La cruda realidad acerca del Judaísmo secular (“ateo”)
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Toda ideología que se perciba a sí misma como una verdad absoluta e incuestionable, es por definición un
tipo de “credo religioso”, sin importar si tal ideología concierne al ámbito religioso, o si concierne en cambio
al ámbito político, social, o científico. Y en este sentido no es exagerado afirmar que el ateísmo moderno no
solamente manifiesta las características de un credo religioso, sino las de uno recalcitrante, y supremacista.
Es que el ateísmo institucionalizado que al presente experimentamos en las sociedades occidentales en
realidad es una forma de Judaísmo; y esto a su vez explica el hecho de que, el ateísmo de estado (también
conocido como “Marxismo”), sea el producto de una mente Judía (Karl Marx). De hecho, esto último fue
singularmente reseñado por Stephen Wise, un famoso rabino Judío de principios del siglo 20, cuando en
Mayo 5 del 1935 dijo las siguientes palabras a la revista “The American Bulletin”: «Unos le pueden llamar
“Comunismo”, pero yo le llamo por su verdadero nombre- “Judaísmo”».
Pero, ¿es posible tal contradicción? Pues no solamente es posible, sino que fue predicha por los antiguos
sabios Judíos, quienes enseñaron que los Judíos tienen el potencial de ser tanto lo mas alto y noble sublime
de la raza humana, como su mas baja y vil escoria. Como esta escrito: «Se ha dicho que este pueblo es como
el polvo (“Será tu simiente como el polvo de la Tierra”- Gen. 28:14); Y [también] se ha dicho que es como
las estrellas (“Multiplicaré tu simiente como las estrellas del Cielo”- Gen. 22:17)».
Y lo anterior significa que, cuando son viles, los Judíos bajan hasta el mismo polvo (es decir, se comportan
como inmundos gusanos); pero, cuando son Nobles, alcanzan hasta las estrellas (comportándose como los
ángeles del cielo)-- Talmud Babilónico, Megillah 16a.
Pero, ¿en que sentido es el ateísmo una expresión del Judaísmo secular? Pues en que la mentalidad atea es
[por lo general] un fiel reflejo de la mentalidad del Judío secular; quien, considerándose a sí mismo parte del
“Pueblo escogido”, no solamente esta recalcitrantemente seguro de tener “la verdad absoluta” (note que el
ateo promedio nunca estará dispuesto a considerar la posibilidad de estar equivocado), sino que en adición se
siente intrínsecamente superior [y con el derecho a menospreciar] a todo aquel que no comparta su misma
ideología.
De nuevo, ¡no es coincidencia que el ateísmo de Estado (el Marxismo que se impone por la fuerza, el engaño,
y el terror) halla sido inventado por un Judío!
Y la revolución global a la que aspiran los modernos Marxistas Judíos no puede concretarse sin que estos
últimos se vean forzados a utilizar su inmenso poder económico, político, y mediático a fin de desestabilizar
a las naciones del Mundo, haciendo que sus sociedades abandonen todo aquello que les mantiene pacificas,
estables, y unidas: es decir, los valores morales, la unidad familiar, la religión, el sentimiento nacionalista, la
cultura nativa, el lenguaje común, la identidad racial, la frugalidad económica, etc.
Y es por ello que estos Marxistas Judíos promueven vigorosamente todo aquello que logre menoscabar todas
y cada una de las anteriores instituciones, implementando de ese modo la vieja y probada estrategia de
“Divide, y Conquista”.
Por eso hallamos que, detrás de todo movimiento que intente socavar los elementos que proveen estabilidad
nacional y social a cada nacion (el activismo social, el ateísmo militante, el individualismo, la
homosexualidad, el relativismo moral, la ideología de genero, el feminismo, la inmigración en masa, el
multiculturalismo, la pluralidad, el endeudamiento masivo, etc) se encuentra algún cabecilla Judío (Karl
Halevi Marx, Magnus Hirschfeld, Sigmund Freud, George Weinberg, Max Horkheimer, Herbert Marcuse,
Ayn Rand, Ruth Bader Ginsburg, David Silverman, Sam Harris, Barbara Specter, Ben Shalom Bernanke,
Dianne Fenstein, George Soros, Jacob Rothschild, etc).
Es que, como dice un antiguo refrán utilizado por los sobrevivientes de la carnicería soviética: “El Marxista
Judío no te atrapa por la fuerza, sino por la tentación (es decir, diciéndote lo que quieres escuchar, explotando
de ese modo tus pasiones y debilidades morales)”. ¡Que el Creador tenga misericordia de todo Judío secular!
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