Concepto de medio ambiente en la obra de vicente de beauvais

Capítulo 70: El agua caliente y la fría

Avicena, en su primer libro del canon: La agua moderadamente fría es para una persona sana la mejor de todas —aunque pueda entorpecer los nervios y perjudicar a quienes padezcan algún absceso en su interior— ya que despierta el apetito y fortalece el estómago. El agua caliente, en cambio, corrompe la digestión, hace que la comida nade⁸⁰² y no calma la sed al momento; incluso puede estar involucrada en la aparición de la gota y la tuberculosis y consumir el cuerpo. El agua tibia, por su parte, provoca náuseas.

Si ingerimos agua más bien caliente durante el desayuno muchas veces nos lavará el estómago y relajará el vientre; sin embargo, es perjudicial beberla muy a menudo, porque debilita las fuerzas del estómago. La que está muy caliente de vez en cuando deshace los cólicos y disuelve las ventosidades que se pudieran haber formado en el bazo; el agua caliente puede ser de gran ayuda para aquellos que padezcan epilepsia, acumulación de bilis negra y dolor de cabeza; también para quienes padezcan asma frío, othalmia⁸⁰³, algún tumor en la garganta, sequedad, abscesos tras las orejas, reumatismos, úlceras en el diafragma y algún tipo de desequilibrio en una parte del pecho; además también incita a la aparición de la menstruación y de la orina y calma los dolores.

El mismo autor, en su segundo libro: El agua fría perjudica a quienes tienen obstrucciones, cualquiera que sea el órgano donde o de donde surja, y beneficia a quienes tienen una circulación ligera. Mediante sus efectos fortalece todas las capacidades del cuerpo —la digestiva, la atractiva, la retentiva ⁸⁰⁴ y la excretora—, siempre y cuando se tenga una complexión equilibrada. Resulta muy dañina para el pecho, no obstante; también estriñe, disminuye la movilidad del esperma y su velocidad. El agua caliente es nociva para los epilépticos, a los que les sienta bien el agua tibia, que también es efectiva contra los abscesos en la garganta y el pecho. En el caso de tener una tráquea excesivamente húmeda, la ingesta de cualquier tipo de agua resultará perjudicial.

[col 350] Capítulo 71: Todavía más

Cuál es el agua más ligera Extracto del libro sobre la naturaleza del mundo: El agua que se calienta y se enfría enseguida es la más ligera. El agua fría elimina las úlceras. Cuando hay que conseguir un agua muy frío, primero hay que calentarla por el centro⁸⁰⁵, de la misma manera que cuando hay que resecar algo que ya esté seco conviene depositarlo en medio de algo mojado; asimismo, el agua caliente también se hiela antes que la fría, como ya hemos demostrado más arriba. El agua que se enfríe sobre la nieve resulta ser mejor que la propia nieve y menos perjudicial.

Isaac, en el lugar antes citado: Ingerir agua muy fría tiene un efecto para la mayor parte de los nervios del pecho, para el estómago y para los intestinos similar al de recibir un mazazo y produce dolor de vientre, angustia en el pecho, ventosidades en los órganos y fisuras en las venas. Quien la consuma con frecuencia podrá sufrir espasmos —es decir, repentinas contracciones de los músculos—; también, se le pueden adormecer las extremidades y sufrir epilepsia.

El agua fría Constantino, en el lugar antes citado: No debe beber agua fría aquel que tenga un hígado o un estómago de complexión fría, o quien acabe de recuperarse de una enfermedad provocada por el frío. Tampoco hay que ingerirla después de haber practicado sexo o tras haber realizado un fuerte esfuerzo físico, ya que disipa el calor natural. Quien la beba con frecuencia, no se escapará del azote de la vejez. Tampoco es recomendable que una persona sedienta la tome de noche después de haber dormido, ya que apaga el calor natural, excepto si es por motivo de unas fiebres o de haber consumido alimentos salados o calientes.

El agua caliente, si se toma en ayunas, purga el estómago y elimina los restos de los alimentos; limpia la flema y todo tipo de podredumbre y actúa como laxante. Si alguien la consume con asiduidad, puede perturbar sus capacidades digestivas, ablandar su vientre, su estómago y todo su cuerpo y provocarle hemorragias nasales. El agua tibia, por su parte, hincha el vientre, aunque no obstante no quita la sed.

Capítulo 72: Cocer el agua

Avicena, lib. 1: Sublimar, destilar y, si no hubiera más remedio, hervir el agua corrige sus defectos. El agua que se haya cocido calienta menos el cuerpo y atraviesa más rápido los intestinos. Algunos médicos ineptos consideran que al hervir el agua se disuelven sus partes más ligeras mientras que quedan en ella las espesas, por lo que cocerla no ayuda en nada ya que aumenta la densidad del agua. Un error acerca del agua cocida Sin embargo, has de saber que el agua, por definición, está compuesta casi a partes iguales por elementos ligeros y densos, ya que es una sustancia simple, y no se puede condensar a no ser que prevalezca la acción del frío o se mezcle con muchas partículas terrestres que sean tan pequeñas que ni puedan separarse del agua ni tampoco puedan cortar la masa del agua y atravesarla: en ese caso, no tienen más alternativa que mezclarse con ella.

La cocción elimina las partes espesas del agua La cocción elimina las partes espesas del agua: primero, elimina las partes que el frío haya condensado; después vuelve más liviana a la propia agua hasta que es lo suficientemente ligera como para que las partes terrestres, más pesadas, que albergara en su interior puedan separarse de ella y al descender la estrujen. Así pues, el agua se queda purificada, muy semejante a su estado simple originario y queda como poso la masa homogénea que el calor ha contribuido a separar, que tiene poco de ligero. Por tanto, cuando hervimos el agua no la aligeramos más que por el hecho de suprimir la condensación que pudiera haber causado el frío y por provocar el descenso de otros materiales con los que estuviera mezclado: esto se puede comprobar porque, aunque dejemos reposar durante mucho tiempo un agua con alta concentración de elementos ajenos, el sedimento que encontraremos será reducido; en cambio, si la hervimos, enseguida se deposita un gran sedimento y conseguimos un agua que permanecerá liviana y clara: la causa de esta sedimentación radica en la liviandad que el agua ha adquirido durante su cocción.

Señales de una buena agua [col 351] ¿No te has fijado en que las aguas de un río importante, como el Gión, son muy turbias cuando se extraen —especialmente si las recoges cerca de la desembocadura— pero que si las dejas reposar un poco se aclaran tanto que después ya no podrías conseguir que se depositara más sedimento por más que las dejaras reposar? Si las aguas fueran malas, por contra, aunque todos los días las cambiaras de un vaso a otro, cada día te encontrarías con que han dejado un poso similar al del primer día, porque no consigue sedimentar todo cuanto debería, si no es muy poco a poco: por esto nunca acaban de ser transparentes. Si el agua es ligera, las partículas terrestres que pueda haber mezcladas con el agua enseguida se quedan como poso sin ningún esfuerzo, ya que no hay en ella densidad, espesor ni viscosidad [que las retenga]; en cambio, si el agua es más densa les cuesta más bajar. Así pues, la cocción les permite ser más ligeras, aunque la sedimentación se produzca tras la cocción.