Cantabria en la Edad Media
La Época Medieval es quizá la más compleja de todas las épocas históricas debido a su amplitud temporal (siglos V al XV), que hace imposible establecer criterios homogéneos a lo largo de todo el periodo.
Podemos comenzar indicando que la primera parte del Medievo, la comprendida entre los siglos V y VIII es prácticamente desconocida en Cantabria, debido a la escasez de documentación. Ya desde el siglo VI se conformó el Ducado de Cantabria, sometido formalmente al Reino Visigodo de Toledo, aunque la escasa información que se conserva nos impide saber el grado de integración real de Cantabria en el Estado visigodo.
A principios del siglo VIII el reino visigodo se desintegra ante la invasión musulmana de la Península, refugiándose en el territorio cántabro parte de la nobleza visigoda huida de Toledo. Se organiza desde Cantabria una débil resistencia encabezada por Alfonso, hijo del duque Pedro de Cantabria, que más tarde se casó con la hija del caudillo astur Pelayo, convirtiéndose en virtud de esa alianza matrimonial en el primer rey astur, Alfonso I.
Desde entonces el territorio cántabro evolucionó paralelamente al Reino Astur, en el que quedó integrado, pasando posteriormente a formar parte del Reino Astur-leonés, Condado de Castilla y, finalmente, quedará integrada en el Reino de Castilla durante toda la Edad Media.
Durante la Edad Media se perdió la denominación histórica de Cantabria, apareciendo el término La Montaña que se mantendrá como principal denominación para la región hasta prácticamente el siglo XX.
El territorio de La Montaña aparecía definido por grandes comarcas históricas de origen medieval como las Asturias de Santillana, Valderredible, Campoo, Liébana o Trasmiera. Estas demarcaciones constituyen la base de la organización en merindades, unidades administrativas del Reino de Castilla para la gestión monárquica. Pero serán los pequeños valles los que protagonicen realmente la vida en la Cantabria medieval.
Durante los primeros siglos de la Edad Media las zonas con mayor densidad de población fueron las laderas medias de los valles, pero cuando fue disminuyendo el miedo a los normandos y a los musulmanes se produjo un progresivo trasvase de población desde esos valles medios hacia las zonas costeras, proceso que culmina en torno al siglo XII.
Prácticamente todo el periodo medieval estuvo dominado en la Región por un fuerte componente rural, que se imponía a la débil trama “urbana” formada por las villas dotadas de fueros que ejercían un cierto dominio político y económico sobre sus comarcas. La concesión de los fueros se debió al rey Alfonso VIII de Castilla, que perseguía un doble objetivo: fortalecer las fronteras marítimas de su reino y al mismo tiempo desarrollar el comercio castellano con los reinos europeos de la fachada atlántica. Las cuatro villas elegidas fueron Castro Urdiales (1173), Laredo (1200), Santander (1187) y San Vicente de la Barquera (1210). La concesión del fuero legal suponía el reconocimiento de ciertos privilegios y derechos a las villas y sus habitantes.
La concesión de este estatus privilegiado a las cuatro villas marítimas potenció el ya mencionado trasvase de población desde los valles medios del interior a la zona costera de la región, lo que favoreció el desarrollo de actividades relacionadas con el mar como la pesca y el comercio. El desarrollo marítimo de la Región fue tan importante que llevó a los marinos cántabros a faenar desde las pesquerías de Irlanda hasta las de Berbería, o a practicar actividades corsarias en Inglaterra. Las naves de las villas marineras de Cantabria también tuvieron una participación destacada en la armada castellana, como lo demuestran los avances de la Reconquista en el siglo XIII con la toma de puertos como Cartagena, Cádiz, Sevilla o Sanlúcar.
La relación entre la pujante franja costera del territorio cántabro y los valles interiores de la Región se hizo a través de los principales linajes de la época, que establecieron alianzas sociales o económicas entre sus solares de origen en el interior y las florecientes villas costeras. A su vez estos linajes locales mantenían relaciones de dependencia o de parentesco con los grandes nobles castellanos.
Decadencia romana ( Siglos III - IV )
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A partir del siglo III d.C. el imperio romano comienza su proceso de decadencia político-militar que también tiene su evidente repercusión en la provincia hispánica. Desde este momento comienza una época oscura de la historia cántabra, de la que bien poco sabemos.
Hay constancia de que en este momento, el pueblo cántabro, recupera parte de su identidad, su comportamiento independiente, y vuelve a habitar los antiguos castros y villas rurales. Las estructuras urbanas se debilitan y son abandonadas o destruídas por los bárbaros ( como el caso de Julióbriga ). Se recuperan viejas costumbres, se independizan políticamente de Roma y vuelven a su antigua economía.
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El dominio romano también ha dejado su huella en aspectos tan importantes como el lenguaje o la religión. Un ejemplo de la contradicción que vive el pueblo cántabro es el ara del Pico Dobra (Torrelavega ) dedicada al dios cántabro Erudino, fechada en el año 399 d.C. Después de cuatro siglos de domino romano y con el cristianismo como religión oficial, en Cantabria se venera todavía a un dios prerromano utilizando el latín. Esto evidencia que Cantabria era un lugar remoto dentro del Imperio Romano.
Antes del total declive, un cuerpo de ejército romano de unos 500 soldados (la cohorte celtíbera ) se traslada a Julióbriga, en previsión de la posible invasión germánica. Hoy sabemos que esta cohorte seguía en la ciudad a principios del siglo V, lo que nos lleva a pensar que pudo ser saqueada o destruida parcialmente, pero no es hasta ese siglo cuando se abandona, quizás a causa de las invasiones, incendios o enfermedades.
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El reino visigodo ( Siglos VI - VII )
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Los visigodos llegan a la península para establecerse en el siglo IV, donde intentarían formar un esplendoroso reino. Hasta prácticamente el siglo VI, los cántabros viven independientes, con su modo de vida salvaje y belicosa, no dando muestras de romanización, pues conservan su lengua prerromana en gran medida y son paganos. Así, Cantabria permanece ajena al reino visigodo hasta Leovigildo que se propuso someter a los pueblos que aún escapaban a su dominio a mediados del siglo VI.
Penetró en Cantabria y tomó Amaya en el año 574 con el deseo de unificar toda la península bajo su mandato y sofocar el comportamiento rebelde del pueblo cántabro que los sucesores de Leovigildo sufrirán en nuevas revueltas. La escueta crónica de la toma de Cantabria solo nombra a Amaya, lo cual plantea la duda de si el dominio visigótico fue superficial, limitándose a Amaya y el sur de la cordillera, ( se han hallado necrópolis visigodas en Reinosa, Retortillo y Herrera de Pisuerga y objetos en Suano ( Campoo de Suso ) y Mave ( Palencia ).
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Es posible que no fuera así, puesto que también se han encontrado objetos visigóticos más al norte, aunque hay que reconocer que muy escasos, como unas monedas de Leovigildo y broches hallados en La Hermida.
Los pueblos del norte no dejaron de causar problemas a los reyes visigodos. No es casualidad que en el año 711, al producirse la invasión musulmana, el rey Rodrigo estuviera en el Norte, combatiendo a los vascones.
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El Ducado de Cantabria ( Siglo VII )
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Durante el reinado de Ervigio 680 - 687 ) se constituye el Ducado de Cantabria, a cuyo frente está un "dux" o duque. La capital debió situarse en la ciudad de Amaya y las dimensiones probablemente abarcaban un territorio mucho mayor.
Saldaña y Mave (antigua ciudad cántabra de Vellica ), serían las avanzadillas más septentrionales, pero no podemos hablar de un asentamiento de esta cultura en nuestra región.
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Prácticamente solo afectó a los cántabros meridionales, Palencia y Burgos que por ser las zonas más romanizadas, suponían para los visigodos el sometimiento de la parte más importante de Cantabria. No obstante, el duque de Pedro, encargado del gobierno del ducado, será un personaje clave en la lucha contra los musulmanes. Durante aquel Ducado tendría continuidad la introducción del cristianismo en Cantabria que ya había penetrado tímidamente durante el dominio del Imperio Romano. Ejemplo de ello sería el monasterio de San Martín de Turieno fundado en Liébana.
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La llegada del Islam ( Siglo VIII )
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La invasión musulmana de Hispania tuvo lugar en el año 711 cuando los contingentes musulmanes de Tarik desembarcaron en Gibraltar y derrotaron al ejército de Rodrigo en Guadalete. Unos años más tarde casi todo el territorio de la Península había caído en poder de los islamitas, que apenas hallaron resistencia a su avance en un reino visigodo destrozado por las luchas internas.
Los musulmanes respetaron la religión de los habitantes, así que estos solo cambiaron de señor. Buena parte de la nobleza visigoda aceptó a los invasores, a cambio de mantener sus privilegios y sus propiedades. El resto, huyeron hacia el norte, de forma que cuando Tarik entró a Toledo se encontró una ciudad medio desierta, pues muchos habitantes habían huido hacia Amaya, capital del Ducado de Cantabria, o hacia Asturias.
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Solo los pueblos del norte habían mantenido su independencia, hasta que Tarik, en el año 714, ataca y destruye la plaza fuerte de Amaya, motivando la huida de los nobles visigodos allí instalados, como Pedro, duque de Cantabria. En Amaya parece que encontró mucho oro y alhajas de los huidos de Toledo.
Estos y los habitantes de la ciudad debieron refugiarse en las montañas cántabras, donde Tarik ya no se aventuró. Ese éxodo masivo de gente supone el fin del pueblo cántabro como tal, perdiéndose definitivamente su identidad con la mezcla cultural. Es el caso de nobles visigodos como Pelayo, que se instala en Cangas de Onís.
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Este movimiento de población se refugia en pequeños y precarios asentamientos donde excavaron iglesias en la roca como lugares de culto en Valderredible se conservan varias de estas ermitas rupestres) para evitar que fueran quemadas o destruidas por los musulmanes. También han pervivido al paso de los siglos unas pocas iglesias mozárabes, con influencias islámicas, visigodas y carolingias.
Son San Román de Moroso, Santa Leocadia de Helguera y, sobre todo, Santa María de Lebeña. Por lo demás, en las montañas del norte, seguían viviendo los viejos pueblos prerromanos allí asentados, entre ellos los astures, los cántabros y los vascones.
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El punto de partida de la Reconquista se encuentra en esta zona astur-cántabra. Los invasores finalizaron su conquista al llegar a Gijón, donde detuvieron temporalmente su campaña, quedando la cornisa cantábrica como único reducto por conquistar. Los pueblos de aquel territorio se opusieron a los musulmanes como antes lo habían hecho a los romanos o a los visigodos.
De todas formas, en la zona astur-cántabra la presión musulmana era inferior a la existente en la región pirenaica, en donde los islamitas, firmemente instalados en el valle del Ebro, situaron fuerzas militares con la finalidad de contrarrestar el posible peligro franco, lo que explica que el avance reconquistador fuera más rápido por el occidente de la Península que por el oriente.
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El inicio de la Reconquista ( Siglo VIII )
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Los musulmanes que temporalmente habían detenido su campaña en Asturias, tienen la intención de seguir por las tierras cántabras y vascas, las únicas que les restan para el completo dominio de España. Va a ser este el momento en que la historia fijaría el inicio de la Reconquista.
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En el año 722, el noble visigodo Pelayo, sublevó a los astures. El gobernador musulmán en Gijón,, Munuza, envió contra Pelayo un ejército que fue sorprendido en el angosto paraje de Covadonga.
Los musulmanes se vieron obligados a emprender una penosa huida a través de los Picos de Europa por los Lagos de Enol, Vega Mayor, Ostón, Culiembro, el Cares, Amuesa, Bulnes, Pandébano, Aliva...
El ejército terminó a orillas del Deva, cerca de Causegadia (Cosgaya ), donde un derrumbamiento de rocas cayó sobre los últimos supervivientes. Dicho acontecimiento es la denominada batalla de Covadonga, tras la que los musulmanes tuvieron que abandonar Asturias.
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El suceso tenía escaso relieve desde el punto de vista mili- tar, pero las crónicas cristianas elaboradas posteriormente por los clérigos de la corte asturiana la consideraron ni más ni menos como "la salvación de España".
A partir de esas fechas se constituyó en las montañas cantábricas el primer núcleo político de resistencia al Islam que nacía en la Península, el reino de Asturias (o astur) con capital en Cangas de Onís. A raíz de estos hechos, se produce una alianza entre Pelayo y Pedro, duque visigodo de Cantabria por el que se federan los territorios de ambos. El hijo de Pedro ( Alfonso I ) se casa con la hija de Pelayo (Hermesinda ) para reafirmar este acuerdo.
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A la muerte de Pelayo en el año 737, le sucede su hijo Favila, devorado dos años después por un oso en el pueblo lebaniego de Las Ilces ( Camaleño ). Accedía al trono, Alfonso de Cantabria, convertido en Alfonso I de Asturias que reinaría entre el 739 y 757.
A mediados del siglo VIII, Alfonso I rey de Asturias, continúa la obra de Pelayo, recorriendo la cuenca del Duero, contribuyendo a despoblarla. En el siglo IX el reino asturiano fue progresando hacia Galicia y hacia las llanuras de la cuenca del Duero, en la medida en que se lo permitían tanto sus posibilidades demográficas como la oposición de los musulmanes.
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Alfonso I comenzó su difícil tarea con un reducido reino que comprendía Asturias, incluidas las Asturias de Santillana (la Cantabria occidental ), Liébana y Trasmiera. La Cantabria septentrional estaba en un principio bajo control musulmán. Los cántabros aportaron su tradicional resistencia indómita y sus cualidades guerreras
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La repoblación del Reino Astur ( siglo VIII )
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Tras la batalla de Covadonga, los musulmanes evacuaron Asturias, cuya capital fijó Pelayo en Cangas de Onís. A su muerte en el año 737 le sucedía su hijo Favila que moría devorado por un oso dos años después en Liébana. Accede entonces al trono el hijo del duque Pedro, Alfonso, que se convertiría en Alfonso I de Asturias cuyo reinado se prolongaría entre los años 739 y 757.
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El reino de Alfonso I comprendía Asturias, Asturias de Santillana ( zona occidental de Cantabria ), Liébana y Trasmiera. La Cantabria septentrional estaba en un principio bajo con- trol musulmán. En 18 años dejó un reino formado por gran parte de la cornisa cantábrica, protegido de los ataques musulmanes por una amplia extensión de terreno conocido como el "Desierto del Duero".
En sus campañas se hizo con numerosas ciudades de Galicia y del Duero: Lugo, Oporto, Braga, Salamanca, Zamora, Avila, Segovia, Astorga, León, Saldaña, Simancas, Osma, Clunia y las antiguas ciudades cántabras de Mave y Amaya. Todas ellas fueron arrasadas y Alfonso se trajo a los cristia- nos a su reino. La consecuencia fue el despoblamiento de la cuenca del Duero que quedó como un desierto estratégico que separaba los territorios del reino astur de los musulma- nes.
Los cristianos traídos por Alfonso repoblaron Primorias (zona originaria del reino de Asturias en Cangas ), Liébana, Trasmiera, Sopuerta y Carranza ( valles vizcaínos, antigua Autrigonia ) y Vardulia ( norte de Burgos ) a la que se comenzó a llamar Castilla.
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A partir de este momento desaparecería el nombre de Cantabria durante siglos, pasando a utilizarse los nombres de las comarcas: Liébana, Trasmiera, Asturias de Santillana, Campoo...
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La pérdida de la identidad cántabra
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Con la llegada a Cantabria de cristianos hispano-visigodos desde el sur para repoblar la región tiene lugar una profunda mezcla cultural que supone el fin del antiguo pueblo cántabro. El cambio afecta a todos los niveles desde los hábitos alimenticios a las costumbres religiosas, y la supresión de la jerarquía tribal. Los modos de vida del pueblo cántabro, casi inalterados desde época prerromana se trans- forman con esta afluencia masiva de gente que reorganiza toda la zona en base a pautas culturales y socioeconómicas ajenas al pueblo indígena.
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El cristianismo se extiende de forma definitiva, así como el uso del latín. En muchos casos, la religión cristiana asimiló los cultos paganos, situando santuarios en lugares sagrados para los cántabros. Tampoco faltaron ocasiones en las que los paganos fueron condenados a la hoguera (reinado de Ramiro I de Asturias, año 850 ).
La economía cambia radicalmente del pastoreo, caza, pesca, recolección y pillaje a la agricultura y ganadería a partir del siglo VIII. Se pueblan áreas en torno a las iglesias y monasterios, dado que no solo se pueblan núcleos anteriores sino que se crean muchos otros nuevos. Desaparecen los viejos clanes, sustituídos por la familia basada en el matrimonio cristiano.
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Todos estos cambios no fueron fáciles y debieron producir tensiones, a finales del siglo VIII (reinado de Aurelio, Mauregato... ), momento en el que parece hubo una revuelta de los cántabros autóctonos contra la monarquía asturiana.
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Cantabria en el Reino Astur
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El proceso de cambio fue más rápido en Liébana y Vardulias ( la primitiva Castilla ) por su cercanía a los núcleos importantes del reino astur, sus buenas condiciones climáticas para los cultivos y la gran afluencia de cristianos huídos de los musulmanes. As- turias de Santillana y Trasmiera se resistieron más a los cam- bios. Liébana fue siempre el territorio más dinámico dadas sus peculiares condiciones climáticas y la excepcional protección que proporcionan las montañas ante el peligro musulmán. En el siglo VIII existían al menos 20 monasterios ( Cosgaya, Tanarrio, Villena, Caldas, Turieno... ). En Liébana se empieza a asentar una estructura pseudo-feudal y parece haber un rector del territorio, el conde Alfonso de Liébana.
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Las Asturias de Santillana y Trasmiera están menos pobladas que Liébana y, al contrario que allí, la propiedad está repartida entre muchos pequeños propietarios. Se fundan menos monasterios y más tarde ( Asía en Aja de Soba, Puerto en Santoña, Yermo... ). En lo que se refiere a las cuencas del Nansa y Saja y los valles altos del Pas, Miera y Asón, quedaron prácticamente despoblados. Los valles de Polaciones y Soba se poblaron excepcionalmente por su particularidades climáticas favorables. Las comarcas de Campoo y Valderredible estaban más expuestas al ataque musulmán, así que no se repo- blaron hasta la primera mitad del siglo IX.
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Reconquista y Repoblación foramontana ( VIII - IX )
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Alfonso I, con sus campañas militares expulsa a los musulmanes de la cuenca del Duero y se trae a los cristianos al reino astur, creando una franja estratégica deshabitada, el "desierto del Duero". Sus sucesores no continuaron descendiendo, sino que se lanzaron a Este ( vasconia ) y Oeste ( Galicia ), dejan- do la zona del Duero despoblada casi un siglo. En tiempos de Alfonso II ( 791 - 842 ), el reino astur tiene su capital en Oviedo y se considera sucesor del visigodo.
El rey Ordoño I ( 850 - 866 ) toma la decisión de avanzar sobre el Duero y re- poblar las ciudades desiertas de Tuy, Astorga, León y la vieja ciudad cántabra de Amaya ( conquistada por Augusto, Leovigildo, Tarik y Alfonso I ). La eleva- da población al Norte de la cordillera motiva estos movimientos repobladores. En la primera mitad del siglo IX se desencadena un intenso flujo de emigrantes que salen de los valles del norte, ya sin miedo al ataque musulmán buscando el alto Ebro y la cuenca del Duero, con mayores posibilidades agrícolas.
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A estos repobladores del norte de Castilla y León se les conoce como foramontanos. También se denominó "Ruta de los foramontanos" a la que atravesaba Cabuérniga y Campoo de Suso. Fue utilizada por los famosos repobladores de Brañosera, población que obtuvo en el año 824 el que se considera fuero más antiguo de España. Al final del reinado de Alfonso III (866 - 910 ) la frontera cristiana ya estaba en el Duero. Su hijo, García trasladó la capital desde Oviedo a León, lo que suponía el fin del reino de Asturias y el nacimiento del reino de León.
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El nacimiento de Castilla
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Se llama Castilla, a finales del siglo VIII, a la antigua Vardulia, norte de Burgos, zona que tradicionalmente había pertenecido a Cantabria y Autrigonia. Los musulmanes llamaban a esa zona "Al-Qila" ( Castillo ) en referencia a las fortalezas que había al sur de la cordillera, de ahí su nombre. Para el reino asturiano, era un territorio lejano, por lo que tuvo bastante autonomía.
En el año 860, el rey astur Ordoño I manda al conde Rodrigo re- poblar Amaya. Su hijo fundaría Burgos en el 884 y desde entonces Castilla no pararía de extender sus territorios. En el año 944 se concede la completa autonomía de Castilla del reino astur, quedando en manos del conde Fernán González, criado en Cantabria (Hoz de Marrón, Ampuero ). Aunque en principio Cantabria dependía del reino asturiano, posteriormente quedaría bajo el influjo de Castilla.
Otro hecho trascendente es el nacimiento del castellano en la región del Alto Ebro, territorio que perteneció históricamente a cántabros y autrigones. Se trataba de un latín vulgar hablado por cántabros, vascones y mozárabes que derivó en una lengua romance. Se extendería con la expansión del reino de Castilla y acabaría por desplazar al romance astur-leonés y aragonés.
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En este siglo VIII, los numerosos refugiados que llegan a Cantabria y Liébana en particular, introducen la cultura latina e hispa- no-visigoda. El cristianismo entra definitivamente y llega la reliquia del "Lignum Crucis" ( el mayor fragmento conservado de la Cruz de Cristo ) desde Astorga. En este marco cultural tan diferente de la Cantabria autóctona, vive Beato de Liébana, uno de los personajes más importantes de la época por su enfrentamiento con Elipando, arzobispo de Toledo y defensor del adopcionismo o sus "Comentarios al Apocalipsis", sin olvidar que fue el primero en proponer que el apóstol Santiago peregrinó a España. Gracias a él Cantabria alcanzó protagonismo mundial
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Los dominios monásticos ( Siglos XI y XII )
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Cuando comienza el siglo XI, Cantabria ha vuelto a pasar a segundo plano, puesto que queda como retaguardia, ca- da vez más alejada de los territorios en guerra.
La situación política es la misma, Lié- bana está adscrita al reino de León y el resto de Cantabria al de Castilla, hasta que en el año 1035 Trasmiera pasa al reino de Navarra.
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Poco a poco se implanta el sistema feudal que comienza antes en Liébana ( más densamente poblada y más cerca de la corte astur ). Es un periodo de gran poder para la Iglesia, en posesión de muchas tierras, con gran actividad colonizadora y de enorme influencia ideológica. Es el momento de esplendor de los monasterios.
En Liébana, de entre los más de 20 surgidos durante la Repoblación, destacan dos: San Martín de Turieno ( Santo Toribio desde el siglo XII ) y Santa María de Piasca en Liébana. Las posesiones de estos dos monasterios se extendían por toda Liébana, Asturias y norte de León y Palencia.
En Asturias de Santillana, el dominio más importante correspondió al monasterio de Santa Juliana, de donde tomó el nombre la villa de Santillana, conocida hasta el momento como Planes. Mantendría su independencia como aba- día hasta el final de la Edad Media.
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También destacaron en esta zona los monasterios de San Emeterio y Celedonio en Santander, así como el de la Santa Cruz en Castañeda. En Trasmiera, el más destacado fue el monasterio de Santa María del Puerto, origen de la actual Santoña, con posesiones por toda Trasmiera y oriente de Cantabria.
Campoo estaba controlado por tres importantes monasterios: San Pedro de Cervatos, San Martín de Elines y Santa María de Aguilar de Campoo. En este periodo cambia el sistema económico para dar más importancia a la agricultura que a la ganadería.
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Además se obliga al pueblo a delimitar los terrenos, con lo que la propiedad común se vuelve privada, se rompe la tradicional familia o clan numeroso con el establecimiento de la monogamia y el castigo del adulterio y se conceden títulos a los miembros más destacados de la población.
La unidad económica más pequeña es el solar, donde se encuentra la casa y tierras de una familia. No obstante la población se va agrupando, continúa el periodo de expansión demográfica, aparecen nuevas aldeas en torno a monasterios, explotaciones familiares, iglesias...
Tan solo en estos dos siglos se fundan unas 200 de estas aldeas, regidas por dos instituciones: El Concejo ( inicialmente regido por los poderosos, después se haría más popular ) y la parroquia. Las diversas aldeas de una cuenca fluvial suelen formar un valle, algunos de los cuales siguen teniendo vigencia hoy, con sus costumbres y tradiciones arraigadas en lo más profundo.
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Las cuatro villas de la costa: Siglos XII - XIII
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En el siglo XII tenemos una Cantabria dominada por los grandes monasterios y unos pocos señores, con una parte del campesinado libre y otra en régimen feudal. En lo político, Liébana se incorpora al reino de Castilla. Alfonso VIII consolida la monarquía, refuerza la economía y desarrolla un gran potencial naval para los conflictos.
También contrarresta el creciente poder de la nobleza creando villas aforadas, donde se potencian los Concejos, se anulan las dependencias feudales, se reconoce a la burguesía y se dan privilegios a los habitantes. Las villas con fuero despegan con un fuerte crecimiento económico, demo- gráfico y urbano.
Así, en el año 1163 concede el fuero a la villa de Castro Urdiales, en el 1187 a Santander, en el año 1200 a Laredo y en el 1210 a San Vicente de la Barquera. En el caso de Castro, Laredo y San Vicente de la Barquera, se trata de villas de realengo, donde un mandante es la autoridad sobre la villa y territorio cercano.
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En cambio, Santander y Santillana son villas de abadengo, regidas por los abades de San Emeterio y Santa Juliana.
En los siglos posteriores, las llamadas cuatro villas de la costa ( Castro, Laredo, Santander y San Vicente de la Barquera ) crecen económicamente a buen ritmo: exportan al norte de Europa y luego al Mediterráneo lana castellana, aumentan su actividad pesquera, comercian con Castilla y se convierten en los astilleros más importantes. Los impuestos o diezmos de la mar, primero van para la catedral de Burgos y luego al Condestable de Castilla, Pedro Fernández de Velasco, convertido después en señor de Trasmiera ( su linaje manejaría durante siglos el destino de Cantabria ).
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El crecimiento urbano es similar en todas ellas. Se asientan en un promontorio o terreno elevado con iglesia, castillo, puebla vieja y, posteriormente puebla nueva. El conjunto se amuralla y la expansión continúa extramuros con los arrabales. Santander tenía a fines de siglo XIII 25.000 habitantes, seguida muy de cerca por las otras tres villas.
Otro fenómeno es la cantidad de población del interior que atraen estas villas, atraída muchas veces por las ferias y mercados. Todo ello deriva en la creación de nuevas poblaciones en el camino a estas villas.
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A cambio de estos privilegios se solicitaron las naves y hombres de las villas de la costa en las campañas militares por la conquista de Murcia y Andalucía. En 1245 una flota comandada por Roy García de Sant Ander colabora en la conquista de Cartagena.
En 1248, el almirante Bonifaz Camargo forzó con naves cántabras el acceso fluvial de Sevilla, rompiendo las cadenas. Este ataque desde el Guadalquivir quedó inmortalizado en los escu- dos de Santander, Laredo y Comillas. Las villas de la costa cántabra y las vascas, formaban en 1296 la Hemandad de las Marismas, una unión para defender sus intereses comunes.
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La formaban los concejos de Santander, Laredo, Castro, Bermeo, Guetaria, San Sebastián, Fuenterrabía, Vitoria y San Vicente de la Barquera, que se unía al año siguiente. Tenían su capitalidad en Castro Urdiales. Esta federación supuso un poder naval de primer orden al servicio de los reyes castellanos, pero con autonomía para realizar tratados internaciones por sí misma.
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La creación de las merindades
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Desde la formación del reino de Asturias en el siglo VIII, Cantabria había desaparecido como entidad política, engrosando en este reino astur. Sería trascendental la formación del condado de Castilla en el siglo IX, convertido en reino desde el XI que poco a poco iría incluyendo todos los territorios cántabros, si bien, conservando sus nombres e identidades.
A finales del siglo XII se crearon unas divisiones territoriales en el reino de Castilla llamadas merindades. Se conoce bien poco sobre estas, aunque parece que Cantabria entraría dentro de la llamada "Peñas de Amaya fasta el Mar". En 1352 se redacta el Libro de las Merindades de Castilla o "Becerro de las Behetrías" que distribuye el territorio cántabro en 4 merindades: La Merindad de Liébana y Pernía incluía ambas comarcas ( Pernía es hoy palentina ) y el valle de Polaciones. La capital estaría en Cervera de Pisuerga.
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Más tarde se escindiría en otras dos merindades, trasladándose la capital de Liébana a Potes, donde desde finales del siglo XII tenía lugar un gran mercado.
La Merindad de Aguilar de Campoo englobaba la comarca de Campoo y territorios cercanos en Palencia y Burgos con capital en Aguilar. Posteriormente habría una Merindad de Campoo más reducida con capital en Reinosa, localidad con importante mercado y cruce de caminos.
La Merindad de Asturias de Santillana agrupa territorios cántabros únicamente.
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De Oeste a Este abarcaba desde la cuenca del Deva hasta la bahía de Santander y de Norte a Sur llegaba desde la costa hasta Picos de Europa, Peña Sagra, Sejos y montes pasiegos. La capital era la villa de Santillana, sede del dominio monástico de Santa Juliana, potenciada por el fuero de Alfonso VIII en 1209.
La Merindad de Castilla Vieja englobaba a la Merindad de Trasmiera ( zona oriental de Cantabria ), así como la comarca del Norte de Burgos ( denominada Castilla Vieja ). La capital debía ser Medina de Pomar hasta que en 1560 se traslada a Villarcayo. Las juntas de Trasmiera se reunían en Hoz de Anero ( Ribamontán al Monte ), bajo una encina que todavía hoy existe.
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También se ha hablado sobre la existencia de la Merindad de Vecio, que englobaría la parte más oriental de Cantabria (Liendo, Guriezo, Castro... ) y la más occidental de Vizcaya.
Estas merindades eran gobernadas por un merino o delegado real, hasta que a finales del siglo XIV aparece la figura del corregidor, representantes reales que podían controlar varias merindades. De esta forma, a partir de 1396, un corregidor gobernaba las merindades de Asturias de Santillana, Campoo y Liébana y a otro se le asignaron las Cuatro Villas de la Costa y la Merindad de Trasmiera.
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Las batallas navales de las Villas de la Costa
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El poder naval de las villas de la costa no solo se puso de manifiesto el siglo XIII con la reconquista de territorios musulmanes como Sevilla, Tarifa, Málaga o Cartagena. Durante el siglo XIV continúa el desarrollo de la "Hermandad de las Cuatro Villas" que desde 1296 se había unido a la "Hermandad de las Marismas" que reunía a los puertos de Vizcaya y Guipúzcoa. A lo largo del siglo XIV, las villas vizcaínas van recibiendo sus fueros y comienzan a competir duramente con las cántabras. Esta unión venía atacando, junto con las flotas flamen- cas, las costas inglesas.
En 1350 se libra una batalla naval frente a Winchelsea con más de 50 buques aliados. Eduardo III de Inglaterra pactaría con los puertos cántabro-vascos para que no estorbasen el comercio marítimo inglés. No fue el único incidente con los ingleses. Tras la boda de las hijas de Pedro I con los hijos de Eduardo III, éste reclamó para uno de ellos la Corona de Castilla. El Reino de Castilla se negó y envió 12 galeras de la Hermandad para tomar La Rochela, en la costa francesa, de la que salieron vencedores. Cuando parecía que los ingleses pre- paraban un contraataque sobre Santander, volvió a salir la flota castellana, obteniendo nuevas victorias.
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Los conflictos de los linajes: Siglos XIV - XV
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Así como la Alta Edad Media se caracterizó por el poder de los dominios monásticos (señoríos de abadengo ), la Baja Edad Media supone el dominio de los señoríos laicos, mientras que los monasterios pierden su poder, perdurando solo en Santillana y Santander.
En el siglo XIII los caballeros que participaban en la empresa de la Reconquista recibieron numerosas cesiones en forma de territorios, derechos fiscales y jurisdiccionales. Aún con la Re- conquista estancada hasta el siglo XV, las guerras dinásticas por el reino de Castilla favorecían estas cesiones para los caballeros que apoyaran la causa adecuada. El principal dominio laico de Cantabria fue el de La Vega, con su centro en el solar de este nombre, donde tenía una torre defensiva que con el tiempo daría lugar a la actual ciudad de Torrelavega.
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Garci Laso de la Vega I fue el primero de una dinastía de señores feudales que alcanzó su máximo poder en el siglo XV, con Leonor de la Vega, dueña de media Cantabria. Leonor de la Vega se casó con dos de los hombres más ricos de la época, Juan Téllez (nieto de Alfonso XI, señor de Aguilar de Campoo, Castañeda y Peñamellera ) y el almirante Diego Hurtado de Mendoza ( con posesiones por Castilla ), acrecentando sus ya extensos dominios.
Su hijo, Iñigo López de Mendoza recibió del rey Juan II en 1445 el Marquesado de Santillana, precedida por la conquista militar de la villa, aplastando la resistencia del abad y de los habitantes. Algo similar intentó hacer su hijo Diego con Santander, aunque con resultado bien diferente.
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En 1466 Enrique IV dona la villa de Santander al segundo marqués de Santillana, Diego Hurtado de Mendoza, que ante la resistencia de los habitantes trata de ocuparla por la fuerza. No obtuvo éxito ante unos santanderinos apoyados por otras gentes de Trasmiera y Enrique IV tuvo que conceder a Santander el título de "Noble y Leal".
Otro gran señorío fueron los Manrique, con posesiones por toda Cantabria: Iguña, Rionansa, Castañeda, Val de San Vicente, Aguilar de Cam- poo... con centro en la villa de Cartes, una de las más importantes de lasAsturias de Santillana, donde aún se conservan sus torreones góticos.
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También protagonizaron escenas bélicas, como la toma del Valle de Toranzo por la fuerza. El señorío de los Velasco, se extendió por toda la zona oriental de Cantabria y norte de Burgos. En 1392 recibieron de María de Molina los valles de Ruesga y Soba y se fueron infiltrando en Trasmiera y Vecio, haciéndose en 1440 con Villaverde de Trucíos.
Su centro señorial estaba en Medina de Pomar, donde todavía se conserva su castillo. Chocaron contra los linajes locales, como los Agüero en Trasmiera y los Ezquerra de Rozas en Soba.
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Otros señoríos serían el Condado de Buelna, concedido en 1431 al almirante Pero Niño, el de los Beltrán de Guevara en Escalante y Valdáliga y muchos otros menos poderosos, conformados en linajes y bandos envueltos en continúas luchas.
Fue un periodo de alianzas y traiciones hasta que a finales del siglo XV intervienen los Reyes Católicos para poner fin a este ambiente de guerra, derribando numerosas torres.
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A través de este pleito se reconoció como reales valles a los nueve que integraban Asturias de Santillana. El pleito se originó dado que los habitantes de estos valles sostenían que solo tenían que depender señorialmente de los reyes y de nadie más, oponiéndose a la dominación que ejercían los señores laicos.
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