La Ley de Dios desarrolla en sus seguidores la mente de un gran Rey
La Torah, es un reflejo de la mente infinita del gran Rey. Y, quien tiene la mente de un Rey, no puede ser
fácilmente engañado con evidencias parciales, con sofismos, con juegos de palabras, con argumentos tipo
“Monday morning quarter backing”, con interpretaciones del tipo “wishful thinking”, o con argumentos que
se tambalean ante el examen riguroso e inquisitivo.
«No te metas donde salir no puedes»
Un excelente ejemplo de esto, lo es el relato que, según el historiador Flavio Josefo, aconteció justo antes del
comienzo de la era Cristiana (Antigüedades De Los Judíos, 17:12). La historia narra que, el Rey Herodes
mandó a matar a su hijo Alejandro. Después de algún tiempo, muere también el rey Herodes. Entonces,
cuando la herencia del Rey está siendo repartida, aparece en la escena un joven Hebreo que tenía como
mentor un hombre hábil y sagaz.
«Vieja verde y caprichosa, ni fue buena madre, ni buena esposa»
Este joven, tenía un impresionante parecido con el difunto Alejandro, y bajo la dirección de su mentor
formuló una astuta y elaborada historia, donde reclamaba ser Alejandro, y haber sobrevivido milagrosamente
a su ejecución. Según el impostor, otra persona [con aspecto muy similar] había sido ejecutada en lugar suyo
[a fin de engañar al público]; siendo él llevado en cambio a un lugar secreto, esperando el día en que pudiese
manifestarsenuevamente, a fin de reclamar el reino al cual [como hijo del Rey], tenía derecho.
«Quien no piensa que hay mañana, tiene la cabeza vana»
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El engaño de este joven, fue tan bien orquestado que logró convencer aún a aquellos que con anterioridad
habían conocido [personalmente] al verdadero Alejandro. De hecho, aquellos no vacilaron en colmar al
impostor con todo tipo de escoltas, caballos, pleitesía, ropas reales, y dinero; dando por sentado que todo ello
les sería ampliamente recompensado cuando este obtuviese su reino.
«El que adelante no mira, atrás se haya»
Pero había un pequeño detalle: Herodes era un gran “Rey”; pero no era “el Rey de Reyes”. Es decir, aún la
repartición del reino y los bienes del gran Rey Herodes, estaban supeditados a la voluntad y al escrutinio de
un Rey mas grande-- “El César Romano”.
«Viejo amador, invierno con flor»
Así, el impostor no tuvo otro remedio que presentarse ante el Cesar, a fin de intentar engañarle con sus
sutilezas. Pero lo que el impostor no entendía, es que nadie logra una posición tan exaltada como la del
César, sin contar primero con la mente de un gran Rey. Una vez el impostor se presentó ante el César, este
último reconoce el impresionante parecido que, con el fenecido Alejandro (a quien César había
personalmente conocido) poseía el impostor. También reconoció Cesar que, tanto los argumentos como los
reclamos del impostor, habían sido formulados con suficiente coherencia como para obligar al público a
concederle “el beneficio de la duda”.
«El vivir prevenido, de hombre cuerdo ha sido»
Pero la perspicacia y sagacidad de la mente del Gran Rey, no daban lugar a “dejar cabos sueltos”; ni daban
cabida a contradicciones al sentido común; o a incoherencias y ambigüedades en los hechos. El César tenía
claro que, el hijo adulto de un gran rey [que ha sido criado la mayor parte de su vida en un Palacio], nunca
desarrolla la misma musculatura y tosquedad de cuerpo que desarrolla naturalmente un obrero, o un labrador;
que sus manos nunca desarrollan la aspereza de quien se gana las vida con sus propias manos; que no tienen
los cortes, las cicatrices, las quemaduras, ni las manchas de sol que poseen las de aquel que labora en la
intemperie.
«No prestes más cantidad, que la que puedas condonar»
Así, el Cesar llevó aparte al joven impostor, y prometió perdonarle la vida si este último confesaba quien
había sido el autor de tan elaborada Villanía, pues solo un hombre entrado en años tendría suficiente osadía
como para fraguar tan grande engaño. De este modo, el autor intelectual del fraude fue finalmente ejecutado,
mientras que el joven fue enviado a remar en la flota del César.
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«El prestar hace amigos a los enemigos, y enemigos a los amigos»
La anterior historia muestra que antes del comienzo de la era cristiana, ya se había dado el fenómeno de una
persona fraguando un fraude tan sutil y elaborado, que solamente un Rey de la envergadura del César sería lo
suficiente sagaz como para percibir la menudencia, los detalles, y contradicciones que podrían delatar tal
engaño. Y, este fraude, no era otro sino reclamar ser el hijo del gran Rey (Herodes el Grande), que había
sobrevivido milagrosamente a su ejecución [“venciendo” de ese modo la muerte]. Según el fraude, esta
persona habría sido tomado a un lugar oculto, donde esperaría hasta que llegase el tiempo apropiado para su
futuro regreso, cuando se manifestaría a los suyos para asumir el reino que, por derecho propio, está
deparado para él.
«Para el camino no errar, o saberlo, o preguntar»
¿Es solo coincidencia la similitud que aparenta existir entre el anterior suceso histórico, y la escatología
Cristiana? La realidad es que no lo podríamos afirmar categóricamente; pero de algo estamos seguros-- que,
quien tiene la mente de Dios (tal y como se manifiesta en la Ley Divina), no deja cabos sueltos; ni se apoya
en lo ambiguo, en lo incierto, en lo incoherente, ni en lo contradictorio.
«Mejor al hombre has de conocer, por su preguntar que por su responder»
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