Christie, Agatha La puerta del destino



Download 0,61 Mb.
bet26/33
Sana13.06.2022
Hajmi0,61 Mb.
#662011
1   ...   22   23   24   25   26   27   28   29   ...   33
Bog'liq
christie agatha la puerta del destino

CAPÍTULO ONCE

«HANNIBAL» PASA A LA ACCIÓN


Tommy se hallaba sentado en el despacho del inspector de policía. El inspector Norris hizo un gesto de asentimiento.
—Espero que con un poco de suerte, señor Beresford, logremos obtener buenos resultados —manifestó aquél—. Y dice usted que el doctor Crossfield está ocupándose de su esposa...
—Sí. La herida no es seria. El proyectil rozó la carne, produciendo una intensa hemorragia, pero nada más. Mi esposa se recuperará pronto de eso. El doctor Crossfield me ha asegurado que no se trata de nada peligroso.
—Su esposa ya no es joven —dijo el inspector Norris.
—Dejó atrás los setenta años —informó Tommy—. Los dos nos hemos jubilado.
—Sí, sí. He oído referir muchas cosas acerca de ella en la localidad, a partir de su llegada aquí. La gente la acogió con mucha curiosidad. Todos sabemos algo acerca de sus diversas actividades. Y también de las suyas.
—¡Válgame Dios! —exclamó Tommy, haciendo un gesto de resignación.
—Nuestras actividades profesionales, señor Beresford, informan nuestra existencia. Buenas o malas, uno no puede desprenderse de ellas —manifestó el inspector Norris, en tono afable—. El historial delictivo de un criminal le sigue a todas partes; esto es válido para el héroe también, por ejemplo, que vive arropado en sus acciones más sobresalientes... Bien. Nosotros vamos a hacer cuanto esté a nuestro alcance para aclarar las cosas. ¿No le es posible facilitarnos una descripción del atacante?
—No —contestó Tommy—. Cuando le vi corría seguido por nuestro perro. Yo diría que no era muy viejo. Quiero señalar que corría con facilidad.
—Las dificultades en ese campo se inician a los catorce o quince años. De aquí, en adelante.
—Indudablemente, se trataba de alguien mayor —puntualizó Tommy.
—¿No les ha llamado nadie por teléfono, no les han escrito para pedirles dinero? —inquirió el inspector—. Pudieron haberles exigido que abandonaran la casa...
—No, no ha habido nada de eso.
—¿Cuánto tiempo llevan ustedes aquí?
Tommy se lo dijo.
—¡Hum! Poco tiempo es. Y usted ha estado en Londres la mayor parte de los días de la semana.
—Sí, he tenido que desplazarme. Si quiere que le facilite detalles... —ofreció Tommy.
—No, no los necesito —respondió el inspector Norris—. Lo único que deseaba sugerirle es que... Bueno, no se ausente usted a menudo. Si se las puede arreglar para permanecer en casa y cuidar personalmente de su esposa...
—He pensado en proceder así —anunció Tommy—. Creo que es una buena excusa lo de mi esposa para faltar a las diversas citas que tengo concertadas en Londres.
—Bueno, haremos lo posible por esclarecer este asunto y si podemos detener al autor de...
—¿Creen ustedes conocer su identidad? Quizá no debiera hacerle esta pregunta, inspector, pero... ¿Conocen tal vez su nombre y sus móviles?
—Nosotros sabemos muchas cosas acerca de algunas personas de por aquí. Sabemos más cosas de las que ellas mismas se imaginan. En ocasiones, nos hacemos los disimulados, fingimos una ignorancia total o parcial, porque éste es el mejor modo de poder detenerlas. De este modo, llegamos a saber con quiénes andan, quién les paga para hacer lo que hacen, descubrimos si sus ideas son propias o impuestas... Pienso, sin embargo, que este asunto no es cosa de los elementos que nosotros controlamos aquí.
—¿Por qué? —preguntó Tommy.
—Verá usted... A nuestros oídos llegan ciertos datos; nosotros nos procuramos informaciones de diversas procedencias.
Tommy y el inspector se observaron mutuamente. Durante cinco minutos, los dos guardaron silencio.
—Bien —dijo por fin Tommy—. Ya... ya comprendo. Sí. Creo entenderle.
—¿Me permite que le diga una cosa? —inquirió el inspector Norris.
—Le escucho —contestó Tommy, un tanto confuso.
—Ese jardín de su casa... Tengo entendido que ustedes buscaban a alguien que se lo pusiera en orden.
—Nuestro jardinero fue asesinado, como usted sabe.
—Sí. Estoy informado de tal hecho. Era el viejo Isaac Bodlicott, ¿no? Una excelente persona. Siempre andaba contando historias referentes a las maravillosas cosas que había hecho en sus buenos tiempos. Era un personaje muy conocido y un hombre en quien se podía confiar.
—No acierto a comprender por qué fue asesinado. No tengo la menor idea sobre la identidad del criminal —declaró Tommy—. Nadie sabe nada sobre esto, ni se ha dado con ninguna pista.
—Estos enigmas necesitan un poco de tiempo para ser aclarados. Generalmente, en el momento de la encuesta judicial no se sabe una palabra sobre el caso y el juez se limita a pronunciar un veredicto provisional de «Asesinato cometido por persona o personas desconocidas». Esto es, en general, el principio, tan sólo. Bueno, lo que iba a decirle es que probablemente se presentará alguien a ustedes ofreciéndose para trabajar en su jardín. Les dirá que va a dedicarles dos o tres días cada semana y quizás alguno más. A modo de referencias, añadirá que trabajó durante varios años para el señor Solomon. Recordará este nombre, ¿no?
—El señor Solomon —repitió Tommy.
Los ojos del inspector Norris parecieron centellear por una fracción de segundo.
—Por supuesto, el señor Solomon murió. Pero vivió aquí y dio trabajo a varios jardineros. No estoy seguro por lo que respecta al nombre que le dará ese individuo. Digamos que no me acuerdo bien. Puede ser uno entre varios... Probablemente, será el de Crispin. Su edad está situada entre los treinta y cincuenta años y trabajó para el señor Solomon. Si se presenta alguien con la misma pretensión, pero no menciona al señor Solomon, yo optaría por no aceptarlo. Estas palabras son a modo de advertencia.
—Ya entiendo —repuso Tommy—. Sí. Ya comprendo. Al menos, es lo que yo me figuro.
—Si. Usted es rápido a la hora de captar una idea, por lo que veo, señor Beresford. Supongo que habrá tenido que ser así siempre, dadas sus actividades. ¿Quiere que le dé algunas instrucciones más?
—No hace falta. Me parece que no sabría ya qué preguntarle.
—Nosotros realizaremos investigaciones y no solamente por aquí. Es posible que visite Londres, que haga otros desplazamientos. Miraremos por los alrededores. Bueno, usted ya sabe cómo trabajamos habitualmente.
—Quiero hacer lo que pueda para impedir que Tuppence siga metida en el caso —confesó Tommy—. No obstante, es difícil...
—Las mujeres lo ponen difícil todo —sentenció el inspector Norris.
Tommy repitió esta frase poco más tarde, al sentarse frente a Tuppence, mientras ésta saboreaba unas uvas.
—¿Pero es que te comes también las semillas? —inquirió Tommy, después de observar a su esposa por unos instantes.
—Lo hago siempre —replicó ella—. Se lleva mucho tiempo sacárselas a cada grano. No creo que hagan daño.
—Desde luego, esas pepitas deben ser inofensivas, ya que esta práctica data de toda tu vida.
—¿Qué dice la policía?
—Exactamente lo que nos figurábamos que iba a decir.
—¿Tienen alguna idea sobre la identidad del autor del hecho?
—El inspector me ha dicho que no cree que se trate de un individuo de la localidad.
—¿A quién viste? ¿Al inspector Watson, me dijiste? ¿Se llama así?
—El inspector con quien me entrevisté, se apellida Norris.
—¡Oh! A ése no le conozco. ¿Qué más te dijo?
—Que siempre resulta difícil controlar a las mujeres.
—¿Será posible? ¿Sabía que ibas a darme a conocer su frase?
—No —contestó Tommy poniéndose en pie—. Tengo que hacer una o dos llamadas a Londres, Tuppence. Estaré un par de días sin ir por allí, seguramente.
—Puedes ir a Londres cuando te parezca, querido. Aquí estoy a salvo de cualquier peligro. Albert cuida de mí... Y el doctor Crossfield no puede ser más amable conmigo.
—Me pondré al habla con Albert para ciertos pormenores. ¿Deseas algo, querida?
—Sí —respondió Tuppence—: que me traigas un melón. Me ha dado últimamente por la fruta. No me apetece otra cosa.
—De acuerdo —dijo Tommy.
Tommy marcó en su aparato telefónico un número de Londres.
—¿El coronel Pikeaway?
—Sí. Hola, es usted. Thomas Beresford, ¿no?
—¡Ah! Reconoció mi voz... Quería decirle algo que...
—Referente a Tuppence, ¿verdad? Ya me he enterado —repuso el coronel Pikeaway—. No es necesario que hablemos. Quédese ahí durante un día, dos, o una semana. Absténgase de venir a Londres. Déme cuenta de cualquier cosa que pase.
—Es que hay algo que debiera entregarle.
—Pues quédeselo, de momento. Dígale a Tuppence que idee algún escondite para eso.
—Es muy buena en ese tipo de menesteres. Igual que nuestro perro, que oculta los huesos en el jardín.
—He oído decir que se lanzó sobre el hombre que disparó sobre ustedes dos, persiguiéndolo...
—Usted parece saberlo todo.
—Aquí solemos estar informados —declaró el coronel Pikeaway.
—Nuestro perro consiguió alcanzarlo, regresando con un trozo de tela de sus pantalones entre los colmillos.



Download 0,61 Mb.

Do'stlaringiz bilan baham:
1   ...   22   23   24   25   26   27   28   29   ...   33




Ma'lumotlar bazasi mualliflik huquqi bilan himoyalangan ©hozir.org 2024
ma'muriyatiga murojaat qiling

kiriting | ro'yxatdan o'tish
    Bosh sahifa
юртда тантана
Боғда битган
Бугун юртда
Эшитганлар жилманглар
Эшитмадим деманглар
битган бодомлар
Yangiariq tumani
qitish marakazi
Raqamli texnologiyalar
ilishida muhokamadan
tasdiqqa tavsiya
tavsiya etilgan
iqtisodiyot kafedrasi
steiermarkischen landesregierung
asarlaringizni yuboring
o'zingizning asarlaringizni
Iltimos faqat
faqat o'zingizning
steierm rkischen
landesregierung fachabteilung
rkischen landesregierung
hamshira loyihasi
loyihasi mavsum
faolyatining oqibatlari
asosiy adabiyotlar
fakulteti ahborot
ahborot havfsizligi
havfsizligi kafedrasi
fanidan bo’yicha
fakulteti iqtisodiyot
boshqaruv fakulteti
chiqarishda boshqaruv
ishlab chiqarishda
iqtisodiyot fakultet
multiservis tarmoqlari
fanidan asosiy
Uzbek fanidan
mavzulari potok
asosidagi multiservis
'aliyyil a'ziym
billahil 'aliyyil
illaa billahil
quvvata illaa
falah' deganida
Kompyuter savodxonligi
bo’yicha mustaqil
'alal falah'
Hayya 'alal
'alas soloh
Hayya 'alas
mavsum boyicha


yuklab olish