Pues, la razón por la cual fueron castigados consiste en que, la suya, no solamente era una simple batalla
militar, sino que era la encarnación de un paradigma ético y moral- la batalla que,
contra los gigantes de la
maldad, de la inmoralidad, de la injusticia, de la crueldad, y
del orgullo, está obligado a sostener el creyente
Hebreo, Y, no solamente el creyente Hebreo, sino también cada ser humano [sin importar cual sea su raza, o
su credo].
Es que, la palabra Hebrea que la Torah traduce como “gigantes” es la palabra Hebrea “Refaim”; una palabra
cuya forma singular estaba asociada a la raíz Hebrea “Rafa”; que a su vez significaba “curar”, “sanar”, o
“quedar sano”. Y, curiosamente, la palabra “Refaim” también podía traducirse como “fantasmas”, o como
“espíritus de los muertos”.
Es como si, por medio de esta etimología, la Torah pretendiese intimar que, batallar contra los gigantes de la
maldad, trae sanidad, pues hace que el hombre se sobreponga a su muerto espíritu [pues el hombre que vive
lejos de Dios esta espiritualmente muerto].
¿Y como luchamos contra los gigantes de la Maldad? Pues tal y como lo hizo el rey David, cuando luchó
contra Goliat; a quien logro vencer con la piedra [tal y como el hombre de Dios vence al mal con “la piedra”
de los diez mandamientos de la Ley].
Y lo anterior quizás también logre explicar el hecho de que, camino a la Tierra prometida, Dios ordena a
Israel que no moleste ni haga guerra a los Edomitas, a los Moabitas, ni a los Amonitas.
¿Y por que? Pues porque el Creador (bendito sea) les había asignado la Tierra que poseían. Como esta
escrito: “Pasando vosotros por el territorio de vuestros hermanos los hijos de Esaú, que habitan en Seir, ellos
tendrán
miedo de vosotros; mas vosotros guardaos mucho. No os metáis con ellos, porque no os daré de su
tierra ni aun lo que cubre la planta de un pie; porque yo he dado por heredad a Esaú el monte de Seir”- Deut.
2:4-5 ;
“No molestes a Moab, ni te empeñes con ellos en guerra, porque no te daré posesión de su tierra; porque yo
he dado a Ar por heredad a los hijos de Lot”- Deut. 2:9 ; “Y cuando te acerques a los hijos de Amón, no los
molestes, ni contiendas con ellos; porque no te daré posesión de la tierra de los hijos de Amón,
pues a los
hijos de Lot la he dado por heredad.”- Deut. 2:19.
¿Y por que les había asignado Dios tal tierra? Pues porque, aunque no seguían a Moisés, aunque no tenían
Torah, y aunque sus dioses no estaban tan cerca de ellos como lo esta Ha Shem de Israel, estas tres naciones
tuvieron el valor de dar la batalla contra los gigantes que les impedían heredar sus respectivas porciones de la
Tierra Prometida.
Es decir, los Edomitas pelearon contra los gigantes Horeos (Deut. 2:12), los Amonitas pelearon contra los
gigantes Zonzomeos (Deut. 2:20-21); y los Moabitas desplazaron a los gigantes Emitas (Deut. 2:10-11). En
otras palabras, por medio de estas tres naciones, Dios quiso prefigurar el hecho de que, todo aquel que batalle
contra los gigantes de la maldad [sin importar si tal persona es Hebrea o gentil], será recompensada con una
porción de la Tierra prometida.
En la práctica, lo anterior significa que, el creyente Hebreo, no debe tratar de “hacer guerra” ni “conquistar”
[ganando para su fe Hebrea] al creyente Islámico [ni al creyente Cristiano] que batalla contra el gigante de la
usura; o contra el gigante del materialismo secular; tampoco debe molestar a la musulmana que a diario usa
el Hijab (luchando así contra el gigante de la pasión sexual); ni debe tampoco provocar al Musulmán que se
postra para orar cinco veces al día (luchando así contra el gigante del orgullo y el egocentrismo).
Es que, aunque estas otras “naciones” no siguen a Moisés,
ni tampoco tienen Torah, su lucha contra “los
gigantes” cuenta con el favor Divino; y, al igual que habrá de suceder con todo fiel creyente Hebreo, el
Creador no fallará en también asignarle a ellos una justa porción de la Tierra prometida [una Tierra que a su
vez prefigura el “Olam ha-ba”, o “el Mundo que ha de venir”]
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