad del momento que nos toca vivir.

En todas las comunidades he comprobado nuestro convencimiento de la riqueza incuestionable del carisma del Carmelo Teresiano. Valoramos a las generaciones precedentes y la riqueza valiosísimo que nos han aportado nuestros hermanos mayores.

Me parece importante destacar la relectura que estamos haciendo de las obras de la Santa Madre Teresa. En ellas encontramos los criterios para ir al corazón de nuestra vocación y para encontrar el camino que la Provincia tiene que encontrar en este momento de la historia. Al leer a la Santa Madre nos estamos leyendo y entendiendo a nosotros mismos.

En este momento de encrucijada, me parece necesario escuchar, no solo la palabra de los hermanos, sino también, como un instrumento de reflexión y de contraste de aquello que nosotros mismos estamos reflexionando a menudo centrados en nosotros mismos, escuchar la palabra de las personas que nos rodean preguntando, aunque nos suponga un riesgo, ¿cómo nos ven? Es importante que nos dejemos ayudar en el discernimiento, aunque nos dé miedo lo que puedan pensar de nosotros.

Se acercan tiempos recios y se avecina un trabajo arduo. Tenemos que disponernos para afrontar la dificultad y la crisis con espíritu teresiano. Creo que no es momento de llorar por las estructuras (tener claro lo que hay que salvar). Flexibilizar las estructuras, no matar nada de lo que está vivo o puede revivir. En la crisis que estamos viviendo y en la que se avecina con más fuerza, van a salir fueran los valores evangélicos y carismáticos que llevamos dentro o la superficialidad de que hemos revestido nuestra vida.

No bastará con decir que hay que orar más, que hay que vivir en comunidad, que hay que entregar la vida en la pastoral. El asunto será cómo motivar a los hermanos, cómo ponernos en camino en un proyecto común, cómo inculcar el gusto por la oración, por la vida en comunidad. “El hambre se cura con la comida, mientras que la inapetencia se cura con un cambio de vida, que es ciertamente más difícil de realizar” (Ariccia).

Tendremos que ser realistas, audaces y atrevidos en las decisiones, sin esperar a consensos universales o unánimes, humildes para aceptar los errores. Con ganas de avanzar, aunque luego tengamos que rectificar porque nos hemos equivocado.

Conjugando lo que somos con lo que habremos de ser, encuentro tres aspectos que, a mi juicio, pueden ser importantes para “caminar mejor el camino” (F 4,4).

1.- UN GRUPO EN CAMINO

No es fácil ver que somos un grupo en camino, porque no abundan en nuestras comunidades las reflexiones de este tipo, aunque sí las haya personalmente. Pero con una mirada creativa y ayudados por el entusiasmo y esperanza de algunos hermanos, sí podemos decir que somos un grupo en camino –mendicantes, nos gusta de nuevo decir-, enviados a una realidad que ha cambiado mucho en estos años, con una pasión por la humanidad pobre y herida, con los pies en la tierra del presente, escuchando lo que late en la entraña de este tiempo, sin miedo a acercarnos y comprender, sobre todo a los que peor lo pasan, a los más pobres.

Estar en camino significa caminar en fe, no al tuntún ni dejándonos llevar por la corriente, porque no todo lo tenemos claro. ¿Cómo nos situamos ante los signos de los tiempos? ¿Cómo resuena en nosotros el grito teologal de la Santa Madre “estáse ardiendo el mundo”? (C V 1,5). ¿Cómo entenderemos lo de ser enviados al mundo pero sin ser del mundo? (cf Jn 17). Esta realidad nueva requiere de nosotros una nueva mentalidad para querer este momento intensamente aun con sus errores, porque también de ellos podemos aprender. Sin amor no tenemos derecho a situarnos como una presencia significativa en medio de los pueblos.

No es fácil, digo, para un grupo formado por 71 religiosos, (3 mayores de 90 años, 13 mayores de 80, 27 mayores de 70, 11 mayores de 60, 8 mayores de 50, 6 mayores de 40, 1 mayor de 30, 2 mayores de 20) tomar el bastón y emprender el camino, hacernos cargo de una realidad cambiante, en la que muchos pasan momentos difíciles por la crisis económica y de valores, y que exige de nosotros un cambio de mentalidad. El estancamiento, el cansancio, la monotonía, la inercia, la falta de liderazgo… hacen difícil “desandar el camino” (cf 1Re 19,4-8). Aunque, también es verdad, que somos más que un dato sociológico, que el Señor viene con nosotros y que “jamás nos acabamos de conocer si no procuramos conocer a Dios” (IM 2,9).

No nos conviene olvidar que venimos de hombres y mujeres, que fueron capaces de dejarlo todo y seguir a Jesús (cf Lc 5,11), de emprender un camino “buscando mis amores”, de arriesgar determinándose a poner por obra lo que el Señor les pedía.

Es urgente que tanta claridad como tenemos en los documentos programáticos de la Orden se encarne en experiencias concretas -y hay en nosotros pobreza de experiencias y pobreza para verlas-. Los cambios que hemos tenido que hacer en estos años vienen más motivados por el ambiente que nos rodea que por la fe que nos habita en los adentros.

Para caminar hay que salir de la propia tierra (Gn 12,19) en una disponibilidad misionera, dejando seguridades (nos hemos hecho a veces esclavos de la sociedad del bienestar) que no nos dan vida (cf Lc 10,21), aprendiendo a vivir de otra manera, “sígueme” (Lc 10,21), “procurando ir comenzando siempre de bien en mejor” (F 29,32). “Si tuviésemos que señalar con una sola palabra el problema más grave de la vida religiosa, y en particular de nuestra Orden, en este tiempo, podríamos decir, seguramente, que es la infelicidad o el descontento” (Ariccia 2011).

Para mí, este es un reto muy grande que tenemos delante. No es hora solo de análisis de la realidad; es hora de movernos hacia un terreno sólido, de salir con determinada determinación, como hacía la Santa una vez que había hecho lo que tenía que hacer

También para caminar necesitamos recrear los cimientos sólidos que nos regaló la Santa Madre: amor de unos para con otros, humildad, desasimiento. Para pasar de la vida sedentaria a la vida de los nómadas se requiere esta base. “El hombre y la mujer de hoy quieren ser dueños de la propia vida, pero en la vida religiosa no es así. Al responder afirmativamente a la llamada de Dios, hemos hecho de Él nuestro dueño y Señor, aquel a quien le confiamos todo lo que somos y poseemos para que Él haga lo que quiera” (Carta del definitorio del 2010).

Muchos hermanos expresan desencanto ante la situación que estamos viviendo, pero pretender que cambien las cosas sin cambiar nosotros, sin cambiar cada uno, es desatino. ¿Queremos movernos o no? ¿En qué nos estamos equivocando? ¿Qué futuro nos espera si seguimos así? ¿Somos capaces de emprender caminos nuevos o no? ¿Qué podremos corregir en nuestra forma de caminar? ¿Aceptamos la cultura de la muerte o la cultura de la vida? ¿Estamos dispuestos a convertirnos o no? ¿Está o no está el Señor en medio de nosotros? ¿Creemos que es capaz de hacer hoy lo que hizo antaño?

Ponernos en camino como enviados significa, según el estilo teresiano, conectar con lo real, con la verdad, estar abiertos a un mundo que está viviendo un cambio de época y que requiere de nosotros “un camino fundacional incesante” (Mensaje del P. General con motivo de los 450 años de la fundación de San José), cambios reales en nuestra vida concreta. “Debemos aprender a mirar a la cara la realidad… para andar en verdad” (Ariccia).

En este momento ya no vale mantener unos esquemas orantes que no nos lleven a una experiencia de Dios. No valen unos estilos de vida comunitaria que no nos lleven a construir relaciones humanas y espirituales con quienes compartimos la vida. No vale una pastoral que no tenga el ardor, la novedad y la belleza de la nueva evangelización. Esto me parece lo preocupante, que se puede hacer oración, vivir en comunidad y ejercer la misión sin fe, sin cordialidad, sin vocación, en definitiva, sin experiencia del Dios vivo.

¿Está muerto o acabado nuestro estilo de vivir como carmelitas? Es hora de preguntarnos muy sinceramente, sin miedo a dejar a un lado tanto lastre, cómo tenemos que ser los carmelitas teresianos hoy, para ser fieles a lo que Dios nos pide y para ser felices con la alegría de los que tienen en Dios su fuente. El carisma que nos transmitieron nuestros santos padres Teresa y Juan es vino nuevo para odres nuevos. Y la nueva vida nace de una vida crucificada. ¿Qué valor damos a la Cruz en nuestra vida?

Las estructuras están cambiando, pero no son esenciales para nosotros, por eso no debemos llorar por ellas. La realidad que se nos presenta es bien diferente a la vivida hasta ahora, nos abocamos a presencias más reducidas, con religiosos mayores, impregnados con una mentalidad individualista, divididos por el ser y el hacer.

Aquí se entronca el proceso de reestructuración en el que estamos embarcados con las demás Provincias de la Ibérica. La reestructuración es un camino de fe, de conversión, de alegría. La experiencia fuerte de Dios hace nacer una manera de vivir nueva, una cultura nueva. Siento la urgencia de vivir este tiempo como un atrevimiento para vivir como anhelamos en lo más profundo del corazón. “Como nunca nos determinamos, sino llenos de mil temores y prudencias humanas, así, Dios mío, no obráis Vos vuestras maravillas y grandezas” (F 2,7).

Si el estilo de vida que llevamos no produce vida, debemos generar algo nuevo, que no sea sólo mantener las estructuras; si vivimos con buena voluntad pero nuestra vida no nos satisface ni es significativa para los que nos miran, entonces tenemos que cambiar. Quizá tendríamos que preguntarnos si el modelo/estilo de carmelita que presentamos está muerto/acabado, al igual que la vida religiosa. Necesitamos pensarnos de un modo nuevo para presentarnos de modo significativo ante el mundo. El éxito no es lo que nos ha de mover en este camino, ni tampoco las expectativas que tienen los hermanos, cuando esperan milagros de nuestra tarea. Nunca cambian tanto las cosas como cuando cambia uno mismo, cuando vivimos al aire del Espíritu.

Como superiores, creo que tenemos la tarea de ofrecer pistas de animación y gestión para saber hacia dónde vamos, hacia dónde nos gustaría ir de verdad, resistiendo a las fuerzas que nos empujan en otras direcciones. No basta la buena voluntad en las tareas de gobierno, es necesaria la formación y el hacernos espaldas los unos a los otros.



2.- Un grupo que se hace presente en medio de las gentes como comunidad

Los carmelitas nos entendemos como comunidad y nos situamos en medio de la gente como comunidad. En este momento nos hacemos presentes en diez comunidades: en A Coruña, con cuatro hermanos; en Gijón, con siete; en Oviedo, con nueve; en Reinosa, con seis; en Santa Cruz de Tenerife, con cinco; en Soria, con cuatro; en Burgo de Osma, con cinco; en León, con cinco; en Burgos San José, enfermería, con quince; en Burgos Virgen del Carmen, con 11.

En las actas que he dejado escritas en los libros de cada comunidad he puesto el acento en la comunidad, porque en ella se visibiliza el carisma. El modo como vivimos la vida de comunidad es clave para entender lo que nos pasa. Si nuestra vida no nos convence es que la vida de comunidad la vivimos mal. “Si privilegiamos la experiencia de Dios en la oración, privilegiamos la experiencia del hombre en la vida fraterna” (Ariccia 2011).

Pero, ¿qué significa para nosotros vivir en comunidad? En las visitas he escuchado frecuentemente la añoranza de vivir la vida de comunidad de otra manera, más al estilo teresiano. ¿Cómo concretar este deseo?

Vivimos la comunidad al estilo teresiano -he oído en los diálogos tenidos con los religiosos-, cuando nos preocupamos del camino de los hermanos, cuando la comunidad no es un ambiente neutro, cuando la comunidad es una experiencia de vida de Jesús que nos sitúa de forma compasiva entre las gentes (castidad); con austeridad para ser sensibles a los pobres –elegir ser pobres pudiendo ser ricos, en este momento, podemos decir, que no nos falta de nada y sin embargo solo los pobres son libres- (pobreza); con un proyecto común (obediencia) vivido, como parábola, en un mundo con tantas relaciones rotas.

La comunión es el centro de nuestra vida, una comunión que se tiene que construir en base a una relación humana y espiritual con quienes compartimos la vida, una fuerte relación humana al mismo tiempo que una relación fuerte de amistad en Cristo. Tenemos que dar un paso más hacia la comunión plena con los laicos y las carmelitas contemplativas. Los tres formamos nuestra familia y con las tres ramas se enriquece el carisma, si faltara una faltaría algo vital de nuestro ser.

Observo un individualismo en nosotros, como si nos hubiésemos formado una identidad paralela, al margen de los hermanos, y, a la vez, un activismo que nos deshumaniza. Veo a los hermanos como necesitados de una nueva identidad comunitaria, Hay mucha realización a nivel de trabajo, pero poca a nivel de comunidad. Cada uno, individualmente, cree que obra bien, pero hay una incapacidad de amar. Hay interés por los asuntos personales, pero falta creatividad en las cosas que son de todos. Nos pensamos más como personas que están en una comunidad, que como comunidad de hermanos que todo lo tienen en común. Esto, según creo, necesita un cambio serio. No es posible tener un estilo de comunidad con esta manera de vivir. Nos hemos acostumbrado a vivir así y esa costumbre aparece como una excusa que nos impide cambiar. Se ha acostumbrado nuestro organismo a un ritmo y acaba siendo una excusa. No vamos a la oración o no participamos en la vida de comunidad porque tenemos muchos compromisos, pero no pensamos por qué tenemos tantos compromisos, por qué vivimos como vivimos.

Hay hermanos, que están en comunidad pero no están en comunión, porque no hay capacidad de compasión hacia los demás, hacia los fallos de los demás. ¿Qué vida de comunidad es aquella de la que no nace una mirada compasiva? La vida común conlleva unos valores evangélicos, humanos. Sin éstos, no es nada.

No tenemos serios problemas de convivencia, pero sí tenemos dificultades para una relación fraterna profunda, cordial. Esto tenemos que afrontarlo. Lo importante no son los hechos externos que manifiestan una aparente vida de comunidad, sino la comunión. Los actos se cumplen, pero a veces están desprovistos de un contenido vital.

¿Cómo aprender a vivir la vida de comunidad en medio de la desprotección? Nuestro reto: “formar comunidades teresianas que sean lugares de auténtico crecimiento cristiano y espiritual y de irradiación de la verdad y la belleza que en ellas se experimentan” (Ariccia, 2011). Si acertamos a vivir la comunidad, todo lo demás se nos dará por añadidura. Necesitamos volver a entender la comunidad, no solo como casa donde se come y se reza, sino como impulsora de la creatividad de los hermanos.

Más allá de comunidades en las que se colabora, en las que se convive amablemente, buscamos comunidades de personas unidas entre ellas por la amistad de Jesucristo. “Comunidad, en sentido teresiano, significa algo muy concreto. Es una categoría del espíritu más que una realidad sociológica, es un modo de ser, que requiere una profunda reorientación de la persona en el triple ámbito indicado por Teresa, a saber, en el amor fraterno, en el desasimiento del mundo, y en la humildad” (Ariccia).

2.1.- Comunidad orante, centrada en Dios

Junto a cierta “infelicidad y desencanto” (Ariccia), he percibido a mi paso por las comunidades el deseo de una fuerte experiencia de Dios, la confianza de que esto puede cambiar.

Partimos de la fidelidad de Dios, de su capacidad para recrear la historia. De esa fidelidad brota la pasión por Dios y por los hombres a los que hemos sigo enviados. Esta dimensión teologal y encarnada es la que da sentido a todo lo que somos y hacemos. La búsqueda apasionada del Reino es la única que puede ocupar el centro de nuestra vida, nuestra señal de identidad.

Al preguntarnos cómo recrear la vida comunitaria que se nos va gastando, dónde encontrar la mística que hace vivir, no hay otra respuesta que Dios, “fuente de toda santidad”. Nuestra vida no se define por la función que realizamos, sino por sabernos amados por Dios y por los hermanos. Esta dimensión se hace visible en esos tiempos, aparentemente perdidos, que dedicamos a la oración contemplativa. Mientras que el relativismo en la relación con Dios manifiesta la falta de raíz de nuestra vida.

De ahí, la centralidad de buscar la comunión y la experiencia de Dios, asumir gozosamente el compromiso personal de la oración, vivir la liturgia de una forma creativa, participar de los sacramentos.

La comunidad que vive apasionadamente a Dios, se convierte en testigo de Dios, en propuesta novedosa de vida según el Evangelio. La experiencia genera lenguaje, y el lenguaje genera experiencia. La gente que nos rodea no nos necesita a nosotros, sino a ese Dios que, en nosotros, suena como un murmullo de agua viva, de compasión y bondad hacia los más pequeños.

Sin oración, como experiencia de trato de amistad con quien sabemos nos ama, no somos signo del Carmelo Teresiano hoy. La crisis que estamos viviendo, junto con tantos hermanos necesitados, puede ser una bendición si nos agita por dentro y nos lleva a la experiencia del “Dios que no se muda”. No serán nuestros proyectos los que nos salven, sino la presencia viva del Señor en medio de nosotros. Nos toca vivir tiempos recios para los que necesitamos el espíritu teresiano de la alegría, la verdad, la libertad y la comunión.

No veo una reestructuración seria en nuestra vida si no se da, con gozo y fidelidad, sin excusas, el compromiso personal de la oración contemplativa en comunidad, si no preparamos y vivimos, de forma creativa, la liturgia, como forma preciosa de amar a los hermanos, si no vivimos un estilo de vida austero y solidario, alegre y sencillo, que diga claramente a quien nos vea que “solo Dios basta”.

Solo la experiencia de Dios nos llevará a arriesgar en el anonadamiento y a no vivir estos tiempos comparándonos con otros tiempos. Yo siento que una idea de grandeza pasada nos puede hacer daño, puede ser un peso que nos impida caminar. Nuestra Provincia no está siendo lo que se espera de ella, no está a la altura de otros tiempos. Yo espero que nuestra Provincia se sitúe abajo, sin pretensión de grandeza. Nuestros contemporáneos desean encontrar en nosotros pobreza de ambiente y riqueza de corazón. Esto no significa que todo nos dé igual y que no pretendamos una formación y un compromiso serios. Significa que debemos vigilar la ansiedad de tener que cumplir expectativas. Es hora de caminar con tesón y determinación, pero sin responder a exigencias que nos quemen, es hora de elegir estar en el último puesto, como respuesta a la verdad de lo que somos. No es hora de protagonismos personales, sino de dejar bien claro que es el Señor quien lo hace.

2.2.- Comunidad que se comunica, que se ama

La comunidad teresiana es una escuela de humanidad, en la que es esencial la comunicación, el cultivo de la capacidad de amar. Jesús no pide nada para sí, pide que nos amemos para que seamos felices. De desconocidos, nos vamos haciendo amigos y hermanos por el diálogo. Corremos el riesgo de equivocarnos cuando falta una mirada amiga, capaz de orientarnos en el camino.

La comunicación nos ayuda a entender y a amar a cada hermano en el momento que está viviendo. “Si entendieseis lo que nos importa esta virtud, no traeríais otro estudio” (5M 3,10).

La comunicación se da cuando la confianza mutua tiene más fuerza que el miedo, cuando el aprecio y respeto a la vida y palabra de los hermanos supera la indiferencia y el desinterés, cuando nos servimos de la corrección fraterna para “desengañarnos unos a otros, y decir en lo que podríamos enmendarnos y contentar más a Dios” (V 16,7). Para la comunicación es fundamental el silencio, que no es ausencia de palabras, sino de egoísmo. Me parece que en este sentido estamos de vuelta, como si viéramos cada vez más lejos el ideal, como si hubiéramos tirado la toalla, como si nos hubiéramos contentado con una relación buena pero que no está basada en una verdad en el amor.

¿Por qué se atasca a veces nuestra comunicación? En la comunicación compartimos no solo lo que hacemos, sino lo que pensamos, lo que sentimos, lo que creemos y amamos en la vida, lo que nos duele o apasiona, para crear entre todos nuevos dinamismos que visualicen el carisma. Cuando se produce esto, la comunidad se esponja, se libera, es más feliz. Entonces es verdad que todo lo tenemos en común y que cada hermano es un don que nos lleva a Dios.

La comunicación honda es vital para comunicarnos la novedad del anuncio cristiano y cultivar la sensibilidad evangélica. Nos necesitamos los unos a los otros para descubrir en qué signos se manifiesta hoy el Espíritu. Las reuniones comunitarias deben ir más allá de la información y llegar a la comunicación. Sin miedo a desaprender caminos que no ayudan a crecer.

La comunicación de la comunidad se agranda en la comunicación con las comunidades cristianas que nos rodean, con las comunidades de la Provincia y con el Vicariato, con el resto de la Orden, con la lectura comprometida y esperanzada de los signos de los tiempos (crisis, pobres, jóvenes…). Mantener una comunicación frecuente con las Carmelitas Descalzas y con las comunidades de carmelitas seglares es muy necesario. Nuestra espiritualidad ha nacido siempre de la vitalidad de esta relación. “Debilitar tales relaciones o reducirlas a simples servicios pastorales, significa empobrecernos en nuestra identidad, perdiendo de vista la unidad de un mismo carisma” (Ariccia).

2.3.- Comunidad con cultura vocacional

La cultura vocacional es otro aspecto que nos puede ayudar a descubrir qué es lo que nos pasa. Nos toca vivir un tiempo complicado, “desierto vacío o selva impenetrable” (P. General): cuando creíamos tener todas las respuestas, cambiaron todas las preguntas. ¿Cómo salir del pesimismo de que, hagamos lo que hagamos, nada va a cambiar? Si queremos que cambien las cosas sin cambiar nosotros, no cambiará nada.

La cultura vocacional es una creación de todas las comunidades (lo que pensamos, lo que hablamos, cómo vivimos, qué propuestas pastorales hacemos…) y la pastoral vocacional surge de la cultura vocacional que tengamos.

Cuando una comunidad tiene un porqué profundo para vivir como vive, influye en los miembros que la componen y en el entorno. “Siempre habíamos de mirar que son cimientos de los que están por venir” (F 4,5-6). No hay pastoral vocacional sin entrega de la vida, sin vivir apasionadamente este tiempo de Dios.

Cuando más allá de todo desaliento, comenzamos de bien en mejor, somos signo de Jesús, “que aquí se está llamando a las criaturas”. Si queremos vivir este tiempo con realismo y audacia, como una nueva posibilidad vocacional, tendremos que cambiar mucho.

3.- MISIÓN DE LA COMUNIDAD

“Si vivimos en el Espíritu, caminemos en el Espíritu” (Gal 5,25). Somos enviados, en la escucha de la Palabra, a una realidad concreta para anunciar la buena nueva del Evangelio de Jesús. La mejor forma de guardar el tesoro del Carmelo que se nos ha confiado es entregarlo gratuitamente, aprender a vivir de fe y no de seguridades humanas.

¿Cómo queremos hacernos presentes en medio de este mundo? ¿Qué queremos comunicar desde nuestras presencias comunitarias? Creo que no hay otra respuesta que ésta: espiritualidad; a través de diversos caminos, pero siempre atravesando fronteras, no tenemos otra opción que transmitir espiritualidad a nuestros contemporáneos. Veo a nuestro grupo poco preparado para dar respuesta a esta necesidad de espiritualidad que se nos reclama. Y esto no solo por la falta de formación, sino también por la falta de experiencia apasionada de Dios y del ser humano.

Necesitamos un largo parón de reflexión para pasar de la pastoral de mantenimiento al afán evangelizador, para descubrir nuevos escenarios de evangelización que se erigen no donde habitualmente los ofrecemos, sino donde la humanidad genera y cuestiona la vida. Vivimos de rentas. Planteamiento nuevo: una pastoral de espiritualidad para los más pobres, para los que buscan caminos. No son nuestras pequeñas obras las que salvan, sino las grandes obras de Dios. Defendemos nuestro refugio, pero no descubrimos cómo, abandonados en la voluntad de Dios, podemos abrir nuevos caminos.

Nuestros problemas más graves no son la falta de vocaciones ni el envejecimiento, sino “el cansancio a la hora de vivir la vida religiosa” (Ariccia). Necesitamos encontrar un lenguaje común, recuperar la primacía de Dios y ofrecerla en el silencio adorador, en la propuesta misionera, en la urgente solidaridad. Tendremos que rompernos la cabeza para entender los caminos de Dios en esta hora.

Muchas veces ya no valdrá en la pastoral el argumento de que siempre se ha hecho así. Hay que desaprender para aprender. Hace falta audacia para escuchar las propuestas que vienen de cada uno de los hermanos. Por fidelidad al Evangelio, por respeto a la dignidad de las personas, no vale cualquier cosa en pastoral. Si no sabemos sonreír es mejor que no abramos la tienda. Ojo con el inmovilismo, ojo con desertar de la creatividad y de la radicalidad.

Será significativa aquella pastoral que, en fidelidad creativa al Evangelio, responda a lo que necesitan verdaderamente los hombres y mujeres de hoy. La creatividad es uno de los grandes desafíos de la misión evangelizadora hoy.

Enseñad a las nuevas generaciones a tener a María por Madre y Hermana en el camino. En los tiempos difíciles es cuando más necesitamos su presencia. “Gran cosa es lo que agrada a nuestro Señor cualquier servicio que se haga a su Madre, y grande es su misericordia” (F 10,5).

Tendremos que aprender a incorporar a los laicos a la nueva evangelización, pues no son solo receptores de nuestros servicios, sino miembros vivos del pueblo de Dios, llamados también a evangelizar en esta hora. Introducir en la pastoral la fuerza del testimonio, que es lo que hace creíble el anuncio, y la oración contemplativa como camino de acompañamiento a las personas a una profunda experiencia de Dios y de encuentro con Jesús. Dando primacía a la oración como puerta abierta para entrar y quedarse con Él, y a la caridad como respuesta cristiana privilegiada para los tiempos de crisis.

Nuestras comunidades están enraizadas en las iglesias locales y en la realidad de los hombres y mujeres de hoy. Esto exige de nosotros conocimiento y aprecio de esta iglesia, comunión con ella, sintonía con su proyecto de pastoral. No tiene sentido un cómodo aislamiento.

Las comunidades no viven para sí mismas, son un don entregado a la Iglesia y al mundo. Esto se hace visible, sobre todo, en el sentido de pertenencia (“somos hijos de la Iglesia”) y en la participación y colaboración con instancias de comunión (Diócesis, CONFER, CARITAS…).

La tarea pastoral será eficaz si nos entregamos por entero, si en la entrega no buscamos la propia gloria sino la de Dios, y si la entrega la hacemos juntos, como una familia. No somos un gueto, dejemos que la vida que nos rodea nos afecte y renueve. La comunidad se salva cuando se pierde a sí misma y deja que nada humano le sea ajeno, cuando no llora por las estructuras que hay que dejar. En tiempos de crisis hay que salvar lo esencial con la libertad de los pobres.

Lo poquito que somos, vivido en esperanza y alegría, se convierte en todo si hacemos sitio a Dios y a los hermanos. Sin ansiedad por el éxito, entrando en la pregunta por lo que Dios nos pide, sin orgullo o comparación. Dedicando tiempo a la formación, que nos ayude a entender mejor el don que nos traemos entre manos.

Tendremos que aprender a realizar un proyecto de pastoral en cada una de nuestras comunidades, para que caminemos en comunión y todas las actividades tengan un porqué profundo.

Que a todos os inunde la alegría y valentía del Espíritu para vivir y comunicar el Evangelio en estos tiempos recios que nos toca vivir. “Es tarde, pero es madrugada si insistimos un poco”. Que la Madre del Carmelo aliente vuestro camino de seguimiento de Jesús. Y que Santa Teresa os quite los miedos para poneros en camino hacia las cosas, aparentemente imposibles, que Dios os pide. Muchas gracias.

En Burgos, a 6 de noviembre de 2012

P. Pedro Tomás Navajas, Sup. Provincial

3.- Crónica del XXXVIII Consejo Plenario de la Provincia Burgense de San Juan de la Cruz

Respondiendo a la convocatoria del Provincial se reúnen en Burgos el P. Provincial con sus Consejeros y los Superiores de cada una de las casas de España para celebrar el Consejo Plenario los días 6 y 7 de noviembre de 2012.

A las 10.00 horas da comienzo la reunión en el aula capitular con la lectura de un texto evangélico: Jn 17,15-18 y unas palabras de bienvenida por parte del Provincial. Recordando al beato Eufrasio, cuya memoria celebramos, el P. Provincial lee un texto de sus escritos, muy alentador y apropiado para nuestros tiempos no fáciles.

A continuación el Provincial presenta el horario para los dos días de trabajo.

1.- Informe del P. Provincial

La PRIMERA SESIÓN comienza con el informe que el P. Provincial hace de su visita pastoral a las Comunidades de la Provincia en España, realizada en los meses de febrero a noviembre. (Este informe se encuentra en la sección Documentos de la página de la Provincia). Se presentó en las Comunidades con la pregunta que toda la Orden se está haciendo: “Qué tales habremos de ser…” (C 4,1), con el deseo de motivar e ilusionar a los hermanos en las dificultades, buscando con ellos una lectura creativa, agradecida y autocrítica de la realidad.

Y nos presentaba tres aspectos para caminar mejor:

1. Somos un grupo en camino: caminamos en fe hacia un mundo que ha cambiado mucho, con una nueva mentalidad y con pasión por las gentes. Conscientes de la realidad de unas cifras que nos hablan de número y de edades de religiosos, pero animados por Cristo y su Espíritu que caminan en medio de nosotros. Se trata de dejar atrás las seguridades humanas y salir con determinada determinación. Santa Teresa nos da tres fundamentos para caminar: amor, humildad (verdad) y desasimiento (libertad).

2. Somos un grupo presente en medio de las gentes como Comunidad. Somos diez comunidades en la Provincia en España. La comunión es el centro de nuestra vida. Somos comunidad cuando vivimos la presencia del Señor en medio de nosotros, cuando nos preocupamos de los hermanos con compasión y sensibilidad

a. Comunidad orante centrada en Dios.- Hemos de recrear la vida comunitaria desde la experiencia de ser amados por Dios. Necesitamos la oración contemplativa comunitaria. La oración es nuestro signo de identidad.

b. Comunidad que se comunica, que se ama para lograr una comunicación más interior, más profunda. Comunicación que ha de llegar a los carmelitas segarles y a las Madres Carmelitas.

c. Comunidad con una cultura vocacional.- Estamos viviendo el desierto, el vacío. ¿Qué se nos quieres decir?

3. Somos un grupo misionero.- Nuestra misión es transmitir espiritualidad, espíritu, vida en el espíritu. ¿Cómo anunciar la Buena Nueva no sólo a los cercanos, sino también a los alejados? Pasando de una pastoral de mantenimiento a una pastoral de evangelización, yendo a los pobres, a los jóvenes, a los que están sufriendo la crisis, a los que tienen heridas. Saliendo del cómodo aislamiento y manteniendo viva la relación con la Diócesis, con la CONFER, con CARITAS…

2.- Diálogo en torno al informe del Provincial

Tras un receso de media hora se comienza una nueva sesión, en la que el P. Provincial ofrece la palabra a los componentes del Consejo Plenario para un intercambio de opiniones sobre el informe que ha presentado o sobre la propia visión que ellos tienen de nuestra realidad. Se van dando diversas intervenciones para aclaración, profundización y complementación del tema presentado

Se pasa a continuación a un trabajo por grupos (tres grupos), en los que elaborar una o dos propuestas para presentar a las comunidades con estos temas:

1. Algo que nos ayude a mirar la realidad valientemente y que nos lleve a encontrar una salida.

2. En qué insistir en este momento como Superiores.

3.- Ponencia de la Hna. Natividad Fernández, CM

Tras el descanso del mediodía comenzamos la tercera sesión en la que damos la bienvenida a la Hermana Natividad Fernández, carmelita misionera.

Un texto del Beato Eufrasio nos pone en sintonía con su memoria.

Toma la palabra la hermana Natividad para contarnos lo que ha sido la experiencia de reestructuración vivida por su Congregación en Europa.

Las Carmelitas Misioneras de Europa comenzaron el camino de la reestructuración en el año 2000 con una reflexión sobre sus vidas y presencias, buscando el modo de mejorarlas.

Se encontraron con situaciones límite. Se entiende por situación límite “aquel hecho que llega a tal extremo que no se puede aguantar porque, de seguir así, estaríamos abocados a la muerte”. Y se encontraron con situaciones límite en comunidades, en personas, en vocaciones…

En aquel momento se invitó a las hermanas a soñar como se veían en un periodo de quince años. Y la respuesta mayoritaria fue ésta: nos vemos unidas en una sola Provincia.

La Hna. Natividad iluminó la situación de pobreza en que se encontraban con el texto de I Re 17, 4 ss, donde se narra el encuentro de Elías con la viuda de Sarepta. El compartir la pobreza les enriqueció. Como la viuda, cada provincia tiene algo que compartir.

Y buscaron una reestructuración que cambiase vida y estructuras. Todo lo que signifique romper estructuras y abrirse a algo nuevo es positivo. Lo viejo nos instala, nos acostumbra, y, es de todos conocido, da seguridad. Lo nuevo, en cambio, nos desinstala, nos pone en búsqueda, nos hace encontrar nuevas relaciones.

Para ellas fue importante concentrar fuerzas en la reestructuración de cara a una misión más significativa. Sopesar fuerzas y criterios para ver si podían mantener todas las actividades o tienen que dejar algunas presencias haciendo opción. Hasta el momento han cerrado 8 comunidades en el trienio.

Puntos positivos a los tres años de haber llevado a cabo la reestructuración:

• Las hermanas jóvenes lo han vivido como un anhelo de sentirse más conectadas entre sí, compartiendo ideales, inquietudes, apoyando proyectos comunes…

• El miedo a los cambios se ha desvanecido, porque lo normal es que la mayoría siga en el mismo lugar y realizando la misma misión.

• El sentido de pertenencia a la Congregación se ha favorecido.

• Han desaparecido los recelos en apoyar lo que antes era de mi provincia, o críticas negativas en este sentido.

• Se necesitan menos personas en el gobierno, lo que obliga a buscar otros modelos de gobierno menos jerárquicos. Favorece la corresponsabilidad con otros equipos animadores de los campos apostólicos según las distintas áreas.

Aspectos concretos a mejorar: El funcionamiento de los equipos de área y la Organización del Consejo Provincial

Grado de satisfacción: Se ha constatado que ha sido muy positivo. Los medios que lo han favorecido han sido:

-Visitas frecuentes a las comunidades

-Comunicaciones frecuentes vía mail

-El informativo y la web

Cerró su ponencia con un PowerPoint sobre el éxodo del pueblo de Israel, iluminando así el camino de la reestructuración.

Después de esto se entabla un diálogo de los presentes con la Hna. Natividad, para aclarar dudas, puntos oscuros e inquietudes, tocando el tema del desprendimiento, la disponibilidad de las personas, las situaciones límites que tenemos (vocaciones, presencias poco significativas…), éxitos obtenidos, que no se han de medir tanto por los logros pastorales alcanzados, cuanto por el modo más evangélico de trabajar unidos en una misma misión.

Con el cuentito de los invitados al banquete, cada uno con su pequeño aporte de vino, cerramos esta parte de información e iluminación. Con un aplauso agradecimos a la Hna. Nati su aporte tan enriquecedor. (El texto, el PowerPoint y el cuento se encuentran en la sección Documentos de la página de la Provincia).

4.- Diálogo de los participantes en el Plenario

Tras un receso de media hora retomamos la reunión en la que ponemos en común lo trabajado en los grupos. Surgen estas propuestas:

• Ver este proceso de reestructuración como un tiempo de gracia y salvación en el que Dios actúa, aportando nosotros lo poquito que podemos.

• Insistir en la conversión personal y comunitaria, pues la renovación tiene que venir del encuentro con Dios, de la experiencia carismática, poniendo a Cristo en el centro de la reestructuración.

• Poner el acentro en la experiencia de Dios, como creadora de una comunidad nueva y un mundo nuevo.

• Quitar miedos, excusas, defensas que nos paralizan para no cambiar.

Ya es hora de actuar, ya hemos hablado bastante.

• Educar para comunicarnos con Dios, con los hermanos y con las gentes según la riqueza que tenemos.

Tras la puesta en común nos preguntamos el modo de hacer llegar estas propuestas a las comunidades. Cerrada la sesión quedamos citados en la capilla para rezar vísperas y celebrar la Eucaristía con el pueblo de Dios.

5.- La palabra de las comunidades

Tras el descanso de la noche, el nuevo día nos recibió con la Eucaristía compartida, presidida por el P. Provincial. Hicimos memoria del beato Francisco Palau y dimos gracias a Dios por la vida del P. Francisco Javier Fuente que cumplía años.

A las diez horas nos reunimos para una nueva sesión que comienza con un texto tomado de “Lucha del alma con Dios”, del beato Francisco Palau, cuya memoria celebramos. El Provincial nos invita a escuchar “el rumor de los hermanos” respecto a la reestructuración.

Cada Superior presentó la voz de las comunidades. Del amplio y rico aporte entresacamos lo que nos parece importante:

• Estamos en un momento en que necesitamos hacer algo, porque nos encontramos con “situaciones límite” en algunos campos de nuestra vida: vocacional, pastoral, vida de comunidad, personas.

• Como Provincia nos hemos embarcado en el proceso de reestructuración, aunque no se ha dado todavía el sí definitivo; y en general se ve un clima de aceptación.

• En este momento se ven gentes ilusionadas y esperanzadas que consideran el proceso como necesario y que hay que apurar. Otros en cambio se han desilusionado un poco; en algunos, porque no ha venido de los Provinciales en este tiempo la animación que esperaban.

• Otros dicen que vamos demasiado deprisa, que hay que darnos tiempo, porque la renovación espiritual, que es la principal, sigue un proceso más lento.

• Otros manifiestan sus temores, dudas, inquietudes: que sea un mera suma de pobrezas, que no se dé el cambio interior requerido, que no sea lo eficaz que se sueña, que se han dado experiencias negativas en otras congregaciones, qué pasará con los roces lingüísticos y territoriales, qué pasará con las provincias si no entran en la reestructuración, el inmenso tamaño de la provincia única, el cierre de qué comunidades, el proceso largo y doloroso que hay que pasar, el miedo a que una provincia “fagocite” a las otras, el qué va a ser de nuestro Vicariato de América, el miedo a los cambios de personal...

• No faltan también quienes prefieren seguir como estamos porque piensan que la reestructuración no va a arreglar nada.

• Se valoran los encuentros interprovinciales de ejercicios y de formación como muy positivos y se pide que se continúen.

6.- Acuerdo del Plenario

En un paréntesis de tema económico, el P. Juan José Herrero, ecónomo Provincial, informa de un tema que afecta a todas las Comunidades: el juicio acerca de un terreno en A Coruña en el que la Audiencia de dicha ciudad nos ha condenado a pagar una gran suma de dinero.

Finalmente se lee, se vota y se aprueba por unanimidad el ACUERDO FINAL encargado a los PP. Gabriel y Fidel, y que reza así:

El Consejo Plenario Provincial, reunido en Burgos los días 6-7 de noviembre de 2012…

• Ha escuchado el Informe del P. Provincial sobre la situación de las Comunidades y de los religiosos de nuestra Provincia tras sus Visitas Pastorales.

• Ha reflexionado, con ayuda de la Hermana Natividad Fernández, carmelita misionera, sobre la experiencia de reestructuración que ha llevado a cabo su congregación.

• Ha escuchado también las voces de las Comunidades, que presentaban inquietudes, dudas, temores y esperanzas de cada uno de los religiosos sobre este asunto.

• Ha constatado que estamos llegado casi a una “situación límite”, es decir, a una situación que, de seguir así, haciendo lo que hacemos, nos llevará a la desaparición.

Al final de estos días el Consejo Plenario renueva la opción capitular de continuar con el proceso de formación de una Provincia única en la región Ibérica.

El Consejo Plenario invita a todos, pues, a poner renovado interés en conocer y estudiar toda la información sobre el tema que llegue a las Comunidades desde las distintas instancias.

Finalmente pide especial atención al próximo documento que enviará la Conferencia Ibérica de provinciales y que contendrá el Proyecto o Ideario de la nueva provincia, así como la estructura y el itinerario a seguir, si es aprobado por los capítulos respectivos.

Con unas palabras de agradecimiento del P. Provincial a los Superiores y con la encomienda a éstos de que saludaran a todos los hermanos de las comunidades, terminó el Consejo Plenario celebrado en Burgos los días 6 y 7 de noviembre de 2012.



P. Fidel Gil,

secretario del Consejo Plenario

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