bendito) necesitase de nuestra pleitesía; sino porque, demasiado a menudo, esa idolatría transpiraba en
inmoralidad y desprecio por la vida humana. Pero, cuando esa idolatría no traspiraba en crueldad ni
injusticia, el Creador era lento en castigarla. Prueba de ello lo es el siguiente relato: Sanhedrin 103b dice que
el Rabino Nathan enseñaba que había tres millas romanas entre Gareb, el pueblo donde Micaiah erigió su
ídolo, y Shiloh. Esta distancia, era lo suficientemente corta como para que el humo del altar en Shiloh, y el
del ídolo de Micaiah, se mezclasen entre si. Cuando los Ángeles ministradores quisieron acabar con Micaiah,
El Santo de Israel [bendito sea] procedió a increparles diciendo: “¡Dejadle quieto, pues su pan está disponible
para el errante! (como intima el pasaje en Jueces 17:9-11)”.
Quizás aún mas revelador, sea el relato Bíblico acerca de Naamán, el leproso general sirio que se presentó
ante el profeta Eliseo (2 Reyes 5). Al final del relato, y como respuesta a la fe de Naamán, Dios obra el
milagro de sanarle de su lepra.
Debemos tener presente que, en la tradición Hebrea, la lepra era consideraba
un castigo por el pecado de la calumnia. Aún así, Naamán reconoce ante Eliseo que, aunque en el futuro no
adoraría a otro Dios fuera de Adonai Yah, como parte de sus responsabilidades con su señor (el Rey de Siria),
quizás tendría que inclinarse ante Rimón (el dios del Rey de Siria). A pesar de esta implícita idolatría,
Naamán sale en Paz de la presencia del profeta, quien le intima que no tiene nada por lo cual preocuparse (2
Reyes 5:18-19).
Por otro lado, Giezi (quien día y noche escuchaba la Torah de boca de Eliseo, el ungido de Dios), no honró al
Creador, mostrando el mismo agradecimiento [y humildad] que mostró el pagano Naamán. Es que Giezi
interpretó lo que debió haber sido una oportunidad para dar gloria y honra a Yah,
como una oportunidad para
obtener honor personal: dinero, y deleites. Y como resultado de ello, Giezi es sentenciado a servir de ejemplo
a futuras generaciones; advirtiéndoles que, sin importar si tienen o no la “teología correcta”, aquellos que
utilizan los asuntos de Dios para obtener gloria y lucro personal, habrán de recibir un castigo eterno (“Por
tanto, la lepra de Naamán se te pegara a ti y a tu descendencia (espiritual) para siempre”- 2 Reyes 5:2).
¿Que significan los anteriores relatos? Pues, entre otras cosas, significan que la premisa fundamental sobre la
que descansa la antipatía Judeo Ortodoxa hacia la figura de Jesus de Nazaret, es fundamentalmente errada. Es
decir, el Judío ortodoxo promedio esta completamente seguro de que, quien se inclina ante el “ídolo” llamado
Jesús de Nazaret (la paz de Yah sea con él), es un pecador; mientras que, quien cree y sigue a los sabios de
Israel, y al ungido que ha de venir, goza del favor Divino. Pero la realidad es que los anteriores relatos
muestran que, aunque bien intencionada, la anterior linea de razonamiento carece de fundamento.
Es que la ennoblecedora idea que trata de transmitir la Escritura Hebrea es que, en un sentido muy real, El
Eterno (sea su nombre bendito) no dice: “Este camino te puede traer hasta mi, pero este otro no”; sino que
dice en cambio- “Cualquiera que sea el camino que escojas seguir (Judaísmo, Samaritanismo, Islam,
Cristianismo, etc),
puede traerte hasta mi, si lo vives de modo que logre traerte hasta mi”.
En otras palabras, a Dios no le interesa tanto cuan precisa [o correcta] es nuestra teología; ni le interesa tanto
cuanta verdad teológica poseemos. Es que, en el último análisis, la mente de Dios (y por consiguiente, su
verdad) es tan profunda, que nuestro limitado intelecto jamás podrá entenderla por completo. Obviamente,
esto no significa que no debamos buscar conocer el significado mas profundo de las Escrituras; solo significa
que siempre debemos tener la humildad de reconocer que solo el Creador posee todas las respuestas.
Si es usted un seguidor del Judaísmo ortodoxo, quizás se este preguntando: “Pero, ¿acaso no es importante
conocer la verdad?”. ¡Por supuesto que si! Pero, mas que “tener la verdad”, el Creador está interesado en ver
cual será la respuesta que, con nuestras obras (y nuestras aptitudes) daremos a aquello que percibimos ser “la
verdad”.
Es cierto que Jesús (la paz del Creador sea con el) no fue el Mesías humano que los Judíos del primer siglo
esperaban, pero eso en realidad no importa; lo que sí importa, es cual será la respuesta que a la prédica de
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Jesús darán sus seguidores Cristianos. Si, al igual que Naamán, el fruto de esta respuesta es bueno,
entonces
hace poca diferencia si Jesús fue o no aquel Mesías esperado, o si solo fue un idealista soñador.
Como nota al calce, y con respecto a pleitesia que a Jesus rinde el mundo cristiano, note que Dios no inculpa
de pecado al cristiano que, por desconocimiento de la Ley, idolatra la figura de Nazareno. ¿Por que? Pues
porque según Genesis 20:2-7, Dios no responsabiliza al hombre de pecado sino hasta que tal hombre es
hecho a consciente de su pecado. Y esto es corroborado por la Escritura que dice: “O si tocare inmundicia de
hombre, cualquiera inmundicia suya con que fuere inmundo, y no lo echare de ver, SI DESPUÉS LLEGARE
A SABERLO, SERÁ [ENTONCES] CULPABLE. O si alguno jurare a la ligera con sus labios hacer mal o
hacer bien, en cualquiera cosa que el hombre profiere con juramento, y él no lo entendiere; SI DESPUÉS LO
ENTIENDE, SERÁ [ENTONCES] CULPABLE POR CUALQUIERA DE ESTAS COSAS.
Cuando pecare
en alguna de estas cosas, [luego de saberlo] confesará aquello en que pecó”- Levitico 5:3-5.
De nuevo, como Judío Ortodoxo, quizás pueda usted decir: “¡Pero es que Jesús fue un Hereje! ¿No dice la
tradición Hebrea que debemos aborrecer a los herejes?”. Y la respuesta a la anterior pregunta es que No. ¿Por
que? Pues porque, según la misma tradición oral Judía, Elisha Ben Avuyah (también conocido como “Aher”)
fue un hereje que murió sin arrepentimiento, siendo juzgado en Gehinnom; Sin embargo, este mismo
“hereje” fue el maestro de la Torah para el Rabino Meir (de paso, el nombre Meir significa “iluminar”).
Y según la tradición, el rabino Meir fue un tan grande maestro de las Escrituras que, si la interpretación de la
Ley no se fijó de acuerdo a su opinión, fue porque la generación de su época no poseía el poder deductivo
para seguir su razonamiento hasta las últimas consecuencias. A pesar de que Aher era un hereje, la tradición
dice que,
luego de morir, su hija fue a donde Rabbi (el Patriarca Judío de su época), a fin de solicitar de este
último algún sustento económico.
Cuando Rabbi preguntó a la doncella quien era su padre, esta contestó que era hija de Aher; pero rogó al
Patriarca que recordase, no las obras de Aher, sino su conocimiento de la Torah. La tradición dice que, en ese
mismo instante, fuego descendió de los cielos; y este fuego “lamió” el banco en donde se hallaba sentaba el
Patriarca. Al ver aquello, el Patriarca comenzó a llorar, diciendo: “Si tal maravilla se ha hecho a favor de
aquel que deshonró la Torah, ¿cuanto mas no se hará a favor de aquellos que la honran?”.
No solamente permite la tradición Judía aprender de herejes; sino que hasta permite aprender de los idólatras
paganos. Es que el tratado Sanhedrin 91b dice que, con sus razonamientos, Antoninus (un emperador romano
del segundo siglo de la era cristiana) mostró al Rabino Judah Ha Nasi el momento correcto en que el alma
entraba al cuerpo del hombre que habría de nacer.
Lo que hasta aquí hemos intentado formular es que, al igual que sucedió con Naamán, el creyente Cristiano,
el Mesiánico, o el Musulmán que vive la vida que agrada a Dios, será tan acepto al Creador como el mejor
creyente Hebreo. ¿Por que? Pues porque, en la medida en que ese creyente practique la justicia Divina, el
amor al prójimo, el temor de Dios, y la humildad, estará practicando la fe que agrada al Creador: la Fe
Hebrea que practicó nuestro Padre Avraham.
Durante muchos siglos, el Judaísmo Talmúdico ha esperado la venida de un Mesías humano. ¿Juega la fe
Cristiana en el Galileo algún papel en ello? No podríamos contestarlo categóricamente, pero sería interesante
recordar que, de acuerdo a la tradición oral Judía (Sanhedrin 97a), el Rabino Isaac dijo: “Mesías, el hijo de
David, no vendrá hasta que cada reino se convierta a la fe de los sectarios (es decir, los Judeo Cristianos). ¿Y
la prueba de esto? El texto en Levítico 13:13 que dice: Es todo blanco, está limpio”.
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