Historia del pueblo judio



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Centro Virtual Estudios Judaicos – Resumen historia judía

HISTORIA DEL PUEBLO JUDIO
Los judíos: sus orígenes

El pueblo judío tiene una fecha de nacimiento difícil de precisar.


Sin embargo, podemos afirmar con seguridad que la gestación del pueblo judío comienza en el siglo 19 antes de la era común, con la aparición de la idea monoteísta a través del patriarca Abraham.

De acuerdo con la Torá (Pentateuco), Abraham es considerado como el primero de los patriarcas. Fue originario de la ciudad de Ur, situada en la antigua Mesopotamia de Aram Naaraim, zona geográfica que pertenece en su mayor extensión a la moderna Irak.

Abraham y su familia, por mandamiento de D-s, migraron de la Mesopotamia hacia el sudoeste, en dirección a la tierra de Canaán, ubicada entre la Mesopotamia y Egipto. El relato bíblico relata que esta tierra le fue prometida por D-s a Abraham y su descendencia: allí sería bendecido y su simiente se transformaría en una gran nación.
Según el estudio del carácter histórico de la Biblia, el traslado de Abraham hacia la tierra de Canaán se sitúa en el siglo 18 antes de la era común, aproximadamente.

La genealogía del pueblo judío comienza con Abraham quien tuvo como primera mujer a Sara, primera madre del pueblo de Israel. Posteriormente Abraham se casó con Hagar, de ascendencia egipcia, quien le dió a Ismael como hijo.

Sara dió a luz a Isaac, quien se convertiría en el segundo patriarca del pueblo judío. De acuerdo con la tradición (tanto judía como musulmana) Ismael es el patriarca de las naciones árabes.
Como una prueba de fe, D-s ordenó a Abraham a elevar a su hijo Isaac en sacrificio. Abraham cumplió con el mandato divino sin titubear y D-s le ordenó a último momento anular el sacrificio. Este acto culminante en las vidas de Isaac y Abraham, es conocido como Akedat Isaac.
Isaac se casó con Rivka con quien tuvo dos hijos, Esau y Iaacov.

Iaacov es el tercer patriarca y tuvo por esposas a Rajel y Lea las cuales se convirtieron en las madres históricas del pueblo a través de las generaciones. Iaacov fue padre de doce hijos quienes fueron el origen de las doce tribus del pueblo judío.

D-s le otorgó a Iaacov el nombre de Israel , con que se denomina al pueblo judío de su descendencia hasta nuestros días.

Cuando el hambre azotó Canaán, Iaacov (Israel) con sus doce hijos y sus familias se establecieron en Egipto, donde sus descendientes fueron sometidos a la esclavitud y obligados a realizar trabajos forzados.
Después de 210 años de esclavitud, los israelitas fueron conducidos a la libertad por Moisés, quien fue elegido por D-s para sacar a su pueblo de Egipto y retornarlo a la Tierra de Israel prometida a sus antepasados. Durante 40 años deambularon por el desierto de Sinaí, donde se forjaron como nación y recibieron los Diez Mandamientos.
El Éxodo y la Revelación en el monte Sinaí constituyen eventos centrales en la historia judía. Estos acontecimientos marcan el nacimiento de la nación judía y el comienzo de su misión espiritual. Para los judíos, el Exodo es el símbolo de la liberación física y la entrega de la Torá en Sinaí, es el nivel supremo de libertad espiritual.

 

La Tierra Prometida: Conquista y Asentamiento

Desde su ingreso a la Tierra de Canaán, bajo la dirección de Josué (1250 a.e.c.), los hijos de Israel formaban una federación de tribus autónomas, conducidas por sucesivos líderes a los cuales la Biblia denomina Jueces (Shoftim). Desde el punto de vista geo-militar, los hebreos vivían bajo la constante amenaza de los filisteos, una poderosa nación establecida sobre el litoral marítimo occidental.

El principal centro espiritual de los israelitas se hallaba en Bet-El, donde el profeta Samuel ungió a Saúl, de la tribu de Benjamín, como el primer rey de los israelitas creándose así las bases para unificar la nación.

Después de la muerte de Saúl y su hijo Ionatán en una batalla contra los filisteos, David asumió el trono y logró unificar las tribus. El rey David gobernó sobre el pueblo de Israel durante 40 años. La Biblia lo recuerda como un administrador de talento, un valiente guerrero y un hombre de gran calidad religiosa. Tradicionalmente se le atribuye al rey David la escritura del Libro de Salmos.

Conquistó la ciudad de Jerusalem y la convirtió en la capital del reino de Israel. El Monte Moriá en Jerusalem fue designado como el lugar donde se construiría el Primer Gran Templo (Bet Hamikdash). Sin embargo al rey David le fue negado este privilegio: un hombre de guerra no podía erigir un templo cuya finalidad era traer la paz.

El rey Salomón, hijo de David, fue designado para llevar a cabo esta magnífica obra. 
Epoca del Primer Templo de Jerusalem (965-586 a.e.c.)
Salomón, hijo de David, consagró gran parte de su reinado a consolidar la nación y a conciliar las diferencias entre facciones e intereses tribales.
Dividió el reino en unidades administrativas y estableció a Jerusalem como ciudad capital. Erigió allí un templo magnífico, el Bet Hamikdash, que se convirtió en el centro nacional y religioso del pueblo. Se atribuye al rey Salomón el Libro de los Proverbios y el Cantar de los Cantares.

Después de la muerte del rey Salomón, las disensiones latentes en la que había sido una confederación tribal y los intereses personales por llegar al poder, afloraron a la superficie. De esta forma se llegó al cisma del reino unificado, formándose dos reinos paralelos y enfrentados entre sí: el reino de Judá, en la zona meridional, que permaneció leal a la dinastía de David y el reino de Israel, en la zona septentrional, que fue inestable a lo largo de su historia, sufriendo frecuentes cambios de dinastías monárquicas. El reino de Israel estableció nuevos centros religiosos independientemente del Templo de Jerusalem.

Ambos reinos se encontraban periódicamente en guerra con sus vecinos y sufrieron penurias por estar situados entre los dos grandes poderes de la época, Asiria al este y Egipto al sur. En el año 720 a.e.c, aproximadamente, el reino de Israel fue conquistado por los asirios y sus habitantes desterrados. Estos exiliados se conocen como los de las diez tribus perdidas, y fueron objeto de muchas leyendas. En 586 a.e.c., el reino de Judá fue conquistado por Nabucodonosor, el Templo de Jerusalem destruído y sus habitantes exiliados a Babilonia.

 

  


Retorno a Sión

La posición económica de los judíos en Babilonia era enteramente satisfactoria, gozando de gran autonomía (esta situación prosiguió para aquellos que quedaron en dicho país hasta el siglo 10 de la era común.).

Por otro lado, cabe destacar que los desterrados nunca abandonaron la esperanza de retornar a la Tierra de Israel. Incluso el profeta de la destrucción, Jeremías, les aseguró que finalmente retornarían a su patria. En el exilio, el profeta Ezequiel, con su visión de la resurrección de los huesos de los muertos, alentó también esta esperanza.

Cuando los medos y los persas conquistaron Babilonia, los judíos lo consideraron un acto de D-s. Ciro, el nuevo gobernante, se embarcó en una política de restauración y reconstrucción. A los judíos les fue concedida la autorización de regresar a Jerusalem y reconstruir el Templo de Jerusalem.

En el primer retorno, en 538 a.e.c. conocido como “el retorno a Sión” (Shivat Sion) refresaron alrededor de 42000 hombres libres y 7000 esclavos. El territorio que les fue asignado era pequeño y abarcaba a Jerusalem y sus alrededores. Los judíos que regresaron sufrieron grandes contrariedades, así como la hostilidad de los colonos que los asirios habían asentado en Samaria después de conquistar a Israel. Estos pobladores fueron conocidos como samaritanos; adoptaron cierta forma de judaísmo y se estaban preparando para construir su propio templo sobre el monte Guerizim.

En el año 515 a.e.c. el Templo de Jerusalem fue reconstruído, pero las condiciones generales de los habitantes eran muy precarias.

En 458 a.e.c. un segundo grupo de judíos babilonios llegó a la ciudad bajo la conducción de Ezra el escriba, a quien las nuevas autoridades de Babilonia habían nombrado gobernador de Jerusalem. Este grupo comprendió 18.000 hombres, mujeres y niños.

 

Ezra y Nehemías unieron sus fuerzas y en el día de Año Nuevo, 455 a.e.c., Ezra leyó la Torá en una reunión a la cual fue convocada toda la población. Unas tres semanas después fue proclamado un día de ayuno y los judíos se comprometieron solemnemente a vivir en absoluta conformidad con los mandamientos de la Torá.



En Judá el pueblo vivió en un régimen teocrático, un Estado regido por la ley de D-s.

La monarquía no habría de ser restablecida hasta unos 300 años después. De los restantes 100 años de dominio persa es difícil encontrar algún testimonio escrito.

 
Las influencias del Helenismo
Ezra y Nehemías marcan el fin del período profético en la historia de la religión judía y el comienzo del período rabínico. En el último tercio del siglo 4 a.e.c., tuvieron lugar cambios decisivos. Hasta esa época, el país fue gobernado o estuvo bajo la influencia de las grandes potencias orientales. Con posterioridad, Judá y sus vecinos cayeron bajo el dominio de reinos y culturas cuya principal fuente de inspiración fue Grecia y más tarde Roma. Alejandro Magno conquistó Judá en 332 a.e.c., sin encontrar seria resistencia.
Después de la muerte de Alejandro, el país cambió frecuentemente de manos por causa de las luchas intestinas libradas por sus sucesores. En 301 a.e.c. fue conquistado por Ptolomeo I de Egipto, quedando bajo el poder del helenismo egipcio hasta el año 200 a.e.c., en que pasó a ser regido por el reino seleucida helenista de Siria.

 

La rebelión de los Hasmoneos


Los judíos se rebelaron en el año 167 a.e.c. contra el reino seléucida liderados por un sacerdote llamado Matatías, de la pequeña población de Modiín. Las causas de la revuelta fueron en un principio de carácter religioso: contra los decretos que prohibían la práctica del judaísmo. Posteriormente, se sumaron a la rebelión elementos que promulgaban la aspiración a la independencia nacional.

En un comienzo, los rebeldes emprendieron una guerra de guerrillas y la jefatura pasó de Matatías a sus hijos, entre los cuales se destacó Iehudá, conocido como el Macabeo.

Esta familia, conocida como los Hasmoneos, asumió el liderazgo religioso temporal del pueblo; Simón fue nombrado gobernador civíl, sumo sacerdote y comandante en jefe del ejército en una gran asamblea realizada en Jerusalem, en el año 140 a.e.c. Posteriormente, la dinastía hasmonea adquirió prerrogativas reales.

El judaísmo de los dos siglos a.e.c.

En este contexto adquirió prominencia el sectarismo del judaísmo del Segundo Templo. El fermento religioso no era nuevo para el pueblo judío. Antes de la rebelión de los macabeos, la cuestión en debate, que luego llevó a la rebelión en gran escala, era el alcance de la helenización.

Los helenistas extremos buscaban una identificación demasiado grande del judaísmo con ideas y prácticas religiosas helénicas, que la mayoría de los judíos rechazaba vigorosamente. Pero incluso los macabeos estaban dispuestos a adaptarse al helenismo hasta cierto punto. Después de la rebelión triunfante, cuando los gobernantes hasmoneos tomaron el camino del helenismo, las conocidas divisiones sectarias se volvieron muy importantes.

Es importante destacar la complejidad del panorama religioso judío en ese período.

En principio, es importante recordar que la mayor parte de los judíos del segundo y primer siglo anteriores a la era común formaban parte de un grupo amorfo generalmente denominado ‘Am ha-aretz’ - la gente de la tierra. Ese grupo constituía el campesinado tradicional, que practicaba lo que se solía llamar el "judaísmo común" del período tardío del Segundo Templo. Esos judíos no estaban involucrados en las discusiones de las elites, aunque la mayoría de ellos parecían apoyar y seguir a los dirigentes fariseos.

Entre las sectas judías, las más importantes fueron: los Fariseos, los Saduceos, los Esenios y los Zelotes.

1) Los fariseos, a los que Josefo presenta como los más populares entre la gente común, eran maestros laicos de la Torah, y fueron los precursores de los sabios rabínicos. Se especializaban en interpretación bíblica y ley judía, y sabemos a través de los textos de Qumran que ya a principios del período hasmoneo sus ideas básicas sobre la ley, y su adhesión a las "tradiciones de los padres", que luego se llamó Ley Oral, eran considerablemente estrictas.

Los fariseos no eran de origen sacerdotal o levítico, ni hombres ricos, más bien eran pequeños agricultures y comerciantes que vivían de su trabajo. Los fariseos representaban a la masa aristocrática y su piedad era muy estimada delante de la gente, la cual los saludaban en las plazas y los llamaban respetuosamente Rabí, a los mas instruidos. Consideraban al Templo como una institución clave para su vida y fe. Insistían en la oración ritual, en el ayuno y el pago del diezmo y en la pureza como caminos hacia la santidad.

De acuerdo a las interpretaciones tradicionales de la Ley Oral, creían en la resurrección de los muertos, en la existencia de los ángeles y en la inmortalidad del alma, guardaban meticulosamente el Shabbat.

2) Los saduceos representaban el grupo sacerdotal que durante gran parte del período del Segundo Templo controló el sumo sacerdocio. En el período herodiano, los sacerdotes saduceos representaban a los que preferían avenirse al gobierno romano, y a menudo comprometían la rigurosidad religiosa por apetitos personales o ventajas políticas. Pero originariamente los saduceos habían sido sacerdotes piadosos deseosos de servir a D-s en Su Templo de acuerdo con sus tradiciones y sus reglas legales. Existieron remanentes de esos saduceos piadosos hasta la destrucción del Templo de Jerusalem en el año 70 E.C. Algunos estudiosos sostienen que parte de ese grupo pueden haber constituido el núcleo de lo que llegó a ser la secta de Qumran.

Los saduceos creían y respetaban todo lo escrito en la Torá (Pentateuco - los cinco primeros libros de la Biblia), pero no aceptaban la Ley Oral y sus tradiciones. Afirmaban interpretar las Escrituras en forma explícita sin depender de la tradición oral. También los Saduceos consideraban al Templo como una institución clave para su vida y fe. Eran considerados como la “elite clerical” de la época, sin ser seguidos por el pueblo.

Los saduceos no creían en la resurrección y esto los diferenciaba mucho de los fariseos. Estaban convencidos que las almas se desvanecen al mismo tiempo que los cuerpos y no se preocupaban de observar ninguna otra cosa mas que las leyes, lo cual solo debían preocuparse por su bienestar temporal. Creían que la retribución divina no era futura y ultraterrena, sino inmediata y material, ellos tenían riquezas, y esto probaba que D-s los bendecía porque ellos eran justos.

3) Josefo, Filón y otras fuentes antiguas mencionan un tercer grupo importante: los esenios. Existen muchas teorías para explicar la etimología y el significado de este vocablo, y debemos admitir que ninguno es convincente. Luego, no aparece en hebreo hasta el Renacimiento. Por los escritos de Plinio el Viejo, la mayoría de los estudiosos llegaron a la conclusión que la Secta del Mar Muerto, debía identificarse con esa secta.

Cabe destacar la teoría de algunos estudiosos que los esenios fueron un amplio conglomerado de diversos grupos sectarios, agrupados bajo ese nombre común por escritores antiguos.

Los esenios son descriptos como un pueblo solitario, el más extraordinario que existía, sin mujeres, sin hijos, sin dinero, vivían en la soledad del desierto, lo cual los adeptos les llegaban en masa.

La literatura producida por la comunidad revela la práctica de una severa disciplina, interpretando la Ley de una manera aún más exigente que los más exagerados fariseos. Las características más acentuadas del grupo eran la vida comunitaria, fuertemente estructurada, la posesión de bienes en común, su separación de los demás judíos, el celibato, la rectitud moral, la modestia, los baños rituales, las comidas en común y los hábitos blancos.

Su doctrina era típicamente judía: preocupación extrema de pureza obtenida mediante reiterados baños rituales, observancia rigurosa del sábado, estima especial por Moisés. La secta se consideraba como el verdadero Israel, desempeñando un papel importante en desarraigar el mal hacia el final de una edad, que creían inminente.

4) El movimiento de los Zelotes surgió en las postrimerías del reinado de Herodes. Su fundador había sido Judas de Gamla, llamado Judas Galileo.

Judas Galileo junto al fariseo sacerdote Tzadok había fundado el partido que se caracterizaba por el celo en la defensa de la libertad y por la aceptación única de la soberanía divina sobre los seres humanos. Para los zelotes era una vergüenza aceptar pagar tributo a Roma y tener que soportar a unos gobernantes mortales en lugar del gobierno del Todopoderoso (Josefo, Guerra de los Judíos II,118).

Josefo describió a este movimiento como la cuarta filosofía (después de los fariseos, saduceos y esenios). Sus adeptos están en muchos puntos de acuerdo con el pensamiento fariseo, pero sienten un amor casi invencible a la libertad, porque creen que D-s es el único dueño y señor. Les importa poco padecer cualquier tipo de muerte, hasta la más inaudita. Estaban dispuestos a infligir castigos hasta a sus parientes y amigos. El único objetivo que los guiaba era no quedar bajo el gobierno de ningún ser humano.

En sus comienzos, el partido, que se encuadraba dentro de los movimientos mesiánicos y radicales de la época, no tuvo gran éxito. La revuelta contra Roma fracasó y Judas perdió la vida.

Sus hijos siguieron la lucha años después, y otro descendiente, Eleazar ben Iaír, comandaría la defensa de Massada (año 73 e.c.) después de la destrucción de Jerusalem.


El surgimiento del cristianismo

En la época del Segundo Templo existían grupos judíos sectarios de naturaleza apocalíptica. Algunos de esos grupos, como sabemos a través de los Rollos del Mar Muerto y de Josefo, se reunían en torno a maestros carismáticos o pietistas, y algunas de esas figuras eran consideradas proféticas o mesiánicas.

Es en este contexto histórico y religioso como debe verse el surgimiento del cristianismo.


Gobierno romano (Siglos I y II)

En el año 37 a.e.c., Herodes fue designado por los romanos rey de Judea. Poseedor de una autonomía casi ilimitada en los asuntos internos del país, pasó a ser uno de los más poderosos monarcas de la parte oriental del imperio romano. Gran admirador de la cultura greco-romana, Herodes inició un programa de edificaciones masivas que incluyó las ciudades de Cesárea y Sebastia. Asimismo refaccionó el Templo de Jerusalem convirtiéndolo en uno de los más magníficos edificios de su tiempo.

Herodes no era amado por los judíos, aún cuando tomó por esposa a Miriam, de la dinastía hasmonea, para obtener la legitimación de su reinado.
El reinado de la familia de Herodes concluyó con su muerte, en el año 4 a.e.c. Los romanos no confirieron a sus hijos el título real y después de algunos años, Judá fue regida por gobernadores o procuradores romanos.

De esta forma, también la aparente independencia desapareció. Fue en este período, cuando Jesús fue crucificado por los romanos, muy probablemente por haber asumido el título de rey de los judíos.

En el año 66 e.c. estalló la gran revuelta judía: las autoridades del Templo se negaron a ofrendar sacrificios por el bienestar del pueblo romano y su emperador. La guarnición romana de Jerusalem fue destruída y una fuerza romana enviada desde Siria fue destruída.
Se estableció un gobierno provisional que reunió bajo su autoridad a toda la población judía, pero un gran ejército a órdenes de Vespasiano fue enviado para reprimir la rebelión. Bajo la jefatura de su hijo Tito, Jerusalem fue sitiada y destruída en el año 70 e.c.

Las enseñanzas y actividades de los fariseos y sus predecesores ayudaron a preservar la continuidad de la vida judía; por ello la catástrofe no marcó el fin de la religión o del pueblo judío.


El centro de las actividades religiosas fue transferido de Jerusalem a la ciudad de Iavne. En este nuevo centro espiritual y de estudio, se sancionaron leyes y reglas que adaptaron la práctica religiosa a la nueva realidad sin el Templo.

En el año 132 e.c. Bar Cojba lideró la última gren rebelión contra los romanos con el apoyo del más famoso de los sabios de esa época, Rabí Akiva. La rebelión de Bar Cojba se prolongó por tres años, desafiando con gran valentía los recursos militares del Imperio Romano.


Sin embargo, el resultado era inevitable. Al término de tres años, conforme a la costumbre romana, Jerusalem fue "arada con una yunta de bueyes"; Judea fue llamada Palaestina y Jerusalem pasó a ser Aelia Capitolina. El conflicto armado contra los romanos finalizó con la conquista de la fortaleza de Betar (año 135 e.c.). Como resultado de ello, los últimos grupos rebeldes se dispersaron a lo largo de las cavernas del desierto de Judea. La población judía en general fue muerta, sometida a esclavitud o exiliada.

Aunque el Templo fue destruído y Jerusalem quemada hasta los cimientos, los judíos y el judaísmo sobrevivieron su encuentro con Roma. El ente judicial y legislativo supremo, el Sanhedrín, fue reconstituido en Iavne y posteriormente en Tiberíades. Sin el marco unificador de un estado y del Templo, la pequeña comunidad judía se recobró gradualmente, siendo reforzada de vez en cuando por exiliados que regresaban.

La Halajá (ley religiosa) pasó a ser el lazo común entre los judíos y se transmitió de generación en generación.

Orígenes de la diáspora judía

Durante el período del Segundo Templo, los principales acontecimientos de la historia judía ocurrieron en la Tierra de Israel. En el siglo II, después del fracaso de la rebelión de Bar Cojba y de las persecuciones subsiguientes desatadas por Adriano, el centro de la vida judía se desplazó de Judá a Galilea.


Allí fue compilado y editado en el siglo III el cuerpo de leyes conocido como la Mishná, y se celebraron ciertas ceremonias que si no sugerían la independencia política, por lo menos la marcaban en un sentido religioso y cultural.

El Templo de Jerusalem, durante su existencia, era el centro de la vida judía. Después de su destrucción, las distintas comunidades comenzaron a vivir una existencia propia.

En Babilonia existía una gran población judía desde la época del primer exilio, en el siglo 6 a.e.c.. Hubo, asimismo, comunidades judías en Egipto, Italia, Grecia, España, Francia, Asia Menor y la Península Arábiga.

El mayor peso de la autoridad religiosa se trasladó gradualmente de la Galilea a Babilonia, y una corriente constante de eruditos y discípulos se dirigió a dicho país. Grandes zonas del territorio de Babilonia estaban pobladas exclusivamente por judíos, quienes gozaban de una considerable autonomía bajo la jefatura de exilados llegados de Jerusalem que declaraban ser descendientes del rey David.

Así se establecieron grandes Ieshivot (casas de estudio), en las cuales surgió el Talmud cuyos textos y legislaciones son estudiados hasta la actualidad. El Talmud, además de contener material legal y ritual, comprende debates sobre una amplia variedad de asuntos: hay leyendas, relatos y anécdotas, sermones morales y éticos e investigaciones sobre temas naturales y científicos.
El Talmud de Babilonia fue completado en el siglo V. Paralelamente una versión de Eretz Israel, llamada el Talmud de Jerusalem, fue terminada antes.

La comunidad judía de Babilonia prosperó durante varios siglos.


 

Continuidad judía en Eretz Israel


Aún después de la destrucción del Templo por los romanos, en el año 70 de la era común, existió permanentemente una comunidad judía en la Tierra de Israel.

En los siglos que siguieron las mayores comunidades de la diáspora incluían a las de Babilonia, Damasco, Alejandría y Roma.

En el año 614 los persas, con la ayuda judía, conquistaron Jerusalem y en recompensa los autorizaron a radicarse allí. Pocos años después, en 628, los bizantinos derrotaron a los persas. Casi de inmediato los judíos fueron objeto de expulsiones, conversiones forzadas y renovadas persecuciones.

Durante la conquista árabe (634-1099), en una primera etapa los judíos fueron considerados aliados leales. Posteriormente Omar II limitó severamente sus prácticas religiosas y su status civíl.  Los pesados impuestos sobre las tierras obligaron a los judíos a abandonar la agricultura y trasladarse a los centros urbanos, donde la vida era más segura y tranquila.

En la época de la conquista Cruzada (1099-1291) los judíos cooperaron con los musulmanes. La mayor parte de ellos fueron masacrados durante la invasión a Jerusalem. Ciudades enteras quedaron prisioneras y comunidades judías de todo el mundo contribuyeron a su rescate. Bajo la dominación de los mamelucos (1291-1516), la situación de la comunidad judía mejoró gradualmente.

Después de la conquista otomana en 1517, el gobierno turco de Estambul anexó la tierra de Israel a la provincia de Damasco y la dividió en cuatro territorios administrativos. Al comienzo de la era otomana, aproximadamente 1.000 familias judías vivían en el país, en su mayoría en Jerusalem, Nablus (Shjem), Hebrón, Gaza, Safed (Tzfat) y las aldeas de la Galilea. La comunidad estaba integrada por descendientes de los judíos que nunca abandonaron la Tierra, así como por inmigrantes de Noráfrica y Europa.

El gobierno del sultán Suleimán el Magnífico (hasta su muerte en 1566) trajo mejorías y estimuló la inmigración judía. La mayoría de los llegados se dirigió a Safed donde, a mediados del siglo XVI, la población judía había crecido a alrededor de 10.000 personas y la ciudad se había convertido en un floreciente centro textil, así como foco de una intensa actividad intelectual.

Durante este período, florecieron el estudio de la Cabalá (misticismo judío) y la ley judía (Halajá), como fuera codificada en el Shulján Aruj, se propagaron desde Safed por toda la diáspora.

Junto a la decadencia en la calidad del régimen otomano, el país fue cayendo en un estado de gran estancamiento. Hacia fines del siglo XVIII, gran parte de la tierra había sido adquirida por terratenientes absentistas y alquilada a empobrecidos campesinos.

El siglo XIX trajo gradualmente los primeros signos de progreso: líneas de barcos a vapor empezaron a hacer viajes regulares hacia y desde Europa, se instalaron conexiones postales y telegráficas; se construyó el primer camino entre Jerusalem y Jaffa. La ubicación geográfica de Eretz Israel, como paso obligatorio del comercio entre tres continentes, cobró una gran importancia con la apertura del Canal de Suez.


La situación de los judíos en Eretz Israel mejoró en forma significativa y su número aumentó notablemente. Hacia 1870, había en Jerusalem una mayoría judía de pobladores. Fondos judíos compraron tierras para la agricultura a lo largo del país, se establecieron nuevos asentamientos rurales y hubo un renacimiento del idioma hebreo.

En estas condiciones surgió a fines del siglo XIX el movimiento sionista político liderado por Teodoro Hertzl, en las postrimerías del gobierno otomano sobre Eretz Israel que concluyó en 1917.



A partir de ese año y hasta la declaración de la independencia del estado de Israel en 1948, la tierra de Israel (bajo el nombre de Palestina) estuvo bajo el Mandato Británico.



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