¿Sacrificios de animales?
La Torah advertía a los Hijos de Israel que, una vez estuviesen en la Tierra prometida, no podrían ofrecer
sacrificios animales en cualquier lugar, sino solamente en el lugar señalado por Dios para ello (“sino que el
lugar que Adonai Yah vuestro Dios escogiere de entre todas vuestras tribus, para poner allí su nombre para su
habitación, ése buscaréis, y allá iréis. Y allí llevaréis vuestros holocaustos, vuestros sacrificios, vuestros
diezmos, y la ofrenda elevada de vuestras manos, vuestros votos, vuestras ofrendas voluntarias, y las
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primicias de vuestras vacas y de vuestras ovejas”- Deut. 12:5-6). Y, mientras Israel moraba en la Tierra, ese
lugar se entendía ser el Templo de Jerusalén. De este modo, luego que el Templo fue destruido por los
Romanos [en el 70 E.C.], el liderato Judío prohibió el sacrificio de animales, hasta que pudiesen ofrecerse
nuevamente en el futuro [tercer] Templo. ¿Cual es el problema con esta interpretación? Pues que es
demasiado reduccionista, pues no toma en consideración el hecho de que, si los Romanos destruyeron el
Templo, fue porque el Creador así lo hizo («¿Habrá algún mal en la ciudad que Yah no haya hecho?»- Amos
3:6).
Es que, antes de poseer la Tierra prometida, los creyentes Hebreos podían sacrificar en el lugar en que
estuvieran; como fué el caso con Avraham, Isaac, y Jacob (Gen. 15:9-10, Gen. 22:13, Gen. 26:25, Gen.
31:54, & Gen. 46:1); quienes, a falta de un Templo, ofrecieron sus sacrificios en el lugar donde se
encontraban. Así, cuando el Creador permitió que Israel fuese enviado nuevamente al exilio, estaba con ello
señalando que, los Israelitas, podrían volver a la practica de sus Padres: sacrificando en cualquier lugar en
que se hallasen. Y la Escritura intima esta misma verdad; pues, luego de la destrucción del primer templo, y
después de haber vivido casi setenta años en Babilonia, el profeta Daniel habla de los sacrificios, tal y como
si aún se estuviesen llevando a cabo [en el exilio]. Como está escrito: «Aún estaba hablando en oración,
cuando EL VARÓN GABRIEL, a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza, VINO A
MÍ COMO A LA HORA DEL SACRIFICIO DE LA TARDE»- Daniel 9:21.
Pero, permitiendo esto, ¿que propósito podría haber tenido el Creador? Pues la respuesta quizás se encuentre
en el hecho de que, en la mentalidad antigua, cada tierra tenia su propio dios; y por ende, cada dios tenia su
propio templo (“¿Qué dios de todos LOS DIOSES DE ESTAS TIERRAS ha librado su tierra de mi mano,
para que Yah libre de mi mano a Jerusalén?”- 2 Reyes 18:35; “Entonces Naamán dijo: Te ruego, pues, ¿DE
ESTA TIERRA no se dará a tu siervo la carga de un par de mulas? Porque de aquí en adelante tu siervo no
sacrificará holocausto ni ofrecerá sacrificio a otros dioses, sino a Yah”- 2 Reyes 5:17; “Y los siervos del rey
de Siria le dijeron: SUS DIOSES SON DIOSES DE LOS MONTES, por eso nos han vencido; mas si
peleáremos con ellos en la llanura, se verá si no los vencemos.”- 1 Reyes 20:23). De este modo,
desparramando a su pueblo entre todas las naciones, y permitiéndole sacrificar dondequiera que se hallasen,
el Creador hacía entender a todos que, el Dios de Israel, no solamente es Dios de la Tierra de Canaán, sino de
todas las otras tierras del Mundo; y que, su Templo, no solamente es el templo de Jerusalén, sino que, el
Mundo entero [así como cada hombre que lo habitan], también puede ser su Templo.
¿Y por que daban nuestros padres espirituales tanta importancia a los sacrificios animales? Pues porque, para
ellos, los sacrificios eran el medio mas directo y efectivo para alcanzar el favor Divino. De hecho, los
sacrificios eran tan efectivos, que hasta el mismo Balaam [con todo y no ser un creyente Hebreo] los utilizó
efectivamente para obtener la respuesta a su petición (revelación Divina acerca del futuro de Israel, según
Números 23:1-3). ¿Y por que se agradaba tanto Dios de los sacrificios? Pues porque, como regla general, la
carne de los sacrificios proveía alimento para los pobres y necesitados (como era el caso con los Levitas,
cuyo sustento dependía de los sacrificios). Y la Escritura promete diciendo: «BIENAVENTURADO EL QUE
PIENSA EN EL POBRE; EN EL DIA MALO, LO LIBRARÁ YAH»- Salmo 41:1.
Así las cosas, cuando un creyente Hebreo (un Hijo de Israel) necesita asegurarse que cuenta con el favor
Divino, debe proceder a sacrificar una paloma, una cabra, una oveja, o un becerro. El procedimiento del
ritual, debe garantizar que la victima sienta el menor dolor posible (esto a su vez requiere de una mano suave,
pero rápida y firme, así como un cuchillo especialmente afilado). Y, si el ofrendante siente que no está lo
suficientemente consagrado a Dios como para que su ofrenda sea aceptada favorablemente, debe entonces
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hacer confesión, y procurar a algún otro creyente que tenga un buen testimonio ante la comunidad; alguien lo
suficientemente consagrado como para hacer las veces de “Cohen” (sacerdote). Entonces, luego que el
sacrificio ha sido hecho, la carne debe ser preparada (removiendosele toda la sangre), para ser
inmediatamente distribuida entre el mayor número posible de necesitados. Con este noble y desprendido
gesto, el ofrendante hace que, las puertas de los Cielos, se abran de par en par para escuchar su oración.
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