tradicional cree en el “Taheb” (un tipo de “Mesías”) hijo de José- un restaurador que ha de ser un profeta
como Moisés, y quien ha de volver al final de los tiempos para el día de la Venganza y la Recompensa.
La realidad es que, al menos en principio, el Samaritanismo Reformado endosa todas y cada una de las cuatro
anteriores proposiciones. La diferencia básica, es que la interpretación que de ellas hace el S.R. no surge de
una óptica reduccionista, inflexible, o anquilosada; sino la de una franca y honesta apertura a todo aquello
que, estando en armonía con los principios éticos y morales enseñados por Moisés, es por ende “verdadero”
(justo, misericordioso, y humilde)- sin importar cual sea su origen.
Y la anterior perspectiva es resumida en la formula que dice: “Dios es un Dios de verdad y justicia (Deut.
32:4, & 10:18), que desea que su Pueblo persiga la verdad y la justicia (Deut. 16:20, & Lev. 19:15); por
tanto, el creyente debe endosar y reconocer la verdad y la justicia, sin importar cual sea la nación, la raza, la
persona, el credo religioso, la institución, o la persona que utilice Dios para recordarnos tal verdad o
justicia”.
Así, aunque apoya la adoración en el monte Gerizim, el Samaritanismo Reformado (S.R.) postula que Dios
esta donde quiera que se le busque con un Corazón sincero y arrepentido (Deut. 4:29); de modo que el culto
al Creador no esta limitado al Monte Gerizim, a Jerusalén, al Vaticano, al Muro de los Lamentos, a alguna
Sinagoga Judía, alguna Iglesia Cristiana, alguna Mezquita islámica, o a alguna otra localización geográfica.
De forma similar, aunque cree en el concepto de un “Taheb” (a quien identifica como el mismo Moisés), el
S.R. postula que no existe un mejor y mas divino restaurador que el sincero arrepentimiento; de quien
cualquier futuro Taheb no es sino una imperfecta sombra.
Finalmente, aunque promulga la incuestionable supremacía de Israel, de Moisés, y de la Torah, el S.R.
reconoce que Dios no discrimina a favor [ni en contra] de ninguna raza, nación, o credo, sino que desde
tiempo inmemorial ha hablado a las naciones del Mundo por medio de otros profetas distintos a Moisés (Noé
a los antediluvianos, Abraham a los Cananeos, Job a los Orientales, Jetro a los Amalecitas, Balaam a los
Moabitas, Jonás a los Ninivitas, Daniel a los Babilonios, Zoroastro a los Persas, etc).
Así, aunque utilicen un nombre distinto para su deidad, su libro sagrado, o su profeta, en la medida en que el
contenido de tales mensajes sea cónsono con lo revelado por Dios a Moisés (la Existencia de un Dios o Poder
Supremo que juzgara un día a todos con justicia, haciendo que cada uno “siegue” el mismo bien o mal que
libremente [y sin remordimiento] haya escogido “sembrar”), en esa misma medida tal mensaje es endosado y
reconocido por el S.R. como palabra de Dios para tales pueblos.
Como nota al calce, cabe resaltar que, como resultado directo de su inquebrantable fe en la perfección moral
del Creador, así como en la inmutabilidad de la doctrina de “Siembra y cosecha” (tambien conocida como
“Medida por medida”, “Causa y efecto”, “Acción y reacción”, y “Ojo por ojo” ), el S.R. sostiene una
perspectiva “dinámica” de la fe-- una que postula que el futuro del hombre [y la mujer] no esta “escrito en
piedra”, sino que varía de acuerdo al bien [o mal] que halla sembrado;
que se nos pagará conforme a nuestras obras (“Lejos esté de Dios la impiedad, Y del Omnipotente la
iniquidad.
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