El Creador ha determinado que la Fe en Jesús [o en Muhammad] sea opcional; pero que la fe en
Moisés sea en cambio obligatoria
¿Que hace de Moshe Ravenu (Moisés nuestro maestro, paz sea con él) un mayor profeta que Avraham, Isaías,
Jonás, Miqueas, Daniel, Jesús, Muhammad, José Smith, o cualquier otro mensajero divino (paz y bendición
sean con todos ellos)?
Pues el hecho de que, aunque era solamente un ser humano, Moisés era una clase aparte en sí mismo; un tipo
de profeta como la humanidad nunca ha vuelto (y quizás nunca más vuelva) a experimentar. Es que la
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comunicación entre Dios y Moisés no fue privada; no fue algo que diese lugar a cuestionar la veracidad, la
certeza, o la realidad de tal revelación.
En otras palabras, Dios habló pública y audiblemente a Moisés, y lo hizo en presencia de las cerca de 3
millones de personas que conformaban el pueblo de Israel.
Y, aquel pueblo, no solamente escucho a Dios hablar directamente con Moisés (corroborando de ese modo
tanto la veracidad del Dios al cual servían, como la del ministerio profético de Moisés), sino que la
experiencia fue tan real y estremecedora, que dijeron a Moisés que “había sido suficiente”; que ya no
necesitaban ninguna prueba adicional, y que preferían que (en lo sucesivo) Moisés hablase privadamente con
Dios, pues ellos obedecerían todo lo que se les ordenase.
Como esta escrito: «He aquí הוהי (“Adonai Yah”, o “el Señor Dios”) nuestro Dios nos ha mostrado su gloria
y su grandeza, y hemos oído su voz de en medio del fuego; hoy hemos visto que Adonai Yah habla al hombre
(es decir, a Moisés su Siervo), y éste aún vive.
Ahora, pues, ¿por qué vamos a morir? Porque este gran fuego nos consumirá; si oyéremos otra vez la voz de
Adonai Yah nuestro Dios, moriremos. Porque ¿qué es el hombre (el Israelita promedio), para que oiga la voz
del Dios viviente que habla de en medio del fuego, como nosotros la oímos, y aún viva? ACÉRCATE TÚ, Y
OYE TODAS LAS COSAS QUE DIJERE ADONAI YAH NUESTRO DIOS; Y TÚ NOS DIRÁS TODO LO
QUE ADONAI NUESTRO DIOS TE DIJERE, Y NOSOTROS OIREMOS Y HAREMOS» (Deut. 5:24-27).
Así, a diferencia del Cristianismo, del Islam, y de cualquier otra tradición monoteísta, la fe Hebrea
(Samaritana) no es el producto de una revelación privada; donde un hombre reclama ser [o tener] la última
revelación Divina, pero necesita invertir el resto de su vida tratando de convencer a su audiencia de la
veracidad de su reclamo.
La fe de Israel es distinta, pues es el producto de una revelación publica (Nacional), donde millones de
personas fueron testigos objetivos (y simultáneos) de la veracidad del Dios de Israel (Adonai Yah), así como
de la comunicación entre ese Dios y su profeta (Moisés). De este modo, Moisés fue el único profeta que
nunca tuvo que convencer a nadie de que, la palabra que hablaba (y que escribía), era la fiel palabra del Dios
Vivo.
Por otro lado, y a pesar de los grandes y dramáticos reclamos que, acerca de Jesús y de Muhammad (paz sea
con ellos) hacen tanto el Cristianismo como el Islam, estas últimas fueron revelaciones privadas; es decir, no
contaron con la clara, objetiva, e incuestionable validación que provee la revelación Nacional de la fe
Mosaica.
¡Peor que eso!.. Si bien podemos tener certeza absoluta de la veracidad (así como de la inspiración Divina)
de las palabras y hechos escritos por Moisés en la Torah con su propio puño y letra, no podemos tener certeza
alguna acerca de la veracidad [ni la inspiración Divina] de los dichos ni de los hechos de Jesús o de
Muhammad (paz sea con ellos).
¿Por que? Pues porque ninguno de estos mensajeros escribió personalmente nada.
Aún así, lo que acabamos de exponer no es tan demoledor como el hecho de que, cuando alguien rehusó
creer en Jesús, en Muhammad, en José Smith, o en algún otro profeta (paz sea con todos ellos), estos últimos
no tuvieron otro remedio que intentar convencer a sus oyentes (a menudo con la amenaza de un futuro
castigo Divino) de la veracidad de sus reclamos.
Y, aunque muchos insistieron en no creerles, a menudo tales amenazas nunca se materializaron.
Pero, con respecto a Moisés, fue totalmente distinto; Cuando alguien (Faraón, los diez espías, Datan, Abiram,
Korah y sus seguidores, etc) rehusaba creer la palabra que había hablado Dios por medio de Moisés [o rehusó
obedecer lo que Dios había ordenado por medio de Moisés], el Creador se encargaba personalmente de
reivindicar a su profeta.
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De hecho, cuando toda la nación de Israel se reunió para oponerse a Moisés y Aarón, el Creador decidió
hacer acto de presencia (visible), a fin de darles una lección personal: que Dios no toleraría que dudasen de lo
que Moisés decía y ordenaba. Como esta escrito:
«El día siguiente, toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón, diciendo:
“¡Vosotros habéis dado muerte al pueblo de Adonai Yah!”. Y aconteció que, cuando se juntó la congregación
contra Moisés y Aarón, miraron hacia el tabernáculo de reunión, y he aquí la nube lo había cubierto, y
apareció la gloria de Adonai Yah.
Y vinieron Moisés y Aarón delante del tabernáculo de reunión. Y Adonai Yah habló a Moisés, diciendo:
“Apartaos de en medio de esta congregación, y los consumiré en un momento”. Y ellos se postraron sobre
sus rostros. Y dijo Moisés a Aarón: “Toma el incensario, y pon en él fuego del altar, y sobre él pon incienso,
y ve pronto a la congregación, y haz expiación por ellos, porque el furor ha salido de la presencia de Adonai
Yah; la mortandad ha comenzado”.
Entonces tomó Aarón el incensario, como Moisés dijo, y corrió en medio de la congregación; y he aquí que
la mortandad había comenzado en el pueblo; y él puso incienso, e hizo expiación por el pueblo, y se puso
entre los muertos y los vivos; y cesó la mortandad. Y los que murieron en aquella mortandad fueron catorce
mil setecientos, sin los muertos por la rebelión de Coré» (Números 16:41-49).
¿Que intenta enseñarnos la Torah en el anterior relato? ¿Acaso no vendrían luego varios profetas y
mensajeros que, al igual que Moisés, también hablarían palabra de Dios? Lo que el Creador intenta
enseñarnos, es que la fe en esos posteriores mensajeros, sería opcional; es decir, estaría sujeta a nuestra
discreción personal.
Pero, el mensaje dado por Dios a Moisés (los Diez Mandamientos que le fueron entregados en la cumbre del
Sinaí) no es opcional, pues es el único mensaje que el Creador ha decidido personalmente defender y
preservar (y es por esto fue escrito sobre piedra, a fin de que perdurasen para siempre).
En otras palabras, el hombre tiene la opción de creer que Jesús (paz sea con él) fue el Mesías humano que
esperaba la antigua secta Judía de los Fariseos; y, esta creencia en Jesús, no necesariamente impide a ese
hombre ser acepto al Creador (es decir, el hombre puede ser un admirador del Maestro de Galilea, siempre y
cuando no le honre como a Dios, ni le haga mayor que Moisés).
De igual modo, el hombre tiene la opción de creer que Muhammad (paz sea con él) fue el último mensajero
de Dios, y esto no necesariamente le impide ser acepto al Creador (es decir, el hombre puede ser un
admirador de Muhammad, siempre y cuando no le haga mayor que Moisés, ni le de el respeto y pleitesía que
corresponden solamente al Creador).
Pero, el hombre no tiene la opción de rehusar creer en Moisés; ni de creer que ya no está obligado a obedecer
los Diez mandamientos de la Ley Divina.
Es que, el rechazo de lo ordenado por medio de Moisés (y la conducta que ese rechazo implica) le impide al
hombre ser acepto ante su Creador, pues Adonai Yah no tolera esa rebelde conducta. ¿Por que? Pues porque
la obediencia a los mandamientos nos conduce al estilo de vida ético (justo, misericordioso, y humilde) que
garantiza nuestra Vida y bendición (tanto en este mundo, como en el venidero).
Por el otro lado, la incredulidad (desobediencia) a esos mandamientos, solo acarrea muerte y destrucción,
como está escrito:
«PERO ACONTECERÁ, SI NO OYERES LA VOZ DE ADONAI YAH TU DIOS, PARA PROCURAR
CUMPLIR TODOS SUS MANDAMIENTOS Y SUS ESTATUTOS QUE YO TE INTIMO HOY, QUE
VENDRÁN SOBRE TI TODAS ESTAS MALDICIONES, Y TE ALCANZARÁN... Y VENDRÁN SOBRE
TI TODAS ESTAS MALDICIONES, Y TE PERSEGUIRÁN, Y TE ALCANZARÁN HASTA QUE
PEREZCAS; POR CUANTO NO HABRÁS ATENDIDO A LA VOZ DE ADONAI YAH TU DIOS, PARA
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GUARDAR SUS MANDAMIENTOS Y SUS ESTATUTOS, QUE ÉL TE MANDÓ...» (Deut. 28:45).
En resumen, el hombre que quiera garantizar su entrada a Gan Edén (El Paraíso Celestial) tiene que creer en
Moisés, y hacer de la obediencia a su Torah (los diez mandamientos), el supremo fundamento de su fe, de su
conducta, de su conversación, de su teología, y de su esperanza.
Por eso advierte la Escritura diciendo: “NUNCA SE APARTARA DE TU BOCA ESTE LIBRO DE LA LEY,
SINO QUE DE DÍA Y DE NOCHE MEDITARAS EN EL, PARA QUE GUARDES Y HAGAS
CONFORME A TODO LO QUE EN ÉL ESTÁ ESCRITO; PORQUE ENTONCES HARÁS PROSPERAR
TU CAMINO, Y TODO TE SALDRÁ BIEN”- Josué 1:8.
Esto, y no la opcional creencia en el posterior reclamo profético de este o aquel otro mensajero (Jesús,
Muhammad, José Smith, etc), es el único fundamento seguro; el único apoyo que, al igual que la piedra en la
que fue dado, es inmutable, inconmovible, e indestructible; como dijo un gran Maestro del Samaritanismo:
“Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la Ley”- Lucas 16:17. Quien
edifica sobre la Piedra (de los Diez mandamientos), es como quien edifica su casa sobre la Roca; Y, si
edificar sobre la Roca es seguro, ¿cuanto mas seguro no será edificar sobre la Roca que El Creador
personalmente defiende y protege?
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