El engaño de este joven, fue tan bien orquestado que logró convencer aún a aquellos que con anterioridad
habían conocido [personalmente] al verdadero Alejandro. De hecho, aquellos no vacilaron en colmar al
impostor con todo tipo de escoltas,
caballos, pleitesía, ropas reales, y dinero; dando por sentado que todo ello
les sería ampliamente recompensado cuando este obtuviese su reino.
«El que adelante no mira, atrás se haya»
Pero había un pequeño detalle: Herodes era un gran “Rey”; pero no era “el Rey de Reyes”. Es decir, aún la
repartición del reino y los bienes del gran Rey Herodes, estaban supeditados a la voluntad y al escrutinio de
un Rey mas grande-- “El César Romano”.
«Viejo amador, invierno con flor»
Así, el impostor no tuvo otro remedio que presentarse ante el Cesar, a fin de intentar engañarle con sus
sutilezas. Pero lo que el impostor no entendía, es que nadie logra una posición
tan exaltada como la del
César, sin contar primero con la mente de un gran Rey. Una vez el impostor se presentó ante el César, este
último reconoce el impresionante parecido que, con el fenecido Alejandro (a quien César había
personalmente conocido) poseía el impostor. También reconoció Cesar que, tanto los argumentos como los
reclamos del impostor, habían sido formulados con suficiente coherencia como para obligar al público a
concederle “el beneficio de la duda”.
«El vivir prevenido, de hombre cuerdo ha sido»
Pero la perspicacia y sagacidad de la mente del Gran Rey, no daban lugar a “dejar cabos sueltos”; ni daban
cabida a contradicciones al sentido común; o a incoherencias y ambigüedades en los hechos. El César tenía
claro que, el hijo adulto de un gran rey [que ha sido criado la mayor parte de su vida en un Palacio], nunca
desarrolla la misma musculatura y tosquedad de cuerpo que desarrolla naturalmente un obrero, o un labrador;
que sus manos nunca desarrollan la aspereza de quien se gana las vida con sus propias manos; que no tienen
los cortes, las cicatrices,
las quemaduras, ni las manchas de sol que poseen las de aquel que labora en la
intemperie.
«No prestes más cantidad, que la que puedas condonar»
Así, el Cesar llevó aparte al joven impostor, y prometió perdonarle la vida si este último confesaba quien
había sido el autor de tan elaborada Villanía, pues solo un hombre entrado en años tendría suficiente osadía
como para fraguar tan grande engaño. De este modo, el autor intelectual del fraude fue finalmente ejecutado,
mientras que el joven fue enviado a remar en la flota del César.
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«El prestar hace amigos a los enemigos, y enemigos a los amigos»
La anterior historia muestra que antes del comienzo de la era cristiana, ya se había dado el fenómeno de una
persona fraguando un fraude tan sutil y elaborado, que solamente un Rey de la envergadura del César sería lo
suficiente sagaz como para percibir la menudencia, los detalles, y contradicciones que podrían delatar tal
engaño. Y, este fraude, no era otro sino reclamar ser el hijo del gran Rey (Herodes el Grande), que había
sobrevivido milagrosamente a su ejecución [“venciendo” de ese modo la muerte]. Según el fraude, esta
persona habría sido
tomado a un lugar oculto, donde esperaría hasta que llegase el tiempo apropiado para su
futuro regreso, cuando se manifestaría a los suyos para asumir el reino que, por derecho propio, está
deparado para él.
«Para el camino no errar, o saberlo, o preguntar»
¿Es solo coincidencia la similitud que aparenta existir entre el anterior suceso histórico, y la escatología
Cristiana? La realidad es que no lo podríamos afirmar categóricamente; pero de algo estamos seguros-- que,
quien tiene la mente de Dios (tal y como se manifiesta en la Ley Divina), no deja cabos sueltos; ni se apoya
en lo ambiguo, en lo incierto, en lo incoherente, ni en lo contradictorio.
«Mejor al hombre has de conocer, por su preguntar que por su responder»
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