¿Que es pecado? Pecado, es tener el poder y la determinación para impedir que nuestro potencial para hacer
el mal triunfe sobre nuestro potencial para hacer el bien, ¡pero aún así hacer lo malo!
Y, este voluntario consentimiento para que el mal de nuestras vidas triunfe sobre el Bien de nuestras vidas,
crea un vacío en nuestras almas; la poderosa e intolerable conciencia de sentir que en efecto estamos
“desnudos” [es decir, separados y alejados de Dios]. ¿A que se debe esto? Pues a que estamos hechos a
imagen y semejanza del Creador.
¿Y que es el Creador? Pues es el infinito que incluye dentro de si mismo todas las cosas, ¡tanto las buenas
como las malas! Pero, esto último, no significa que el Creador sea “malo”; pues, la manifestación de su
voluntad (es decir, “su presencia”) siempre hace que, al final de todo, el bien triunfe sobre el mal; que la vida
triunfe sobre la muerte; que la misericordia triunfe sobre el Juicio; que la luz triunfe sobre las tinieblas; y que
el orden triunfe sobre el desorden.
Como está escrito: “¿Quien será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mando? ¿De la boca del
Altísimo, no sale lo malo y lo bueno?”- Lamentaciones 3:37-38; “Porque Él es quien hace la herida, y Él la
vendará; Él hiere, y sus manos curan”- Job 5:8; “Antes, si aflige, también se compadece según la multitud de
sus misericordias; porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres”- Lamentaciones
3:32-33; “Y la Tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu
de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: sea la Luz; y fue la Luz. Y vio Dios que la Luz era
buena; y separo Dios la Luz de las tinieblas”- Génesis 1:2-4.
Así, cuando el hombre hace que el bien que mora en su interior venza al mal que mora en su interior, siente
que “la presencia” del Creador se manifiesta en su vida [haciéndolo de este modo sentirse unido al orden
Divino del Universo].
Pero, cuando deja que, el mal que mora en su interior venza al bien que mora en su interior, y que su
desobediencia venza a su obediencia, entonces se siente solo y “desnudo”; pues siente que, su conexión con
el orden Divino [es decir, con la manifestación de la presencia Divina], ha dejado de existir.
Es que, en el idioma moral en el que nos habla la Escritura Hebrea, el pecado y la muerte son una misma
cosa-- la lejanía de Dios que produce el tratar de oponernos a lo establecido por el Creador. ¿Y cual es la cura
Divina para esta lejanía de Dios? Pues la conversión; es decir, la confesión que produce obediencia y
restitución.
Como está escrito: “Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a
הוהי; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado”- Salmo 32:5; «aquella persona confesará el pecado que
cometió, y compensará enteramente el daño»- Números 5:7
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