Capítulo 46: La naturaleza del agua de lluvia
El agua de pozo es la más fría de todas en verano; el agua de fuente, como está más cerca del cálido aire, está menos fría; después está el agua de río y, por último, la menos fría de todas es el agua de lluvia.
Avicena: El agua de pozo y acueducto son, en comparación con el agua de una fuente, malas: es un tipo de agua que ha estado encerrada durante un espacio de tiempo bastante largo y que ha absorbido una parte de partículas terrestres, por lo que no puede faltar en ella una pizca de putrefacción, ya que además fueron extraídas y movidas por virtud de una fuerza artificial y no natural. Sin embargo, las peores dentro de esta clase son aquellas que discurren por cañerías de plomo, puesto que se han impregnado de algunas de las características de este metal y, por tanto, es muy habitual que causen brotes de disentería.
Por qué el agua de una marjal es peor que la de un pozo Por su parte, el agua de una marjal es todavía peor que el agua de pozo, porque al menos el agua de un pozo se purifica y renueva constantemente porque se extrae agua de él, hecho que la mantiene en movimiento, y no permanece mucho tiempo ni en ese espacio angosto ni en el lugar donde brota; en cambio, el agua de una marjal, como permanece mucho tiempo sobre los poros de una tierra ya de por sí putrefacta y su movimiento cuando brota y surge es lento —su fuerza al brotar no es capaz de superar la inmensa cantidad de materia que hay por encima suyo—, no puede encontrarse más que en unos terrenos ya corruptos y putrefactos
Capítulo 47: La excavación de un pozo
Paladio: Para excavar un pozo primero es menester buscar un acuífero o, si hay muchas, elegir uno. El mejor lugar para buscarlos es al pie de un montaña, preferentemente en su cara septentrional, porque es allí donde más hay y de mejor calidad. Peligros de excavar en la tierra Sin embargo, a la hora de excavar también hay que estar atento a los posibles peligros que acechan esta obra, porque muchas veces la tierra contiene sulfuro, alumbre, betún: todas ellas exhalan pestíferas emanaciones —a veces, mezcladas— que, una vez que se apoderan de nuestras vías respiratorias, nos dejan sin vida, a no ser que uno rápidamente se dé a la fuga. Solución Por tanto, antes de descender a las partes inferiores, sugiero depositar en el fondo un candil encendido: si su llama no se apaga, no hay peligro que temer; si se extingue, hay que precaverse de ese lugar, porque hay un aire770 mortífero que lo ocupa.
Si en un lugar no podemos encontrar agua, entonces deberemos excavar a sus lados hasta que consigamos llegar al nivel del agua y desde allí abrir unos conductos para que estas posibles sustancias maléficas se evaporen; una vez hecho esto, deberemos emparedar los costados del pozo. El pozo debe tener unos ocho pies de ancho771 , de los cuales dos a cada lado estarán ocupados por las paredes, que podrá tener como base una estructura de madera; la pared en sí deberá hacerse con una piedra resistente772 o sílice. Si el agua fuera fangosa, esto se puede solucionar añadiéndole un poco de sal.
Por otro lado, mientras proceda la excavación, en el caso de observar que la tierra que rodea el pozo no es lo suficientemente firme sino que se deshace por algún defecto o la humedad la ha reblandecido, hay que apuntalar el agujero con tablones rectos por toda su circunferencia y sujetarlos con vigas transversales, para que no se derrumbe el pozo sobre los obreros.
Comprobación del agua Hay diversos métodos para comprobar la calidad de las aguas recién descubiertas: si arrojamos sobre un recipiente de bronce bruñido algo de agua y no deja mancha, podemos considerarla buena. De igual manera, si la hervimos en un recipiente de bronce y no deja ni arena ni fango en su fondo, será potable. También lo será si sirve para cocer rápido las legumbres o si es transparente, sin musgo ni ningún otro tipo de contaminación ajena. Si un pozo llega hasta muy abajo y perfora hasta alcanzar lo más profundo de la tierra, puede suceder que el agua brote hasta alcanzar la superficie como si se tratara del manantial de un río, siempre y cuando la orografía del terreno lo permita773. [col 336]
Capítulo 48: La conducción de las aguas
Cuando hay que conducir las aguas, se pueden transportar a través de los acueductos, las tuberías de plomo o de arcilla y los canales de madera.
Si se transporta mediante un acueducto, hay que construirlo sólidamente para que el agua no se escape por las juntas y su tamaño tiene que ajustarse al caudal de agua que transportará. Si discurre por un lugar plano, habrá que hacerlo con un desnivel de pie y medio cada 60 o 100 pies774, Para que el agua corra por el acueducto para que el agua tenga fuerza y corra. Si el acueducto se topa con algún monte en su camino, podemos dar un rodeo y seguir un curso oblicuo o construir unos depósitos al nivel del agua en su fuente, por los que pasará la construcción. En cambio, si ha de atravesar algún valle, se pueden levantar pilastras y arcadas que mantengan el nivel del agua o tolerar que baje y suba por tuberías cerradas de plomo775.
Por su parte, cuando se transporta en tuberías de arcilla —lo más saludable y práctico—, hay que confeccionarlas de al menos dos dedos de grosor y más estrechas por una lado que por el otro, de tal manera que el extremo de una entre más o menos un palmo en la otra; además, estas uniones las deberemos untar con cal viva y aceite. Además, antes de que circule el agua por ellas, hay que mezclar un poco agua con cenizas y tirarlas por la tubería, para que taponen cualquier defecto que pudiera haber.
El último método de conducción de aguas son las tuberías de plomo, que dañan el agua y la hacen perjudicial, pues cuando el plomo se desgasta produce albayalde, que resulta muy nocivo para el cuerpo humano.
Cualquier hombre eficiente deberá preocuparse por construir los suficientes depósitos de agua como para que incluso una pequeña fuente de agua nos proporcione una cantidad adecuada.
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